La zapatilla de Cenicienta
Arnold encuentra en casa de Helga la zapatilla restante del par que usaba "Cecile" en su cita del día de San Valentín ¿Helga tendrá forma de escapar a las sospechas de Arnold?
Arnold últimamente seguía una especie de ritual desde aquel día de San Valentín. Antes de dormir, abría su closet, sacaba del fondo una zapatilla roja, que le pertenecía a una chica tan encantadora como misteriosa, Cecile, o al menos así prefería llamarle, ya que nunca supo si ése era su verdadero nombre. Miraba esa zapatilla por largo rato, luego abría su buscador en la página de citas, para ver si alguna de las chicas que conocía respondía al mensaje: "¿Perdiste una zapatilla roja el día de San Valentín?", al no encontrar quien le diera respuesta, como siempre, decide guardar el zapato, y se prepara para dormir.
Al día siguiente: Helga acompañó a Phoebe a las computadoras de la biblioteca en la escuela para completar un reciente trabajo en equipo.
-Phoebe, ¿No te limpiaste los lentes antes de venir aquí? Mira cuántas faltas de ortografía.
-Tienes razón, hay muchos errores, y mis lentes están sucios, déjame salir y corrige el trabajo mientras los limpio ¿OK?
-De acuerdo, pero no tardes.
Helga le abrió un espacio para que su amiga pudiera salir, pero en la maniobra vio cómo Rhonda entraba a la página de citas, que se iba haciendo cada vez más popular en Hillwood, por los visto.
-¿Buscando tu príncipe azul por internet? No creí que fueras a caer tan bajo.
-Para tu información pequeña amargada, aquí están registrados muchos chicos de todos los estratos sociales y niveles económicos habidos y por haber. Y por supuesto, sólo busco en los más altos
-¿y cuántos están haciendo fila para ser tu pareja, princesa?
-Tendría demasiados si mencionara mi riqueza real, por eso prefiero a gente que aprecie mi gran personalidad.
-Espera a que se muera la Internet, entonces
-Lo mismo tendrás que esperar para encontrar alguien que te aguante, lo cual sería mucha ganancia. Que algún chico te quiera, eso es pedir demasiado
-Si yo quisiera podría tener a cualquiera comiendo de mi mano. ¿Qué es ese mensaje?
-Ah, otra vez. Es del mismo loco y desesperado que busca a su Cenicienta
-¿Literalmente?
-Literalmente, sólo léelo.
Y en cuanto las letras eran descifradas por su cerebro tras pasar por sus ojos, sintió un escalofrió de gran magnitud recorrer su espalda hasta llegar a su nuca.
"¿Perdiste una zapatilla roja el Día de San Valentín? Quien quiera que seas, veámonos de nuevo en el Chez Paris, Cecile"
Apenas tuvo tiempo de recomponerse y preguntar
-¿Y quién es el príncipe loco que se salió de su cuento?
-¿Su nombre? Aquí no lo marca, sólo tengo su usuario. Es ShortmanValentine.
-Vaya mentecato. Su nombre de usuario no dice nada acerca de él. ¿Cómo espera que la otra idiota lo encuentre, eso sin contar que quizás la susodicha no use estas cosas?
-Bueno Helga, qué quieres que te diga, yo no soy Cupido, mejor corrige tu trabajo ahora o no podrás comer siquiera en el almuerzo.
-Gracias por el consejo, princesa. Y por cierto ¿Cuál de tus mayordomos está haciendo tu tarea esta vez?
-Ninguno, Nadine y yo hacemos un trabajo excelente, como de costumbre.
Tras el receso, la cara del señor Simmons no auguraba un ben anuncio
Niños, debo decirles que por un periodo de puente ampliado de imprevisto por el Día de San Valentín, debo adelantar el último trabajo de parejas. También les aviso que para evitar tener que esperarlos para registrar sus respectivos equipos, ya formé las parejas previamente.
Un EEEEEEHHHH general se hizo oír, ya que Simmons tenía una pésima habilidad para formar equipos, cosa que quedó patente con la primera pareja que decidió formar.
-Arnold y Helga. Su trabajo es investigar acerca de todo el origen de las festividades del día de San Valentín. Su trabajo es el más importante, porque será expuesto en el muro escolar. Espero un trabajo ejemplar de ustedes dos.
Un suspiro de resignación del chico y un bufido de parte de ella no se hicieron esperar.
A la hora de la salida, Alnold y Gerald ya se iban, por muy poco y Helga no los alcanza:
-Cabeza de Balón, espera. Lo mejor para que la tortura de tenerte cerca acabe pronto es que hagamos el trabajo en mi casa. ¿Entendido?
-¿Hora?
-Cualquier hora es buena, sólo avisa con anticipación.
Entendido, Helga. Gerald, ya vámonos.
A las 6 de la tarde, Helga y Arnold estaban haciendo el trabajo en el cuarto de Helga, ella sudaba frío ante el hecho de que el chico de sus sueños estaba en su cuarto, lleno de innumerables objetos dedicados a él, y que tuvieron que ser escondidos meticulosamente antes de poder recibirlo.
-Oye Cabeza de Balón, ¿Qué te parece esto? No es por levantar mi ego, pero creo que es muy bueno
-Tengo que reconocer que tienes el talento y la creatividad. ¿Pero por qué no puedes ser así todo el tiempo?
-No tengo ganas de discutir contigo cabezón. Sólo diré que no se me antoja ser así. Disfruto más siendo fría y ruda.
-¿Disfrutarlo? No lo creo. Te considero que eres lo suficientemente observadora para notar que estás alejando a todos de ti.
-Y si fuese así ¿qué? No es algo que te importe
-A mí me importa
-¿Por qué, si no somos nada?
-Somos amigos ¿No?
-¿Amigos? Sí como no, mejor lárgate antes de que te golpee. Y Helga remató empujando a Arnold, que se estrelló en su closet. Varios zapatos terminaron en el suelo. Arnold comenzó a recogerlos, a pesar del dolor. Helga decidió seguir sola con el trabajo.
Arnold vio entre la pila de zapatos uno en particular. Lo levantó y lo reconoció después de un rato. No podía ser.
La pregunta que Arnold le diría a Helga la pondría contra las cuerdas:
-¿TU ERES CECILE?
