Era el 11 de junio, hacia buen tiempo. ¿Mi nombre? Bella, Isabella Swan, y tengo 17 años. Vivo en un pequeño pueblo de Inglaterra llamado Castle Combe, un lugar hermoso para caminatas y paseos debajo de un luminoso día.

El día era soleado cuando me levante, mire el reloj y marcaba las seis AM, me dirigí al baño para tomar una ducha y arreglarme para ir a clases. Cuando Salí del baño, como era de esperarse, mi mama ya me apuraba para que terminara de vestirme.

Salí del cuarto con un pantalón de mezclilla y una blusa roja de manga corta y brillos en la parte de en frente. Solo me había maquillado las pestañas y colocado un poco de brillo labial y mi mama ya me regañaba que nadie se fijaría en mí porque parecía un payaso, pero ahora lo único que no necesitaba en mi vida era que alguien se fijara en mí, ya había tenido suficiente de eso por un tiempo.

Desayune el cereal lo más rápido que pude, tome mi mochila y cheque que no me faltara nada, al tocar mi muñeca, note que no traía mi luna; mi luna, era un dije dorado que siempre llevaba alrededor de la muñeca derecha junto con una cadena del mismo color.

Ahora si estaba lista; Salí corriendo de la casa hacia el auto de mi mama.

-Ya estoy aquí, vámonos.

-Isa, ojala te tardaras menos en salir, así tal vez llegaría temprano al trabajo.

Ella sabía muy bien que no me gustaba que me dijeran Isa, me gustaba que me llamaran Bella,asi que no le conteste, no quería empezar el día enojada con mi mama, una mujer de unos cuarenta años, de cabello castaño; más oscuro que mi largo café chocolatoso; que me llegaba hasta media espalda, y unos ojos verdes igual que los míos; de estatura un poco más baja que mi 1.60m y delgada igual que yo, en pocas palabras era mucho más hermosa que yo; su nombre, Renee Swan.

Llegamos a mi escuela, un edificio hecho de ladrillo rojo sin pintar, no muy grande.

-Adiós, mama.

-Adiós Isa.

Gruñí un poco; otra vez me había llamado Isa.

Camine hacia la entrada y me encontré a Angela, una chica de pelo corto hasta los hombros y negro, de unos ojos cafés grandes pero inocentes, delgada y una de mis mejores amigas, bueno la única que tenia ahora.

-¿Qué tal tu fin de semana, Bella?- me pregunto ella.

-De lo más aburrido- conteste yo- me la pase los dos días en mi casa.

La conversación transcurrió hasta la entrada del salón de clases, en donde me quede parada con la mirada fija en el. Angela que venía detrás, choco con migo.

-¿Bella, estas bien?- una vez que se hubo pasado al frente mío.

-Lo has visto – conteste yo como hipnotizada.

Angela siguió mi mirada y también se quedo ahí, parada a lado mío. Parecíamos dos niñas que acababan de encontrar una nueva barbie.

El chico volteo y mi mirada se cruzo con la de él; lo que a mí me pareció una eternidad, realmente fueron solo unos segundos, que terminaron con la campana de clase. Eso me saco de mi ensoñación y tome a Angela del brazo llevándola a nuestros asientos; a lado del nuevo chico.

Cuando nos sentamos, entraba como toda una diosa Jessica, una chica de cabello rubio y ojos azules, como dos pedazos de cielo, y un cuerpo delgado pero perfecto. No tardo en darse cuenta de la presencia del nuevo chico y fue a sentarse delante de él.

-Hola- saludo Jessica.

-Hola-saludo él un poco tarde y con desgano.

-¿Cómo te llamas?

-Edward.

Al escuchar su nombre, no pude evitar girarme un poco para verlo, y como si lo hubiera llamado, el también volteo un poco.

-Hola-me dijo con una voz dulce

-Hola-conteste yo como tonta

Me sonrió y yo empecé a tartamudear, hasta que Angela me sacudió por el brazo y Jessica a hablarle a Edward otra vez.