Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece.
Eternal
.
.
Suspiró con pesadez mientras pasaba la yema de su dedo índice por el contorno de la boca del vaso. Dentro, el líquido oscuro contrastaba con el cristal, haciendo más notoria y pública la cantidad.
Ya casi no quedaba, menos de un milímetro, o tal vez dos de esos. Qué mas daba, sólo sabía que aquella espera se estaba haciendo eterna.
Sus mejillas estaban rojas, a pesar de su corta edad que no le importó para nada a la hora de intentar hacer eso más llevadero. Se sorprendió al notar que incluso siendo una casi adolescente había estado en esa posición.
Completamente desinteresada, echada sobre la mesa apoyada en un brazo y su cabeza en una mano. Uno de sus pechos se presionaba contra la superficie y a pesar de su gran aguante, llevaba tan solo diez vasos de aquel alcohol y ya se quería rendir. Tanto literalmente como no.
Y qué más daba, desde su promesa que hacía lo mismo. ¿Recibiendo qué? Nada en absoluto. Él siempre fuera, siempre trabajando, siempre con los únicos que podía abrirse sin demasiados problemas. Siempre ignorando que alguna vez lo había hecho con ella por muy desesperado que hubiera estado para contarle cosas posiblemente incomprensibles para su escasa madurez. Aunque ella había resultado más comprensiva de lo normal, extrañándolo cuando se sintió más aliviado ante sus pocas pero significativas palabras.
Su primera borrachera había sido por la soledad. Contando con Gray como único y verdadero amigo hasta ese momento, sin embargo él se encontraba más concentrado en impedir que Natsu lo mordiera en un extraño ataque de furia. También en devolverle cada golpe.
Patéticamente. Su primera borrachera por un chico y por un hombre. Un chico que no había tomado su promesa en serio y un hombre que ni siquiera sabía la existencia de un vínculo sanguíneo en ese momento.
Sintió ganas de vomitar y, por qué no, de llorar. Bien podía estar celebrando la navidad y dandose regalos mutuos con los demás. Con Gray, Lucy y Lisanna especialmente, sus amigos... Pero había terminado eligiendo otra vez eso, a pesar de que el año anterior no lo había hecho.
Cuando comenzó a cerrar los ojos, rendida, hizo una promesa, la última a alguien que no fueran sus tres mejores amigos, tal vez.
Dejaré de esperar.
Era deprimente todo. Ella, Cana Alberona, sufriendo por dos hombres tan ridículamente fuertes que ni siquiera en navidad se daban el tiempo de relajarse. A la par, también era ya más de media noche. Todos se habían ido y Mirajane había dejado entrar a aquella silueta.
Su sonrisa cómplice ensanchándose, no enterada de la promesa de Cana. Porque seguramente si lo supiera, no sonreiría.
La mujer se desvió a un lado, inconsciente. Pero no alcanzó a caer porque unas grandes manos se lo impidieron.
Él suspiró. La conocía, él sí sabía de su promesa. ¿Pero qué más daba? Laxus se había rendido primero, sabiendo lo que le depararía a Cana para siempre.
Una decepción tras otra, pero eso no impidió que cargara a la joven hasta su habitación por última vez.
