Disclaimer: Twilight Saga / la Saga de Crepúsculo, personajes, etc, son propiedad de Stephenie Meyer. El argumento y redacción de este fanfic no me pertenece, más adelante daré el crédito correspondiente.


Venus 2245

— ¿Qué infiernos es esto? Perdemos estabilidad, comandante. El control de posición se ha ido y el radar está desconectado.

—La dirección se ha ido al infierno. —El comandante Edward Cullen luchaba contra la resistencia de la columna de dirección manual, sus manos agarraban el volante mientras peleaba con la turbulencia que amenazaba con destrozar la pequeña lanzadera.

— ¡Estamos calentándonos!, — Gritó furiosamente el mayor Jacob Black mientras luchaba por restaurar los sistemas electrónicos. — Control. Control. Aquí la East Eden. Aquí la East Eden. Hemos perdido la totalidad del sistema. Repito, pérdida total del sistema.

Contestó la estática.

—No tenemos comunicación, comandante — ladró Black mientras la lanzadera continuaba con su caída del cielo.

El aire dentro de la pequeña nave se estaba calentando, el sudor cubría sus cuerpos en un intento de bajarles la temperatura. El comandante Cullen estaba luchando con la dirección, tirando del volante dentro y fuera, mientras intentaba elevar el morro y activar el sistema de emergencia.

Isabella Swan estaba sentada detrás del copiloto, fuertemente atada a su asiento, sus ojos permanecían fijos en el comandante que luchaba contra el volante. La desesperación llenó la cabina cuando cayeron del cielo, la gravedad agarró la nave y tiró de ella con una enorme velocidad hacia el planeta que les esperaba abajo.

—Sólo un poco más — La voz de Edward era tensa, los músculos de sus brazos se abultaron tan tirantes que rasgaron la camisa alrededor cuando intentó tirar del volante hacia atrás. — Casi estamos.

El sistema de vuelo de emergencia era justo para eso. Requería el fallo completo de todos los sistemas de a bordo, lo cual significaba la dirección. Tirar manualmente de la columna era lo siguiente imposible cuando los sistemas electrónicos hubieran fallado.

Alguien, evidentemente, había cometido un error, porque cada luz e interruptor de las consolas del piloto y del copiloto estaban a oscuras y el aire dentro de la nave era cada vez más escaso.

— ¡Vamos! — La euforia llenó la oscura voz cuando la columna se fijó en su lugar y la energía de emergencia parpadeó en la cabina.

La lanzadera se sacudió, dando bandazos, la fuerza se interrumpió dramáticamente cuando los estabilizadores de emergencia comenzaron a retirarse y se fijaron en su lugar. La nave gimió en protesta cuando la dirección cambió, luchando por elevar el morro, para reducir la velocidad y dirigirse tranquilamente a la superficie más que ser arrojados sobre ella.

— Control. Control. Tenemos un fallo total del sistema. ¿¡Está ahí, control? — Black continuaba con su llamada a la estación espacial mientras luchaba por restablecer manualmente el oxígeno e intentaba que el radar volviera a conectarse.

—Demonios, Edward, ¿Dónde cojones estamos?

Las nubes que les cubrían estaban aclarándose, pero aún así no había manera de decir exactamente cuánto se habían alejado del rumbo proyectado. El radar se había estropeado y el GPS estaba en silencio.

—Estamos saliendo de las nubes que nos cubrían. Mierda. Tenemos el océano debajo — Edward estaba luchando con la dirección para cambiar el rumbo de la nave, esperando encontrar tierra. Si chocaban contra el océano no había esperanza de recuperar las comunicaciones a bordo o su conexión con control. La misión se había considerado tan perfectamente segura que en los paquetes de supervivencia sólo se había incluido el equipamiento básico.

— Estamos girando. Estamos girando — Gritó Edward cuando Bella notó el cambio de dirección — Tenemos una pista potencial para aterrizar a las tres en punto. Me dirijo hacia ella.

Bella no tenía ni idea de cómo logró luchar con el sistema manual para cambiarlo desde las doce a las tres. La lanzadera giró, aunque asombrosamente, descendió sin ayuda del sistema, con velocidad, con un poco de suerte al menos sobrevivirían.

— ¡Vamos a impactar!—gritó Edward sobre el sonido de la nave — Prepárense y esperen el rebote.

Y rebotaron. Bella se preguntó si sus huesos se habían conseguido romper cuando fue arrojada una y otra vez contra el arnés al impactar la lanzadera contra el suelo y comenzar a moverse a altísima velocidad. Edward y Jake se envolvieron en una larga red de ácidas palabrotas mientras luchaban por mantener la nave bajo control y pararla mientras todavía estuviera relativamente intacta.

— ¡Maldita sea! ¡Vamos a estrellarnos! — gritó repentinamente Jake.

Bella luchó para permanecer consciente mientras el temor la envolvía. No había pensado que podía morir en esa misión. Se suponía que era segura.

— Vamos a chocar — Edward aún luchaba con la dirección y la lanzadera gimió, aulló, pero de nuevo cambió la dirección. Un segundo después, el aire pareció explotar cuando la nave se sacudió y rebotó duramente contra el suelo, el sonido del metal retorciéndose llenó sus oídos.

— Mierda. Hemos perdido las alas — Las alas, pero no sus vidas. La velocidad se había reducido drásticamente, lo suficiente para que, cuando la lanzadera chocó algunos segundos más tarde, se estremeciera y se parara en lugar de rebotar sobre el siguiente obstáculo.

En ese justo momento el arnés de seguridad de Bella se partió por el lado derecho, arrojándola con fuerza hacia el otro lado. Cuando rebotó, el choque la lanzó contra el área del piloto.

Gritó por el susto cuando fue arrojada hacia delante, su cabeza chocó con el respaldo del asiento del piloto y la dejó inconsciente cuando su cuerpo voló hacia la pantalla protectora que había delante.

Él la agarró. Edward tuvo un solo segundo para advertir que Bella estaba siendo arrojada excesivamente rápido en esa parte de la cabina. En un suspiro la alcanzó, interrumpiendo su vuelo y la tomó entre sus brazos.

La fuerza a la que iba estuvo cerca de arrancarle los brazos de las articulaciones cuando cogió su cuerpo y tiró de ella hacia un lado, extendiéndola sobre su regazo antes de que su cabeza impactara con el escudo de protección.

La lanzadera estaba aún bamboleándose, estremeciéndose. El vapor salía de los paneles bajo sus pies y las chispas volaban desde la consola de mando alrededor de ellos antes de que el polvo terminara de posarse.

Su corazón corría, el sudor manaba de su cuerpo mientras temblaba por el esfuerzo que le había llevado mantener el control de la pequeña nave. Detrás de él, Jake estaba desplomado en su asiento, respirando con dificultad y murmurando todas las palabrotas que debería haber aprendido durante sus años en las Fuerzas Aéreas. Y era un vocabulario bastante amplio.

Sobre su regazo, la pequeña botánica que había sido forzado a aceptar en la misión, estaba inconsciente, su pelo se había escapado de la pulcra trenza en que lo mantenía y flotaba alrededor de su cuerpo.

Lo primero en lo que pensó fue en sexo. Demonios. Habían estado a punto de morir y ahora que se encontraban seguros en tierra, su polla había engordado, todo su cuerpo estaba tan duro que por un tenso minuto su único pensamiento fue quitarle el uniforme y rellenar su coño con la polla que surgía bajo sus ropas.

La adrenalina era una zorra. Y la mujer en sus brazos una debilidad; lo había sabido desde el minuto en que había sido asignada a su tripulación.

— ¿Está viva? — Jake estaba sin respiración, jadeando, su corto cabello negro goteaba de humedad cuando se volvió en su asiento y les miró.

Evidentemente, pensó Edward, él no era el único con el sexo en la mente. Los pantalones de Jacob estaban tensos al igual que los suyos.

— Maldición. Me alegro de que esté inconsciente — suspiró y apresuradamente examinó la herida de su sien, sus signos vitales y sus pupilas — Posible conmoción cerebral. Pero, demonios, está viva.

Su trasero estaba sobre su polla, una tierna y tentadora almohada de carne.

Sacudió la cabeza, maldiciendo, no por primera vez, su más que acalorada atracción por la pequeña botánica. No había tiempo para eso. Estaban en una situación infernal y el sexo debería ser la última de sus prioridades.

—Salgamos. Veamos qué tan malo es — Abrió sus arneses, pasó sus brazos por el pequeño cuerpo de Isabella y se levantó — Roguemos para que al menos nos mantengamos calientes.


Pequeña introducción, ojalá les haya dejado con ganas de saber más.