"Estas calles muggles son todas iguales" pensó Sirius, bajo su forma animal, mientras caminaba por una de las tantas calles de Londres en busca de su objetivo. Soltó un pequeño bufido. Estaba cansado de caminar por Londres bajo la apariencia de un perro. Se detuvo frente a un bar a descansar, pues sus patas ya no aguantarían mucho más si no descansaba. Sirius, en tanto que descansaba del largo día que había tenido, miraba con atención las tiendas muggles, ya que le llamaban mucho la atención, y, en ese pequeño rato, el dueño del bar, un hombre rechoncho y bonachón le ofreció algunas sobras de su bar. Sirius no sabía que tenía hambre hasta que olfateó la comida que le habían puesto enfrente.

-Come anda, que estás más flaco que la rabia. - dijo el hombre con una sonrisa. Sirius obedeció al instante no sin antes dedicarle una mueca de agradecimiento. Una vez hubo terminado de comer se sentía más optimista respecto a lo que buscaba. "No puede andar muy lejos" se repetía una y otra vez en su cabeza, "Además esto es lo único que me queda por recorrer". Así pues, con estos pensamientos decidió reanudar su búsqueda. Al poco rato de caminar, Sirius consiguió distinguir un fuerte olor que le resultaba muy familiar. Volvió a inspirar y dejó que el aroma le llenara. Sí, no había ninguna duda de que se trataba de él, de lo que buscaba, de Remus John Lupin. Más contento que nunca, comenzó a seguir el olor, pues tal era su fuerza, que su antiguo compañero no podía estar muy lejos. Miró a su alrededor y distinguió sin ningún problema a su amigo, que acababa de salir de un bar un tanto descuidado y empezaba a andar calle abajo. Sirius comenzó a correr detrás de él, y cuando llegó a la altura del muchacho, comenzó a ladrarle.

Por su parte, Remus, ni se imaginaba que aquel gran perro negro que se encontraba a su lado y no dejaba de ladrarle era su antiguo amigo y compañero Sirius Orion Black, por lo que se limitó a sonrerír al animal y a acariciarle la cabeza y después continuó su camino. Black se quedó anonadado ¿cómo podía ser, que uno de sus mejores amigos no le reconociera? Se apresuró a alcanzar de nuevo a Lupin, pero esta vez, le cortó el paso. No valieron de nada los intentos de sortearle, pues Sirius volvía a cortarle el paso. Remus comenzaba a mosquearse con la actitud de aquel perro."Me vas a reconocer a la fuerza si hace falta" pensó Sirius, y, sin previo aviso, aquel gran perro negro se abalanzó sobre Lupin y comenzó a lamerle la cara en actitud juguetona. Los intentos del muchacho de zafarse de la bola de pelo negra que tenía encima fueron en vano, por lo que decidió esperar a que el perro se cansara y lo dejara en paz, tenía tiempo de sobra. Sirius no se lo podía creer, Remus no le reconocía, aunque aún tenía la esperanza de que lo hiciera, por lo que dejó de lamerle la cara y le miro a los ojos con sus ojos grises. Lupin miró los ojos de aquel perro y por un instante pensó que aquel gran perro podría ser..."Es imposible que sea él" se dijo para si mismo, pero había algo en aquellos ojos que le decían que se equivocaba, por lo que decidió probar suerte.

-¿Canuto? -preguntó en un leve susurro al perro. Cualquiera que lo viera allí con el perro encima y hablándole, diría que estaba loco. "¡Aleluya!" pensó Sirius y comenzó a ladrar y a mover la cola alegre a la vez que se quitaba de encima del hombre. Remus, que había interpretado aquellos ladridos y esa alegría que parecía demostrar el perro como un sí, no se lo podía creer, uno de sus mejores amigos y el único en el que ahora podía confiar estaba allí, en Londres. Lupin se agachó al su lado y le susurro algo mientras disimulaba acariciándole la cabeza.

-Sígueme Canuto.

Y Sirius, como buen perro obediente, siguió a Lupin. Tras pasar unas cuantas manzanas, el aspecto de los edificios era más descuidado. Además, el alumbrado era, en la mayoría de las calles de por allí, muy deficiente, por lo que Sirius dedujo que se encontraban en la parte más pobre de la ciudad.

-No es mucho, pero por lo menos tengo un techo. -dijo Lupin, en tono de disculpa, o al menos eso le pareció a Sirius, el cual seguía al hombre como si de su mascota se tratara. Después de dos calles más, Remus se paro frente a un edificio antiguo, y un tanto destartalado, pero que parecía completamente habitable, debido a las luces que se veían a través de las ventanas de los diferentes pisos. El hombre abrió la puerta y dejo pasar a Canuto. Una vez dentro, en el portal, Lupin comenzó a subir las escaleras que conducían a los diferentes pisos. Él vivía en el tercer piso.

Una vez en casa de Remus, Sirius volvió a su forma humana, lo que hizo que se viera que, desde su fuga de Azkaban y posterior reencuentro en la Casa de los Gritos, se encontraba mejor físicamente. Había dejado de ser un hombre en los huesos, de tener la piel blanca como la leche, de tener el pelo enmarañado y, por supuesto, había dejado de estar lleno de suciedad. Mientras Lupin acomodaba el sofá y servía algo de té para él y su amigo, Sirius se fijó en unos destellos que provenían de lo que parecía ser la habitación de Lupin. Al acercarse, pudo comprobar que se trataban de dos cadenas de plata, que supuso que las utilizaba para cuando lidiaba con aquel "pequeño problema peludo".

-¡Sirius! - lo llamó Remus mientras sonreía y se acercaba a él, con los brazos abiertos, dispuesto a darle un gran abrazo.

-¡Remus, viejo amigo! - río Sirius y abrazó a su amigo con fuerza, ya que, desde el encuentro en la Casa de los Gritos no se habían vuelto a ver, y ver a un antiguo amigo, siempre reconforta.

Tras unos segundos abrazados, se separaron y se miraron ambos, muy contentos de volver a verse. Remus invitó a su amigo a sentarse en el sofá mientras tomaban una taza de té y hablaban de sus cosas. Sirius aceptó con gusto, pues ya estaba algo harto de tener que alimentarse únicamente de las sobras que le daba la gente o de restos de comida que encontraba en los cubos de la basura. Lupin le sirvió el té y lo miró con perspicacía mientras Sirius le daba a un pequeño sorbo a su té. Alzó la vista y se encontro con la mirada de Remus. Sonrió.

-¿Qué me miras Lupin? -preguntó Sirius.

-¿Tú, un Black, en Londres, un lugar lleno de muggles? - quisó saber Lupin, el cual aún no entendía como él, Sirius Orion Black, de familia de sangre limpia, se encontraba en aquellos momentos en su casa, tomando té, en un edificio lleno de muggles, aunque, a decir verdad, a Sirius nunca le había importado juntarse con muggles. Él hombre de pelo negro rio.

-Es una larga historia Lunático. -respondió Sirius, mientras cogía una galleta de jengibre que Lupin había sacado previamente.

-Ah, pues puedes contármela Canuto, tenemos toda la noche. - dijo Remus sonriendo a su amigo mientras bebía té de su taza.

Así pues, pasaron la noche los dos amigos, juntos, rememorando viejos tiempos como alumnos de Hogwarts, riendo y pásandolo bien, como ninguno de los dos lo había hecho en años, muchos años, sintiéndose como dos magos completamente normales, sin tener que preocuparse de si lo capturaban para volver a Azkaban y sin preocuparse del estado de la luna aquella noche. Simplemente siendo ellos dos, dos grandes amigos, Sirius Orion Black y Remus John Lupin.