¡Holaa!
Creo que había prometido hace mucho una fic Kagehina pero no lo hice. La inspiración no llegaba.
¡Ya lo hizo!
Ésto será una fic de varios capitulos (Ni tantos, 10 sería mucho)
También, claro; si es que les gusta.
Bueno, les dejo para que lean.
¡Disfruten! (Y ojalá que les guste) *crossed fingers*

Disclaimer: Haikyuu ni ninguno de sus personajes me pertecen, son de Furadate Haruichi.


Capitulo 1: Hambre.

– ¡Durante el almuerzo te espero en el tejado! ¡No tardes… Bakayama!

Gritó un pequeño pelinaranja a un asombrado Kageyama mientras salía corriendo en dirección a otra parte sin que le diera tiempo de analizar al mayor lo que le estaba pidiendo.

''¿Qué querrá el idiota ahora?'' Pensó cuando ya era hora del almuerzo.
Quizás el menor solo quería que le levantara el balón, y él por alguna extraña razón lo haría (Aunque el otro fallara 6 de 10)
O a lo mejor solo era para comer, o hablar de vóley… en realidad no tenían mucho en común. O al menos no lo sabía, no era que hablaran mucho sobre trivialidades ni nada por el estilo muy seguido.

Llegó a la terraza y respiró el aire fresco de allí arriba, se preguntó por qué no venía más seguido a almorzar acá, tan callado y refrescante.

Entonces divisó a Hinata mirando hacia abajo desde la baranda. Como que no se había dado cuenta de que había llegado.
Siempre en las nubes.
O en algún otro lugar parecido.

Lo observó, esperaría que se diera cuenta de su presencia, él era el que lo había hecho subir hasta allí, y estaba perdiendo el valioso y contado tiempo que tenía para comer.

Su espalda estaba rígida, y respiraba profundo viendo al firmamento. Se maravilló con aquella faceta tan tranquila diferente a la que siempre veía en Hinata.

Y luego se preguntó por qué rayos aquello le había parecido maravilloso.

De alguna manera el menor volteó en aquel momento y se sobresaltó al verlo allí parado, (y seguramente con una cara de idiota) observándolo.

– ¡Kageyama! ¿Hace cuánto que estás allí de pie? –Dijo el menor recuperando la compostura. O al menos intentándolo.

Quería saber qué lo traía tan nervioso.

O incómodo.

– Llevo un buen rato, esperaba que al menos te dieras cuenta de que estaba aquí. ¿Me dirás qué demonios es lo que te sucede?

Siempre es mejor ir al grano.

Además, tenía hambre.

Hinata lo miró directamente a los ojos unos segundos y apartó la mirada rápidamente.

– Bue-no, quería decirte algo. Es importante, al menos para mí lo es.

– ¿El qué?

Su estómago rugió.

Demonios, Hinata debía apurarse, le daría algo si en los próximos minutos no probaba un bocado de su bento. Mataría a alguien. Literalmente, su humor era de perros cuando el hambre atacaba.

Recordó aquella vez en la que el pelinaranja se comió toda una bolsa de mochis (Su bolsa de mochis) y cómo luego había estado durante el resto del día siendo un cascarrabias; cosa que se lo había dicho el mismo Hinata al ver su semblante, y sospechaba que el equipo también lo pensaba. Pero no eran tan honestos como el más bajo, o quizás lo de Hinata era idiotez o falta de tacto para lo que se debe o no se debe decir… quién sabe.

Y ahora que recordaba eso, se le antojaron unos mochis.

Se dio cuenta de que se había sumergido mucho en sus divagaciones y no le estaba prestando atención al menor desde hacía ya un rato.

– … Entonces, ¿Qué opinas?

Oh, así que no le había prestado atención a lo que decía. Se extrañó consigo mismo, eso nunca le ocurría, al menos no a él. Lo de Hinata se pegaba.

– ¿Qué opino de qué? Lo siento, no te escuché.

Observó como el rostro de Hinata enrojecía y se encontró por segunda vez en aquel día maravillado con aquel chico, no tenía idea de que alguien podía ponerse rojo hasta aquel extremo con él lo hacía.

– ¡No lo puedo creer! ¿Crees que es fácil decirte lo que acabo de decir y que no escuchaste? –Dijo claramente molesto.

– ¡No es mi culpa! ¡Tengo hambre! Apresúrate y comamos, se nos acabará la hora del almuerzo.

– Pe-pero…

– ¿Qué es lo que te ocurre? ¿Dañaste algo del gimnasio? ¿Tienes malas calificaciones? ¿Te escapaste de casa? Dímelo, en serio tengo hambre y no estoy para tus tonterías…

– ¡Me gustas!

Oh, se estaba quedando sordo.

– ¿Quién te gusta?

– ¡Tú! ¡Por supuesto que tú, Bakeyama!

Seguramente estaba escuchando mal.

Seguramente era el hambre.

– No, eso no. Soy hombre, tu igual. Y nos odiamos… tú me odias.

– No, ¡No es así! No te odio, me gustas. Y quería que lo supieras. Porque quiero gustarte, en serio… quiero eso.

– Hinata, no. Deja tus bromas… seguro también tienes hambre. No debimos venir a la terraza, hay mucho sol, ¿Cuánto tiempo estuviste esperándome? Te pegó mucho en la cabeza.

– ¡No estoy jugando! ¡Mis sentimientos no son en juego! – Dijo Hinata firmemente.

Esto es un problema, definitivamente.

– ¡Solo quiero que me des una oportunidad! Sé que te puedo llegar a gustar… y sé cómo puedo hacer que eso ocurra. Solo espéralo. Pero necesito que me digas que puedo hacerlo. ¿Puedo? ¿Me dejarás intentarlo? –Le dijo mirándolo a los ojos.

Aquellos pequeños y endemoniados ojos de cachorro con ganas de que le abracen por horas.

– Está bien. –Aceptó sin más. No hay nada de malo en dejar que lo intentara. De todas maneras él era un macho heterosexual, lo tenía claro.

Aunque el menor fuera extrañamente llamativo. Quizás por el cabello.

Si, seguro era eso.

– ¿De verdad? ¡Gracias! –Saltó de emoción Hinata en el lugar donde estaba parado.

– Bien. Ahora, ¿Podemos comer? –Dijo mientras se recostaba en una pared del tejado en la sombra.

Escuchó a Hinata soltar una risita.

– ¡Claro! –Dijo sentándose junto a él con una gran sonrisa en su cara.

Su sonrisa… su sonrisa era…

RRRRggggg.

Como que su estómago no estaba de humor para más descubrimientos ese día.


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¡Prometo capis más largos! (Tampoco testamentos, sé los limites)
Y actualizar rápido, no me gusta dejar nada olvidado. Pero si no lo hago es por el liceo...
¡Aun así no olvidaré!

¡Nos leemos!

Pd: Creo que tenía hambre al escribir esto.