Advertencia: Tanto los personajes como las situaciones son propiedad intelectual de George R.R. Martin.

Start a Fire

Los norteños exigían a su hijo, acusándolo de traición y secuestro, cuando los únicos desleales eran ellos.

¿Acaso pensaban que no lo sabía? Les había oído murmurar, conspirando a sus espaldas para derrocarlo, para usurparle el trono, su lugar, acabar con su legado y con su familia. Querían destituirlo, enviarle al exilio o clavar su cabeza en una pica, pero no lo pensaba permitir. Jamás. La sangre de dragones ardía por sus venas, latía en su interior.

Le habían pedido un juicio por combate, y ahí lo tenían. Las llamas chisporroteaban sobre su piel, lamiéndole hasta secar sus huesos, robando de sus labios gritos agónicos que sonaban a música en su mente. Las brasas brillaban en sus ojos violáceos, fulgor de rubíes, joyas que jamás se podrían poseer.

Y las conspiraciones expiraban como la vida de aquellos que las habían tramado, hasta que sólo quedaban cenizas que el viento arremolinaba a su alrededor, haciéndolas bailar a su antojo, y el recuerdo de sus almas escapando de sus cuerpos quebrados para volverse humo y nada.