QUIERO SER SÓLO PARA TI
Naruto fue creado por Masashi Kishimoto y bla, bla, bla.
Ep. 1:
En la escuela Akatsuki, un prestigioso internado para varones situado en Amegakure, ocurrían muchas cosas de las que nadie llegaba a enterarse. Todos sus alumnos eran herederos de grandes empresas, artistas, científicos, políticos y etc. La escuela estaba dirigida por un Consejo Estudiantil, que se encargaba de controlar a los estudiantes y (tratar de) mantener el orden, cuya formación era así:
Pain = presidente, 3º secundaria superior
Konan = vicepresidenta, 3º secundaria superior
Sasori = vigilante de las instalaciones, 2º secundaria superior
Deidara = organizador de eventos, 2º secundaria superior
Hidan = delegado de asuntos morales, 2º secundaria superior
Kakuzu = tesorero, 2º secundaria superior
Itachi = relaciones públicas, 1º secundaria superior
Kisame = relaciones públicas, 1º secundaria superior
Zetsu = secretario, 3º secundaria básica
Tobi = secretario, 3º secundaria básica
¿Cómo había logrado una chica ser aceptada en una escuela para varones? Primeramente demostrando su valía, siendo la mejor alumna del internado Akatsuki después de Pain. También estaba el pequeño detalle de que su madre fuese prima de la madre de Pain, cuya familia era casualmente la que dirigía la escuela...
El prestigioso internado Akatsuki para varones tenía amplias zonas para estudio y deporte, además de ofrecer varios clubs para que los alumnos se entretuvieran con otras actividades. La residencia era de lo más lujosa, ofreciendo habitaciones de dos y cuatro ocupantes; tan sólo los estudiantes de último curso podían optar a una habitación individual. Los de la secundaria básica eran agrupados en cuartos de tres o seis.
Éstas y otras normas eran estrechamente vigiladas por el Consejo Estudiantil de Akatsuki. Pero ya se sabe, quien hace la ley hace la trampa: aunque estaba prohibido dormir en una habitación que no fuera la propia, entre ellos sabían que Konan dormía con Pain (y lo que no es dormir, también); aunque estaba prohibido salir del internado por la noche, todos sabían que Itachi y Kisame se iban de fiesta; y aunque estaba prohibido acaparar los baños comunes, todos sabían que Sasori y Deidara lo hacían cuando les daba la gana. De igual forma Tobi y Zetsu, por el mero hecho de pertenecer al Consejo Estudiantil, no tenían que compartir la habitación con nadie más.
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Comenzaba un nuevo día. Como cada mañana, un atractivo pelirrojo se despertó temprano con la intención de darse un relajante baño caliente antes de iniciar la jornada. Bajó de la litera que ocupaba a la izquierda de la habitación y fue a despertar a su compañero rubio, que dormía en la litera de enfrente (debajo de las camas había un armario y un escritorio para estudiar, cuestión de ahorrar espacio). Como siempre, estaba hecho un revoltijo en las sábanas, agarrado a la almohada con brazos y piernas, como si abrazara algo en sueños.
- Deidara, levántate - le dijo a su compañero con tono frío mientras le sacudía - Ya es de día.
- Mmmm... déjame cinco minutos más... - masculló el rubio adormilado.
- ¡Levanta de una vez! - Sasori le cogió de un tobillo y tiró de él hasta que medio cuerpo estuvo colgando de la litera - No me gusta que me hagan esperar - dijo sin atender a los gritos de su compañero.
- ¡Ay, que me caigo! - Deidara agarró sus manos fuertemente a las sábanas, mientras sus pies se agitaban en el aire buscando un punto de apoyo - Danna, no tienes corazón - dijo cuando finalmente logró sostenerse contra el armario y trepar de nuevo a la cama.
- Lo que tú digas - el comentario pareció molestarle - Pero date prisa en bajar al baño, o me iré sin ti.
- ¿Eh? ¡No, espera! - el chico le dio un par de patadas a la manta - ¡Ya voy, ya voy! - cogió sus cosas de aseo y algo de ropa y siguió al pelirrojo - ¿Por qué siempre estás de tan mal humor por la mañana?
- Será porque me paso la noche aguantando cómo gimes al dormir - el rubio se sonrojó - Ya me imagino qué es lo que sueñas...
- Lo... lo siento, es que... - no se atrevía a mirarle a la cara - Bueno, ¿y a ti qué te importa lo que sueño? Al menos no finjo ser un trozo de madera sin sentimientos como los que tallas en el club.
El pelirrojo le echó una mirada asesina que hizo que Deidara se arrepintiera (a medias) de haberlo dicho, porque pensar, lo pensaba. Ninguno dijo nada más hasta que llegaron al baño. Como cada mañana, Sasori cerró la puerta con llave para que no entrara nadie más, y así tenerlo entero para ellos dos. Los dos chicos se quitaron en silencio el pijama (Sasori sólo llevaba un pantalón que a poco se le escurría por las caderas, Deidara nada más usaba bóxer). Varias veces los ojos del rubio se escaparon al esbelto cuerpo de su compañero, su firme torso, sus delgados brazos, su blanco trasero... Deidara apartó la vista, temeroso de que Sasori se diera cuenta y se enfadara.
¿Pero cómo evitarlo? Se moría de ganas por poseer ese cuerpo. Sasori, su frío y tan sexy compañero de habitación. El chico del que se había enamorado casi al instante de conocerle, el chico por el que sufría su corazón al saber que nunca lograría que se fijara en él de la misma forma. No por nada tenía locas a todas las chicas de los alrededores, aunque Sasori no les prestaba más atención que la que le prestaba a Deidara (el rubio también tenía sus propias fans, lamentablemente ninguna de cabello rojo). Ah, si el pelirrojo supiera que era con él con quien soñaba cada noche, que era él quien en sueños le hacía gemir...
Después de hacer sus cosas mañaneras y lavarse bien, ambos se metieron en la bañera caliente.
- Ah, qué a gusto se está... - Sasori echó la cabeza para atrás, con los codos sobre el borde, y se revolvió el cabello mojado con una mano haciendo que salpicaran algunas gotitas.
- Sí... mucho - el rubio no había perdido detalle de los movimientos de su compañero, a pesar de que intentaba no mirarle.
- ¿Te encuentras bien? - preguntó el mayor sin demasiado interés - Apenas nos acabamos de meter en el agua y ya estás colorado.
- Sí, es que el agua está... muy caliente - Sasori se levantó un poco y se le acercó - ¡¿Qué haces?!
- Iba a abrir el grifo de agua fría que está detrás de ti - se extrañó él - No quiero que te desmayes aquí y tener que llevarte a la habitación.
- No te preocupes, de todas formas ya me salgo - Deidara se había puesto "nervioso" al sentir su cuerpo desnudo y mojado tan cerca del suyo - Hoy no me apetece estarme tanto rato - salió con prisa porque no quería que el pelirrojo se fijara en la parte baja de su cuerpo.
- Como quieras - ruido de agua detrás suyo - Entonces me salgo yo también.
Deidara suspiró por lo bajo y empezó a vestirse, tratando de no pensar en ese cuerpo que era una obra de arte en sí mismo, desnudo y mojado, emergiendo de la bañera. Sus manos se movieron torpes sobre la ropa, pensando en cuánto le gustaría quitársela al pelirrojo y satisfacer la lujuria que le provocaba. Cuando estuvieron vestidos, Sasori abrió la puerta del baño y salieron. Como de costumbre, ya tres o cuatro alumnos estaban allí esperando a que les dejaran entrar. Ninguno se había molestado en llamarles, porque de todas formas sabían que no les iban a hacer caso.
- Que todas las mañanas igual... - murmuró uno por lo bajo - Se aprovechan porque son del Consejo Estudiantil, todos son unos gallitos.
- Pues yo prefiero que cierren la puerta, no sea que algún día entre alguien y vea sin querer lo que estarán haciendo - contestó otro.
- ¿Qué insinúas? - susurró un tercero - ¿Crees que esos dos...?
Sasori, que lo había escuchado todo, se giró y les fulminó con la mirada. Todos se callaron al momento, pero en cuanto ellos dos se alejaron un poco, algunos cuchicheos todavía llegaron a sus oídos.
- Para mí está claro, esos dos tienen algo.
- De Sasori no estoy tan seguro, pero que Deidara es de ésos... apostaría mi cabeza por ello.
- ¡Pero si los dos tienen un montón de fans pisándoles los talones! De seguro que cada noche se acuestan con una y por la mañana presumen de ello en el baño para que nadie les amoneste...
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Ya era bastante tarde, y hacía horas que las clases habían terminado; sin embargo, Deidara no regresaba a la habitación. Sasori dejó el libro que estaba estudiando por un momento y se preguntó dónde demonios estaría. Se le hacía muy raro estudiar en completo silencio, pues normalmente el rubio solía estar leyendo algún cómic y riéndose a cada momento. Y era con esa presencia con la que Sasori estaba acostumbrado a concentrarse, aunque resultara contradictorio. Intentó prestar atención a lo que decía el libro, pero no lo conseguía. Con un suspiro de fastidio, se levantó dispuesto a ir a buscar a su compañero, porque si no estaba en la habitación sólo podía estar en un sitio: el aula de arte.
Bajó las escaleras y recorrió los silenciosos pasillos de la escuela hasta que llegó a la clase. Tal como suponía, se veía luz por debajo de la puerta. Sin llamar siquiera, abrió y miró alrededor. Se encontró con la mirada de un sorprendido Deidara, vestido con un mandil y manchado de arcilla, cuya expresión pronto pasó a ser de espanto.
- ¿Qué estás haciendo aquí a estas horas? - le preguntó Sasori.
- ¿Q-q-que qué hago? - tartamudeó Deidara - Eso debería preguntártelo yo a ti, danna. Éste es el club de escultura, por si no te has dado cuenta.
- Sé de sobra dónde estoy - contestó el otro molesto - Obviamente, he venido para ver qué estabas haciendo tanto rato.
Y en ese momento, el pelirrojo vio claramente qué era lo que tanto había entretenido a su compañero. Era una escultura de arcilla blanca a tamaño natural, aunque el cabello estaba hecho con arcilla roja al igual que los ojos. La estatua tenía una expresión fría, pero de alguna forma parecía tan real que casi daba la impresión de que fuera a girar a la cabeza y moverse. La sorpresa de Sasori fue inmensa al darse cuenta de que la escultura era su viva imagen... o bueno, casi.
- ¿Qué es eso? - se acercó a la estatua y la contempló - Soy... soy yo.
- ¡Por favor, no te enfades! - el rubio cerró los ojos y juntó las manos en súplica - No es lo que piensas, es que... - no sabía qué decir.
- ¿No es lo que pienso? - eso pareció divertirle y le miró con malicia - ¿Y qué crees tú que he pensando?
Deidara no pudo responder nada, porque aquella diabólica sonrisa le descolocó por completo.
- Está bastante bien, Dei - dijo el mayor, mirando la estatua - Pero para lo que sueles hacer, no se ajusta demasiado a la realidad.
- ¡Es difícil hacer algo así sin tener un modelo! - protestó su amigo, ofendido.
- ¿Cómo que sin modelo? ¿Acaso no me has visto desnudo muchas veces en el baño? - Sasori se acercó y le giró la barbilla para que le mirara directamente a los ojos - Alguna vez me he preguntado qué era lo que tanto mirabas. Si se trataba de esto, podrías habérmelo pedido.
El rubio se sonrojó al saber que su compañero se había percatado de su lascivia. Agradeció por dentro que lo tomara como una referencia artística.
- Claro que te he visto, danna - apartó incómodo la mano de su cara y se alejó de él, concentrándose en su obra - Pero no es lo mismo ver que tocar. Una escultura hay que sentirla, hay que moldearla. En eso hasta el ojo más experto puede equivocarse.
Se escuchó el susurro de la ropa detrás de él, y cuando se giró vio que Sasori se había quitado la camisa. El pelirrojo se acercó de nuevo hasta él y comenzó a desabrocharse los pantalones con una mano, con la otra cogió una de las manos manchadas de arcilla de Deidara y la posó sobre su pecho.
- Una obra imperfecta no es digna de ti, Dei - hizo que deslizara la mano por su piel - Así que corrígela. Toca todo lo que quieras.
- En serio, no creo que esto sea necesario... - pero ardía en deseos de hacerlo, a juzgar por lo sonrojado que estaba.
- Vamos, no te cortes - terminó de quitarse los pantalones y le dedicó otra de sus sonrisas diabólicas - A fin de cuentas es arte, y yo también sé lo que es volcar el alma en una obra.
El pelirrojo le estaba brindando la excusa perfecta, y Deidara decidió aprovecharla. Apoyó ambas manos sobre los pectorales de Sasori, y lentamente al principio, acarició toda la zona superior de su cuerpo, notando los firmes músculos bajo sus dedos. Recorrió su clavícula y su cuello, cogiendo ambos ángulos de la cara entre sus manos. Sin poder evitarlo, acarició con los pulgares las mejillas de su compañero. Luego deslizó sus dedos entre su cabello rojo como la sangre. Pero cuando se encontró con la fría y penetrante mirada de Sasori, se vio incapaz de sostenerla. Sus manos bajaron veloces hasta su vientre, donde recorrió los músculos de su estómago uno a uno.
- Tu corazón late muy rápido, Dei - lo susurró en su oído - Y tu respiración se ha acelerado. ¿Significa eso que te sirvo de modelo para la obra de arte?
- Tú eres la obra de arte, danna - se le escapó al menor - Yo sólo puedo crear una copia - se detuvo al llegar a los calzoncillos, y tragó saliva.
- Adelante, continúa - su voz sonaba como si tuviera ganas de reírse - Estoy a tu entera disposición - le agarró con firmeza de la muñeca e hizo que metiera sus dedos por la goma que los sujetaba - Toca todo lo que quieras.
- A veces eres muy cruel, ¿lo sabías? - suavemente, cogió el borde de la prenda con ambas manos y la fue bajando, hasta que toda la anatomía de Sasori quedó a la vista - Ciertamente, mi estatua no te hace justicia. Lamento haberte desmerecido, Sasori - comenzó a acariciar su miembro de arriba abajo, comprobando su forma y tamaño.
- Supongo que por esta vez puedo perdonarte - no pareció inmutarse con las caricias del rubio, aunque las disfrutaba - Pero tengo curiosidad por saber por qué precisamente me elegiste a mí para modelar.
- Eso no puedo decírtelo - Deidara se dio la vuelta y deslizó las manos por la espalda del pelirrojo, masajeando los tensos músculos hasta bajar al trasero - Es secreto profesional.
El rubio decidió que Sasori tenía que irse cuanto antes, porque si no, no sería capaz de reprimir sus impulsos y se abalanzaría sobre su boca y su cuerpo, y no por fervor artístico precisamente. Puede que él se mantuviera frío e impasible en aquella situación, pero el cuerpo de Deidara era todo lo contrario.
- Ya es suficiente, danna - dijo con voz ahogada - Gracias por colaborarme, puedes irte. Yo no tardaré.
- ¿Estás seguro? - una mueca en su cara pareció entre sorprendida y maliciosa - Puedo quedarme cuanto necesites, Dei... - empezó a vestirse.
- Sí, en serio - intentó sonreír - Te avisaré cuando esté terminada, por si quieres verla. Pero hasta entonces, te pido que no vuelvas a entrar aquí.
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Aquella noche fue malísima para el pobre Deidara. Por si no tenía bastante ya con Sasori durmiendo a un par de metros y provocándole sueños y fantasías húmedas constantemente, ahora encima sentía su tacto en las manos. Su piel blanca, fría, tensa... la forma de su cuerpo, los latidos de su corazón, las fibras de sus músculos... Lo había recorrido entero, incluso su parte más masculina había estado entre sus dedos de escultor. Y ahora no podía dejar de pensar en eso, de anhelar volver a sentirlo, no sólo entre sus manos sino contra su cuerpo. No sentirlo sólo con el tacto, sino pegado a su piel.
En medio de la noche, una de sus fantasías le invadió por completo. Soñó que Sasori se levantaba de su cama y trepaba hasta su litera, haciéndola crujir por el peso de ambos. El pelirrojo alzaba la sábana y se metía en la cama con él. Luego le apartaba el cabello de la cara, y llevaba sus labios hasta su cuello, justo donde latía el pulso. Un gemido escapaba de la garganta de Deidara, lo que hacía que su compañero sonriera con malicia.
Con una mano, Sasori le sujetaba de la barbilla como había hecho en el aula de arte, y después buscaba su boca. Sus labios se posaban sobre los suyos, pero no se notaban fríos como era él normalmente, sino calientes. La lengua del pelirrojo invadía su boca, haciendo que más gemidos se oyeran en la habitación. Entonces Sasori se giraba para colocarse encima de él, y mientras le seguía besando, su otra mano bajaba hasta su entrepierna. Él empezaba a jugar con ella, acariciándola con un cuidado impropio de su compañero, torturándole con lo que le estaba haciendo.
Y entonces, cuando ya le quedaba poco para correrse, Sasori se detenía. Casi podía escuchar su risa maliciosa cuando él protestaba con un gemido, triste por no terminar lo que había empezado. En su sueño él intentaba sujetarle para retenerle a su lado y que llegaran hasta el final, pero de una forma u otra su compañero lograba escaparse entre los vapores del sueño. Y cuando despertó aquella mañana, se encontró como siempre agarrado de pies y manos a la almohada.
