El olor del quirófano, el silencio de la sala.
Decenas de pares de ojos observando.
Meredith siente la tensión en sus sienes, e intenta evitar a toda costa el temblor en sus rodillas. Tiene el estómago vacío, pero siente cómo éste se encoge. La sacudida llega hasta su garganta a cada momento en el que él la mira de soslayo, casi con descaro.
Sujeta el bisturí sin decisión, aunque con tanta tensión que sus huesos hacen relieves pronunciados bajo su piel grisácea. Le cuesta respirar con normalidad y se obsesiona con no ser la responsable de la banda sonora de la operación. Mueve un pie, inquieta; se revuelve desde su posición, tropieza con la mesa de los utensilios y casi se olvida de observar cómo Derek hace incisiones dentro del cráneo del paciente.
- Calma. – el susurro del cirujano a su lado la pone incluso más nerviosa. Es incapaz de concentrarse, el sonido de su voz era lo único que le faltaba. Él comienza a hablar del paciente para disipar la presión reinante en el ambiente silencioso, pero sus palabras de neurología llegan a su cerebro distorsionadas, como mensajes subliminales escritos a modo de libro de texto de medicina. Se le acelera el pulso e incluso siente cómo sus mejillas suben a más de ciento treinta Fahrenheit. En ese momento sabe que está perdida y que se va a caer redonda al suelo.
- Grey, tu turno. – Modifica ligeramente su posición, dejando un espacio ridículo entre ambos. Ella se dispone con el bisturí frente al paciente, consciente de que la cercana transpiración de él la hace enloquecer y que necesita de ese hombre más que de ella misma. Siente que está a punto de volverse loca, se le nubla la mente con lo que siempre afirma que no eran más que tonterías.
- No puedo hacerlo. – murmura ella, casi imperceptiblemente. Solamente él la ha escuchado, pero no la mira, pues sigue con la vista fija.
- Vamos, Meredith.- Insiste, inconsciente de lo que significan las palabras de ella, siempre confusas.
No podía trabajar así.
No con Derek haciendo de maestro, no cuando sufría la incontinencia de sus besos, no cuando sus besos no iban más allá del sexo.
- He dicho que no puedo hacerlo. – Dejó el bisturí en la mesa de operaciones, miró un momento a los oscuros ojos de Derek y... se fue.
