Prólogo:

Percy salió de su habitación con cuidado y con mucho sigiló y ¿cómo no? Gracias a un destornillador que tenía guardado en un cajón de su mesilla de noche.

Andando de puntillas por el largo pasillo se dirigió a la cocina para conseguir un poco de comida, ya que no había pegado bocado en dos días, justo el tiempo que estaba tardando su madre en regresar a casa.

A mitad de camino se encontró con la puerta del salón abierta. Esto solo complicaría un poquito su ida a la cocina y la vuelta a su cuarto. Se asomó un poco para asegurarse que no estaban mirando hacia donde se encontraba él, y gracias a Dios estaban ocupados con sus plantas y bolsitas y además fumando algo que olía bastante fuerte y hacía que la cabeza de Percy le diera vueltas haciéndole parecer un poco mareado.

Negando con la cabeza para despejarse siguió hacia adelante para llegar a su destino. Suspiró aliviado de que también la puerta de la cocina estuviera abierta porque cuando estaba cerrada e intentabas abrirla hacía un ruido desagradable. Entró y sintió la fría baldosa bajos sus pequeños pies y rápidamente encogió los deditos y fue caminando con los talones para encontrarse con que la nevera estaba cerrada con otro candado.

-Mierda… -dijo Percy pero enseguida se tapo la boca con sus pequeñas manitas. El no decía palabrotas porque su mama decía que eso estaba mal, pero esta vez se le había escapado pero la situación también requería la palabra.

Sacó el destornillador que guardo es su pantalón antes de salir de su cuarto y lo metió en la cerradura del candado. La punta de la herramienta era fina así que podía abrirlo y lo sabía por propia experiencia.

A la temprana edad de cinco años, Percy se ha tenido que buscar la comida cuando su madre no estaba en casa, pero él no la decía nada solo por no ponerla triste. Digamos que su padrastro no era el mejor del mundo.

Cinco minutos después, el pequeño seguía con la labor de intentar abrir el candado. Era difícil pero no imposible. A sus espaldas escuchó un gruñido que hizo que se le helara la sangre. Dándose la vuelta de a poco se encontró con la figura de Gabe Ugliano, su padrastro. Para tener apenas treinta dos años, Percy pensaba que estaba gordo y que su estómago era una barriga cervecera como lo que decían las personas que salían en las novelas que veía con su mama. Cada vez tenía menos pelos en la cabeza y sus ojos castaños estaban muy rojos y olía a ese humo que a Percy le mareaba. Muchas veces a lo largo del día pensaba que la persona de Gabe se le podía asociar con una morsa, total, no había mucha diferencia.

-¿Qué haces aquí pedazo de mierda? –Gruño acercándose peligrosamente a él.

-Tenía hambre. –Murmuró por lo bajo agachando la cabeza para no hacer contacto con la mirada fulminadora de Gabe.

-¿Así? Pues me la suda niñato.

-¡Pero yo tengo hambre y se lo voy a decir a mama! –levantó su rostro para encararse a su padrastro que estaba a unos treinta centímetros de él.

No pudo seguir replicando porque un impacto fuerte contra su mejilla le hizo caer al suelo. Mirando al suelo vio que había gotas de sangre manchándolo. Un tirón de fuerte de pelo le hizo levantar la cabeza para encontrarse con la sonrisa lasciva de Gabe. Se estaba divirtiendo.

Puso su cara a cinco centímetros a la de Percy.

-Escúchame niñato-dijo en voz baja y rasposa –me vuelves a responder y a amenazar con contárselo a tu madre y no lo cuentas ¿me has entendido?

Pero siendo un niño pequeño e hiperactivo le escupió en su cara para nada atractiva.

-Hijo de puta –dijo limpiándose la saliva de su rostro.

Le agarró más fuerte del cabello para sujetarle bien y le lanzó contra la pared de la cocina. Impactó contra la pared dando a escuchar un golpe fuerte. Las baldosas del suelo se tiñeron de rojo. Percy sentía un gran dolor alrededor de la sien y se la toco con la mano para confirmar que estaba sangrando.

-Aggg eres un puto cerdo niño. Qué sepas que todo esto lo vas a limpiar tú.

Volvió a acercarse pero antes de cogerle, Percy apretó su mano derecha donde se encontraba el destornillador. Hizo un movimiento y le formó un corte en la mejilla izquierda. Gritó tapándose la herida pero antes de que le hiciera algo le clavó la herramienta en la rodilla y enseguida cayó al suelo gritando maldiciones.

Rápido como una bala, le quito el destornillador de la pierna y se fue corriendo por el pasillo para abrir la puerta principal y salir a la calle para pedir ayuda. Mientras bajaba las escaleras escuchaba los gritos de fondo de Gabe, pidiendo a un tal Eddy que le fuera a atrapar y matarlo.

Consiguió salir del edificio a trompicones a causa de la falta de sangre en su cuerpo. Con sus cortas pequeñas intentó correr lo más rápido posible para que no le alcanzara.

-¡Percy! ¡Percy! –gritó el tipo llamado Eddy.

Percy miró hacia atrás y vio venirse encima a un tipo muy grande pero que no le distinguía muy bien entre la oscuridad. Se encontraba a unos veinticinco metros de él. Le iba a atrapar y luego matarlo. Esa idea le hizo un nudo en la garganta y darle más adrenalina en el cuerpo para aumentar un poco más su velocidad pero lo veía muy peliagudo así que lo único que le quedaba era esconderse.

Tres metros más adelante giró hacia la derecha para meterse en un callejón. Mientras se dirigía a esconderse detrás de un contenedor se tropezó contra una piedra y se cayó al duro suelo de cemento raspándose las rodillas, codos y manos. Gracias a todo no se clavó el destornillador. Se levantó mareado y se fue detrás del basurero y se recostó contra la pared dejándose caer por ella hasta quedar sentado en el suelo.

Empezaba a dar cabezadas y veía puntitos negros además de no tener fuerzas. Cada vez estaba más débil, no podía ni aguantar con los parpados abiertos. Estaba tan concentrado en sí mismo que ni se había dado cuenta de que el tal Eddy estaba enfrente de él. Se sobre saltó y se dio un golpe en la nuca contra la pared, cosa que gracias a ese golpe estaba empezando a perder la consciencia.

-No...No me hagas…da-daño. –Dijo Percy arrastrando las palabras. Levantó el brazo derecho intentando apuntar con el destornillador al hombre pero las fuerzas le fallaban.

-Chico…

Pero ya era tarde se había desmayado y antes de cerrar los ojos vio que el hombre tenía la piel obscura y unos ojos ámbar y su rostro se veía con preocupación…pero ¿porqué?

Su cabeza cayó sobre sus hombros y lo único que pudo pensar fue ´´ ¿Estoy muerto? Perdón mami.

Y todo se volvió negro.