De La guía del autoestopista a SimNation, página 9:
Vista Gentil, también conocida como La Ciudad Vieja, es una de las tres ciudades que rodean la periferia de SimCity – las otras dos son Las Rarezas y Villa Verona, siendo la más grande y también la más emblemática de ellas. Fue fundada conjuntamente por los Lápida y los Del Solar. Estas son, por cierto, las dos dinastías más ricas de SimNation.
Vista Gentil es, sin duda, un lugar idílico, en el que todavía predominan los valores de los años cincuenta. Tómese su tiempo para admirar el suburbio en el que viven los Lápida, lleno de gente maravillosa. Actualmente hay veintidós casas en él (mapa en la página 298); entre ellas se cuentan tres mansiones. Al noroeste hay un aparcamiento de caravanas; en las colinas del norte, junto a la torre del agua, se encuentra una pequeña cabaña en el bosque; al nordeste, el área de las comunidades de propietarios; al oeste, la casa de los Gentil, en mitad de la zona comercial; finalmente, al sur vive la célebre familia Lápida.
Y es precisamente esta familia la principal atracción turística. Muchos turistas vienen con la intención de descubrir el misterio de Elvira Lápida. Sin embargo, (…)
El autobús amarillo se detuvo en frente del número 55 del Camino del Bosque. Begoña Simblanca aguardaba, con aspecto acalorado. Un muchacho rubio bajó del autobús, de la mano de una joven pelirroja.
— ¡León Simblanca!—gritó Brandi. León parecía atónito al acercarse a su madre.
— ¿Sí, madre? ¿Qué sucede? —Trató de sonar insolente, aunque temía el genio de su madre. En otra época más feliz, había sido muy maja, pero ya nada era lo mismo.
— Enséñame las notas.
Las notas. No podía haberlo olvidado, por supuesto. Sabía que le estaba yendo mal en la escuela. León contuvo el aliento mientras esperaba el arranque de su madre, pero esta se limitó a murmurar:
— ¿Sabes, León? Tu padre no estaría orgulloso de ti ahora mismo.
Dustin pestañeó: eso era un golpe bajo. No notó el brazo de Ángela alrededor de su cuello hasta que la oyó susurrarle al oído:
— ¿Estás bien?
Los dos adolescentes subieron las escaleras a la diminuta casa de color rosa. No estaba bien, pero no quería expresarlo: Angy lo había ayudado tanto que merecía algo de felicidad, aunque, por supuesto, ahora que lo pensaba, ya había bastante felicidad en su vida. Ángela era la hija favorita de la rica y feliz familia Gentil, mimada hasta decir basta, y bella como un ángel, haciendo honor a su nombre.
Se sentaron en la cama de León.
— ¿Y bien? — dijo Ángela, con sus ojos de color esmeralda entornándose y su sonrisa ensanchándose —. ¿Vamos a hacerlo o qué? ¿Vas a besarme o vas a romper conmigo?
No era fácil; acababa de empezar a salir con su amiga de la infancia, pero todavía no se habían besado. A veces, León se preguntaba si había hecho bien.
"¿Pero qué digo? Ángela es fantástica, y me ha apoyado muchísimo tras la muerte de papá." Cerró los ojos y se acercó a ella. El beso fue raro; no era como lo había esperado.
— Te… tengo que irme a currar — tartamudeó —. Nos vemos mañana.
— Sí —dijo ella —. Nos vemos.
Ángela Gentil vivía cerca, en el 215 de la calle Sim. Colgó las llaves en la clavija cerca de la puerta y corrió escaleras arriba a su habitación. Oyó las risitas de su padre y la atractiva asistenta, Claudia. Ángela sabía que tenían una aventura, así como el resto del vecindario a excepción de su madre, María Antonia Gentil. María Antonia estaba demasiado centrada en su carrera para prestar atención a su marido e hijas.
Daniel envolvió la cintura de Claudia con los brazos y le susurró al oído:
— Mi esposa volverá tarde de trabajar.
Corrieron a la habitación grande y comenzaron a hacer el ñiqui-ñiqui.
A María Antonia había acabado de trabajar temprano, y le habían dicho que no se molestara en volver al día siguente. Ya estaba, la habían despedido. Todos sus esfuerzos por trepar la escala laboral se habían vuelto inútiles, y todo a causa de un pequeño error. Atravesó la puerta principal con la cabeza gacha. "Al menos," pensó, "Dan no trabaja hoy. Me consolará." Con esa idea reconfortante, entró en su dormitorio… y dejó escapar un gritito de sorpresa.
— ¡DANIEL GENTIL, SERÁS BASTARDO! ¿CÓMO HAS PODIDO? ¡ENGAÑÁNDOME! ¡CON! ¡LA! ¡CRIADA! —gritó María Antonia al mismo tiempo que golpeaba la cara de su marido, que había adquirido un tono escarlata.
— ¡María Antonia, escúchame! ¡Estaba… pensando en ti cuando…! —no pudo terminar, porque esta vez fue Claudia la que lo abofeteó. La miró, incrédulo.
Jadeando, María Antonia sacó una maleta de debajo del armario y comenzó a llenarla con las posesiones de su esposo. Sonaba más tranquila cuando dijo:
— Claudia, estás despedida.
Claudia se vistió rápidamente y salió de la casa. Daniel y María Antonia se miraron fijamente, sin moverse, sin hablar. Ninguno de ellos osaba pronunciar una palabra, María Antonia abrió la puerta. Para entonces, las gemelas tenían la oreja pegada a la puerta, de modo que casi cayeron al suelo.
— Lili, necesito hablar contigo —musitó Ángela. Subieron a la habitación de Lili. Ángela parecía repelida por la decoración de Lili, pero no hizo ningún comentario.
— Esto es terrible —dijo una vez que estuvieron a solas —. ¿Qué vamos a hacer?
— ¿Qué quieres decir con vamos a hacer? Tienen lo que se merecen. Mamá está demasiado absorbida por su trabajo para preocuparse de nada, y papá es un cerdo infiel.
— ¡Pero Lili, tenemos que hacer algo!
— No —Lili le dio la espalda a Ángela, sacó su reproductor MP3 y empezó a escuchar metal.
— ¡Eres increíble!
Mina Caliente estaba en el jacuzzi. Acababa de invitar a Homero, después de pasar todo el día en casa de su vecino, Don. Se había cansado de esperar a que Homero le pidiera matrimonio; tendría que hacerlo ella misma. Mientras tanto Nina estaba preparando la cena para ellos: todo debía ser perfecto.
Cuando Homero llegó, lo saludó con un beso y lo llevó al comedor.
— Así que, Homero… ¿alguna vez has pensado… en nosotros?
— No sé, Mina… Todavía soy un hombre casado.
Dina rio.
— ¿Con Elvira? Sabes que no va a volver nunca. Alejandro necesita una madre. ¿Hacia dónde va nuestra relación? —tragó saliva —. Quiero decir, si no vamos a formalizar nuestra relación, tal vez deberíamos romper.
