Ella se encontraba sentada entre sus dos mejores amigos, sonriente como siempre que aquel par de inútiles la acompañaba. Había soltado una carcajada por algo que había dicho el pobretón y podía notarse la satisfacción de aquel repugnante ser por haber logrado que Granger se riera. El cara rajada no se quedaba atrás, persiguiéndola a todos lados como si fuera su perro. Siempre preocupándose por su bien estar "¿Quieres que te acompañe, Hermione?, "No creo que debas ir sola, Hermione", "Déjame darte mi abrigo, Hermione". Bla, bla, bla, Hermione, Hermione, Hermione. Era como si la subestimara; Granger era completamente capaz de cuidarse sola y probablemente si tuviera frio podría tomar su propio jodido abrigo. Aquel trío si que lograba exasperarlo a tal punto que le quitaba el apetito. La pequeña sabelotodo y el par de imbéciles que iban con ella a todos lados, excepto, por supuesto a la biblioteca. Él consideraba ese lugar una especie de santuario, donde podía observarla estudiar pacíficamente, fruncir el ceño cuando algo no le convencía del todo, morderse el labio distraídamente. Aquel lugar era donde ocurría la mayoría de sus peleas. Merlín, cómo adoraba esas peleas. No había nada en todo Hogwarts que logre alegrarle el día a Draco Malfoy como un buen enfrentamiento con Hermione Granger. Y es que su forma de ser, de responder, de hacerle frente, le divertían sobremanera. Ella nunca, pero nunca, se queda con la boca cerrada, razón por la cual le resultaba tan entretenido provocarla, por el hecho de que ella no podía resistirse a él. Es más fuerte que ella. Malfoy casi podía leer la lucha interna que se desataba en el cerebro de la castaña con cada confrontación, por un lado deseando responder ante sus agresiones y, por otro deseando hacer caso omiso, como le dictaba la razón y seguir estudiando. Pero por más improbable que parezca, Hermione solía ignorar su lado más lógico para enfrascarse en las más divertidas discusiones con él, su peor enemigo. Y nada regocijaba más al Príncipe de Slytherin que verla perder los estribos y escuchar la retahíla de insultos que le escupía, cual leona furiosa. Era como música para sus oídos. Mejor que música para sus oídos.

Cuando la vio despedirse de sus amigos sintió el conocido impulso de seguirla, ya que probablemente se dirigía a la biblioteca, y dado que sus guardaespaldas habían conseguido quitarle el apetito decidió que no tenía sentido permanecer en el Gran Comedor si ya no iba a ingerir más alimentos. Se puso de pie y, sin darle explicaciones a nadie, salió rápidamente en busca de su presa. Logró vislumbrarla doblando a la derecha al terminar el pasillo y apuró el paso. Temía que, por ser sábado, ella decidiera dejar los deberes para el día siguiente e irse a la cama. Y eso no podía ocurrir, ya que en todo el día no había podido verla por su jodido entrenamiento de Quidditch y por haberse quedado en la sala común terminando un informe para el profesor Snape. Por fortuna, la vio entrar en la biblioteca al doblar en el recodo del pasillo. Respiró aliviado. No deseaba tener que perseguirla hasta su sala común para poder provocarla.

Ingresó sigilosamente en la biblioteca, aun no quería ser visto, y se dirigió a la sección en la que sabia que se encontraría la castaña, la mas alejada, la última mesa, cerca de la estantería sobre historia de la magia, donde podía enfrascarse en eternas lecturas sin que nadie la molestase. Bueno, nadie excepto él, por supuesto. Le agradaba ser el único que podía perturbar la paz de la gryffindor. Ningún otro tenía derecho a disturbar las tranquilas horas de estudio de Hermione Granger, salvo él. Nadie más, o se encargaría de que esa persona tenga su merecido. No sería la primera vez.

Se deslizó entre las estanterías, al acecho, en busca de aquella melena que podría reconocer a kilómetros de distancia. La encontró deslizando con delicadeza sus dedos sobre los lomos de los libros, murmurando por lo bajo, mientras buscaba el que le serviría para la tarea a realizar.

Sonrió al darse cuenta de que estaban solos. Nadie estaba tan loco como para ir a la biblioteca un sábado por la noche, solo ella. La mayoría de los alumnos estarían disfrutando el poco tiempo libre, en sus salas comunes, divirtiéndose con sus amigos. Solo Hermione Granger era capaz de "dejar la diversión para después", como ella solía decirles a sus propios amigos, en un vano intento de que se focalicen en sus estudios.

Al parecer Granger había encontrado lo que buscaba puesto que se dirigía con un libro en la mano hacia su mesa favorita, en el final del pasillo, para dedicarse de lleno a su trabajo. Una extraña satisfacción recorrió su cuerpo al imaginarse el enojo de la castaña viéndose interrumpida en su tarea.

Dio un rodeo por la estantería para poder tomar a Granger por sorpresa. Se aproximó sigilosamente a la mesa de estudio y acercó su boca al oído de la gryffindor. Aspiró levemente su aroma. No sabía por qué, pero le recordó a la miel y al sol.

-Buenas noches, Granger.- susurró dejando que su aliento roce la piel expuesta del cuello de su compañera.

Hermione dio un respingo en su asiento y automáticamente se puso de pie para girar y encontrarse con Malfoy, su peor pesadilla, mirándola con su estúpida media sonrisa de superioridad.

-¿Qué diablos quieres, Malfoy?- y su sonrisa se ensanchó al ver que sin mucho esfuerzo ya tenia a Granger fuera de sus casillas.

-Vaya, Granger, esos no son modales.- dio un paso hacia la castaña, haciéndose el ofendido, mientras se llevaba una mano al pecho, en falsa actitud dolida.

-¿Y por qué habría de tener buenos modales para contigo, hurón? Lo único que haces es molestar.- Hermione le miraba desafiante, con las manos en las caderas.

-Porque no te conviene hacerme enojar, ratón de biblioteca.- respondió achicando los ojos, tomando una postura amenazante y dando otro paso hacia ella.

-¡Ja! Yo se lo que me conviene y lo que no. Y para tu información, no te tengo miedo, solo eres un niño de mama con complejo de narciso.- la gryffindor levantó una ceja al ver como Malfoy se acercaba a ella lentamente, hasta dejar su rostro a solo centímetros del de ella.

-Yo en tu lugar me comportaría, sabelotodo, no están tus guardaespaldas aquí. Solo estamos tu y yo.- dicho esto le dedicó otra de sus sonrisas, dando a entender los perversos pensamientos que cruzaban por su mente al encontrarse "solo ella y él" allí. Él solía utilizar frases con sobre sentido en presencia de Hermione, le gustaba ver como se sonrojaba cuando las captaba, y también le gustaba como fruncía el ceño y se mordía el labio cuando no sabía a que se refería. Era tan inocente.

-Yo sola puedo encargarme de ti fácilmente, no necesito a mis amigos para deshacerme de ciertas molestias, Malfoy.- el rubio abrió los ojos con sorpresa, solo por un segundo, al sentir la punta de la varita de Hermione pegada a su cuello. Ni siquiera la había visto sacarla. Y es que estaba muy ocupado observando como el color miel de los ojos de la gryffindor se convertía en avellana cuando se enfadaba y como su pelo parecía cobrar vida propia moviéndose a su alrededor con cada gesto.

Pero no se dejaría amilanar. Ella no era la única buena hechicera aquí y él estaba mas que preparado para cualquier reacción de la voluble castaña, por lo que en un abrir y cerrar de ojos, la varita de Malfoy estaba presionando el vientre de la leona y él disfrutaba de ver como sus ojos se oscurecían aun mas a medida que se enfadaba y perdía los estribos.

Permanecieron así unos instantes, midiéndose el uno al otro hasta que el slytherin bajó lentamente la varita. Hermione le miró confundida. Aun con la mirada fija en los castaños ojos, guardó la varita en el bolsillo de su túnica, desafiándola. Granger le sostuvo la mirada, aun con cierta incredulidad en el rostro.

-Adelante, Granger, atácame. Te daré ventaja.- algo estaba mal, el hurón había bajado la varita y la había guardado, si. Pero ahora su mano era la que tocaba el vientre de Hermione. Estaba ahí, simplemente apoyada sobre la cintura de la castaña. La voz del rubio había bajado varios niveles y era mas ronca de lo normal, como si intentara seducirla. Pero eso no podía estar pasando. Ella era Hermione Granger y el Draco Malfoy. No había que buscar mas razones para que aquella situación resultara imposible. No, seguramente el hurón buscaba distraerla para poder atacarla. Hermione decidió que no iba a dejar que eso pase, no bajaría la guardia.

-Tu sabes que nunca atacaría a un mago sin varita, Malfoy, no soy una asquerosa serpiente.- el siseo proveniente de los labios de la castaña se parecía mucho al tono de voz que utilizaba el propio Malfoy. El slytherin se sorprendió pensando que Granger tranquilamente podría ser una "asquerosa serpiente" y haber pertenecido a su casa, de no ser por su origen muggle. Se imaginó cómo hubiera sido su relación entonces.- ahora, hazme el favor de soltarme y tomar tu varita nuevamente, si quieres acabar con esto de una vez.- Hermione parecía mas que dispuesta a destrozarlo.

Al oír esto Draco soltó una carcajada. La come libros le estaba pidiendo que tomara su varita nuevamente para enfrentarse a él, era tan… Gryffindor, otro motivo por el cual nunca hubiera podido pertenecer a la casa de las serpientes. Su intención al acercarse no había sido terminar en un combate mágico, por lo que intentó suavizar las aguas. Solo quería hacerla rabiar, pero al parecer Granger estaba más susceptible de lo normal. Seguían a centímetros el uno del otro, ella aun con la varita presionando su cuello, mirándolo desafiante. Sus hombros estaban tiesos y la mano que tenía libre estaba hecha un puño. Draco se preguntó que es lo que la tenia tan enfadada.

-Tranquila, Granger. Por el momento no tengo interés alguno en hacerte desaparecer del mapa, tal vez en otra ocasión.- le dedicó otra de sus cuasi sonrisas y dándole un ligero apretón en la cintura, donde aun se encontraba su mano, se alejó de ella caminando elegantemente y con la cabeza en alto.

Al verlo alejarse Hermione bufó exasperada. A veces sentía que el imbécil de Malfoy solo existía para estorbarle la vida a ella. Él parecía disfrutar con todo aquello, y ella no iba a negarlo, era divertido y le daba cierta emoción a la monotonía de Hogwarts, pero ya estaban grandes para continuar con sus peleas como en primer año. Decidió no darle mucha importancia por el momento. Trataría de ser más paciente e ignorarlo la próxima ocasión que la provocara si quería terminar con eso de una vez. Si fuera por Malfoy vivirían enfrascados en una discusión por el resto de la eternidad.

Suspiró, encogiéndose de hombros y tomó asiento donde previamente había estado estudiando hasta la llegada del slytherin y volvió a concentrarse en la lectura, sin dedicarle ningún otro de sus preciados pensamientos al rubio oxigenado con aires de grandeza. O al menos eso intentó.

Debía admitir que le sorprendió que Malfoy no se haya aprovechado del hecho de que ella lo había amenazado primero con la varita, podría haberle lanzado un encantamiento y argumentar que había sido en defensa propia si algún profesor los descubría y los sancionaba, pero en cuanto la pelea se había pasado de lo verbal él había retrocedido, como si ya no le hiciera gracia y se había ido por donde había venido. Eso era la prueba de que lo que le gustaba a Malfoy era discutir con ella, hacerla rabiar y escuchar sus comentarios venenosos. "¿Qué clase de idiota disfruta con una discusión?" se preguntó la castaña, frunciendo levemente el ceño "sin contar el hecho de que nuestras peleas son básicamente un cliché, siempre nos decimos lo mismo". Decidió que no había razón para perder el tiempo deliberando sobre las razones de Malfoy para ser llanamente un imbécil y se avocó a la tarea de preparar los EXTASIS, como había planeado en un principio. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y cada segundo valía oro.


Draco se alejó de la biblioteca con aquella satisfactoria sensación que lo inundaba luego de molestar a la sabihonda de Granger. Era mas fuerte que él, no podía aguantar mucho tiempo sin preguntarse donde estaría ella, qué estaría haciendo y qué podía hacer él para lograr que se enfade y lo enfrente.

Se había hecho costumbre en el buscarla con la mirada cuando se encontraban en la misma estancia. Era como si pudiera sentir cuando ella estaba cerca. Era muy consciente de la presencia de la bruja y se convencía a si mismo de que se debía al hábito.

Al día siguiente sería domingo y los domingos eran un día que no le gustaba en lo absoluto. Rara vez encontraba a Granger en los pasillos y cuando lo hacía ella estaba acompañada del pobretón y el niño-que-debió-morir. Al parecer ése era su día libre, por lo que no la encontraría en la biblioteca hasta altas horas de la noche.

De todas formas él tenía entrenamiento de Quidditch por la tarde y su equipo necesitaba practicar con dedicación. Él era el capitán y no permitiría ninguna derrota. Los slytherin no nacieron para ser humillados, sino para triunfar y ser el ejemplo.

Entró en su sala común y se encontró con Nott, sentado en una butaca frente al fuego, ojeando distraídamente el Profeta. Draco lo saludó con un asentimiento de cabeza y se recostó en el sillón grande de cuero que se encontraba junto al asiento de Nott e intentó relajarse y despejar su mente.

Luego de haber terminado de leer el diario, Theodore lo arrojó al fuego con una mueca de fastidio y dirigió su mirada hacia Malfoy, que parecía estar de muy buen humor.

-¿Dónde te encontrabas? ¿Acaso hay una nueva conquista de la cual no me enteré?

-Estaba en la biblioteca.- contesto el rubio escuetamente.

-¿Acosando a Granger nuevamente? Un día explotará y te lanzará una imperdonable.- Nott era de aquellos slytherin que nunca se había metido con nadie, no era amable tampoco, pero parecía estar mas allá de eso, siempre inserto en sus cavilaciones. A veces Draco sentía pena por el alma atormentada de su amigo, en esos momentos se percataba de que su alma era igual o aun mas atormentada que la de Theo.

-Creo que esta vez estuvo a punto.- Malfoy lanzó una carcajada al recordar la furia con la que Granger lo había amenazado. Esa bruja si que estaba loca.

-No me sorprendería.

Dicho esto se levantó y se interno en su habitación. Nott no era un hombre de muchas palabras, y Draco lo agradecía. Era un poco mas observador que el resto de las personas y las escasas veces que decidía dar su opinión sobre algo solía tener razón.

Creía que la personalidad reservada de Theodore se debía a su crianza. Su padre siempre había sido un hombre muy duro. Uno de los seguidores mas allegados de Lord Voldemort y era sabido que esperaba que su hijo se convirtiera en un mortífago algún día.

Theodore parecía tener este hecho asumido, como si le diera igual, pero Draco intuía que lo que menos le interesaba al slytherin era ser parte de una guerra persiguiendo ideales que no eran los suyos. Era una persona muy lógica. Para el la sangre era solo eso, sangre. La magia no tenía nada que ver con la ascendencia del mago. Él sostenía que la esencia mágica y la sangre eran dos cosas separadas que no tenían nada que ver la una con la otra. Razón por la cual encontraba de lo más anticuado y estúpido el purismo que parecía gobernar la vida de los seguidores del Señor Tenebroso.

Malfoy compartía la mayoría de las opiniones de Nott, pero su postura se veía afectada por el hecho de que en esta guerra él sí tenía algo que perder: su madre. Nott era huérfano de madre desde que nació, su madre había muerto en el parto y Theodore siempre sintió que su padre de alguna forma lo culpaba y lo odiaba por ello. Nunca había llegado a quererlo, con suerte le tenía respeto. Él, en cambio, había sido criado rodeado del amor proveniente de su progenitora y el hecho de ponerla en peligro por negarse a ciertos requerimientos que el Lord podía hacerle a su padre no entraba en sus planes ese año. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a su llamado, esperaba que fuera tarde o que el inútil de Potty logre vencerlo antes de que eso suceda, pero no tenía muchas esperanzas depositadas en ello.

El resto de sus amigos se encontraba más o menos en la misma posición que él. De alguna forma sabían que se verían obligados en algún momento a tomar parte de esa guerra y ninguno quería arriesgar a sus seres queridos. Pansy adoraba a su padre, siempre había sido su niña consentida, por lo cual le era imposible huir de su destino sin poner en riesgo su vida. Muchas veces su amiga le había confesado los deseos de huir junto a su padre, pero la realidad la golpeaba como un balde de agua fría, generalmente en boca de Nott, cuando caía en la cuenta de que no podría vivir escapando del Señor de las Tinieblas. No duraría ni un día y su padre sufriría el castigo.

Blaise también tenía una familia por la cual velar, pero él sostenía que el hecho de convertirse no necesariamente lo llevaría a volverse un asesino. Se imaginaba que sería el último eslabón de la cadena de mando dentro de las filas del Lord y que pasaría desapercibido hasta que acabe la guerra. Malfoy esperaba de todo corazón que así fuera, pero tampoco depositaba esperanzas en ello. Estaba mentalmente preparado para lo peor.

Con un suspiro de resignación decidió que era tarde para estar cavilando sobre su incierto futuro. Debía descansar para el entrenamiento del día siguiente. Se despertaría temprano para desayunar y repasar las tácticas de juego. Había comenzado ese año decidido a disfrutar de la mayor cantidad de experiencias escolares, puesto que le quedaba poco tiempo de aquella inocencia.


Hermione abrió los ojos lentamente. Era domingo y eso significaba que no dedicaría tiempo al estudio hasta después de la cena. Se había autoimpuesto la regla de tener un día libre principalmente a pedido de sus amigos, Harry y Ron, aunque también lo hizo para evitar volverse loca con los exámenes. Generalmente perdía la noción del tiempo cuando estudiaba, se salteaba comidas o se olvidaba de cosas fundamentales, como por ejemplo, ponerse los calcetines. Su cerebro necesitaba un día de descanso a la semana y la castaña había elegido el domingo ya que Harry, Ron y Ginny tenían entrenamiento los sábados, por lo cual solían pasar la tarde juntos, merodeando por el castillo o simplemente remoloneando en la sala común.

Salió de la cama, buscó ropa en su baúl y se dirigió al cuarto de baño para vestirse. La mayoría de sus compañeras ya estaban levantadas porque solían ir a observar el entrenamiento de Slytherin, argumentando que todos los integrantes del equipo, en especial Malfoy, eran irresistibles. Hermione bufó al recordar este hecho. "Malfoy irresistible, por favor". Debía admitir que tenía cierto atractivo. Sus ojos eran de un intrigante color gris plata. Su cabello platinado le daba apariencia de ángel, irónico. Tenía buen cuerpo gracias al Quidditch, pero era un imbécil. Eso nadie podía negarlo. Cientos de veces había visto chicas llorar exclamando que Malfoy las había plantado, o abandonado o simplemente les había comunicado que "estaba aburrido de ellas". No entendía esa necesidad del hurón de utilizar a las mujeres, aunque debía admitir que sus conquistas debían ser muy estúpidas para caer continuamente en la misma trampa, era por demás conocido el patrón de conducta que tenía Draco Malfoy con respecto a las integrantes del sexo femenino.

Hermione se preguntó por qué estaba meditando sobre el comportamiento de Malfoy, como si le interesara lo que hiciera o dejara de hacer ese individuo. Encogiéndose de hombros decidió que sus pensamientos se encontraban tan desviados debido a la falta de alimento y con una última mirada al espejo se encamino a la sala común en busca de sus amigos que estarían esperándola para ir a almorzar al Gran Comedor.

Al entrar en la sala común se encontró con Ron, quien la saludo con un tímido beso en la mejilla y un "¿Qué hay, Hermione?" y le informo que Ginny y Harry ya habían bajado porque la pequeña de los Weasley argumentó no poder aguantar un segundo mas sin comer algo.

-¿Has comenzado ya la redacción para Snape, Ron?- preguntó Hermione mientras caminaban por los pasillos, que se encontraban menos concurridos que los otros días de la semana.

-Debería haber una regla que prohíba hablar de deberes un domingo.- farfulló el pelirrojo mirando al suelo, lo que generó que Hermione lo mirara con las cejas arqueadas.- no, aun no he podido dedicarme a eso, pero, Hermione, por favor, no me regañes, prometo que comenzaré esta misma noche. Incluso puedo ir contigo a la biblioteca, para que puedas supervisar mi trabajo.- añadió el pelirrojo, con ojos suplicantes.

Hermione lanzó una carcajada y asintió dándole a entender que irían juntos a la biblioteca esa noche. Atravesaron las grandes puertas y se dirigieron a sus asientos junto a sus amigos. Hermione no pudo evitar pensar que había quedado con Ron en algo así como una cita. No era una cita en sí, pero se encontrarían en un lugar, por la noche, solo ellos dos, sin el resto de sus amigos. Sintió un leve cosquilleo en el estomago que (nuevamente) atribuyó al hambre que la acosaba desde temprano y con un suspiro y una leve sonrisa comenzó a desayunar mientras intentaba prestar atención a la conversación que se desarrollaba a su alrededor.


Se podía decir que Draco Malfoy estaba de mal humor. No quería admitir que se debía a que había visto a Granger muy feliz y sonrojada conversando con la Comadreja, pero era tan evidente que no podía siquiera mentirse a si mismo. El cambio en su humor había sido drástico. Volvía de uno de los mejores entrenamientos de Slytherin en mucho tiempo, todos y cada uno de los miembros del equipo se encontraban en condiciones óptimas para el próximo partido contra Hufflepuff, estaba bromeando con Blaise sobre cómo sería la derrota de los tejones cuando la vio. Weasley prácticamente babeaba algo en su oído y ella reía y se sonrojaba. ¿Qué significaba aquello? Él solo había visto a Granger sonrojarse de ira tras algún comentario especialmente mordaz, pero nunca la había visto sonrojarse mientras sonreía. Lo peor de todo y lo que más le estorbaba era que se veía bonita. El pensamiento que le siguió a la idea de lanzarle una imperdonable a Weasley había sido que Granger lucia bien con ese tono sonrosado en las mejillas y sus dientes blancos asomándose entre sus labios. ¿Qué le estaba pasando? ¿A que se debían tantos pensamientos cursis referidos al ratón de biblioteca? Él siempre había sido posesivo con ella, solo él podía molestarla y hacerla rabiar, el imbécil de Cormac Mclaggen había aprendido eso a fuerza de golpes en la fiesta de navidad que había dado el profesor Slughorn el año anterior. Granger había sido testigo de su ira, pero curiosamente no lo había molestado ni le había preguntado por qué golpeó a su acompañante hasta dejarlo casi inconsciente. Probablemente asumió que su enfado con aquel imbécil se debía a una disputa anterior, nunca sospecharía que simplemente le irritó que otra persona que no fuera él la estuviera molestando.

Cuando Filch lo descubrió alejándose de la fiesta y lo llevó ante el profesor Snape, Mclaggen ya se había retirado y Granger se encontraba hablando con Potter con la misma cara de trastornada que ponía al estudiar a las apuradas.

Su propia cara generó sospechas en su padrino, quien temía que Draco hubiera sido ya iniciado como seguidor del Señor Oscuro y se encontrara merodeando por el castillo en la realización de una misión, pero en esa época él era el insignificante hijo de Lucius, aun pasaba desapercibido. Eran buenos tiempos. Verdaderamente su única preocupación era estorbar a la come libros de Granger y mantener a ciertos rufianes alejados de ella.

No sabía como debía reaccionar ante esta nueva "faceta" de la leona. Tal vez su molestia se debía al odio y rechazo que sentía por la comadreja desde el día en que lo conoció. No podía creer que Granger se fijara en el pobretón. Aunque su cabeza fuera un arbusto, ella estaba para algo mejor.

Granger nunca le había generado este tipo de "problemas" en lo que al sexo opuesto se refería. Draco la consideraba casi un ser asexual debido a la poca atención que les prestaba a los hombres, a pesar de que la gran mayoría opinaba que era bonita. Y esto lo sabía porque sus compañeros de casa lo habían expresado, aunque instantáneamente lamentaban su procedencia muggle y ninguno tenía intenciones de intentar algo con ella. Suponía demasiado esfuerzo. Era sabido que Granger era imposible. Bastaba con fijarse en ella caminando por los pasillos, siempre con la mirada clavada en un libro o simplemente bloqueada por llevar una pila de ellos, nunca se percataba de las miradas de los hombres, ni prestaba la suficiente atención como para escuchar los comentarios que se hacían sobre ella. Lamentablemente, Malfoy sí los escuchaba.

Con un bufido de fastidio frente a una nueva carcajada de Granger y mas baba del pobretón, Malfoy se levantó de su asiento y se encaminó a su sala común, seguido por Blaise y Pansy, quienes intercambiaban miradas cómplices entre sí, probablemente tratando de adivinar qué es lo que fastidiaba a Draco. Con una media sonrisa, el rubio pensó que difícilmente lograrían deducirlo.

Al entrar en la sala común tomó asiento en su sillón favorito, el mas grande y ostentoso y se dedicó a contemplar el fuego que no servía de mucho porque en las mazmorras siempre hacía frio, sin importar la época del año. Sus compañeros se sentaron uno en cada uno de los sillones individuales que completaban el juego.

-Escúpelo ya, Malfoy ¿Qué es lo que te molesta esta vez?- esa era Pansy, directa al grano, para variar.

-Nada que sea de tu incumbencia, Parkinson.- y ese era Malfoy, elusivo y distante, para variar.

-Es evidente que algo que tiene que ver con la come libros Granger te esta estorbando, la pregunta es ¿Qué? O debería decir ¿Quién?- y ese era Blaise, intuitivo y observador, para variar.

Malfoy sonrió. Esta vez Blaise se había lucido. Era el único de sus amigos que podía leerlo como un libro abierto. Sabía que no podía utilizar Legeremancia con él porque Draco era más que experto en Oclumancia y seria en vano, por lo que Zabini aprendió a leer cada expresión, mirada y gesto de Draco como si se tratara de él mismo. Esto a veces suponía una molestia para el rubio, como ahora.

-Granger no tiene nada que ver.- Malfoy buscó su varita para avivar las llamas, se estaba congelando en aquella estúpida mazmorra.

-Yo creo que alguien esta celoso de la Comadreja.- Blaise sonrió ante el evidente fastidio de Malfoy y la expresión de sorpresa de Pansy.

-¡¿Qué?! ¿Acaso te atrae la sangre sucia Granger?- Pansy se había puesto de pie frente a Draco, para obligarlo a mirarla a los ojos.

Aprovechando que tenía la varita en su mano Draco la utilizó para hacer volar a Parkinson hasta el sillón más cercano y hacer que el sillón en el que Blaise se encontraba cómodamente sentado cayera hacia atrás, arrastrando al moreno al suelo. Con una carcajada, Draco se dirigió a su habitación donde tenía pensado pasar el resto del día hasta que se hiciera la hora de ir a por Granger a la biblioteca. Parecía bastante patético, pero era mejor que soportar las preguntas de sus amigos sobre algo que él mismo no podía explicar.

La única razón lógica por la cual la imagen de Granger con el pobretón había logrado fastidiarle el día eran celos. Pero no podía entender por qué él, Draco Malfoy, estaba sintiendo eso. Nunca le había sucedido. Nunca. Ninguna mujer le interesó lo suficiente como para hacerlo sentir celos y ahora Granger con sus estúpidos libros y sus estúpidos amigos venía a arruinar un perfecto domingo.

Recordaba haber sentido algo parecido a lo que sentía ahora con Parkinson. Ellos eran pequeños y se encontraban en la sala común, estudiando. En realidad, Malfoy intentaba explicarle a la pelinegra algunas propiedades de los ingredientes del Veritaserum. Pociones no era una materia en la que ella fuera muy destacada. Un chico se había acercado y se había sentado junto a ella en el sillón, e intentaba sacarle conversación. Parkinson no le prestaba mucha atención, concentrada en sus deberes, solo le respondía cortésmente lo que el niño preguntaba. Era evidente que aquel bastardo estaba estorbando a su amiga, por lo que Malfoy caballerosamente se lo quitó de encima con un Petrificus Totalus. Le explicó a Pansy que aquel individuo permanecería petrificado hasta que ella terminara sus deberes y luego podrían conversar tranquilamente. No recordaba mucho de aquel momento, solo el inmenso fastidio que le generaba el patán inmiscuyéndose en la conversación y haciendo que Pansy no prestara atención a sus explicaciones.

No conservaba ningún otro recuerdo de una sensación parecida. La única mujer constante en su vida, además de su madre y su tía, era Parkinson y ella había tenido varios novios y amigos, pero ninguno despertaba en el aquel fuego que consumía sus entrañas como le había sucedido en el desayuno. Definitivamente algo andaba mal si una sonrisa de Granger hacia otro hombre provocaba que él se quedara encerrado en su habitación todo el día. Pero no se le ocurría ninguna otra solución, salvo, por supuesto, asesinar a Weasley, que no era muy conveniente. Granger lo odiaría y podía ir a Azkabán. Y próximamente tendría muchas razones para ir preso, por lo que no necesitaba una más.

Harto de darle tantas vueltas al asunto de Granger, decidió darse una ducha, aun estaba vestido con el uniforme de Quidditch y estaba lleno de barro. Con un suspiro de resignación se dirigió al baño, esperando que el agua lo ayude a relajarse.


Había sido un día agotador. Primero había desayunado con sus amigos en el Gran Comedor. Luego había ido con Ginny a dar un paseo por los jardines del castillo, escuchando como la pelirroja hablaba sin parar de Harry, su amor imposible, e intentando darle los mejores consejos que se le ocurrían, que no eran muchos, porque ella poco sabía sobre hombres, a pesar de conocer muy bien a Harry. También había ido junto a Harry y Ron a visitar a Hagrid, que los recibió con una sonrisa y los invitó a tomar el té en su cabaña. Cuando volvieron al castillo ya estaba oscureciendo y hacía frio. Recordó que Ron caballerosamente le había cedido su capa al verla encogerse con una ráfaga de viento y ella se había sonrojado tanto que tuvo que ocultar su cara de la vista de sus amigos. Al llegar al dormitorio de las chicas había decidido darse un baño antes de ir finalmente a la biblioteca, donde se encontraba ahora, buscando un libro de Pociones y esperando a Ron.

Faltaba una hora para que cerrara la biblioteca, pero ese no era problema para Hermione. Madame Pince había sido muy amable y, en secreto, le había obsequiado una llave para que ella pudiera entrar cuando quisiera, por ser la alumna más cuidadosa con sus preciados libros.

Gran parte de la biblioteca se encontraba a oscuras, a excepción del escritorio de Madame Pince y donde se encontraba ella, por lo que no vio a Malfoy acercarse, hasta que lo tuvo a pocos metros. De repente, su "tranquila noche de estudio" se convirtió en algo muy lejano en su mente. Sabía que Malfoy solo podía encontrarse allí por una razón: molestarla. Y no se iría hasta lograr su objetivo. Hermione suspiró antes de dirigirle la palabra, armándose de paciencia.

-Malfoy ¿se puede saber qué haces aquí?- el rubio le dedico una media sonrisa.

-¿Desde cuando debo darte explicaciones sobre mi comportamiento a ti, Granger?- indagó, terminando de acercarse a la castaña.

-Desde que perturbas mi paz.- estúpido Malfoy, estaba haciendo que perdiera los estribos cada vez con más facilidad.

-Pues debo ser muy encantador para que mi sola presencia logre alterarte de tal forma, sabelotodo.- el slytherin se había apoyado en la estantería, de brazos cruzados, sonriendo y mirándola a los ojos.

-Tú estas muy lejos de ser encantador, hurón.- Hermione decidió que lo mejor que podía hacer era ignorarlo, por lo que tomó su libro y dirigiéndose a su mesa agregó:- y tu presencia no me altera de ninguna forma, no te sientas tan especial.

Por alguna razón, aquel comentario le recordó a Malfoy la escenita del desayuno, cuando la vio con Weasley. El recuerdo de ese momento generó que apretara los puños. ¿Así que su presencia no la alteraba? Él iba a hacer que eso cambie fácilmente. Si se tratara de otra chica lo haría esa misma noche, pero al tratarse de Granger debía ser muy cuidadoso con su trabajo. Inspiró hondo y tomando un libro cualquiera fue a sentarse junto a la gryffindor.

-Si no te altero supongo que no te molestará que estudie a tu lado ¿verdad, Granger?- Hermione levantó los ojos de su libro y le dedicó una fugaz mirada, analizando su posición, junto a ella en el banco.

-Para nada, puedes hacer lo que quieras, eres una persona libre y la biblioteca es para todos.- volvió a dirigir su mirada al libro y murmuró:- espero que a ti no te afecte la presencia de Ron, pues lo estoy esperando para estudiar.

-No creo que el pobretón se alegre mucho de ver que te encuentras acompañada en su "cita".- murmuró Malfoy en respuesta, con desprecio.

Hermione se imagino lo desastrosa que podía llegar a ser esa situación. Ron llegando a la biblioteca y encontrando a Hermione fraternizando con el enemigo. Se repetiría nuevamente su pelea de cuarto año, cuando Hermione se relacionaba con Víktor y Ron le tildaba de traidora cada vez que podía.

Parecía que Malfoy había venido expresamente a perturbarla, por lo que dedujo que no se iría pronto. O al menos no se iría antes de que Ron llegara.

Decidió que lo mejor sería cancelarle a Ron y pensar una buena explicación para darle al día siguiente.

-No es una cita y ya déjame en paz, intento estudiar. Le enviaré una nota a Ron diciendo que no venga, solo puede traer problemas si tu insistes en estar pegado a mi como una lapa.

Malfoy sonrió y observó la cubierta del libro que había tomado al azar: "Todo Sobre los Bezoares". Ya lo había leído, pero lo abrió de todos modos y repasó rápidamente sus páginas, mientras Granger escribía una pequeña nota y la hacía desaparecer con su varita. Intentó ignorar el instinto asesino hacia Weasley y también la sensación de felicidad infinita que le generó saber que Granger cancelaria la "cita". A los pocos minutos ya se había aburrido de leer aquel libro por lo que volvió su mirada hacia la castaña. Tenía el ceño fruncido y sus ojos se movían de un lado a otro mientras leía a gran velocidad. El rubio sonrió al notar este detalle, no por nada la llamaban "traga libros". Su labio inferior, que era más grande que el superior, estaba algo rojo en la comisura, ella acostumbraba morderlo cuando estaba concentrada. Llevaba una simple blusa blanca, que permitió a Draco ver algo de lo que era consciente desde principio de año: que Granger tenía excelentes pechos. Siempre pensó que era un desperdicio, sin nadie que los "aprovechara", pero ahora podía visualizarse él mismo disfrutando de su redondez. Solo sería cuestión de tiempo. Llevaría mas trabajo de lo normal, pero Granger era una chica, tarde o temprano encontraría la forma de hacerla caer y no tendría que preocuparse por aquellos rufianes quepretendían acercarse a ella.

Dirigió su mirada nuevamente a los ojos de Granger, que se encontraban fijos en algún punto de la hoja. Ella era consciente de que él la estaba observando hacía varios minutos. Malfoy sonrió. Había logrado que la gryffindor no pudiera seguir el hilo de su tan interesante lectura.

Un detalle llamó su atención. Malfoy tardó varios segundos en darse cuenta a qué se debía el júbilo que estaba sintiendo en su interior, aquella extraña sensación de victoria: Granger se había sonrojado. Y no era debido al enojo, ni a la ira. Granger estaba sonrojada porque él la ponía nerviosa, su mirada la ponía nerviosa ¿Qué significaba eso? ¿Qué había sucedido con aquella Hermione que no podía detectar la mirada de un hombre ni aunque estuviera a un centímetro de su nariz? ¿Por qué, de repente, era consciente de la mirada de Malfoy sobre ella? Su sonrisa se ensanchó. Eso debía significar algo. Probablemente la castaña, muy en el fondo, se sentía atraída por él. Y eso era un punto a su favor.

-¿Qué miras?- Granger había interrumpido el silencio y lo miraba, nerviosa.

-A ti.- respondió Malfoy llanamente.

-¿Por qué?- Hermione había alzado las cejas, señal de que comenzaba a irritarse nuevamente.

-Porque me apetece, Granger ¿acaso te afecta?- el tono burlón de Malfoy le recordó a Hermione su anterior conversación, en la que ella le había asegurado que su presencia no le afectaba. No podía dar el brazo a torcer.

Orgullosamente Hermione dirigió nuevamente sus ojos al libro que tenía en sus manos y, antes de continuar leyendo, respondió:

-Para nada, Malfoy, puedes admirar todo lo que quieras.- y sus labios formaron una media sonrisa, idéntica a las que él siempre le dedicaba.

Malfoy soltó una carcajada. A veces Hermione podía ser tan… Slytherin.

19