What a Feeling

Advertencias: todos los personajes, así como las situaciones, son propiedad intelectual de Cassandra Clare.

Este relato participa en el reto "Christmas Tree" del foro [Cazadores de Sombras]. Para Hard Lohve, espero te guste. ¡Feliz Navidad!

Como siempre, cualquier crítica es bien recibida. ¡Gracias por leer!


Besarla era como los acordes de una nueva canción, eléctrica, vibrante, enérgica, un sinfín de posibilidades aún por escribir. Sus labios se abrían, le relamían, como si fuera chocolate derretido que quisiera saborear.

Tenerla ahí, entre sus brazos, su cabeza sobre su pecho, su cabello acariciando su piel, negro sobre blanco, como ríos de tinta pintando un lienzo, era la brisa del mar, rayos de sol entre nubes; era las primeras lluvias después del verano, frescas, vivas. Era contener en un suspiro toda la vida, cada latido, cada mirada, cada instante, cada segundo que aún tenía que vivir.

Su piel contra su piel, sus manos recorriendo cada centímetro, adentrándose hacia donde nadie había estado antes, descubriendo, deleitando, llevándolo al delirio, hasta hacerlo enloquecer, hasta que sus ojos oscuros brillaban de deseo, de algo que no se podía contener. Su cuerpo bailando sobre él, sus rodillas rozando las suyas, sus caderas meciéndose entre sus manos, su cabello agitado, cayendo sobre su cuello, esparciéndose hasta tapar su espalda desnuda. Toda ella expuesta ante sus ojos, una obra de arte que nunca terminaría de admirar totalmente, porque era infinita, extensa y misteriosa, porque cada palmo de ella era nuevo, cada vez que sus labios se tocaban se sentía mejor, diferente, como descubrir la verdad para olvidarla de nuevo. Era la esperanza de volver a ellos, a disfrutar de su sabor a pintalabios, a esa mezcla explosiva que sólo era ella, que sólo se encontraba ahí, el néctar prohibido que embalsamaba sus razón para atarla a ella, haciéndolo un esclavo de sus deseos. Y no era magia, era real, tangible, ella se entregaba, con ansias, con ganas, aunque él no fuese nada comparado con ella, aunque no tuviera más que su amor para ofrecer. Porque ella era la definición de adicción, su calor, sus besos, sus manos expertas recorriendo su pecho, todo lo que era, todo lo que podría ser, promesas y anhelos, era fría como el invierno, dulce como una primavera anticipada, cálida y seductora como un verano al sol, y podía ser tierna, un otoño disipándose ante él, hojas caídas como su ropa, exponiendo su cuerpo, el pecado original que había hecho a los ángeles caer.

Porque ella era Isabelle Lightwood y había nacido para ser libre; para elegir estar con él.