Mi querido portero.

Erika Shanks era una chica muy popular, no sólo porque era hermosa sino también inteligente y dulce, el tipo de mujer que atrae a los hombres por ser excepcional. Sin embargo, ella se negaba a tener cualquier tipo de relación porque estaba muy enfocada en su carrera, no tenía tiempo para novios y por eso rechazaba las invitaciones que le hacían, vinieran de quien viniesen.

O eso era lo que todos creían.

- Entonces, Erika, ¿saldrás esta noche conmigo?.- le preguntó Braulio, su compañero.

- Lo siento, ya sabes que todas las noches me dedico a estudiar.- se disculpó Erika, con una sonrisa.

- ¿Y el fin de semana?.- insistió.

Erika ya no respondió e hizo un gesto de despedida antes de alejarse.

Esa noche ella estaría sola en su departamento pues sus dos amigas saldrían con sus respectivos novios, situación que a Erika le favorecía. Siempre decía que esto le permitía estudiar mejor, sin distracciones, pero la verdad era muy distinta. Cuando llegó a su hogar, se soltó el cabello, se cambió de ropa y se dispuso a ir hacia el balcón de su departamento, que colindaba con el de al lado, en donde ya la estaba esperando un atractivo hombre rubio de ojos azules, con una enorme sonrisa en los labios y una botella de vino en las manos. Erika, al verlo, no pudo evitar reír interiormente al preguntarse qué diría la gente si supiera que Gino Hernández, el famoso portero estrella de Italia, era su amante secreto. No, sin duda que ellos eran algo más que amantes secretos, eran dos personas que se amaban verdaderamente y con locura pero que querían seguir conservando su intimidad. Al verla, Gino saltó hacia su balcón con un ágil movimiento, dejando la botella de vino en la mesita de la terraza de Erika para así poder abrazarla y besarla con intensidad. Ella le echó los brazos al cuello y le correspondió, dejando que el deseo se despertara en ambos.

- Te he extrañado mucho.- dijo Gino cuando se separaron.

- Y yo a ti.- respondió Erika, sonriendo.

- Iba a decirte que tomáramos un poco de vino pero prefiero irme a la habitación.- continuó él, discretamente.- Ardo en deseos de hacerte el amor.

Erika, riendo, lo condujo al interior del departamento. Mientras se entregaba a Gino, pensó que ése era sin duda su más valioso secreto, tener el amor de su querido portero.

Fin.