Mizuho Kusanagi, señora de Akatsuki no Yona.


Pαrticipαnte del: 'Rito de Iniciación', del foro El Reino de Kouka.

Personαje: Yona.

Vαriαble: le gustan las flores.

Cαntidαd de pαlαbrαs: 500, según Word.


Hαcedorα de pαz

I

Nomeolvides

Todavía estaban a una distancia considerable cuando las vio. Sin decir nada, Shin-Ah se adelantó a sus compañeros, y se dirigió a las laderas de la montaña.

—¿Habrá visto algo extraño? —preguntó Yoon.

—No lo creo —respondió Hak, oteando el horizonte. Los demás Dragones estuvieron de acuerdo con la Bestia del Trueno y decidieron que aquel era un lugar propicio para armar el campamento.

Shin-Ah, por su parte, observó maravillado el campo de flores que se extendía frente a él. Tomó una con sumo cuidado entre sus dedos, y la admiró con detalle.

Era una flor pequeñita, con pétalos de un intenso color azul y el centro amarillo. Acarició uno de los pétalos con suavidad. Había algo en aquella flor que lo remontaba a tiempos remotos, sin saber por qué. Sentado frente al campo, Shin-Ah pensó.

¿Y si llevaba unas para la princesa? Seguramente ella también las encontraría bonitas.

Se decidió. Tomó varias flores más, armó un pequeño ramillete, y se dirigió hacia donde estaban sus amigos.

Cuando llegó junto a ellos, el campamento ya estaba completamente armado y bullía de actividad. Yoon le daba los toques finales al guisado con la ayuda de Zeno, Jae-Ha se burlaba de Kija, quien furioso, intentaba atrapar al Ryokuryū. Shin-Ah buscó a Yona con la mirada, y la encontró conversando animadamente con Hak. La princesa reía.

Pasada la cena, Seiryū esperó a que todos se retirasen a dormir. Entonces oyó a Yona salir furtivamente de la tienda, arco y flecha en mano, como todas las noches despejadas.

Yona lo encontró recostado en el tronco de un árbol viejo.

—¿Estabas despierto, Shin-Ah? —preguntó la princesa con voz amable.

—Yona… —empezó Seiryū.

—Dime. —Entonces él le ofreció tímidamente un ramito de flores azules.

Esas flores…

De repente, Yona se vio de nuevo como una niña pequeña en el castillo Hiryū. Su madre aún vivía y su padre todavía conservaba la sonrisa genuina y sempiterna en el rostro.

A la reina le encantaban los jardines y las flores. Muchas veces, ignorando por completo el protocolo, se ataviaba con un sencillo vestido de lana basta y ayudaba a los jardineros, para espanto de sus doncellas y la mirada divertida del rey. A veces, Yona la acompañaba.

Un día, la reina tomó a su hija de la mano y se la llevó a los jardines. Le señaló unas flores pequeñas, de pétalos azules y un vivo color amarillo en el centro.

—Naciste en primavera, Yona, como las flores. Son para ti, las sembré yo misma —dijo la reina, pero al adivinar en la carita de la niña su sorpresa, se arrodilló junto a ella—. Nomeolvides. ¿Curioso nombre, no crees? —la mujer rio y depositó un beso cálido en la frente de la pequeña. Fue el último beso.

—Gracias, Shin-Ah. —Grandes lagrimones corrían por las mejillas de Yona.

—Si te gustan, ¿por qué lloras? —preguntó el chico, preocupado. ¡La había hecho llorar!

—Gracias, Shin-Ah. Muchas gracias. —Yona se aferró al ramo con fuerza—. Por hacerme recordar, gracias.

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¿Se merece un review?


Bitácorα de Jαz: ¡Feliz 2016, gente! Espero que hayan empezado con el pie derecho, y que este año sea genial para todos.

Sobre el fic: quise experimentar escribiendo un corto con dos puntos de vista, el de Yona como protagonista, y el de Shin-Ah como observador. También quise hablar un poco de la reina, de quien apenas sabemos que fue muerta por rebeldes. Y eso, pues c:

¡Jajohecha pevê!

01 de enero de 2016, viernes. ¡Primer fic del año, señores!