Fight.
Palabras: 430.

By: Nahi Shite.


Es difícil.

Es un trabajo arduo, pero necesario.

Tiene que lograrlo.

Es la única cosa que tiene en la cabeza desde hace días. Es lo que retumba en su mente mientras vuelca –con cero delicadeza, pero sin intención- cada una de las canecas de basura del decimosexto callejón de la noche.

—Tsk —escupe con molestia. Y cuando está a punto de dar una brusca vuelta para salir del lugar (que, aunque suene increíble, ha quedado más vuelto mierda que antes gracias a su intensa cacería) cuando un sonido agudo le congela.

Gajeel se tensa por completo, aspira y ¡pum!: lo ve.

Es ese, ese tiene que ser, es el que busca. Está seguro. Tan seguro como lo ha estado con los otros cuatrocientos que ha visto esta semana… ¡Joder, no puede equivocarse!

¡Es el elegido!

Entonces decide ser cuidadoso; no quiere asustarlo. Exhala suavemente y cuenta hasta tres mientras camina en puntitas. Sus botas de repente parecen más pesadas, hasta los piercing en su nariz, ojos y orejas se sienten de toneladas.

Sólo un poco más… un pasito… un centímetro… ¡zas!

Lo tiene, y Gajeel no puede contener una risilla pretenciosa que brota por si sola. ¿Se creían que le iba a quedar grande o qué? ¡Ja!

Él siempre ha sabido que era ese o nada; el amarillito con rayitas… Uh, ¿qué mierda de color es este? ¡Agh!

Sí, comete el error fatal: sostenerlo de la cola. El bicho pega un chillido tan horrible que Gajeel piensa que le van a sangrar los oídos. Ni siquiera logra cubrírselos porque, en menos de lo que canta un gallo, tiene unas garras clavadas en las mejillas junto con un cuerpo pequeño asfixiándolo. —¡Aghggggh! —con esfuerzo lo arranca de si (por la cola) y lo manda a volar.

Joder…

¿Por qué tiene que terminar siempre así?, se pregunta mientras trata de recobrar la compostura con respiraciones rápidas y cortas. Sólo trata…

Salamander tiene uno (el burlón azul), la niña también (la blanquita sabelotodo)…

¡¿Él es el único puto Dragón Slayer solitario en el mundo?!

Y allí, en medio de un callejón oscuro vuelto una miseria, Gajeel alza los puños y grita a los cuatro vientos su más grande frustración:

—¡¿Por qué es tan malditamente difícil encontrar un gato?!


Ah, pero cuando vuelve al gremio –dos horas después- y todo el mundo se aglutina al verle los rasguños y la ropa deshilachada, preguntando qué ha pasado –algunos destornillándose de la risa: ¡maldito Salamander!-, Gajeel simplemente ladea la mirada con molestia.

—Una… pelea callejera.

Es su excusa. Y, mierda, no es del todo una mentira.