¡¡Hola a todos!! Después de un tiempo, y de que el co-autor de "La Legendaria Batalla del Olvido" desapareciese, he decidido comenzar a publicar Némesis Divino, mi nuevo fanfic, que hará de preludio a las sagas de mi cronología y servirá para explicar ciertos eventos de "Tiempos Oscuros", que vendrá a continuarse pronto.

¡Espero ver vuestras críticas pronto, amigos! Si necesitáis algo, podéis escribir a mi mail:

Ahora, con vosotros, Forgotten Sagas presenta:


"En la cercana Atenas ha aparecido un guerrero de armadura de ébano y poder terrible. El Patriarca, reconociendo la presencia, decide enviar a dos caballeros dorados. ¡Iskandar y Éurito, el dúo perfecto para reducir a quien ose desafiar a Atenea!"

1491 – ESCORPIO

Iskandar, el Angelical

Encuentro

Allí estaba Iskandar, el dulce caballero de Escorpio, inmerso en un mundo de recuerdos y melancolía. Los muros de aquel palacio en que se mantenía de pie, herido, parecían eternos en su altura; hasta que se perdían en la oscuridad del techo no dejaban de ascender.

-¿Por qué lo has hecho? –susurró con el tono débil.

-¡Iskandar! –gritó alguien con fuerza desde el otro extremo del sombrío templo. Estaba acompañado de varios soldados magullados.

-¡No te entrometas, Éurito! –ordenó con toda la severidad que su voz triste le permitió.

Escorpio estaba herido. Su brazo izquierdo sangraba y la hombrera que lo protegía se caía a pedazos al suelo. A pesar de aquello, el guerrero no mostraba indicios de dolor. A su lado, el suelo estaba destrozado. Varios soldados muertos le clavaban sus pupilas vacías como reclamándole no haber podido defenderles.

-Lo siento, amigos… -se quejó para sí. Con valor, frunció el ceño y cuestionó alzando la voz de nuevo–. ¡Respóndeme! ¿Por qué lo has hecho, Ístvan?

-¿Por qué lo he hecho…? -respondió desde la penumbra aquella sombra de rostro indefinido y melena ondeante-. ¡Spira Mirabilis!

El brazal derecho de la armadura de ébano de Ístvan cambió rápido su forma para convertirse en una espada de mango espiral. De su hoja, que ahora cortaba el aire blandida por el misterioso caballero, surgieron decenas de corrientes de cosmos gris que segaron la piedra del suelo varias veces dibujando círculos tajantes en el aire. El caballero de Escorpio encajó de nuevo el golpe sin procurar defenderse, cayendo de boca al suelo.

-¡Iskandar! –Sagitario no pudo aceptar la orden de su amigo y con una velocidad inaudita apareció frente a él, protegiéndole de cualquier golpe que pudiera venir a continuación.

Éurito miró a su compañero con impotencia. Parecía haber perdido la chispa de su habitual alegría y entusiasmo. Sin salir de su asombro, Sagitario apretó los dientes ahogando un grito de furia. Su corta cabellera castaña se agitó mecida por el cosmos dorado que comenzó a quemar.

-Jamás pude imaginar esto de ti, Ístvan. Has caído más bajo de lo que una persona puede caer. ¡Prepárate a morir!

-¡No! –se quejó Iskandar desde el suelo agarrando con escasas fuerzas la bota de Éurito-. Todavía podemos evitar que se derrame más sangre.

Escorpio levantó tras el golpe recibido segundos atrás. Tenía el rostro arañado y le sangraba la barbilla. Sin embargo, sus ojos esmeralda seguían brillando con el mismo sentimiento de pena y pesadumbre.

-Respóndeme, hermano. Jamás comprendí qué te llevó a abandonar el Santuario. ¡Llevabas esta misma armadura entonces!

-Iskandar… -Ístvan bajó despacio la hilera de escalones que le separaban de la plataforma inferior y los caballeros. Su pelo, de brillo solar e idéntico al de Escorpio en rizos y longitud, se movía a cada peldaño bajado-. ya has olvidado que cada persona debe caminar por su propia senda ¿verdad?

-¡Hiciste lo correcto! ¡Aceptaste tu sentencia! Ibas a ser perdonado gracias a Nerites y Atlas.

Ístvan alzó la cabeza y sonrió con nostalgia.

-Todo tenía que ocurrir así. Se trata del camino que yo mismo forjé.

Tras mover su brazo derecho, de nuevo el brazalete tornó en espada con mango espiral. Gritó y varias ondas negras acortaron distancias entre él y los soldados que miraban desde la distancia.

-¡Detente! –exclamó Iskandar mientras corría hacia su hermano con los brazos extendidos. Fue inútil, pues su cosmos les hizo morir atravesados varias veces. Todos cayeron fulminados en un baño de sangre.

-He venido a pedirte un último favor. –dijo el asesino. Por vez primera, Iskandar no le vio como a su querido hermano; su vestimenta oscura le pareció la de un demonio.

-¿Por qué has acabado con las vidas de todos esos soldados? ¡¿Y las vidas de los ciudadanos?! ¡¡Eso no tiene nada que ver!!

Ístvan se aproximó a Iskandar. Ambos se miraron fijamente. Los ojos de los dos brillaban en el mismo tono verdoso, pero los de Iskandar parecían arder además en toda suerte de sentimientos.

-No me interesa un mundo en que no esté mi hermano. Tú no eres el que una vez fuiste –reprochó el dorado.

-Y sin embargo, no me puedo oponer, Iskandar. Sólo me queda sonreír.

-Te lo preguntaré por última vez. Si tu respuesta es afirmativa, no tendré más remedio que acabar con tu vida –el caballero del Escorpión Celeste sospechaba ya sobre lo que le ocurría a su hermano-. ¿Se debe al destino?

-Así es. Y tu papel para mí no debe ser otro que el de ejecutor.

Capítulo I: El corazón de un caballero

Un último deseo

Dentro del templo de Atenas, el silencio se vio turbado por el murmullo del oscurísimo cosmos de Ístvan. Iskandar hizo arder su propia energía de la misma manera. Ambos desprendían un poder sobrenatural, pero Éurito sabía que Ístvan tenía ventaja sobre su hermano menor.

-Iskandar, debemos atacarle los dos. Su cosmos es realmente el de un caballero dorado de alto rango.

-Haced lo que queráis. De cómo actuéis depende mi última voluntad… Sea como sea, todo está ya escrito. ¡Yo soy un ignorante del destino y sólo busco cumplir mi deseo!

Ístvan saltó hacia atrás quedando a unos metros de los dorados. Desde allí, tomó de nuevo el poder de su brazal-espada. Irguiéndolo, lo blandió con furia hacia Sagitario. El corte se prolongó más allá de la hoja, rozando la musiera derecha del centauro dorado.

Éurito corrió hacia un lado ignorando el roce. Iskandar le imitó por el opuesto. Ambos gritaron al unísono y arremetieron contra el caballero de armadura negra. Su técnica era simétrica y precisamente por eso, fue fácilmente esquivada.

-¡Spira Mirabilis! –Otra vez más, las corrientes de cosmos de Ístvan se aglomeraron en la hoja de su sable orgánico. Tras que rasgara el aire con él, salieron de éste afilados chorros de cosmos dispuestos a cortar todo aquello que se interpusiera en su ondear. La técnica rodeó a su ejecutor creando una barrera en espiral que se expandió hasta golpear a los dorados. Ambos cayeron de espaldas ante el poderoso oscuro.

-¡Hermano! ¿¡Por qué has tenido que volver tras tanto tiempo!? –Gritó con fuerza-. ¡Antares!

Del extendido dedo índice de Iskandar surgió una lanza escarlata cuyo objetivo era acabar con la vida del mentado. La flecha corrió hasta ser desviada a un lado por una explosión de cosmos negro que destrozó parte del suelo.

-¡Spira Dei! –El haz de cosmos de la espada de Ístvan se convirtió en una lanza que impactó en la coraza de Escorpio. El caballero de oro fue arrastrado por el impulso hasta romper una columna y caer de espaldas. Su melena castaña le cubrió el rostro.

Éurito se había colocado tras el guerrero negro, el cual, tras percatarse de ello, giró con violencia cortando el horizonte. Sagitario detuvo la espada con su arco dorado, y desde su forzada posición cargó la flecha que tenía en la otra mano para tensar la cuerda.

-¡Por Atenea!- exclamó furioso-. ¡Luz de Sagita!

La pieza punzante salió del arco endiablada para clavarse en el costado de Ístvan. Éste gritó dolorido y retrocedió.

-Yo quise que me atacarais los dos. Mi hermano y su mejor amigo… -el oscuro guerrero tosió sangre mientras apretaba en su costado. Con la otra mano, tiró de la flecha sin importar que su carne se desgarrara por dentro. Tras conseguir arrancarla, la tiró al suelo-. y sabía que atacando Atenas, con mi poder, os recomendarían para reducirme. Dos caballeros de oro serían suficientes, supuse.

-¡¿Cómo?! –Éurito no pudo salir de su asombro al ver cómo Ístvan había soportado la Luz de Sagita. ¡Debía haberle atravesado!

Istvan, siendo consciente de la situación, sonrió. No pudo evitar que una lágrima le resbalara por la mejilla. Por enésima vez, levantó su brazo derecho. Con intensidad, aglomeró su cosmos en la punta de la espada.

-¡Hermano! –gritó desesperado Iskandar al tiempo que levantaba del suelo dolorido y mareado.

Éurito recibió un tajo de energía pura en pleno pecho. Al igual que Escorpio, voló arrastrado hacia atrás por la inercia del brutal golpe. No pudo evitar la terrible caída, que le dejó paralizado en el suelo.

-Así es, Iskandar. Ya ha comenzado nuestro juicio. Pronto el mundo estará hundido en la pura calamidad. Mi súrplice es la prueba de ello.

-Ha… Hades –titubeó Éurito desde el piso.

El herido escorpión dio un firme paso al frente y alzó la diestra. Sin saber lo que realmente deseaba su hermano, hizo acopio de su cosmos y frunció el ceño. Ístvan, a la vez, repitió el proceso de su ataque.

-¡Antares!

-¡Spira Dei!

Un despliegue de luces rojas y grises bañó el oscuro templo de Atenas en que estaban. El rayo escarlata de Iskandar no cedió y atravesó la gruesa masa de cosmos oscuro que se le venía encima. Antes de ser golpeado por la Espiral de Dios, Escorpio consiguió dar en pleno corazón a su hermano con la técnica Antares. De inmediato, varias explosiones se sucedieron en varios puntos del cuerpo del dorado, que cayó al suelo seguido de varios fragmentos de su cloth.

Ambos guerreros habían dado en su objetivo. Sólo Iskandar acabó herido y sin equilibrio. Ístvan, por su parte, continuó en pie con el rostro ensombrecido por su propio halo cósmico. Con la mano en el corazón, comenzó a reír apesadumbrado.

-¿Ves? Mi mano está llena de sangre. Sangre que tú has derramado. A pesar de todo, no siento dolor. Apenas puedo sentir más que un leve cosquilleo en mi corazón.

El caballero de Escorpio, al igual que Éurito, no salía de su asombro. Ni uno ni otro habían conseguido reducirle aun a pesar de lo mortal de sus ataques. ¿Acaso ya había muerto el caballero de prendas de ébano?

-¡Hermano! –murmuró Iskandar mientras retomaba su posición levantando. Se atrevió a gruñir, pero su cosmos reflejó esperanza.

-Olvídalo, Iskandar. Parece que me equivoqué al pensar que dos caballeros podrían haberme derrotado. En circunstancias normales, Éurito me habría matado con su flecha.

-¿Qué demonios te ha sucedido? Yo era un niño la última vez que te vi. ¿Ahora se me niega ese abrazo que hubiera deseado darte entonces, cuando te marchaste?

Un hilo brilló por segundos. Casi imperceptible, se prolongó desde el corazón de Iskandar al de Ístvan. El caballero dorado rompió el llanto.

-¡Diez años, Ístvan!

-Y sin embargo, ahora soy un demonio que ha sido despertado para cortar la cabeza de aquellos que un día me trataron como a un hijo. Por eso, Iskandar, mi deseo es que seas tú quien acabe con mi vida antes de que no quede nada de mí…

Una presencia divina de olor a muerte se manifestó tras los hombros del caballero oscuro. Poco a poco, tomo color de niebla y se hizo tan intensa que le superó dos veces en envergadura. Tras agitarse un poco nerviosa, se precipitó al interior de su trémulo cuerpo. Ístvan gritó sin dejar claro por qué lo hacía. Cayó de rodillas al suelo.

-¡Hades! –susurró-. Su presencia está cada vez más cercana y yo nací bajo el signo de una de sus estrellas protectoras.

-¡¿Me pides que te mate?! –exclamó fuera de sí Escorpio.

-¡No quiero ser uno de sus espectros! Una de las estrellas de nuestra constelación forma parte de su reino. Esta sucia armadura… ¡La mera pulsión de asesinar ya es algo que no puedo sacar de mí!

El templo comenzó a temblar por el cosmos de Ístvan, que ardía y ardía descontrolado. Las altas columnas parecían lanzas temblorosas y las rocas del mismo techo no amenazaban más que con desprenderse.

Éurito, quien acababa de colocarse junto a Escorpio, posó su mano en el hombro no herido de éste. Quiso dejar clara su posición.

-Lo lamento, amigo, pero debes comprender la situación en que tu hermano se halla.

-Mi poder no es suficiente…

-En ese caso, lucharé junto a ti. ¡Lucharemos como si fuese la vida de Atenea la que peligrase!

Los ojos de Ístvan se volvieron vacíos en cuestión de segundos. Todo su cosmos ardió en la maldad del dios corrupto de la muerte. La presencia del numen manipulador latió en todo su majestuoso ser: en cada muro, cada columna del templo…

-Estrella traidora… -dijo Ístvan con una voz que para nada era la suya-. titila con maldad… ¡Spira Mirabilis!

La ardiente aura del caballero en agonía giró y giró en espirales alrededor de su brazo, del cual volvió a nacer la espada de ébano. Armando un gran estruendo y consumiendo el oxígeno por su inconmensurable temperatura de fuego, de ésta surgieron no diez, sino miles y miles de haces afilados con velocidad infinita y movimientos elípticos. ¡Iskandar y Éurito jamás habían presenciado un poder semejante!

-¡Iskandar! –gritó Sagitario acongojado-. ¡Alza tu cosmos! ¡Ruptura del Infierno!

Tras levantar su arco, el caballero del centauro ejecutó una lluvia de flechas con movimiento espiral y objetivo imitar el flujo de la Spira Mirabilis. Con suerte, podrían sobrevivir a aquello.

-¡Cuando mi Ruptura del Infierno se destroce… -exclamó Sagitario contemplando el flash de la colisión entre las dos técnicas-. lanza Antares directa al corazón! ¡No podrá resistir dos veces el mismo golpe en el mismo lugar!

La desesperación se hacía patente ante los temblores iracundos del templo. Apenas si pudo Iskandar oír los gritos de su compañero aun estando a su lado. A pesar de todo, alzó su diestra tomando la posición de ataque de su estocada final.

Tal y como temía Éurito, casi no pudo retener su Ruptura del Infierno, azote de flechas de cosmos, el poderoso ataque de Ístvan. Como ordenó el dorado, Iskandar corrió hacia su hermano sin temer la muerte.

-¡¡Antares!! –prorrumpió alargando el grito tanto como pudo. La flecha roja dio de lleno por segunda vez en el agujero del pecho de la armadura de Ístvan.

Tras el golpe de Iskandar, multitud de rayos oscuros de la Spira Mirabilis le golpearon con fuerza, ira, maldad, brutalidad y agonía. Su dorada vestimenta se agrietó por varios lados y borbotones de sangre comenzaron a fluir ante la pérdida de equilibrio del santo, que veía cómo todo había acabado.

-¡Aguanta, Iskandar! –Éurito, aun habiendo soportado un buen número de envistes de la hoja oscura y con la prenda cuarteada también, logró elevar su cosmos hasta el séptimo sentido. Con una velocidad sorprendente, tomó a su amigo instantes antes de que cayera al suelo. Del esfuerzo, emitió un gruñido.

Trozos de techo comenzaron a caer por toda la naos rompiendo el suelo y haciendo que sus fragmentos rebotaran por todas partes. Asimismo, las columnas, una por una, reventaron en una lluvia de piedras afiladas. Toda la techumbre del lugar se venía abajo.

Iskandar, aun en medio de ese estruendo, estaba sostenido por su buen amigo Éurito, quien no pretendía dejarle caer. Ambos caballeros no podían renunciar a la mirada de sufrimiento de Ístvan, en cuyo interior debía estar manteniendo una lucha consigo mismo y los últimos restos de su humanidad vendida.

-¿Me dejarás tu cosmos una vez más, Éurito?

-Siempre, mi gran amigo… -sonrió el caballero-. Te confío mi vida.

Iskandar, en un confuso mar de sentimientos, levantó hechizado. Su cosmos se expandió hasta el séptimo sentido desviando las últimas estocadas espirales de la Spira hacia los lados. El caballero dedicó una sonrisa a su hermano.

-Nube de cosmos y sangre que de mis poros nace, dadme todo vuestro poder –susurró-. ¡¡Tormenta de Furia!!

Una estridente melodía partió los últimos instantes del ataque de Ístvan con el imperioso avance de una nube de cosmos al cielo. La explosión de la nube de energía de Iskandar acabó por destrozar todo el tejado del palacio, cuyos fragmentos cayeron por todos lados, afuera y adentro. El cielo ennegreció, y de sus entrañas comenzó a llover una fina y veloz capa de agua. El agua, embrujada por la presencia del Escorpión Celeste, tornó en finas agujas de poder terrible con una única dirección: el caballero de corazón afligido.

Ístvan fue atravesado tantas veces como gotas de lluvia cayeron en un segundo. Un manto de agujas de cosmos le traspasó quebrando y destrozando su armadura negra, arañando y deshojando la piel de sus brazos, sus piernas, su pecho… el caballero cayó de espaldas partiendo el suelo en decenas de bastos trozos. Para entonces, los últimos cascotes de los restos del templo acabaron de precipitarse sonando como cuando se calma un fragor.

-Yo… he vencido, hermano. –dijo Escorpio con la respiración entrecortada. Le sabía la boca a sangre.

Éurito caminó hacia Ístvan. Su rostro no mostraba alegría en absoluto, mas sí satisfacción. Sincerándose consigo mismo, creyó que todo estaba ya perdido. Se inclinó ante el derrotado caballero y le cerró los ojos con su mano mostrando una dulzura sobrecogedora en el gesto.

-Gracias, Éurito. –Escorpio también andó hasta su fallecido hermano. Estando ante él, clavó las rodillas a su vera. Agarrándole la mano, la estrechó contra su corazón.

-Los espectros de Hades, Iskandar. Tu hermano estaba llamado a ser uno de ellos.

-¿Y esa presencia sobre él, la que le hizo atacarnos por última vez, era Hades?

-Creo que sí. Falta poco para la próxima guerra santa. –ambos santos descansaron unos instantes para coger aliento. De no haber sido por su acción conjunta…

El templo de Atenas había quedado destrozado. Podía verse no sólo el color añil del cielo, sino la ciudad; a pesar de estar bajo el Partenón, desde aquel sitio toda la urbe era visible.

Los santos de Atenea, heridos y con las vestimentas quebradas, levantaron y se despidieron de Ístvan. Iskandar le dedicó una última lágrima y juró que nunca permitiría que un despreciable ser como Hades dañase algo querido para él. Era cierto que lo único que tenía yacía ahora a su lado, pero pensó que aún le quedaban Atenea, sus amigos, y en última instancia, la humanidad.