¿Eres un hombre malo, Abernathy? Tú... tienes esos problemas inconfesables y malditos, ¿cuándo empezaste?
Espera, no respondas, yo lo sé. Tuviste una conversación; una memorable, si me lo preguntas.
"Por qué?" Preguntabas con ansia. Él solo quería que lo entendieras y lo dejaras irse, así que habló con esa calma que nunca le habías oído antes. Una calma errática y confusa, porque él no era así en absoluto.
"Porque...Haymitch, no es justo. Nada lo es"
"Entonces, ¿este es el final de todo? ¿así es como culmina?"
"Nada termina, hijo. No en realidad". Tu padre sonaba todavía más solemne cuando intentaba darte lecciones, como en esa ocasión.
Tú no sentías que valiera la pena, ojalá hubieses prestado más atención.
"Pero te vas, ese es un final". Le reprochaste.
"Escucha" Lo tenías enfrente, unos ojos grises de la veta moteados de azul. También en eso era rebelde, no podrías decir si era comerciante o minero, no sin conocerle. "Quizá ahora no me creas, pero algún día lo harás. Hay algo más allá de esas fronteras".
"Hay algo aquí, papá. Tu familia, nosotros, y te necesitamos aquí" Lo hiciste suspirar, pudiste darte cuenta de que él no quería que le dijeras eso, prefería marcharse sin más.
Por eso, cuando le atrapaste en medio de su fuga, te golpeó. Entonces tuvo que explicartelo todo. Sangraste, te dejó una cicatriz, no lo olvidarías jamás.
"Lo que hay allí, vale más que todo aquello que tenemos ahora. Iré a verlo con mis propios ojos, y volveré, sólo esperame aquí, en esta alfombra desgastada, alguna vez volveré a pisarla"
"Papá, olvídalo. El Distrito 13 ya no existe" Aún sientes lo salado de la amargura en tu garganta, las lágrimas, las mangas de tu camisa sucias y las mejillas irritadas de sentir la tela rozar contra ellas. Sólo eras un chico de catorce años, y no podías parar.
Miraste la alfombra sucia, él ya no estaba allí. Los demás aún dormían sin comprender, quizá por eso te permitiste llorar esa vez.
Y aquella fue la única vez que lloraste realmente, Haymitch Abernathy, aunque otra vez estuviste a punto también.
Cuando Katniss te preguntó por el Distrito 13, ¿qué sentiste? ¿dónde te dolió exactamente? Sólo querías dejarte llevar por el caudal de llanto atorado en el nudo de tu corazón enfermo, pero no lo hiciste. Le respondiste como siempre lo hacías, y la dejaste perder la esperanza.
Cuando ganaste el segundo Vasallaje de los Veinticinco, ¿también recuerdas aquella vez? La primera semana te preocupaste por cosas tontas. Tenías que vivir en la aldea de los vencedores, pero no podías dejar la alfombra, tu única esperanza, allí en la veta. Así que cargaste con ella en ese invierno atroz. Nadie te ayudó, no se los permitiste. Era patético verte así, tu madre se espantó.
Él tenía las claves para salvar a Panem. De algún modo lo sabías. Esperabas encontrarlo cuando fuiste al trece.
Te dijeron que había muerto, no te sorprendió. Llevaba tanto tiempo muerto para ti que lo más lógico era que lo estuviera realmente.
Sin embargo usaste ese estúpido traje negro toda una semana, como cuando murieron tu hermano y tu madre. Esta vez carecía de significado.
"Sólo déjalo salir, no puedes quedarte con todo eso dentro" Plutarch sintió pena por tu situación, y aunque no te agradaba aceptaste el alcohol que consiguió para ti.
Llevabas cinco meses sobrio, esa fue la peor noche de tu vida. Peor que aquella en que se fue, incluso. Ahora se había ido de verdad, tu hígado lo sabía porque escocía verdaderamente, y dolía como los mil demonios. No importaba, no ibas a parar.
Te desmayaste.
Un día todo había acabado de repente, y no había nada para ti en el futuro. ¿Qué esperabas encontrar? ¿a tus padres? ¿a tu novia y a tu hermano muertos? Esas cosas no vuelven jamás, allí lo supiste, sentado en medio de la nada infinita.
Todo. Eso era lo que estabas dispuesto a dar. Eso fue lo que diste. Sin embargo, las manos seguían vacías al mirarlas, y los ojos grises tan carentes de expresión.
Un día la muerte vino, y sonreíste al fin, no lo hacías desde los catorce años. Desde entonces huías de todo, y la única cosa que querías por fin estuvo frente a ti.
Por fin hubo oscuridad, no huiste esa vez.
