¡Hola! Juro solemnemente aceptar cada uno de sus cruciatus con paciencia y empatía xD pero recuerden que es mi primer fic.

Disclaimer: No soy rubia, no tengo millones, mi seudónimo no es J.K Rowling. Los personajes le pertenecen solo a ella ¬¬ xD Las ideas locas son solo mías.

Severus Snape se encontraba solo en la que hacía 2 años era su nueva casa, la cual tenía muchos beneficios, lo mejor: a 10 minutos vivían sus dos hijos, ya era lo más normal ir caminando a visitarlos, le encantaba caminar y le daba tiempo de esconder los ojos de tristeza que se asomaban cuando estaba solo, sabía que tenía que estar lo mejor posible para sus pequeños, por muy difícil que fuera sobre todo porque era casi ineludible verla a ella.

Su relación con Hermione Granger había comenzado unos meses después de la guerra, cuando ya recuperado del "pequeño" incidente con un Lord y una serpiente e intentando retomar las pocas y casi nulas cosas buenas de su vida pasada y comenzar una nueva, y además lidiando con eso de ser un "héroe de guerra", la perfecta para bibliotecaria, insufrible sabelotodo, Griffindor, hija de muggles, amiguísima del niño yo-salve-al-mundo-mágico, salvavidas del estúpido Longbottom, regala tareas del zanahoria Weasley, solicitó sin ambages ser aprendiz de pociones, y aprendiz no de cualquiera, sino de Severus Snape directamente puesto que se sabía que Slughorn apenas terminada la guerra había presentado su dimisión para disfrutar sus años de la más íntegra paz. Granger gozaba de varios beneficios en el mundo mágico, dado su papel en la guerra se convirtió en una joven con mucha influencia, cosa que vino a sumarse a su ya ganada fama de "la bruja más lista de su generación".

Resultado de un renombre como ese: Petición de aprendiz aceptada (McGonagall cobró mil sentimientos a Severus y hecho encima todo el currículo de la chica para que la aceptara), 3 veces por semana, pero a las 19:00, porque encima de todo, había ya comenzado sus estudios de medimagia y tenía que adaptarse a alternarlos. Apenas Severus supo que Hermione intentaría compaginar ambas cosas, reconoció (jamás en voz alta) que le produjo cierto nivel de admiración, mal que mal una bruja como ella no podía ser solo una aprendiz de pociones para ser profesora por siempre jamás, no, ella era para eso y más, cosa que los años demostraron.

Comenzaron venciendo ella el miedo y él los prejuicios, para luego pasar a los mínimos grados de confianza mutua notados con los primeros tuteos, luego las bromas siempre cargadas de sarcasmo de pare de él y de una genuina libertad de parte de ella, pasaron al aprecio mutuo, demás está decir que desde mucho antes de esas clases Hermione admiraba en niveles insospechados (y secretos) a Severus. Hasta que algo sucedió en él, un día 9 de enero, su cumpleaños, cosa que siempre pasó sin pena ni gloria, ése año fue diferente por ella, quien se preocupó de primero recordarle que su cumpleaños había llegado y encima de regalarle un equipo nuevo para realizar las pociones más delicadas… No, los regalos no importaban, ni el cumpleaños en realidad, ¡Merlín!, él no tenía 5 años, pero lo extraño para Severus fue que ella… ¿se preocupó por él?... ok, eso era nuevo… ok, no tan nuevo, pero sí muy lejano en el tiempo, ¿Quiénes lo habían hecho antes? Su madre, Dumbledore por algún tiempo y… bueno… Lily en alguna etapa, más gente que esa no en realidad. Entonces algo cálido, antiguamente sentido pero nunca vivido realmente se dispersó por su pecho en unos segundos provocando el mayor arranque de cariño en años, exactamente lo que Hermione quería lograr hacía tiempo.

Severus no se dio cuenta, unas semanas más tarde estaba inundado de celos, esos tres días semanales eran el cielo y el infierno para él, por un lado estaba con ella, pero luego la joven se iba, a su vida con sus de seguro más guapos, jóvenes, cálidos e interesantes que él. Esa emoción primaria, pasó a un sentimiento profundo mientras Severus lo notaba sin dejar de envolverse en un profundo pánico. Muchas reflexiones lo llevaron a determinar que por primera vez en su vida debía de verdad hacer algo por alguno de sus sentimientos, y no por cualquiera, éste sí que pintaba de fuerte y amenazaba con atormentarlo por mucho tiempo si no lo expresaba. ¿Expresar? ¿Snape? Raro, pero sí que lo haría… a su manera, que él jamás creyó eficaz, pero que Hermione venía deseando con impaciencia y esperanza desde que se dedicó a mirarlo un momento más que todos los demás y descubrió en él todo un hombre diferente bajo la frialdad de esa primera mirada que siempre daba a medio mundo por los pasillos. Un beso y el resto fue historia.

2 años y medio después de comenzada su relación (con todo lo que provocó en sus entornos) no aguantaban más. Necesitaban vivir uno a lado de otro, la idea de compartir sus vidas era lo que rondaba constantemente sus deseos. No bastaba con verse cada vez que podían, devorarse como primera y última vez, necesitaban sentir que uno pertenecía al otro y que formaban un núcleo irrompible, y aprovechar de demostrar que como pareja sí lograrían ser inmensamente felices juntos. Compraron una casa hermosa para los dos e implícitamente, sin ni siquiera conversarlo antes, escogieron precisamente esa casa donde había una habitación para niños. Fue así como empezaron una vida en común, con matrimonio incluido, muchas sonrisas, incontables besos y un deseo ferviente, puntual y leal… con lo cual a solo 2 meses de casados, el profeta anunciaba el embarazo de los Snape-Granger.

Llegó al mundo André E. Snape Granger un día 20 de abril. Tal como ambos sospechaban la felicidad y el amor aumentaron. Hermione no caía de amor por Severus tal vez porque sabía que un hombre tan valiente como él, tenía un miedo descontrolado a equivocarse con su hijo.

Mientras caminaba hacia lo que fue su hogar, recordó una conversación...

-Esto va a ser más injusto de lo normal pequeña–Dijo Severus con el rostro asaltado por la preocupación y la culpa, pero sin dejar de acariciar el cabello de la mujer que estaba recostada en su pecho, su mujer.

-¿A qué te refieres exactamente Sev?, hace días que estas muy intranquilo. Tú sabes que puedes contarme lo que sea mi amor.

-¿y cómo es que tú siempre dices lo que yo necesito escuchar mi niña?.

-Sencillo, ¡me fabricaron para ti!, pero no incluyo garantías, tendrás que cuidarme siempre.

-No podría no hacerlo. ¿Ya te dije que eres lo más hermoso que he tenido en la vida?

-Si, lo has dicho Sev, ¡pero! No me desvíes el tema, te pregunté qué es lo que te sucede y no me has respondido – Severus sonrió por fin, la preocupación de su favorita permanecía indemne

-Es que… sé que te va a sonar a tópico repetido, pero es que de verdad, no sé cómo voy a ser un buen padre, ni siquiera sé cómo ser uno no indecente. Obviamente son las madres las que están ahí siempre en la crianza de los hijos y los padres en la retaguardia… pero yo… tal vez ni eso logre hacer…

-Ok. Para que nos entendamos amor, te respondo con otro tópico, "a nadie le enseñan a ser padre" y créeme que todo lo que he leído no me servirá de nada cuando nuestro pequeño valiente este con aquí en mis brazos, tampoco tengo idea de que hacer, pero si sé que lo amo con toda el alma y haré cada día lo mejor que pueda y además mi amor, tu eres…- hasta ahí pudo llegar Hermione. La interrupción de severus llego

-Si mi niña, lo sé, a nadie le enseñarán, pero tú al menos si tuviste una familia propiamente tal, tuviste a tus padres, recuerdas siempre como eran contigo y no me dirás que eso no te va a ayu…

-Claro que me ayudará, así como a ti te servirán los recuerdos de TU padre para saber qué es lo que no tienes que hacer jamás, tu y yo le pondremos toda la voluntad

-… me ayudarás ¿verdad?

-No podría no hacerlo profesor, lo amo

-Si pudiera asignarle puntos lo haría Granger, créame

-Jajaja Severus, jamás lo harías

-Claro que sí… si fueras de otra casa…

-¿Lo ves? No me los darías, soy una Gryffindor incurable, pero me puede recompensar de otras formas profesor, no se preocupe…

Eran muy felices. Severus no creía que las cosas pudieran ir mejor, por lo tanto fue una sorpresa cuando Hermione comenzó nuevamente con síntomas de embarazo. Cuando André estaba por cumplir recién 2 años, nació Elena J. Snape Granger. Ambos eran niños preciosos, André tenía los ojos y el cabello de su padre, y gracias a Dios, la nariz de su madre, además de su temperamento, pero Elena era la copia de su Hermione y el carácter de Severus.

Él se sentía profundamente agradecido de la vida, ya todo tenía sentido, hasta la guerra, todo había valido la pena porque había llegado hasta ahí, su hogar, su familia. Por su lado Hermione también estaba feliz, pero ya sentía la necesidad de volver realmente a su trabajo, el cual requería mucho tiempo puesto que se basaba en investigación, se encontraba dirigiendo un estudio importante sobre psicología en el mundo mágico, después de estudiar medimagia y ser ya una experimentada pocionista sentía que estaba demasiado cerrada en disciplinas exactas, difíciles y delicadas, y quería embarcarse en un proyecto que mantuviera lo difícil y delicado, pero que fuera más inexacto, más cualitativo tal vez, y sobre todo, abrir un campo, ser de esas personas que emergen carreras nuevas y son pioneras, sabía que podía lograrlo, pero requería muchísimo estudio (más), había miles de casos que le interesaban, la magia no verbal, porque había squibs, porque algunos magos y brujas pierden sus poderes por etapas depresivas, que es lo en realidad provocaba en la psique el maleficio imperio y como evitarlo, el desarrollo de las brujas y magos, la magia inconsciente etc., etc., etc. Por lo tanto la maternidad era algo primordial, que tenía que aprender a compaginar con sus proyectos, pero de plano: No más hijos. Trabajaba en toda la mañana con entrevistas, y toda la tarde en análisis de casos en su casa mirando a sus niños, pero era complicado. Severus estaba cada vez que podía con sus hijos, él dirigía el equipo de investigación y abastecedor de pociones de San Mungo, trabajo igual de demandante que el de Hermione, la diferencia radicaba en que él tenía que estar cada día en el ala del hospital que le correspondía vigilando a cada nuevo medimago en práctica, creando e investigando lo último en pociones.

Pero ya habían pasado años de ese tiempo ajetreado, ahora la vida de Severus era diferente y no podía parar de culparse por eso.

Su Hermione, dejó de ser de él. La mujer por la que había cambiado, quien despreció y puso en su lugar a cualquiera que osara burlarse de su relación o de él mismo fue quien más le hirió, la que lo engañó. Y jamás le pidió perdón. Severus supuso que después de tamaña traición no seria complejo olvidarla y hasta odiarla, pero ahora... Ahora su trabajo más arduo era sencillamente olvidarle. Difícil, lo que más amaba, sus hijos, lo tenían atado a ella.