Disclaimer: Nada relacionado con Harry Potter es mío. Si lo fuese, todo sería muy, pero muy diferente (y no ganaría ni la décima parte de lo que ganó JKR).
Aviso: Este fic participa en el reto temático de febrero "Dramione" del foro "Provocare Ravenclaw".
Advertencia: Es posible que haya un poco de algodón de azúcar. Si es así, mil disculpas, pues no está en mi naturaleza narrar historias pastelosas.
Nota del Autor: Esta historia tiene relación con "Sedúceme". Narra lo que ocurrió después de la escena del final de la historia antes mencionada. Lo escribí más que nada porque recibí algunos comentarios pidiendo una continuación. Bueno, aquí está. Espero no decepcionarlos.
Un saludo.
Nota de Autor 2: He efectuado una pequeña modificación a mi relato. Cambié el nombre del hijo de Draco por Altaír, pues suena más masculino que el que había usado antes. Lamento los inconvenientes que esto pueda causar xD.
Los cuentos que importan
Altaír Malfoy era preguntón. Siempre lo fue y siempre lo sería. En eso se parecía mucho a su madre, puesto que también era un sabelotodo. Pero un sabelotodo socialmente normal. Su padre se había asegurado de ello.
Le gustaba leer. Mucho. Tanto que en el primer piso de su casa había una biblioteca, sólo para él… y para su madre también. Y estaba leyendo en ese momento. Hojeaba un libro de leyendas mágicas, extraviado entre sus páginas, imaginando mundos que desconocía. Altaír tenía una gran imaginación y podía pasar horas en el patio trasero, viendo formas familiares en las nubes.
Altaír tenía diecisiete años. Dentro de dos semanas comenzaba su último año en Hogwarts. Ya tenía decidido qué deseaba ser cuando saliera del colegio. De hecho, lo hizo cuando tenía seis años. Muy temprano había aprendido cuáles eran sus habilidades y su madre no vio otra alternativa que ayudarlo. Después de todo, eso hacían las madres.
Pero él quería oír un cuento desde que tenía diez años. Había leído muchos libros, pero jamás había escuchado la historia de cómo llegó él al mundo. Sus padres le decían que debía esperar, que debía madurar para escuchar el relato sin adornos innecesarios. Altaír entendió sus razones y no hizo más preguntas, hasta cuando se convirtió en un mago adulto. Altaír bullía con curiosidad. Ese día era un sábado; sus padres no iban a trabajar. Tiempo sobraba para una entretenida historia.
Hermione Granger disfrutaba enormemente cada vez que no debía ir a trabajar. No era que le desagradase hacerlo, pero había que deshacerse del estrés semanal. Draco había ido de compras. Hermione sonrió. Estaba sorprendida de lo mucho que había cambiado su esposo con el paso de los años. Todavía mantenía ese aire petulante y aún hacía esos comentarios tan característicos de él, pero tras dieciocho años de matrimonio… sólo digamos que mucha agua había corrido bajo el puente.
Recordó la primera vez que hicieron el amor. Cada vez que lo hacía, se arrepentía de haber esperado tanto para eso. Pero valió la pena, y aunque no hubiese acabado como ella quería, la experiencia fue una buena maestra. Todavía tenían unos pocos dramas en la cama, pero, ¿qué pareja no tenía problemas en ese rubro? Sin embargo, el problema más grave fue la comunicación. Draco pasó mucho tiempo tratando de deshacerse de su orgullo, pues éste le hacía ocultar asuntos vergonzosos, y hubo varias discusiones acerca del tema. Pero, de nuevo, la experiencia obró su magia y ambos nunca se separaron.
—¿Mamá? —llamó una voz grave y que arrastraba las palabras. Hermione suprimió una sonrisa. Las cualidades más llamativas de ambos esposos habían sido heredadas por Altaír—. Hoy es sábado.
—¿Y?
—Me prometiste que me contarías la historia.
—No lo he olvidado, hijo —respondió Hermione con sinceridad—. Estoy esperando por tu padre. No puedo narraste la historia sin él.
Como respondiendo a la inquietud de Hermione, la puerta principal se abrió y apareció un hombre alto, rubio y delgado. Sus brazos estaban repletos de bolsas con mercancía. Miró en dirección a su esposa y a su hijo. Todavía le parecía irreal que estuviese casado con Hermione, pero ella había demostrado ser una esposa leal y comprensiva, entre otras cosas.
Y estaba agradecido por ello.
—Draco —dijo Hermione, quien acudió a su encuentro y lo besó cándidamente. Altaír miró a sus padres con orgullo—. Es hora.
Cinco minutos más tarde (había que ordenar y guardar la mercancía), los tres estaban sentados en el sillón más ancho. El sol de la tarde traspasaba las ventanas, tejiendo sombras sobre el piso alfombrado. Altaír estaba emocionado. Por fin iba a conocer cómo había llegado al mundo. La mayoría de los muggles (y algunos magos), preferían usar alegorías para narrar semejante cuento a sus hijos. Draco y Hermione querían que Altaír supiera la verdad. Por eso esperaron a que él madurara.
—Bueno, todo comenzó una tarde, hace unos dieciocho años atrás —dijo Hermione, mirando a su hijo con una expresión maternal—. Yo quería tener un hijo, pero no sabía cómo iba a reaccionar tu padre. Pensé que no había madurado lo suficiente para tragarse siquiera la noción.
—Yo creí que sería un asunto fácil —continuó Draco, arrastrando las palabras como siempre hacía—. Hermione siempre había querido esperar a que nuestra relación hubiese madurado más. Tu madre pensó que yo me iba a traumar o algo por el estilo. Como puedes ver, yo también quería lo mismo, pero creí que Hermione optaría por esperar.
—Jamás nos habíamos puesto de acuerdo, hasta que tu padre me sedujo.
—Fui directo al grano.
—Era extraño, pero no me pude resistir. Me pasó por leer muchas novelas para adultos.
—Y da la casualidad que yo también leí sus libritos. Allí supe que tu madre estaba esperando que le pasara algo como eso.
—Me tocó, sutilmente. ¿Puedes creerlo, hijo? Tu padre, quien se jactaba de ser el hombre menos sutil del planeta.
—En fin, fuimos a nuestra habitación y te hicimos.
Altaír era preguntón. Siempre lo fue y siempre lo iba a ser.
—¿Cómo?
Draco y Hermione estuvieron un momento tratando de hallar la mejor forma de poner en palabras sus pensamientos. Luego recordaron que Altaír era un hombre ya, y juzgaron que no se iba a escandalizar por un par de detalles.
—Las flores necesitan polen para convertirse en frutas, ¿verdad?
Altaír asintió.
—Bueno, contigo ocurrió algo parecido —dijo Hermione. Draco prefirió quedarse callado. Su esposa era la que tenía el tacto para decir cosas complicadas en palabras simples—. Tú eres el fruto de nuestro amor, Altaír. Pero, a diferencia de las flores, nuestros cuerpos necesitaban estar juntos para crearte. Y para que eso ocurriera, esos cuerpos tenían que amarse. A eso le llamo "hacer el amor".
—Guau —dijo Altaír, quien miraba a sus padres bajo una lupa totalmente nueva—. Nunca creí que era eso lo que ocurría. Pero, ¿ustedes se unieron con ese propósito, o salió por accidente?
—¿Acaso importa? —intervino Draco, a sabiendas que no era ni lo uno ni lo otro—. Lo que debes tener siempre presente, es que estás con nosotros. Fuese un accidente o un plan, te amamos y siempre, pero siempre querremos lo mejor para ti.
—Cuando supimos que íbamos a ser padres… bueno, no estábamos realmente preparados para la noticia. Reconozco que yo estaba asustada. No sabía qué demonios hacer. Tu padre aquí tampoco tenía ideas.
—¡Oye! ¡Yo sugerí que consultáramos con un especialista! —protestó Draco y Hermione se largó a reír. Altaír estaba encantado. Aquello era mejor que los cuentos, porque se podían sentir las emociones de quienes narraban la historia, y eso hacía que todo cobrara vida en su fértil imaginación.
—En fin, acudimos a una terapia de pareja. No era que tuviésemos problemas serios, pero queríamos consejos de una tercera persona para enfrentar esa prueba. Y, pese a los buenos consejos del profesional, fue una carrera cuesta arriba.
—Tu madre se comportaba raro. A ratos reía, a ratos lloraba y en otras ocasiones se enojaba por sandeces.
—Y recuerdo que no sabías qué puñetera cosa hacer —dijo Hermione. El comentario hizo que Draco se sonrojara levemente.
—Le decía "manojo de hormonas" unas tres veces al día.
—Por lo menos.
—Peleábamos por tonterías y por cosas serias —dijo Draco con una sonrisa de reminiscencia—. Pero siempre nos reconciliábamos… en la cama.
—Fuera de ella también, no te hagas el pillo —terció Hermione con un tinte rojizo en sus mejillas—. El punto es que tuvimos que superar muchos escollos antes que llegaras a este mundo. Admito que yo era gran parte del problema, pues estar embarazada puede llegar a ser un dolor en el trasero, no sólo para tu padre, sino para mí también.
—Y vaya dolor de trasero fuiste.
—¡Oye! —protestó Hermione esta vez—. ¡Tú también te comportaste como un imbécil!
—Pero no fue tanto —replicó Draco con una sonrisa mordaz.
—Draco fue madurando al respecto y me apoyó cuando yo estaba por tirar la toalla —dijo Hermione, recuperando la seriedad—. Porque reconozco que estar embarazada fue la prueba más difícil que he debido enfrentar. Como tu padre dijo, me comportaba extraño y a veces ni siquiera sabía por qué. Hubo veces en la que yo quería simplemente terminar con eso, pero tu padre me dio la fuerza y la comprensión que yo necesitaba. Fue allí cuando comprendimos que ser padres es un aprendizaje constante. Nunca dejamos de aprender a serlo.
—A mí también me costó trabajo aceptarlo —admitió Draco, quien tomó a su esposa de la mano. Sentía un orgullo indescriptible cada vez que miraba a su familia, una clase de orgullo que no podría obtener de ninguna otra forma—. Yo también estuve a punto de rendirme, pero pensaba en el ser que tu madre llevaba en su interior y me decía a mí mismo que no sería capaz de verlo nacer sin mi ayuda.
—El parto fue fácil en comparación con todos los problemas anteriores —añadió Hermione, tocándose el vientre suavemente. Estaba ligeramente abultado… de nuevo—. La dificultad del embarazo no está en el final, sino en el camino que recorres. Pero, cuando finalmente tienes a tu hijo en brazos —como seguramente te sostuve en su momento—, miras para atrás y te dices que todo ese sacrificio valió la pena… y disfrutas más de lo bueno de todo eso.
—Y así fue como llegaste al mundo, hijo —dijo Draco, revolviendo cariñosamente el cabello de Altaír Malfoy—. Sucedió, literalmente, a base de sangre, sudor y lágrimas. Por eso, piensa bien antes de elegir a la persona con la que vas a pasar el resto de tu vida. Son muchas pruebas las que debes superar, y tu pareja debe estar a la altura del desafío.
Altaír Malfoy estaba más que conforme con la historia de sus padres. Le había entregado una visión realista de lo que significaba la paternidad. Estaba emocionado y contento con sus padres, contento porque ellos hallaron la fuerza para continuar. Si no hubiese sido de esa forma, él no habría escuchado semejante historia Aquello le impelió a ser un buen padre, uno tan bueno como el que ya tenía.
Esos eran los cuentos que importaban.
Aquellos que te dejaban una enseñanza para enfrentar mejor la vida.
