Disclaimer: Los personajes perteneces a la Señora Rowling. Honestamente, dudo que alguien pudiera confundirnos.

Hermione leía concentrada la última edición de Historia de Hogwarts que había comprado en su visita el pasado año en el Callejón Diagon. Cualquiera pensaría que con los siete que tenía sería más que suficiente, pero ella sostenía que cada nueva edición incluía datos nuevos y más descubrimientos de los secretos de su escuela. Llevaba dos días leyendo el pesado tomo, saliendo de su habitación sólo para las comidas y acompañar a su madre cuando su papá tenía que salir por alguna emergencia, pero como en realidad ambos trabajaban juntos, esto no era muy frecuente.

Su paz se vio perturbada por unos golpes a su ventana. Levantó la vista y se encontró allí a Pig. Saltó de la cama para abrile y recibir la carta que le traía. Definitivamente, esa era la letra de Ron; desprolija y apurada. Sonrió para si con ternura al pensar en él.

La carta decía:

Hermione: Espero que estés bien, lamento no haber escrito antes, pero sabes que no me gusta. Bueno, antes de que te molestes, te cuento que Harry ya dejó la casa de sus tíos para siempre y está aquí con nosotros en La Madriguera; a mamá le dio mucha pena que no pudieras venir estas vacaciones porque prefieres pasarlas con tus padres peor ella también entiende que con todo lo que está pasando es lo más normal. Ayer fuimos al Callejón Diagon a comprar algunas cosas que faltarán el último curso, aunque todavía no recibimos la lista, pero ya sabes como es mamá. Harry te envía sus saludos y dice que te recuerde para venos en Flourish & Boots el día antes del regreso a clases. Mamá y papá también te envían saludos. Cuídate y ya sabes, cualquier cosa extraña no dejes de escribir para ir a verte. Hasta pronto, Ron.

Hermione tomó un pergamino y le escribió la respuesta a su amigo para luego atarla a la pata de Pig y enviarla con su dueño.

Se disponía a leer nuevamente cuando su madre la llamó desde el piso de abajo, suspirando dejó su libro y salió del cuarto a encontrarse con ella, que la esperaba en la sala con una tarjeta en las manos

- Querida – le dijo – mira esto, ¿no es maravilloso?

- ¿Qué es? – preguntó la castaña.

- Es una invitación a la fiesta que dará el señor Hoover para dar la bienvenida a su sobrina que llega de Noruega. – le indicó su madre.

- Ya veo. El señor Hoover es el dueño del edificio en que tú y papá tienen el consultorio, ¿verdad? – preguntó la joven en tanto admiraba el diseño de la tarjeta.

- Claro, cariño, a veces eres muy distraída con estas cosas, aunque en realidad no me extraña que casi no lo recuerdes. Hace tantos años que no le ves. En realidad ninguno de nosotros lo hace con mucha frecuencia; pero siempre ha sido muy atento. – dijo la madre.

- Sí, desde luego. Es muy amable su invitación. ¿Y dices que la fiesta es para recibir a su sobrina? – inquirió su hija.

- Sí; su nombre es Sara y es heredera de una de las fortunas más grandes de Europa, y es increíblemente hermosa también.

- ¿La conoces? – preguntó con curiosidad la castaña.

- Sólo por fotos en las revistas, es muy fotografiada por los paparazzi. – informó la señora Granger.

- Bueno, seguro que habrá mucha gente en esa fiesta. Tienes que escoger tu mejor vestido porque seguro que va a ser todo un evento.- aconsejó entusiasmada la muchacha.

- Ya lo había pensado, no puedo verme mal y desentonar, ¿ no crees?. Es más, hace mucho que no me compro un vestido nuevo; creo que voy a darme ese gusto.- sonrió soñadora su mamá.

- Claro que sí mamá, te lo mereces. – Respondió Hermione- aunque estarás preciosa con cualquier cosa que te pongas.

- Gracias, cielo. ¿ qué te parece si mañana vamos de tiendas, tu papá puede ocuparse de la consulta por un día y tomar mis citas.

- Me encantaría acompañarte, claro, será divertido escogerte un vestido nuevo.- aceptó su hija.

- Seguro que sí, pero estarás tan ocupada escogiendo el tuyo que tendremos suerte si nos alcanza el día; ya sabes lo indecisa que me pongo con la ropa y no podemos olvidar los zapatos. – parloteaba entusiasmada la señora en tanto sacaba una libreta para anotar los pendientes.

- Pero mamá, yo no necesito un nuevo vestido. – exclamó Hermione.

- Por supuesto que sí- replicó su madre- ¿sino con qué vas a ir a la fiesta?

A este comentario siguió un silencio sepulcral en tanto Hermione parecía procesar la información dada por su madre, para exclamar luego:

- Mamá, espera un minuto, pero si yo no voy a ir.

- ¿cómo que no vas a ir? Desde luego que sí, iremos los tres.- sentenció su madre.

- Pero…yo creí que la invitación era sólo para ti y para papá.- tartamudeó más que dijo la castaña.

- Claro que no hija, es para toda la familia, además la sobrina del señor Hoover es muy joven, querrá estar rodeada de gente de su edad. - informó la señora Granger.

- No lo había pensado así, pero mamá, la verdad a mí no me dan muchas ganas de ir, sabes lo incómoda que me siento en esas reuniones y esta parece que será enorme, ¡habrá mucha gente! Prefiero quedarme en casa. – casi suplicó la chica.

- ¡Oh, vamos Hermione! Vas a cumplir 18 años, debes de ser un poco más sociable, y además hace tanto tiempo que no vamos a un lugar especial, todos juntos en familia; sabes cuánto te hemos extrañado. Vamos, cariño, hazlo por mí, ¿quieres? – pidió con los ojos luminosos su madre.

Hermione suspiró, dando por perdida la batalla, debía reconocer que su madre tenía razón, no se veía casi nada entre escuela y sus vacaciones en La Madriguera. Sus padres se merecían ese sacrificio y ¿quién sabe? Tal vez y se divirtiera, ¿qué podía pasar en una agradable fiesta muggle?

- De acuerdo, mamá. ¿A qué hora quieres salir mañana de compras? – capituló.

El día de la fiesta, Hermione terminaba de arreglarse cuando su madre tocó a la puerta.

- Cariño, ¿ya estás lista?- preguntó la señora Granger.

- Ya casi, pasa mamá. – respondió la castaña.

La señora entró y soltó una exclamación de sorpresa al ver a su hija. Era completamente justificada.

Hermione estaba simplemente preciosa. Llevaba un vestido sin mangas, sujeto a los hombros por dos finas tiras de un hermoso color ocre, con una falta larga y una delgada cinta en la cintura. El corte del vestido daba una apariencia del siglo pasado, parecía una princesa con sus rizos sujetos a lo alto de la cabeza con un broche antiguo.

- ¡Ay,hija! Estás bellísima, no sabes cuanto.- exclamó la madre con orgullo.

- Gracias, mamá, aunque no es para tanto,- dijo la castaña sonrojándose.- en cambio tú sí estás despampanante. Sabía que el color rojo te iba a quedar perfecto.

- ¿Tu crees? Nunca ha sido muy mi estilo, aunque a tu padre le ha gustado, confesó también sonrojándose.

- Ya lo creo. Bueno, ya estoy lista. Bajemos antes de que papá empiece a quejarse por hacerlo esperar.

- Bien pensado. Vámonos ya. Algo me dice que esta será una noche memorable.- dijo la señora Granger.

- Espero que sí, mamá.- contestó Hermione.

En cuanto llegaron a la fiesta, los Granger notaron que definitivamente ese sería el evento del año. La mansión del señor Hoover era inmensa, decorada con exquisito gusto y en cuanto cruzaron la entrada fueron recibidos por el señor Hoover mismo, quien se acercó gentilmente a saludarlos, tal como intentaba hacer con todos sus invitados. Era un hombre ya entrado en años, delgado, elegante y de modales impecables.

- Querida Jane, George, cuánto me alegra que hayan podido venir.- exclamó al ver a los señores Granger- Por favor, no me harán creer que esta encantadora jovencita es Hermione.

- Buenas noches, señor Hoover – saludó la castaña - desde luego que soy Hermione, hace mucho que no le veo. – replicó extendiendo la mano que el anfitrión se apresuró a estrechar.

- Cierto, ya varios años, veo que te has convertido en una joven muy hermosa y seguro que tan inteligente como siempre, ¿verdad?- inquirió el anfitrión amablemente.

Hermione sólo atinó a sonreír tímidamente, pero su padre respondió por ella:

- Por supuesto, señor Hoover, la primera de su clase cada año- exclamó orgulloso.

-No esperaba menos- indicó Charles Hoover- pero creo que ya los estoy entreteniendo demasiado. Por favor, están en su casa, pasen y diviértanse. En cuanto termine de recibir a los otros invitados, les presentaré a mi sobrina.

Y con un gesto de la mano, los invitó a unirse al resto de la gente.

George y Jane Granger reconocieron inmediatamente a unos amigos y hacia allí se dirigieron, seguidos de Hermione. Esta caminaba tímidamente, a unos pasos de sus padres y dirigiendo la mirada a sus manos entrelazadas al frente, como protegiéndose de las personas que la rodeaban.

En tanto la familia Granger se acercaba a aquel grupo, al otro extremo del salón un para de ojos seguían insistentemente cada paso que daba la castaña…

A la hora de haber llegado a la fiesta, Hermione se encontraba francamente aburrida. Era una chica madura para su edad y muy inteligente pero todas las personas del grupo en el que se encontraba, luego de dejar a sus padres con sus amigos, eran realmente mayores; cierto que sus conversaciones eran muy interesantes, pero después de largos minutos de escucharlos hablar, debía reconocer que encontraba la plática bastante tediosa.

Por si ello fuera poco, había empezado a sentir una ansiedad slgo extraña que hacía tiempo no experimentaba. Era la sensación de saberse observada. Aún no se había atrevido a buscar al dueño o dueña de esa mirada, porque había aprendido a ser cautelosa y no hacer movimientos bruscos cuando no sabía a qué se enfrentaba, sino a mantener la mente fría; así que después de inspirar profundamente volteó la cabeza con decisión pero con mucha delicadeza para saber quien era la persona que la veía con tanta insistencia.

Cuál no sería su sorpresa al encontrarse con unos profundos ojos oscuros y penetrantes que pertenecían a un hombre alto, de porte aristocrático, muy atractivo y que aparentaba no llegar a los treinta años; su cabello era de un tono similar al de sus ojos y en ese momento lo llevaba no muy corto y algunos rebeldes mechones llegaban a su frente.

Lo que más llamó la atención de Hermione, que no había podido evitar quedarse mirándolo con la boca ligeramente abierta, era que el hombre esbozaba una sonrisa algo sardónica dirigida a ella y de un momento a otro levantó la copa que llevaba en la mano a modo de saludo, para luego acercarse resueltamente hacia donde ella se encontraba.

Hermione había empezado a mirar disimuladamente para todos lados, como buscando una vía de escape que le permitiera alejarse de aquel lugar, pero por otro lado sus pies parecían haber sido firmemente sellados al piso con cemento sólido. En cuanto el hombre estuvo casi a su lado, recuperó el habla y se volvió para por lo menos fingir que tomaba parte en la conversación de sus acompañantes. El hombre no había dejado de mirarla un segundo, pero en cuanto llegó al grupo, se dirigió a un hombre mayor, el mayor de todos, en realidad, que parecía quien llevaba la charla.

- Henry, qué gusto verte, no esperaba encontrarte aquí, creí que estabas en Bruselas. – dijo el extraño con voz profunda. Hermione no sabía porqué pero esa voz le puso la piel de gallina.

- ¡Edmund, muchacho! ¿Cómo estás? Llegué ayer por la noche; y el sorprendido en realidad soy yo, ¿no que no te gustaban estas reuniones? – respondió el hombre llamado Henry.

- ¿Alguna vez dije eso? – Replicó con una sonrisa burlona Edmund- Si fue así no sé en qué estaba pensando; porque ahora veo que pueden ser tremendamente entretenidas y otorgar grandes satisfacciones.

- ¿Satisfacciones? ¡Vaya! ¿Acaso se trata de algún negocio en ciernes?- inquirió con curiosidad el hombre.

- En lo absoluto, Henry, me refería a otro tipo de satisfacciones; pero podremos hablar del tema en otro momento. ¿No vas a presentarme a tus acompañantes?- inquirió.

- Desde luego, ¿dónde están mis modales? Tal vez conozcas ya a Monsier Dafne y su esposa Lilia, - dijo señalando a una pareja de casi cincuenta años.

- Sí, ya tenía el gusto- indicó estrechando la mano del hombre y besando gentilmente la de la señora.

- Aquí tienes a Daniel y Christine Campbell, encantadores amigos que vienen desde Nueva Cork. – dijo Henry, respecto a una pareja de edad similar a la anterior, aunque aparentemente más amistosos.

- Un placer, - indicó Edmund, repitiendo el saludo anterior.

- Y para terminar, aunque no por ello menos importante, desde luego, te presento a la señorita Hermione Granger; hija de unos muy queridos amigos y extraordinaria en todo sentido.- expresó.

- No lo dudo.- respondió Edmund, al tiempo que tomaba con delicadeza la mano de Hermione y se la llevaba a los labios sin despegar sus ojos de los de la muchacha.- Encantado; creo que Henry anda algo distraído esta noche porque ni siquiera me ha nombrado. Edmund Lascelles.

- Mucho gusto, señor Lascelles- respondió Hermione, retirando su mano con suavidad y desviando la vista para romper el contacto.

Edmund sólo sonrió amablemente y con cierta ironía, para luego preguntar abruptamente:

- ¿Tendría la gentileza de concederme este baile, señorita Granger?

- Bueno, yo…- fue lo único que atinó a decir la castaña, a lo cual Edmund tomó su brazo suavemente para expresar con sorna:

- Tomaré eso como un sí, ¿nos permiten?- inquirió dirigiéndose al resto del grupo.

- Por supuesto. Vayan jóvenes a divertirse; no había reparada en que habíamos estado monopolizando a la pobre Hermione, perdónanos querida, pero tu charla resulta tan refrescante que hemos sido muy desconsiderados.- contestó a nombre de todos los demás el anciano Henry a lo que los otros tan sólo se limitaron a sonreír y asentir.

Edmund hizo una pequeña reverencia y sin soltar el brazo de Hermione la condujo a la pista de baile. Cuando la joven recuperó el habla se quedó firmemente parada sin hacer un solo movimiento dirigiéndose al hombre con seriedad y expresando:

- Disculpe, señor Lascelles, pero no recuerdo hacer accedido a bailar con usted.

- Tomé su silencio como una respuesta afirmativa; de ninguna manera pretendía imponerme, no me malentienda. Si lo prefiere puedo acompañarla de regreso a su grupo- expresó Edmund.

Ante una respuesta tan cortés, la chica dejó de lado su agresividad y para no aparentar ser una maleducada, cambió su gesto a uno más amable y dijo:

- Tiene usted razón, no pretendía ser descortés, perdóneme y me gustaría bailar con usted, claro.

- En ese caso, no perdamos más tiempo, acaba de empezar esta melodía, ¿me acompaña? - indicó extendiendo su brazo, el cual tomó la castaña con timidez, dejándose guiar al centro de la pista.

El hombre posó su brazo suavemente en la cintura de la muchacha; ella puso su mano en su hombro y con deliciosa lentitud empezaron a moverse al ritmo de la música.

Nota de la autora: ¿Y quién es él? ¿De dónde es? Yo también me lo pregunto, y algo me dice que esto va a resultar más complicado de lo que parece. Quiero enterarme, ¿y ustedes?