Capítulo 1: Después del esfuerzo

- ¡Concluye el programa libre! Y aún sin escuchar el veredicto de los jueces, estamos casi seguros de quien se alzará con la medalla de oro.

-Así es, pero antes de eso, comentemos la actuación de Nikiforov, de quien definitivamente esperábamos más. Supongo que aún no se recupera del incidente de hace cuatro años en el Gran Prix Final Junior.

-Eso parece ser, recuerden que se retiró cuatro años desde esa final y esta fue su reaparición. Aunque haya quedado en último lugar, seguiremos pendiente de sus próximas actuaciones. Ahora vamos a una pausa para volver a la gran premiación.

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Se encontró en la soledad de los vestidores. Allá afuera, los vítores eran ensordeceros. Los altavoces anunciaban a los flamantes triunfadores. Y lo único que quería era desaparecer de ese lugar y que jamás se le hubiera ocurrido la idea de regresar a la pista.

-Y la medalla de oro es para…

Se puso sus audífonos y dejo que la estridente música consumiera su interior, no quería escuchar cómo una vez más le iba a ser restregada en su cara una medalla más.

¿Cuánto se necesita para que un supuesto corazón fuerte pida a gritos que se detenga el martirio? No creía que soportar una derrota más. Antes de que el vestidor volviera a llenarse de los concursantes, la prensa y algún admirador afortunado, empacó sus patines, su vestuario y todo el equipo. Se puso la chaqueta y se amarró una bufanda verde. Buscó el disfraz de sus ojos azules, unos lentes oscuros. Así nadie se percataría de que estaba ahí y podría evitar el obvio cúmulo de preguntas que tenían los reporteros.

Sí, había fallado monumentalmente. El programa corto fue mediocre y el libre un completo fiasco. Y no porque fueran malos por sí solos. Eran preciosos. Pero la ejecución fue pésima. No clavó ningún salto. Aterrizó mal en la mitad de ellos. Bufó cuando salió al lobby del estadio donde se encontraba la pista. Usó la mayor discreción con la que contaba y esquivó a todos los presentes, sin que le prestaran mucha atención.

Se paró en seco cuando vio que sus entrenadores subían las escaleras, murmuraban entre ellos y buscaban por todo el lugar algún rastro de su aprendiz. Pero tampoco quería toparse con ellos por ahora. Sabía que, si le llegaban a decir que no importaba el resultado, sino todo el esfuerzo que había puesto para llegar al Grand Prix Final, sucumbiría a las lágrimas. No quería ver sus rostros aparentemente felices, y la decepción y tristeza pintada en sus ojos.

No quería. Ya no quería nada.

Salió lo más rápido que pudo del lugar. El helado viento de Quebec le causó terror cuando voló el gorro de su chaqueta y dejó al descubierto la coleta en la que sujetaba su platina cabellera. Los gritos de los aficionados no se hicieron esperar y pronto vio a un enorme conjunto de personas correr hacia donde estaba. Lo último que vio antes echar a correr hacia un taxi fue la mirada de preocupación y reconocimiento de sus entrenadores. Les hizo un asentimiento y salió de ahí lo más rápido que sus cansadas piernas le permitieron.

Para su fortuna, el conductor del taxi no la reconoció cuando pidió que la llevara al Auberge Saint-Antoine by Relais & Châteaux. En la radio sonaba un bonito clásico de Sinéad O' Connor, una de sus cantantes. Su voz le dio un poco de tranquilidad, pero se le esfumó de nuevo cuando, al terminar la canción, el locutor fue a una entrevista desde la pista de patinaje Pavillon de la Jeunesse.

-A unos minutos de que concluyeran las competencias, fuimos testigos de una peculiar escena en el recinto. La joven promesa Nikiforov abandonó la pista sin conceder una sola entrevista. Preguntamos a sus entrenadores y se excusaron diciendo que el estrés y el impacto de sus bajos resultados son la causa de que no se sienta en condiciones de hablar. Aunque prometieron su presencia en el banquete, muchos insisten en que no asistirá. Ahora volvamos con la medalla de oro…

- ¿Podría apagar la radio, por favor? - pidió antes de que los nervios le estallaran la cabeza- Lo siento, es que, no me siento del todo bien.

-Probablemente sea por la inusual cantidad de gente. Dicen que batió records de espectadores.

-Sí, me pareció escuchar eso- resopló. Perfecto, todo el mundo había sido testigo de su fracaso. No dijo nada en todo el viaje y solo se concentró en observar como a cada minuto nevaba con más fuerza. Mandó un mensaje a sus coaches para que volvieran al hotel antes de que los caminos fueran intransitables por la capa de nieve.

Tuvo un extraño sentimiento cuando en el hotel recibió felicitaciones por el esfuerzo que había mostrado en la pista. No pudo ni decir gracias. Se inundó del pensamiento que tuvo desde los vestuarios. En verdad, no se había esforzado a pesar que de que lo que más quería era ganar. Aún no encontraba la manera de competir en la forma en que ella quería.

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- ¡Nikiforov! ¡Nikiforov! - un par de ojos castaños habían buscado al par azul por todo el recinto en cuanto la competencia terminó. Cuando los vio subir a un taxi, quiso llegar a ellos, pero sus entrenadores se lo prohibieron, diciendo que era preferible darle un momento de soledad para recuperarse de los resultados.

Pero ahora que estaban todos reunidos en el hotel, podía buscar hasta encontrar sin que nadie se lo impidiera.

- ¡Nikiforov! Abre la maldita puerta de una vez- gritó cuando llegó a la habitación.

-No, ya vete. ¿Qué acaso no tienes una fiesta para celebrar tu aplastante victoria? - contestó alguien desde el interior.

-Sí, pero quiero que estés conmigo. Tú también debes festejar, llegaste hasta aquí.

-Sí, llegue hasta aquí a hacer el ridículo mundial- abrió la puerta para decirle que dejara de insistir, pero antes de decir una palabra, la persona ganadora de la medalla de oro ya había entrado al cuarto y comenzado a hurgar en sus maletas.

-Deja eso, no iré. Además, no socializo como tú. Me la pasaría en la mesa bebiendo champagne y esperando a que termine.

-Cosas locas pueden pasar por solo socializar con las botellas de champagne- volvió a la vista hacia la puerta, donde uno de sus entrenadores tenía una sonrisa burlona, mientras que parecía que el otro iba a explotar de la vergüenza.

-Moriría por escuchar la historia otra vez, papá. Pero tengo que volver al cuarto a arreglarme- contestó la chica de ojos castaños y cabello negro y largo- Victoria, ni siquiera pienses en no bajar. Te daré una hora.

Victoria se vio sola con sus entrenadores, aunque en la intimidad de esa habitación en el último piso, prefería pensarlos más como sus padres. Mientras Yuri (o papá o mamá o como se diera la ocasión para llamarlo) se sentaba a su lado, ella no despegó la vista de los ojos de su papá, idénticos a los suyos. Victoria era el fiel retrato de Víctor. La genética se había tomado muy en serio lo de "dos gotas de agua". Aunque en su manera de ser, Victoria tendía a ser más parecida a Yuri. Yukie, su hermana gemela, era todo lo contrario. Era muy vivaz y parecía que su alegría no tenía fin, con el continuo atrevimiento que caracterizaba a Víctor y con la ternura de Yuri. Yukie era como escuchar a los dos en el cuerpo de Yuri versión mujer.

-El banquete no debería perderse tu presencia, Victoria- alentó Víctor mientras sacaba del armario un vestido de corte imperio rojo y lo depositaba en las manos de su hija.

-Podemos hablar largo y tendido de esto cuando volvamos a Hasetsu. Hoy puedes bajar y tratar de pasarla bien- dijo Yuri, dándole un beso en la frente, antes de salir de la habitación- Si estás dispuesta a ir, bajaremos en media hora. Haz lo que te parezca mejor.

Odiaba cuando hacían eso. Con sencillas palabras podían convencerla de saltar de un edificio, si era necesario. Tomó el vestido en sus manos y le dirigió una mirada gélida. Aún recordaba que había salido a comprarlo con su hermana, su abuela, su tía, su maestra de ballet y con Yuko. Todas las mujeres de la familia se habían esmerado en que las gemelas se vieran preciosas para la noche en la que, todos confiaban, ambas estarían en el podio. Que equivocados. Al final solo Yukie fue la que subió y sonrió con la medalla de oro colgada en su cuello. Después de intentarlo por cuatro años, tal vez era justo para ella haberlo conseguido.

El tono de su celular la regresó a la realidad y el rostro sonriente de su querida abuela apareció en la pantalla.

-Abuela…

-Victoria, todos aquí queríamos hablar contigo para felicitarte. Estuviste bellísima.

-Yo… gracias. Sé que no lo hice bien, pero se los agradezco- Victoria no quiso extenderse, porque un nudo en la garganta amenazaba con mandar al diablo el esfuerzo que había hecho por no llorar.

-Diste lo mejor que pudiste y llegaste hasta ahí. A pesar de tu problema eres de las seis mejores en el mundo. Estamos muy orgullosos de ti- escuchó decir a Minako, pero después no escuchó nada, más que sus propios sollozos- Victoria, ¿estás bien?

-No, pero voy a estarlo. Gracias a todos. Nos vemos en unos días- y colgó. Si había algo que no toleraba, además de perder, era que los demás vieran en ella debilidad, que necesitaba que fuera protegida. Y aunque en ocasiones eso quería, prefería que los demás la percibieran como alguien fuerte.

Y alguien fuerte, a pesar de haber quedado en último lugar de la competencia más importante de su vida, habría tomado el vestido, se habría arreglado lo más linda que podía, se habría calzado las zapatillas y habría salido a dar la cara. Y así, en menos de 20 minutos, ya estaba frente a la habitación de su hermana, en donde también estaban sus papás.

-Yukie, ya estoy lista- dijo mientras tocaba la puerta. Inmediatamente, su hermana la recibió con una enorme sonrisa y los ojos resplandecientes de emoción.

-¡Qué hermana tan bonita! Temí que no fueras, pero luego pensé que no dejarías pasar la oportunidad de imponerte. Pasa, ellos también ya están casi listos.

Como siempre, había alguna manera en la que sus padres podían sacarle una sonrisa. Víctor y Yuri discutían al fondo de la habitación por una de las corbatas que usaba Yuri. Al parecer al ruso no le agradaba lo que estaba usando, pero el japonés defendía su derecho a usarla, dejando de lado la amenaza de quemarlo.

-Siempre quieres quemarla y no sé qué problema tienes con ella.

-Vamos, Yuri. ¿No hay manera de que te convenza? - Víctor tomó a su esposo de la corbata y lo jaló para que quedara casi pegado a sus labios.

- ¡Hey! -interrumpió Yukie, con Victoria a su lado tratando de disimular una risa- Por favor, busquen su propia habitación. Solo vámonos.

-Ok. Vayamos ya- asintió Víctor. Cuando sus hijas salieron y tuvo un diminuto momento a solas con Yuri, lo tomó por la barbilla y le dio un delicado beso- Después de veinte años aún te gusta contrariarme.

Las mejillas de Yuri se sonrojaron al hacer un rápido recuento de todas las veces en las que se oponía a lo que decía Víctor. Sonrió cálidamente y dejó un beso en la mejilla de su pareja.

-Desde el primer día

¡Hola a todo aquel que haya pasado por aquí! Primero, muchas gracias por tomarse el tiempo de leerme y aceptaré gustosa todos sus comentarios acera de este primer y algo corto capítulo. En realidad, soy algo nueva en fics más realistas, pero quiero poner en este un poco de "ficción". Trabajaré más adelante con Mpreg, y de hecho me gustaría saber sus ideas respecto a esto. Como pueden ver, me encanta la pareja, y una vez que vi el capítulo 10 decidí hacer la historia. Espero que les agrade, la sigan y me dejen sus comentarios. Las actualizaciones serán seguidas, aunque con episodios cortos, pero eso ya lo irán viendo conforme avance la serie. De nuevo, gracias por leer y nos vemos en una próxima actualización.