Pones la música a todo volumen. Pero no es suficiente. Aun así escuchas su voz en tu cabeza. Cierras los ojos, pero es en vano. Aun así puedes ver claramente sus ojos esmeraldas brillando.
Lloras, pataleas. Pero no vale la pena. Él no está aquí. Te empeñas tanto en convencerte de que no sientes nada que ahora te lo has terminado creyendo. Insistes en que solo lo ves como un amigo. Y es cierto. ¿O no?
Esperas, esperas. Pero no vale la pena. Te consume lentamente. Porque cada vez que lo ves, solo quieres abrazarlo. Porque darías lo que fuera por perderte en sus ojos esmeralda.
Te tiras al piso. Flexionas las piernas y las rodeas con los brazos. Buscas algún sitio cálido donde llorar. Todos los demás llegan a la cabaña. Y te preguntan. ¿Te sucede algo? ¿Te sientes bien? ¿Alguien te hizo algo?
Pero no quieres hablar. Solo quieres estar sola. O mejor, estar con él. Te espantas de tanta gente. Sales corriendo, huyes. Y te diriges a su cabaña. Tocas la puerta. Y ahí está el. Te sonríe, te abraza, te consuela. Te lleva adentro. Os acomodáis en la cama recostados contra la pared. Apoyas tu cabeza en su hombro.
Y por un momento todo está bien. Por un momento si vale la pena. No te importa saber que a él le gusta la pelirroja. Y en cuanto lo piensas , los ojos se te humedecen, y quieres llorar. Lo miras a los ojos, y él te ve desconcertado. Sales corriendo , y él se queda con una cara de idiota total, intentado comprenderte. Pero no lo hace. Llegas a tu cabaña.
Pero no vale la pena. Te acuestas, te tapas con la manta. Te echas a llorar. Y entonces lo admites. Bajito, lo murmuras. Y solo la luna es testigo de tus palabras.
Te gusta, es más te encanta. Mueres por él y estas coladita por Percy Jackson.
Annabeth Prior
