Hi!
Sé que me he ausentado mucho , y las razones están abajo, ahora nos leemos.
Winx Club no fue mío... ni lo es, ni lo será.
Riven y Sky entraron por lo que parecía ser la millonésima vez en su apatamento. Todo estaba igual. Los dos escritorios en frente de las incómodas camas, sobre las cuales se hallaban las estanterías que sostenían libros, fotos y algún que otro juguete. Ni siquiera las cenicientas cortinas que se movían con el viento cambiaban la habitación en una mínima diferencia, pues el príncipe no tardó en cerrarlas. Riven miró a su alrededor, esperando ver algo inexistente, algo distinto. Pero su deseo no llegó. Hasta la última mota de polvo estaba en su adecuado sitio.
No sabía que esperar ya. Sky dio una excusa, la cual su compañero calificó como falsa, pero que sirvió para que se ausentase un fin de semana. Y eso fue suficiente. Tras el oxidado ruido que anunció que la puerta estaba cerrada, su pensamiento se materializó. Sabía lo que le esperaba, y fue algo masoquista penar que no lo quería, pero se negaba a suplicar a su amigo. De repente, la noche cayó como un ave al cortarle las alas: sin darle tiempo a huir, ni si quiera una leve oportunidad.
De todas maneras, era curioso, inexplicable y en cierto sentido arriesgado. Subió la mirada y ahí estaba. Sus ojos brillaban con la luna, como unos que te miran desde la negrura de la noche, intimidandote. Su indescifrable y curiosa expresión facial, que no podrías distinguir si iba a matarte o a abrazarte. Estaba sentado en cuclillas sobre la barandilla de la ventana. La larga cabellera azabache ondeaba con el viento, tras la cual se podía distinguir una guadaña y una capa negra hasta el piso.
-Vete- Él permaneció impasible ante el ruego del especialista, simplemente ladeó la cabeza.
-Llevo viniendo aquí por meses y ahora pareces tenerme miedo- Riven observó como levantaba levemente el rostro para descubrir una cara pálida, incluso fantasmal.
Él era Helia. El esquelético ángel negro. El héroe lo conoció un Domingo frío de Enero, cuando practicaba solo con su espada. Recordaba la sorpresa al verle entre las gradas con su inexpresiva faceta ahora conocida. Al percatarse que había sido descubierto, Helia dio un largo salto, acabando de rodillas en frente de él. Le miró a los ojos, prácticamente compuestos por tonos grises y negros. Su sonrisa creció el blanco lienzo que tenía como cara, dejando ver unos perlados dientes, semejantes a colmillos.
No fue hasta la cuarta vez que le explicó su motivo de estar aquí cuando Riven la entendió. Helia procedía del "más allá". Según él, no se llama así, pero su nombre es tan bello que no existe hombre en la Tierra capaz de pronunciarlo. Cada ángel allí tiene una función. Y la de Helia era causar las pesadillas de los vivos.
-Y, si lo que tú dices es cierto, ¿por qué lo ángeles no vienen aquí?
-Les dais asco. Y no mentiré, a mi también me lo dais. Solo vine a por un poco de diversión. Y verte solo me recordó a las pesadillas que suelo crear.
Helia Lonen. Así se llamaba. A pesar de que había insistido un par de veces, se negaba a contar su historia a Riven. Sus encuentros no prometían mucho, simplemente el especialista se dedicaría a observar mientras Helia le preguntaba y cotilleaba cosas.
Volviendo al presente. Ahora era Riven el espectador de como su "amigo" (si se le puede llamar así) revolvía sus cajones curioso en busca de algo probablemente inexistente.
-No sé por qué ustedes los vivos sois así- Riven le miró si comprender.
-No entiendo.
-¿Por qué el suicidio?- Helia le miró curioso.
Abrió los ojos, sorprendido de que su compañero lo supiera. Pero era cierto, fueron ya varias veces las que, en un lugar de su mente, la idea de la muerte le podía prometer más beneficios que la vida... o eso era lo que decian sus pesadillas.
- Soy el controlador de las pesadillas. Tú tuviste una pesadilla. Con lo cual yo me enteré de tu pesadilla- Helia parecía estarle enseñando el silogismo y vacilándole a su vez.
-Ojo por ojo. Yo te cuento el por qué y tu me cuentas tu pasado.- El chico vivo le propuso.
El ángel se lamió los labios, que el mismo se había ocupado de mojar y empaparlos de azúcar de un sobre escondido entre los cajones. Riven lo observó mirar a la luna, sonriendo melancólica y abandonando su desentendida faceta; juró que, al tirar un cuchillo al aire, la tensión podría cortase.
-Yo no pierdo nada. ¿Qué piedes tú?- Las palabras de Helia se soprendieron
Confundido, miró fijamente a sus ojos de su acompañante, que tenía la mirada perdida en la nada.
El muerto, por su parte, parecía haber sido visitado por los fantasmas del presente el pasado y el futuro. Sabía que si le contaba su historia a Riven anudaría los lazos entre ellos. Y no sabía si eso era bueno o malo. Desvió la mirada hacia su, probablemente, futuro amigo que ahora observaba la noche. Una carcajada confundible con un suspiro fue el único sonido que llenó la habitación por parte de Helia.
-No entiendo lo que quieres decir.- Riven confesó.
-No quería que lo entendieses- Retomó su personalidad habitual, bipolar con la que se reconocía al ángel.- Sin embargo, será un placer pactar contigo.
Una suave sonrisa se formó en los labios de Riven, que fue borrada cuando el muerto volvió a hablar.
-Aunque, antes de nada, también sé el futuro de las personas. Incluyendote a ti. No te puedo confesar nada... lo único que puedo decirte es que esta será la última noche de tregua... Tifón. En el más allá sn dos mis cargos: las pesadillas y el futuro.
Seguía sin entender, pero sabía que no se lo contaría.
-Como quieras... Zeus- Esa última palabra escapó de los labios de Riven sin pasar antes por su mente.
Bueno, ya comenté que estaba pensando en deja de escribir, y fue opción pero finlmente decidí que no. A parte, he estado de exámenes. Esta es una historia de como Riven y Helia se conocieron. Estimo que serán uno capitulos.
Por último, repetir que Demasiado tiempo de espera va a ser borrada. En el próximo capitulo hablaré mas.
Nos leemos pronto!
