1-Encuentro.
Era de noche. Una noche fresca con un viento leve, al menos en la playa por la que paseaba una silueta negra. La silueta de Eris, la diosa de la discordia. Paseaba con aire de odio, como es usual, llevaba su manzana dorada colgando de su cintura que formaba parte de su figura delgada, con un vestido negro simple que se convertía en niebla a sus pies. Sus ojos dorados resaltaban entre su pelo negro y piel azulada.
De pronto la diosa alzó la vista y miro a la Luna con ira. Odiaba las noches de Luna llena, cuando su luz brillaba tanto que encandilaba. Cuando esa luz acariciaba su piel, podía sentir al hombre de la Luna, alguien a quien ella había soñado tantos años con conocer y sin embargo nunca sucedió. Él le había otorgado la inmortalidad y al hacerlo le dijo cuál era su nombre. Ella se sintió tan llena de dicha creyendo que la oportunidad de una segunda vida significaba que tenía algo importante que cumplir. Entonces esperó anhelando saber cuál era su misión. El tiempo pasaba, los meses eran años, los años siglos, y ella solo podía estar ahí sin saber qué hacer. Cuando el mismo hombre que le había otorgado la inmortalidad trajo a esos guardianes ella se sintió engañada. Aún con su arduo deseo de seguirlo, él eligió a otras personas. Desde entonces su piel se hizo azul, sus ropas negras y la manzana que sostenía desde que revivió se llenó de odio.
Sin embargo, el hombre de la Luna si tenía planes para ella. Una tarea muy importante que se suponía llevaría a cabo luego de que los guardianes nacieran, pero cuando ella se convirtió en la diosa del odio, él decidió esperar. Esa misma noche, cuando ella lo miro como no hacía en siglos, sintió que quizá aún podría cumplir con la tarea que él tenía pensada, quería creer que la mujer bondadosa que él resucitó seguía con vida.
Eris notó que de pronto la Luna emitió un brillo más tenue, más y más hasta que consiguió toda su atención. Entonces una estrella que estaba a su lado brilló aún más para luego convertirse en un rayo de luz que cayó al mar frente a ella.
La mujer se sorprendió mucho, miró al cielo de nuevo y vio que la estrella realmente desapareció del lado de la Luna. Entonces en el mar una figura se elevó.
Era una chica.
Se sentía mareada y extraña, como si hubiese caído kilómetros y kilómetros a gran velocidad. De a poco abrió los ojos y vio frente a ella una hermosa y brillante Luna. Parpadeó varias veces por su brillo y luego, pasó sus manos por sus ojos para ayudarse a despertar bien. Apoyó sus manos en el suelo y la sensación fue muy extraña. Era la primera vez que sentía la arena. Era tan áspera, pero la forma en que los granos se movían con su tacto era divertida.
Levantó su torso y miro alrededor. Era una larga orilla de arena, por un lado tenía un inmenso mar y en el otro comenzaba una selva muy oscura que era en mayor parte piedras gigantescas, pero que emitía muchos sonidos que le provocaban gran curiosidad. Se levantó con la intención de ir a ver pero sus pies la traicionaron y cayó a la arena.
-Ah, ¿estás bien?- preguntó una voz femenina. Entonces volteó y vio a una mujer muy hermosa con un cabello muy gracioso que no dejaba de moverse y unos hermosos ojos brillantes.
-Sí- respondió y la mujer la ayudó a pararse.
-¿Qué estabas haciendo afuera, hija?- dijo la mujer con cierto reproche. La chica se sorprendió y la miró confundida.
-¿Hija? ¿Es… ese mi nombre?-
-¿De qué estás hablando?- la mujer la miro sorprendida.
-Es que, creo que me golpeé o algo, y… bueno, realmente no recuerdo nada- dijo sonriendo tímida y esperando que no se enojara, aunque no sabía exactamente por qué lo haría.
-Ay mi niña. Ven adentro-
Eris llevó a la niña a una pequeña cabaña que estaba cerca. Le explicó que ambas eran espíritus, ni muertas ni vivas, que ella en realidad no era su madre biológica pero que había cuidado de ella por años. Pero la chica comenzó a cuestionar cuando su madre le dijo que ella nunca dejaba su casa.
-Es por tu bien, querida- decía la mujer –Siempre volvías muy deprimida cuando salías y nunca conseguías que los vivos te vieran-
La chica se sorprendió y entristeció mucho con esto.
-¿Nadie… puede verme?-
-Lo siento pero así es. Los mortales no pueden vernos, y no existe ningún otro espíritu con poderes como nosotras-
En esta parte la chica se sintió mal pero luego algo la alegró.
-¿Yo… tengo poderes? ¡¿De qué tipo?!- preguntó emocionada.
-Ah, bueno, pues. Controlas el viento, claro. Y con él, casi todo-
-¿En serio? ¡Es increíble! Pero… ¿Y tú, madre?- La mujer sonrío.
-Los necesarios para protegerte- respondió acariciando su rostro –Bueno, tengo que salir un momento. Diviértete, pero no te lastimes más-
-¿Qué vas a hacer?- la mujer se paró, con una expresión de cansancio, estaba empezando a hartarse de esa niña preguntona.
-Voy a buscar comida, regresaré enseguida- dijo amablemente volteando –Cuídate bien, Jane- pidió Eris antes de salir de la habitación con una sonrisa maliciosa.
La chica volteó sorprendida y luego sonrío al escuchar su nombre. En cuanto su madre se alejó, Jane notó que dentro del lugar en el que estaba había un gran espejo. Se acercó a él para verse a sí misma.
Su cuerpo era pequeño y delgado. Su cabello negro era abundante, llegaba hasta cerca de su cintura y se separaba formando algo similar a dos olas de mar. Su piel tenía un tono muy blanco. Su ropa era una camiseta de gasa roja muy floja y llena de pliegues, con una cinta dorada que ajustaba su cintura, un pantalón negro que no llegaba a sus tobillos. Pero se detuvo un momento a contemplar sus ojos con mayor atención. Su color blanco tenía pequeños reflejos azules junto a sus pupilas que se movían, lo cual le resultó muy divertido. Aplaudió contenta y los observó un rato más riéndose de ello.
Luego un rayo de luz la molestó un momento, pero ya no era luz de Luna. Era el Sol. La muchacha se asomó a una ventana para verlo bien y se apoyó en el borde sonriendo. Era muy lindo. Se quedó un rato contemplándolo hasta que de a poco cerró los ojos y se durmió.
En otra parte bastante lejana del mundo se encontraba Jack Frost. Volaba sobre la ciudad para que todos recibieran sus fuertes pero agradables ventiscas que traían varios copos de nieve consigo. Luego de un rato se detuvo y fue entonces que los niños comenzaron a salir a jugar. Algunos grupos de niños armaban diversas figuras con la nieve recién caída o sobre ella. Mientras que los demás paseaban en sus trineos o se arrojaban nieve entre ellos. Todo normal.
Los observó de lejos y le daba cierta nostalgia. Ahora que las nevadas eran un trabajo para él, llevaba un buen tiempo que no se unía a una buena pelea. Estaba a punto de bajar para jugar con los niños que estaban en medio de una guerra de nieve bastante intensa y con muchos jugadores; pero entonces miro al cielo y vio la aurora boreal, la cual ahora también era un mensaje para él. Miro a los niños por última vez y luego se unió al viento para volar hasta el Polo Norte.
Cuando llegó al enorme hogar de Santa Claus, siendo como es hizo su camino a paso lento, deteniéndose en cada cosa que le llamaba la atención y que los Yetis construían con tanto esmero. Hasta que finalmente dejó de divertirse con los juguetes para regalar y llegó al salón donde ya todos estaban reunidos.
Los cuatro guardianes voltearon a verlo cuando llegó.
-Hola- saludó con entusiasmo. Se preguntaba qué pasaría ahora que él podía ayudar, quizá podría volver a meterse en una buena pelea.
-Llegas tarde- reclamó Conejo.
-Ah vamos, no pueden culparme. El taller es muy entretenido- reclamó sonriendo.
-Por supuesto que lo es- dijo Norte –Pero la aurora boreal significa algo serio, Jack-
-Ya, ya- respondió, en tono de disculpa. Y Sandman levantó el pulgar diciendo que estaba bien.
-¿Qué fue lo que pasó, Norte?- Preguntó inquieta el Hada.
-No me digas que tiene que ver con Pitch- dijo molesto Conejo.
-No, no. No tiene nada que ver con él- respondió Norte haciendo gestos con las manos –El hombre de la Luna habló conmigo- Todos los otros prestaron especial atención ahora –Pero fue algo confuso. Lo único que hizo fue mostrarme la imagen de una chica. Al parecer es un espíritu que nació hace poco, pero no dijo nada más-
Sandy hizo algunos dibujos con su polvo y Tooth coincidió.
-Exacto, ¿Estás seguro que no es una nueva guardiana?- preguntó dulce pero seria.
-No, no. Estoy seguro de eso. Pero debemos encontrarla de inmediato, y tal vez ella sepa decirnos que tiene de especial-
-Si el hombre de la Luna no dijo nada, tal vez es que no tiene nada de especial. Seguramente fue sólo un error que la vieras, lo que significa que podemos seguir con nuestras tareas habituales- reclamó Bunnymund.
-No seas tonto, Conejo. El hombre de la Luna no comete errores ni tampoco mi panza- dijo Norte poniendo sus manos sobre la misma- Si él me la mostró debe haber una razón muy importante y debemos encontrarla-
-Bueno, y ¿cómo la encontramos si nosotros no la vimos?- cuestionó Jack.
-Oh, no es necesario. ¿Conoces a todos los espíritus que existen? Solo busca a una chica que no hayas visto nunca- dijo alegre Norte.
-Sí, pero podrías ser más específico- reclamó Conejo.
-Ah bueno, pues, es pequeña, muy linda, y… ¡Ah! Su cabello es muy largo- exclamó Santa Claus. El conejo de pascua suspiró y los demás sonrieron.
-Supongo que tendremos que conformarnos- señaló Jack.
-Bueno, creo que será más rápido si nos separamos. De todos modos no hay peligro alrededor- señaló Bunnymund.
Norte coincidió –En efecto, trataremos de hacer esto rápido, ya falta poco para Navidad- entonces le asignó a cada uno cierta zona del mundo y luego se dirigió hacia otra habitación para llegar a su trineo, mientras que Tooth, Sandman y Jack salieron volando en distintas direcciones, y el Conejo pisó el suelo para abrir uno de sus túneles.
A Jack le había tocado China que ahora estaba en invierno, sin embargo al terminar allí quiso seguir buscando, tenía el presentimiento de que estaba cerca. Se desvió tanto que llegó a Tailandia, en donde hacía considerablemente más calor. Iba a alejarse de ahí ya que no le gustaba el clima cálido, pero entonces miro al horizonte y recordó algo. Una noche él estaba en una ciudad cercana creando ventiscas cuando vio un resplandor extraño que parecía haber caído al mar, pero como le dio mucho calor al acercarse solo a la selva, decidió no darle importancia. Pero ahora sí le parecía que podría ser importante, así que superó su capricho y voló sobre toda la selva.
Cuando llegó a la playa miro alrededor y vio una pequeña cabaña. Se acercó a ella pero al ver adentro no había nadie. Entonces escuchó ruido en el agua y volteó. Vio un bulto color extraño moviéndose, era rojo mezclado con negro y se acercaba a la orilla. Miro curioso hasta que de pronto este se elevó fuera del mar y una chica salió echando la cabeza hacia atrás para dar un buen respiro.
A Jack le llamó mucho la atención como ella había salido mojada, pero toda el agua que la cubría en ropa, cabello y piel volvió al mar dejándola seca como estaba antes de meterse. Eso fue extraño; "Definitivamente ella no es una humana". Entonces la chica caminó hacia delante pero tirando su pelo sobre su cara para luego peinarlo hacia atrás de nuevo, mientras reía divertida.
Fue recién en ese momento que vio a Jack y se sorprendió. Nunca había visto un humano. Bueno, no en lo que recordaba.
-Que extraño. Nunca viene un humano por acá- dijo ella. Jack se confundió, fue como si hablara de él pero no con él.
-Hola, ehm…- saludó, pero Jane volteó hacia atrás confundida y cuando lo miro de vuelta dijo para sí.
-¿Estará practicando algún discurso?- se preguntó. Jack se sintió cada vez más raro.
-No, yo… te estoy hablando-
-Vaya parece que está loco- Jane siguió hablando con ella misma y él comenzó a enojarse.
-No, estoy hablando contigo- señaló.
"Los mortales no pueden vernos" las palabras de su madre sonaban en su cabeza así que le seguía pareciendo extraño porque este chico parecía verla.
-Será mejor que lo deje solo- concluyó ella alejándose temerosa.
-¿Qué? Oye, la que está loca eres tú. Ya te dije que estoy hablando contigo- exclamó enojado.
Jane abrió los ojos, lo miro fijamente, caminó hacia él hasta que tuvo su rostro muy cerca. Fue entonces que Jack notó lo extraños que eran sus ojos.
-Tú… ¿Puedes verme?- preguntó ella.
-¿Qué? ¿Piensas que soy un humano?- le preguntó él aún distraído con sus ojos, y ella se sobresaltó, alejándose de vuelta.
-¡Ah, me estás respondiendo!- exclamó sonriendo.
"¿Qué es lo que le pasa?" se preguntó él. -¿Nunca hablaste con otro espíritu?- le preguntó.
-¿Otro espíritu? ¿Tú eres un espíritu como yo?-
-Eres realmente nueva en esto, ¿no?- cuestionó Jack para luego ofrecerle su mano –Ven conmigo y te explicaré todo-
Jane lo observó dudosa y asustada usó su poder para empujarlo -¡Estás mintiendo!-
Jack salió disparado hacia atrás hasta chocar con un árbol. Cuando intentó moverse notó que estaba siendo atado con lianas.
-¿Qué? ¡Suéltame!- exclamó enojado.
-¡No! ¿Qué pensabas exactamente? No existen otros espíritus como yo, eso es imposible- comentó Jane acercándose sigilosa.
-¿De qué estás hablando? Existen muchísimos espíritus como nosotros, todos con habilidades diferentes- intentó al menos extender su mano para recuperar su cayado, pero cuando lo hizo Jane usó el viento para meterlo a la cabaña sin que pudiera salir.
-Oh, por supuesto. ¿Y tú a qué viniste?- sonrió con la seguridad de que descubriría su mentira.
-Vine por que el hombre de la Luna nos mandó a buscarte-
Jane lo miró sorprendida -¿El hombre de…? Espera, ¿Nos? ¿A quiénes?- preguntó.
-A mí y los otros guardianes- respondió mientras seguía tratando de zafarse. Ella lo miro intrigante y volvió a acercarse como antes, y como antes, Jack se distrajo por sus extraños ojos.
-¿Es verdad que eres un espíritu?- preguntó seria y amenazante.
-¡Ya te dije que si! Escucha, mis compañeros y yo solamente queremos que vayas con nosotros para preguntarte algo y listo-
-¿Preguntarme qué?-
-¡No lo sé! ¿Puedes soltarme ya?-
-No- respondió y Jack suspiró –Si eso es verdad... vas a llevarme con ellos, sin tu cayado. Cuando vea que no estás mintiendo, entonces te lo devolveré-
Jack la miró furioso. Jane tuvo algo de miedo, pero si de verdad existían otros espíritus, no iba a dejarlo ir. Llevaba una vida muy solitaria y estaba harta de ella. Quería alejarse de allí y conocer a otros como ella, que la aceptaran y la tomaran como parte de ellos. Si el chico que estaba frente a ella decía la verdad, entonces su sueño podría dejar de ser un sueño.
Jack notó algo de tristeza en los extraños ojos de esa chica. Suspiró y decidió.
-De acuerdo. Pero cuando los veas me lo devuelves- aclaró.
-¡Siiiiiiiiiii!- gritó la chica antes de correr dentro de la selva.
-¡Ey, EY! ¡SUÉLTAME!- reclamó Jack, y entonces ella volvió con él.
-Je je- rió tímida- lo siento- se disculpó y se arrodilló a su lado para soltarlo. Mientras lo hacía, él la miró fijamente. Lo cierto es que no tenía idea que conclusión podía sacar de esa chica. Parecía tan… tonta. Se emocionaba fácilmente y de la nada gritaba, se ponía triste o lo golpeaba para atarlo. Realmente le parecía extraña y esperaba que no fuera una guardiana más adelante.
-Ah, me llamó Jane. ¿Tú?- preguntó con su enorme sonrisa.
-Jack… Frost- respondió levantándose ahora que era libre.
Cerca de ellos, escondida entre los árboles. Eris observó toda la escena atentamente. Ella había decidido que si Jane iba a ayudar a los guardianes, definitivamente no lo haría mientras ella pudiera evitarlo. Por otro lado, Jack Frost fue el guardián que derrotó a Pitch Black. Quizá su "hija" podría hacer algo más que ser inútil, pensó para sí.
