Ten cuidado con el amor

Hessefan


Disclaimer: One Piece no me pertenece. ¿Sorprendidos? Seguro que no.

Prompt: Evil Plot Raven #3, Prompt #2 [Fandom Insano].

Advertencias: Ubicado antes de Punk Hazard, pero con spoilers del manga. Sin embargo, dado mis tiempos de publicación, lo más probables es que para cuando leas esto ya hayan contado en su totalidad la historia de Sanji en el animé. No son spoilers muy significativos, hablo poco y nada del pasado de él, hay alguna que otra mención a la madre y ya… pero aviso por las dudas.

Notas: Es un one shot que simula ser un two-shot; pero prefiero publicarlo así porque la segunda parte me dio muchos dolores de cabeza y quiero pulirlo un poco más.


TWO SHOT


«Quién puede enterrar para siempre todas esas cosas muertas que llevamos dentro de nosotros»


Era una noche muy cerrada, de una oscuridad tan espesa que hasta el aire se percibía pesado. La luna se ocultaba tras unas nubes tan negras como el mismo firmamento. Incluso el mar había adquirido una tonalidad más opaca de lo usual.

Cada ola parecía un auténtico monstruo marino que empequeñecía a los que consigo arrastraba. Solo se podía oír el incesante vaivén de todo lo que en el barco andaba a la deriva, desde objetos a tripulantes.

Las luces del Thousand Sunny se encontraban apagadas en su totalidad. También iban y venían, como siguiendo la cadencia de las olas. A veces se escuchaba el chisporroteo de la corriente, que luchaba por no sucumbir bajo la tormenta.

Sanji detuvo unos segundos parte de su labor, comandada por la navegante, solo para admirar esa apabullante magnificencia. No podía ver a sus compañeros, aunque los suponía trabajando a contra reloj; las voces de los mismos se lo confirmaba y le daba una idea más o menos acertada de la ubicación.

La tormenta pronto acabó, pero sabían que en el momento menos esperado y sin aviso, volvería. El Sunny del mismo modo ganó esa batalla puesto que la corriente dio luz y la escena se presentó clara: cada mugiwara exhausto, repartidos por el barco como si fueran cadáveres.

—¿Nami-swan, Robin-chwan? —La voz de Sanji se oyó distante y fatigada. Ambas exhalaron un quejido a modo de "sí" para corresponder el llamado de su fiel caballero— ¿Cabeza de goma, comida de reserva, viejo pervertido?

—Aquí —dijeron los tres usuarios haciéndose cargo del mote, correspondiendo también el pase de lista que estaba haciendo su compañero.

Era algo que el cocinero acostumbraba hacer para asegurarse de que no faltara ningún integrante; pero de inmediato se produjo unos segundos de silencio, que fue interrumpido por la queja del tirador.

—¡Ey, también tienes otros compañeros, desgraciado!

—Los puedo ver desde aquí imbécil —gruñó y se puso de pie, al mismo tiempo que Luffy bajaba de un salto desde la mesana.

Chapoteando agua Sanji caminó agotado hacia la cocina, pero hasta las escaleras llegó y ahí se quedó. Se sentó junto a Franky quien, por algún extraño motivo, estaba de cabeza al suelo. Había resbalado en medio del ajetreo y luego de darse la espalda con los escalones prefirió quedarse allí para recuperar el aire perdido.

—No creo que pueda aguantar otra tormenta como esta. —Nami dejó deslizar los brazos por el timón, hasta caer sentada en el suelo empapado.

Tenía frío y estaba molesta porque aún no había señal alguna de que estuvieran próximos a una isla. Se sentía superada por la adversidad y siendo ella la navegante no se podía permitir esa clase de debilidades. No podía claudicar cuando apenas llevaban unas semanas en el Nuevo Mundo; sin embargo el clima estaba suponiendo un desafío magnánimo, no solo para ella, también para los demás tripulantes.

—Al menos en esta ocasión solo fueron rayos y agua —comentó Luffy con el optimismo de siempre. Y era verdad, debían dar gracias estando donde estaban que no llovieran bolas de fuego o reyes marinos cayeran del cielo. Eran tan impredecibles las tormentas en el Nuevo Mundo que hasta se podían juzgar de afortunados. Al menos todavía estaban vivos para contarlo.

Necesitaban dar con algún trozo de tierra cuanto antes, no solo para aprovisionarse sino también para hacer las reparaciones pertinentes. Franky mucho por el barco no podía hacer en altamar y con un océano tan embravecido.

El ronquido estrepitoso de Zoro los descolocó haciéndoles perder el hilo de sus pensamientos pesimistas. Luffy estalló en carcajadas al ver que su tripulante se había quedado dormido sobre un barril volcado.

—¡Maldito marimo, ¿cómo puede dormir en una situación así?! —exclamó el cocinero con furia, ocultando la maravilla que le generaba esa capacidad envidiable de su compañero para sustraerse de la realidad cuando esta pendía, solo y nada más, que del destino. Zoro era así, no se amargaba por lo que no podía cambiar.

—Debe estar agotado, pobre —acotó la arqueóloga mientras retorcía con numerosas manos algunas mantas y prendas de uso diario.

—Todos lo estamos —dijo Brook pasando entre medio del cocinero y el carpintero—; una taza de té caliente vendría bien en este momento. Yo me encargo, Sanji-san —se apresuró a agregar al ver las intenciones de su amigo por hacerse cargo de la tarea que le correspondía a él por ser la cocina su dominio.

—Mientras haya luz debería revisar el barco para reparar posibles averías. —Sin ánimos, Franky volvió a una posición normal y se fue por uno de los pasillos laterales.

—Chicos, quítense la ropa mojada, pueden enfermarse —aconsejó Chopper antes de irse a buscar un secador de pelo.

Eso de estar cubierto por un grueso pelaje tenía sus ventajas y desventajas. He ahí la desventaja… porque podía resistir los climas más helados, pero cuando se empapaba debía estar horas en la labor de terminar verdaderamente seco.

Esa noche nadie pudo dormir (bueno, Zoro siempre era y sería la excepción); como en tantas otras ocasiones debieron permanecer en vela, atentos a la madre naturaleza, que por momentos parecía emperrarse con ellos.

Sanji se dio cuenta de que ya era de mañana gracias al reloj de la cocina, no obstante cuando salió para ver el amanecer, afuera el cielo seguía siendo de un color opaco. Lentamente comenzó a mostrar más claridad, tornándose gris negruzco. Aunque no fuera oficialmente de día, ya era tiempo de comenzar a preparar el desayuno.

No le sorprendió ver a Nami en la cubierta oteando el horizonte en busca de tierra. A su lado estaba Usopp, revisando el lateral opuesto.

—Demonios, como sigamos así tendremos que intentar pescar algo en estas aguas —murmuró el cocinero, más para sí mismo que para alguien en particular. Sus camaradas estaban demasiado lejos como para escucharlo.

La mera idea de internarse en ese mar lo ponía de malas; ya no tenían cebo así que eran ellos, en especial Zoro y él, quienes debían nadar para dar con algún monstruo lo suficientemente grande que alimentase no solo a ocho tripulantes, a Luffy, que eso era como alimentar a un batallón entero de cien hombres.

No es que tuviera miedo; miedo le daba perder a Zoro quien, con su sentido nefasto de la orientación, podía acabar en cualquier lado hasta en el fondo del mar. El agua era helada en esa zona y la corriente tenía la suficiente fuerza como para arrastrarlos. Uno podía figurarse la magnitud de la misma, porque en ese sentido Sanji era un hombre preparado. Había pasado dos años evitando que esos okama lo arrastraran de las piernas cada vez que por un descuido lo atrapaban.

Como si sus lamentos fueran oídos, alcanzó a vislumbrar a la lejanía una mancha negra que resaltaba apenas en el cielo color zinc. A esa distancia debía ser algo enorme, o su vista le engañaba y solo se trataba del lomo de un rey marino.

—¿Eso es una isla? —dijo en voz alta y Usopp giró con los prismáticos en el acto, confirmando la sospecha del cocinero con una enorme sonrisa.

—¡La veo, Nami! —exclamó el tirador— ¡Es una isla!

Ella pegó un grito mezcla de júbilo y alivio. Aunque no tuvieran idea de qué clase de isla era o siquiera si podía proveerles de alimento, ya con poder descansar en tierra firme y acondicionar el Sunny se sentía más serena.

—Iré a preparar viandas para el descenso —dijo Sanji con emoción, contagiado por la alegría con la cual el tirador fue a avisar al resto de los tripulantes.

A la hora ya estaban lo suficientemente cerca como para hacerse una idea de qué clase de isla se trataba. En la cocina Sanji no tenía forma de saberlo, pero cuando sus compañeros fueron entrando uno a uno, invocados por el aroma del desayuno, tuvo el panorama completo.

—Hay volcanes que parecen estar activos, así que dudo mucho que haya algún tipo de vida —Nami resopló, ya resignada con la suerte que tenían.

—¡Volcanes, qué divertido! —exclamó Luffy generando el desconcierto del grupo. Era admirable esa capacidad suya de ver toda adversidad como una aventura.

—Los volcanes son peligrosos, Luffy-san —se animó a decir Brook, algo apenado por esa cuota de realidad que empañaba la noble tarea del capitán por echar ánimos.

—Igual se puede bajar —dijo Zoro, secundando la emoción de Luffy por inspeccionar un lugar tan enigmático—. Hay un gran trozo en la ladera de uno de los volcanes que todavía tiene vegetación.

—Es peligroso anclar el Sunny ahí demasiado tiempo —se lamentó Franky. Esperaba encontrar una isla en donde poder volcarlo para quitarle teredos y alimañas pegadas al casco principal—. Madera y fuego no es una buena combinación.

—Por supuesto; si el volcán entrase en erupción en el momento que estamos inspeccionando la isla, no nos daría tiempo a regresar al Sunny y zarpar —caviló Robin—. Nunca he visto una tan de cerca, pero tengo entendido que el magma puede llegar hasta el agua, quemando todo a su paso a una velocidad asombrosa. Sería una muerte instantánea.

—¡¿Y por qué lo dices con una sonrisa, Robin?! —Se espantó Usopp— ¡¿Y por qué siempre dices cosas tan espantosas?!

—¡Qué miedo, no quiero morir calcinado! —lloriqueó Chopper— Es muy peligroso anclar, ¡mucho más bajar a inspeccionar la isla!

—Por eso mismo no tiene que ser un grupo muy numeroso —dijo Sanji colocando los primeros dos platos listos, que por supuesto eran el de las mujeres del grupo.

—¡Bien, decidido! —exclamó Luffy sin perder la sonrisa— ¡Iré yo con alguien más! ¡El resto se queda para partir rápido en caso de emergencia! ¡¿Voluntarios para la aventura?! —La mitad de la tripulación se hizo hacia atrás, miró para otro lado, silbó y hasta fingió demencia.

—Yo estoy muy viejo para tanta adrenalina, capitán —se excusó Brook—. Aunque soy veloz para correr y ya estoy muerto, no le recomiendo mi compañía.

—Yo tengo que quedarme a reparar el barco —agregó Franky.

—Y-Yo debo quedarme para curarlos en el peor de los casos —dijo Chopper con una sonrisa nerviosa.

—Debo estar atenta para poner el Sunny a toda marcha. —No era otra que Nami.

—Y yo… —Usopp no sabía de qué valerse— creo que me volvió la enfermedad de no-puedo bajar-en-esa-isla.

—Y yo no quisiera tener una muerte tan violenta. —Robin fue la más sincera—. No aún. Soy la única que puede leer los poneglyphs.

—Está bien Luffy… —Zoro se frotó el cuello, todos entendieron el mensaje implícito en su suspiro de resignación—. Te acompañaré.

—¡No! —exclamó el cocinero en el acto, sartén en mano y la otra poniéndola frente al espadachín—. Nos enfrentamos a una muerte segura si te pierdes y tenemos que salir a buscarte. Iré yo, maldición.

—Vale, en el peor de los casos buscaremos otro cocinero —murmuró para molestarlo.

—¡Que te parta un rayo, marimo! —le gritó en la cara para después ignorarlo—. No será nada del otro mundo. Bajaremos, inspeccionaremos la isla, buscaremos frutos, algún que otro animal y, si Luffy no termina haciendo una de las suyas, para antes de lo que se cuece un huevo estaremos aquí.

Luego de un desayuno (que Luffy hizo exprés para poder bajar cuanto antes, aunque todavía faltara para llegar), Sanji preparó una sola vianda. Él podía estar sin comer un par de horas, pero conocía lo suficiente a su capitán como para figurarse que tarde o temprano, más temprano que tarde, le reclamaría comida en medio de la travesía.

—¡Cuida a Luffy, Sanji-kun! —Fue el grito de la navegante y lo último que escuchó al descender.

—¡Sí, mi Nami-swan!

Y con esa frase se quedó. Por un buen trecho resonó en su mente la voz de la navegante junto con el ensordecedor ruido de la montaña viva y el oleaje enfurecido. Luffy parecía ajeno a lo inhóspito del paisaje. El cielo negro en la cima del volcán se veía atravesado por rayos de color violeta, creando una imagen tan bonita como pavorosa. Impactante era la masa espesa de humo plateado que adquiría un tono rojizo en los tramos más altos.

Luffy se detuvo un segundo para contemplarlo con una seriedad que a Sanji desconcertó; no obstante cuando el chico mencionó que le recordaba vagamente a la akuma no mi de Akainu, el cocinero entendió dicha circunspección y por respeto se paró a escucharlo.

Sin embargo Luffy no mencionó a su hermano ni hizo ningún comentario meritorio, así que Sanji lo apuró. El tiempo era preciado. Si bien sabían que un volcán podía tardar muchos siglos en entrar en erupción siendo ellos mugiwara y correspondiendo con su sino, había un 99,9 por ciento de probabilidades de que se le ocurriera despertar en ese mismo instante, y no quedaba mucho tramo hasta la ladera que ese "monstruo" aún no había devorado.

Había una gruesa capa de ceniza y grava en lugar de arena, pero cuando se internaron en el pequeño bosque notaron que las frondosas copas habían protegido en gran parte a la vegetación. Justo en el preciso momento que Sanji divisó lo que parecía ser un familiar de Chopper comenzó a llover.

—¡Genial! ¡Está lloviendo! —vociferó el capitán con alegría.

—Explícame Luffy, porque a veces no entiendo cómo funciona tu cabeza —se quejó Sanji guareciéndose bajo una rama, pero era imposible escapar de esa cortina de agua que, de un segundo al otro, había comenzado a caer—; ¿qué demonios le puedes ver de genial al hecho de terminar empapados?

—Pues claro, el agua apaga el fuego, así que no tendremos que preocuparnos por el volcán si llueve.

—Estoy demasiado lejos para pegarte, pero lo haría —gruñó, dejando el lugar para empezar a caminar. Cuanto antes inspeccionaran la isla, más rápido volverían al barco—. Siendo sincero… deberíamos regresarnos.

—¿Qué dices?

—Nada, pensaba… podemos pescar algo en el mar —explicó—; con esta lluvia, este volcán y tu capacidad para meterte en problemas no le encuentro mucho sentido a…

—¡¿Escuchaste eso?! —exclamó entre sorprendido y entusiasmado. Claro que Sanji había escuchado como la tierra se abría, la sorpresa le llevó a guardar silencio y permanecer con los sentidos alerta.

—Ah, y lo único que nos faltaba, un terremoto —agregó mordaz—. Seguramente es el volcán. Andando, no me agrada este lugar.

Sabía que sería caso perdido proponerle a Luffy regresar. El capitán nunca perdonaba el simple hecho de negarse a una aventura. Pasar por una isla y no inspeccionarla era casi un crimen para él.

Así como comenzó a llover, en un par de minutos paró. No, si kami lo odiaba, pensó Sanji, solo había regado el suelo de esa isla para empaparlos, nada más. Calado de frío buscó una roca donde sentarse a la vera de un río y así poder armar un plan de caza.

La cantidad de animales no parecía ser suficiente en volumen para alimentar a tripulación tan hambrienta, ni tampoco pretendía que Chopper cometiera canibalismo. Había visto también un par de cabras y en ese momento algo en el agua oscura serpenteaba.

Dejó la mochila que cargaba y se agazapó un poco. Luffy, siendo también un experto cazador, se acomodó a su lado y guardó silencio; quietito como pocas veces se lo había visto. Se vio tentado en preguntar qué irían a cazar, pero para no traicionarse a sí mismo en cambio preguntó qué había para comer.

—Ey, Sanji… —murmuró despacio.

—¿Ya tienes hambre?

—No, iba a preguntarte qué vamos a cazar —mintió—, de paso… ¿qué hay para comer?

El cocinero se alejó unos pasos para alcanzar la mochila, la abrió quitando del contenido un paquete envuelto en cuantiosas bolsas, aliviado de ver que la lluvia no había estropeado su arte culinario.

Comentó algo al respecto y Luffy sonrió al ver lo meticuloso y previsor que era Sanji en su fuerte. Era algo que al principio le había llamado la atención, el por qué se esmeraba tanto en proteger lo que preparaba. Con el tiempo le encontró la lógica, porque incluso aunque la mochila cayera a un río, la comida se mantenía intacta con tantas medidas de seguridad. Como cocinero no se perdonaría jamás ser descuidado y no prever esa clase de infortunios.

En el instante que Sanji se puso de pie con la vianda en la mano y una sonrisa en los labios, Luffy vio a una enorme serpiente emerger del agua. No tardó en cazarla al vuelo, pero con tan mal tino que acabó por arrojársela de lleno al cocinero.

Como si tuviera completo control del haki de observación, Sanji vio en cámara lenta la pequeña vianda resbalando de sus dedos. Eso no iba a permitirlo, así se viera obligado a dislocarse la cadera, haría cualquier cabriola para evitarlo. La pirueta en cuestión no fue otra más que una sencilla patada que casi y por poco no manda a volar al bicho al otro extremo de la isla.

—¡Luffy! —se quejó mientras el paquete rebotaba en sus manos como una pelota de ping pong.

—¡Perdón, perdón! —se excusó divertido por el percance en el que había puesto a su amigo, pero enseguida estalló en carcajadas cuando Sanji, entre quejas e insultos hacia él, dio dos pasos y resbaló en el fango de una forma muy graciosa.

Tanto había protegido su arte con capas y capas de telas impermeables, tanto había entrenado durante dos años para evitar que un simple animal muerto supusiera un desafío a sus reflejos, para resbalar gracias a un poco de fango y lluvia.

¿Y por qué al humano ha de causarle tanta gracia una simple caída estrepitosa? ¿Es por su afán de regodearse con la desgracia ajena? Lo cierto es que es un saber universal: si la caída no supone una visita a Emergencias es meritoria de risas y burlas.

Luffy necesitó echarse panza arriba para reír como si no hubiera un mañana. Habría estado un buen rato así de no ser por el silencio del cocinero y de ese sonido –ya conocido- de la tierra resquebrajándose, que le recordaba que estaban en un lugar agreste y no en un parque de diversiones.

Sanji miraba su trabajo arruinado en el suelo; con las manos temblorosas lo juntó para ponerlo dentro de la vianda, sabiendo que nada de eso revertiría el hecho nefasto de que lo había echado a perder.

—Hace años que no… —Se quedó a medio decir, atiborrado de emociones inoportunas. De mal en peor había comenzado a llover otra vez, aunque en esa ocasión encontró cierto alivio pues así podía disimular amargas lágrimas de derrota emocional.

—¿Se estropeó mucho? —Luffy dejó de reír y sentado en el piso estudió el semblante de su cocinero. Conocía a Sanji y sabía de la importancia que le daba a la comida, así que interpretó a la perfección su sentir.

—Lo siento, Luffy. —Arrodillado en el piso y con los hombros caídos trató de volver en sí de esa tortura mental llamada recuerdos—. Cuando volvamos al barco...

Antes de que pudiera terminar la frase, antes de que pudiera siquiera pestañear, Luffy estiró el brazo y tomó el contenido. No dudó un segundo en meterse en la boca esa masa uniforme mezclada con barro y hojarascas.

—¡Esto sabe genial Sanji! —dijo con una enorme sonrisa. Al susodicho no debería asombrarle, si a fin de cuentas es ya muy sabido que su capitán tenía un estómago de hierro y era capaz de comer desde comida cruda a peces venenosos y encontrarlos exquisitos.

—¡Luffy, eso que acabas de hacer es un asco!

—Tu comida nunca es asquerosa. ¡Incluso si se te ha caído en el excusado yo la comeré!

Y ahí Sanji no pudo más. Se aferró a la tierra, hundiendo los dedos para tratar de contenerse, incluso apretó los labios para que la mueca de un llanto inminente no fuera demasiado palpable. Hasta agachó la cabeza y se encogió en el sitio, pero todo el rictus no sirvió de nada. Le hubiera gustado rogarle a su capitán que dejara de ser tan jodidamente amable y tierno con él, pero sentía que si hablaba la voz le saldría quebrada.

—Ya, Sanji… —No iba a decir que solo era comida o alguna frase que minimizara las habilidades de su tripulante, porque sabía que eso era tocar fibras sensibles y meterse en arenas movedizas, pero le conmovía su estado y su entendimiento llegaba hasta ahí. Después de todo Luffy no sabía nada de los infiernos de Sanji—. Se revolvió un poco y puede que el aspecto no sea el mejor, pero…

—Para, Luffy —suplicó con la voz ronca; se incorporó un poco tratando de contenerse— no hace falta. —Y le sonrió para aliviarlo.

—Bien, solo que no es para que te pongas a llorar.

—No estoy llorando —mintió lanzando una risilla—.Sé que soy el mejor cocinero del mundo. Tengo que serlo. Es que hace años que no me pasaba algo así. Y… no me agrada.

—Fallar no es malo. Eso me enseñó Ace. Fallar te ayuda a aprender.

—Lo sé, es tan solo que… —Se llevó los dedos al puente de la nariz, como si tuviera jaqueca y suspiró—. Me hace sentir un fracasado, es eso.

—Estaba rico —aseguró como un último intento para levantarle el ánimo. Verlo a Sanji mal y no entender del todo el por qué pero vislumbrar que había más detrás del gesto, le hacía sentir impotente.

—Tú comerías cualquier cosa en mal estado.

—Pero si lo hiciste tú siempre sabrá rico.

Sanji rió, doblegado por los dulces intentos de su capitán. Él sabía, bien sabía que no importaba qué tan desastrosa le saliera una comida, Luffy siempre la encontraba deliciosa. Y había algo, en ese simple gesto, que le ayudaba no solo a recordar a su madre, sino más importante, le ayudaba a mantener siempre presente el enorme detalle de por qué amaba cocinar.

Nunca se lo había dicho y, siendo sincero consigo mismo, ni siquiera era capaz de ponerlo en palabras claras, pero cada vez que su capitán le decía que algo era delicioso o soltaba alabanzas similares, era agradecimiento más que orgullo lo que sentía.

Luffy le provocaba un sentimiento muy similar al tipo de afecto que Zeff solía despertarle. No obstante, en ese preciso momento, su capitán encarnaba mucho más que esos nobles sentimientos de gratitud hacia el pirata que había sido un padre para él. Inclusive era más potente y tangible que la imagen y el bello recuerdo que le había dejado Sola Vinsmoke. Luffy venía a encarnar la razón por la que aún vivía, pese a esa constante y aplastante sensación que lo acompañaba desde la infancia, de que alguien como él no merecía el cariño de nadie.

—En este momento, Luffy —dijo con honda sinceridad—, si fueras una chica te besaría, pero como no lo eres. —Quedó a medio decir para en cambio darle un coscorrón en la cabeza y cortar así con un clima que comenzaba a ponerse raro.

—¡Ey, Sanji, ¿por qué me pegas?!

—Porque antes estaba demasiado lejos para hacerlo. La lluvia no puede apagar un volcán, cabeza de goma —dijo de manera incoherente y solo para no dar explicaciones de algo que ni él mismo entendía—. Además te lo mereces por reírte de mí.

Porque claro, darse golpes como simios es bien de hombres y eso marcaba una diferencia, le ayudaba a tener presente que abrazar a Luffy y hacer algo tan sencillo como darle las gracias suponía una mancha al expediente de su hombría siempre tan masculina.

Un momento de debilidad lo tiene cualquiera, incluso los mugiwara más fuertes, y Sanji era de coleccionar varios así. Era orgulloso, pero también de lágrima fácil cuando la situación lo superaba.

—¡Es que la caída fue muy graciosa! —Recordarla suscitó nuevas risas.

—¡Demonios, la próxima vez que tú te caigas, y al jodido mar, en vez de saltar a buscarte voy a reírme de ti!

—No te enojes —pidió risueño.

Al final tuvo que dejar la algarabía de lado para ponerse de pie y seguir al cocinero por la ribera del río. Llegaron así hasta una zona escarpada, podían ver que más allá se abría el mar. Habían decido volver por la presa y regresar al barco cuando se escuchó por tercera, y última vez, el sonido de la tierra crujiendo bajo sus pies.

En esa ocasión no fue una mera amenaza, pronto entendieron de dónde provenía cuando una pared de la montaña se desprendió y comenzó su vertiginoso descenso empujando árboles, animales y todo lo que hubiera a su paso.

Luffy hizo uso de su akuma no mi para estirarse y ponerse a resguardo, cargando consigo a Sanji. Solo que la copa del árbol, pese a ser lo suficientemente alta como para que el alud siguiera su camino, no era tan fuerte para soportar, y el tronco terminó por quebrarse como si fuera una simple rama y ser así arrastrado.

Sanji usó el sky walk para sortear esa eventualidad y si bien Luffy podía escapar escalando como un auténtico mono, todo fue caos y confusión cuando bajo sus pies apareció el precipicio. Se le había terminado la tierra por donde huir y abajo solo había una gran masa de agua. Al tratarse de un estuario, y pese a su fortaleza, Sanji no podía dejar a su capitán librado al azar, así que se arrojó con él.

Logró atraparlo por la chaqueta justo a tiempo y aunque el cocinero era un excelente nadador, solo comparable a los gyojin, no tardó en darse cuenta de detalles muy relevantes. Primero, de la potencia de la corriente marina, tan característica en esa zona y, segundo, se le sumaba que el fondo arenoso de esa desembocadura parecía tratarse del nido de unas serpientes marinas gigantes.

No le costó reconocer a la misma especie que habían cazado y no supo por qué, pero se acordó de Zoro hablando del destino y de esas cuestiones que él solía tildar de sandeces para molestarlo. Caer en boca de una de ellas era un castigo merecido, pero no era momento para morir.

Cargar a un Luffy debilitado por el agua de mar y a la par mantener a raya a la amenaza que suponían esas bestias era suficiente para dejarlo sin aliento. De inmediato comprendió que no podría subir a la superficie en busca del tan preciado aire, que lo mejor era dejar de luchar contra la corriente y dejarse arrastrar por ella. Al menos, y quizás así, se mantendría alejado de las serpientes. Aunque estaba extenuado se aseguró de no soltar a su capitán.

De nuevo la frase de la navegante resonó en su cabeza, a esas alturas ya faltante de oxígeno. Perdió el conocimiento, maldiciendo su suerte, arrepentido de morir así, sin haber hecho y dicho tantas cosas.

—¡Cuida a Luffy, Sanji-kun!


Para no perder la costumbre (y siendo fiel a mis inseguridades) no me dejó muy conforme (siento que le falta fluidez); sin embargo me gustó mucho escribirlo y creo que el motivo principal es que llevaba demasiado tiempo sin ganas de publicar lo que escribía (esto es como romper esa racha). Así que por un lado estoy bastante entusiasmada.

En el siguiente y último capítulo hay ciertas referencias literarias (en este también, pero pasa más desapercibido), sin embargo de eso hablaré al final (no de todas, sino de una sola, porque tampoco es que quiera aburrirlos tanto).

Por último solo diré: "¡muerte al zosan, viva el sanlu!"

XD

No, es broma, me sigue gustando el sanzo, pero… estoy muy enojada con ese marimo de porquería (y todavía no sé muy bien por qué) y Sanji merece amor del bueno, y ese solo se lo puede dar su capitán, porque Luffy es así como el amor universal hecho persona. Igual te sigo queriendo Zoro.

DEBO (sí: debo) actualizar un fic en la categoría de Gintama antes de volver a este, porque si no alguien me va a ahorcar. Y tengo más fics de OP, pero no quiero descuidar los otros fandoms. Así que pido paciencia.

¡Muchas gracias por leer!