Bienvenidos A La Jungla
Después de ganar la batalla en contra de los taladores en defensa de su hogar, la familia Gunderson, los guacamayos azules, los guacamayos escarlata y todos los animales salvajes del Amazonas disfrutan juntos felizmente un grandioso festejo por su victoria. La rivalidad y competencia habían concluido. La alianza y amistad entre todos los animales permitió que su hogar se reguardara.
—¿Seguro que el Amazonas puede ser nuestro hogar? ¿Con el calor y los insectos? —preguntó Perla a Blu, mientras bailaban ávidamente.
—¿Qué? ¿Es en serio? ¡Soy el señor selva, súper salvaje. ¡Y muy pajaresco! —afirmó Blu con un evidente tono de seguridad mientras retrocedía para toparse con una araña, haciéndolo asustarse un poco. Perla lo tomó en sus alas y burlándose ligeramente le aseguró:
—En verano podemos ir a Río.
—¡Eres el ave de mi vida Perla! —comentó Blu, acercando su pico al de Perla.
—Awwwwww —Perla se sonrojó un poco, recargando su pico en el de Blu.
La fiesta continuó con vívidos animales y una energía increíble.
Los días después de aquella lucha épica eran una dicha para Perla y sus hijos, gustosos de encontrarse en la naturaleza. Incluso eran agradables para Blu, que cada vez se sentía más cómodo en la selva, ya que finalmente consiguió obtener la aceptación de Eduardo y de la tribu. No obstante, aún seguía manteniendo tendencias y hábitos humanos, como cargar su pequeña cangurera la mayor parte del tiempo, o utilizar repelente para insectos en su cuerpo cuando salía a explorar el lugar.
Bia era feliz recorriendo los árboles y descubriendo especies nuevas tanto de flora como de fauna, aventurándose a llevar a cabo experimentos con plantas y sustancias para estudiar sus propiedades, e incluso adentrándose a cavernas para descubrir qué o quién se encontraba en ellas, siempre queriendo aprender un poco más.
Tiago por su parte se sentía contento y libre, ya que lejos de casa podía hacer lo que él quisiera, molestando a todos los animales que pudiera, destruyendo lo que encontraba a su paso y tomando riesgos extremos con aves alocadas de su edad que se sentían atraídos hacia él inconscientemente, como si tuviera la energía de un líder o un ídolo. Comenzaba a surgir en él esa energía capaz de hacer que los demás lo siguieran y se sintieran cómodos con él.
Mientras tanto, Carla se divertía con Rafael, Nico y Pedro. Habían estado creando ritmos nuevos de samba y escribiendo unas cuántas canciones, ya que para ellos la pasión y el amor eran lo más importante en la vida. Afortunadamente Rafael convenció a Eva de que regresara a Río prometiéndole que tomarían unas vacaciones cuando él regresara de nuevo a la gran ciudad, a lo que ella accedió.
Todo parecía ser perfecto para todos. Fuera cual fuera la situación, sus vidas eran felices. Lo que no se imaginaban era que lo que se presentaría unas pocas semanas después, cambiaría la vida de todos para siempre. Para bien o para mal, todo sería diferente. Mientras que en aquellos días todos estaban viviendo paz y tranquilidad, todo cambiaría a dudas, preguntas, inseguridades, disputas, errores, lecciones y una serie de extrañas nuevas emociones, en especial para Bia, Tiago y Carla que se encontraban en la etapa del crecimiento.
—Bien Tiago. Parece que está listo. ¡Pero qué bien nos ha quedado! —exclamó Blu junto a Tiago, ya que habían construido un fantástico nido en un viejo árbol hueco que se encontraba desolado y vacío.
—¡Genial! ¡Somos un gran equipo papá! —contestó Tiago, feliz de ver el gran nido que justo acababan de construir.
—Muy bien hijo. ¡Dame cinco! —dijo Blu mientras estiraba su pata derecha con la palma hacia arriba.
—¡Súper! —entonces Tiago chocó su pata también derecha con la de su padre.
—¡Oh, lo siento! Olvidé que sólo tenemos tres dedos —dijo Blu riendo un poco por lo que recién había dicho.
—Je, no importa pá.
—¿Seguro que no le comentaste nada a tu madre ni a tus hermanas acerca de lo que estuvimos haciendo esta última semana? —cuestionó amablemente Blu.
—¡Claro que no! Mamá cree que he estado molestando animales con mis amigos, además recuerda que ella siempre acompaña a Bia en sus investigaciones, así que no creo que sepan —afirmó sonriente Tiago.
—Muy bien, creo que tienes razón. Además, ella cree que he estado con Eduardo continuando con mi entrenamiento para ser su mano derecha. Menos mal que Carla ha estado con Rafael, Nico y Pedro sin enterarse de esto —supuso relajado Blu.
—¿Al fin podré dormir en un cuarto yo solo y no con mis hermanas? —preguntó emocionado aquel pequeño guacamayo azul.
—Así es Tiago. Cada uno tendrá su propia habitación —respondió alegre Blu.
—¡Qué cool! ¡Mi habitación será la que está justo junto la entrada! —aseguró Tiago.
—Interesante. ¿Por qué la eliges? Esa es la habitación que tu madre y yo ocuparíamos —preguntó un poco curioso Blu.
—¡Porque yo seré el guardián de la familia! ¡Estaré junto a la entrada para vigilar y estar alerta en todo momento —explicó Tiago emocionado.
—Muy bien hijo. Entonces toma esa habitación. (¡Menos mal que todas las habitaciones son del mismo tamaño!) —pensó algo aliviado Blu—. Ahora esperemos a que lleguen al nido de Roberto tu madre y tus herma... —quiso decir Blu, pero fue salpicado por su hijo menor que se lanzó a la pequeña tina que construyeron en su hogar, para después echarse unos gases en el agua y se formaran algunas burbujas.
—¡Jacuzzi! —susurró Tiago con una evidente expresión de placer en su rostro.
—Jeje. Supuse que lo harías. Cuando lleguen tu madre y tus hermanas al nido de Roberto, ¡les daremos la sorpresa! ¿Eh hijo? —dijo Blu gustoso dejando su cangurera en su nueva habitación.
—¡Seguro pá!
Pasó poco más de una hora y Perla fue la primera en arribar al nido de Roberto. Blu había vuelto al nido de Roberto para darle la sorpresa a su familia, mientras que Tiago se quedó en su nuevo hogar duchándose.
—¡Adivina qué nena! ¡No lo vas a creer! —dijo Blu mientras se acercaba lentamente a Perla, muy contento.
—¡De acuerdo! Intentaré adivinar. ¿Será que acaso te comiste un insecto? —preguntó algo burlona Perla.
—¡Iug! ¡Por supuesto que no! ¡Es una sorpresa! Te llevaré volando como cuando saltamos del avión en Río. ¡Sólo promete que cerrarás los ojos y los abrirás justo cuando yo te diga! —le dijo muy emocionado Blu a Perla.
—Sí. Sí. De acuerdo. Lo haré. ¿Por qué tanto misterio? —preguntaba un tanto extrañada Perla.
—¡Te encantará! —le susurró Blu.
En ese momento, él la tomó suavemente de los tendones de sus alas con sus garras como cuando saltaron del avión en aquella aventura de la que casi no salen vivos. Ella cerró los ojos y él la llevó al nido que acababa de construir junto a su hijo menor.
—Ahora, ¡ya puedes abrir los ojos Perla! —le dijo su querido macho.
—¡Wow! ¡Qué increíble nido! Pero, ¿para qué me trajiste aquí? —Perla no se imaginaba lo que estaba ocurriendo.
—¡Esta es nuestra nueva casa má! La construimos papá y yo —exclamó Tiago satisfecho, saliendo de su habitación.
—¡¿Qué?! ¡¿Es en serio?! ¡¿Có... cómo y cuándo lo construyeron que yo nunca me enteré?! —preguntaba atónita Perla. No lo podía creer.
—Así es nena. Este es ahora nuestro hogar. Tiago y yo encontramos este viejo tronco abandonado y decidimos construir un nido para que vivamos. ¡Ay pero nos quedó di-vi-no! —exclamó Blu, pero con un tono algo afeminado.
—¡Sigo sin creerlo! ¡Gracias por esto Blu! —aún estando atónita Perla decidió acercarse al pico de su amado macho para besarlo de una manera lenta y muy dulce, quien correspondió gustoso el beso, tomando de la cintura delicadamente a su amada hembra.
—¡Guacala pero qué rico! —se mofó un poco Tiago con algo de evidente desagrado en su rostro al ver esa afectiva muestra de agradecimiento de su madre hacia su padre, pues ambos se olvidaron de que uno de sus hijos estaba frente a ellos.
—¡Muchísimas gracias por esta sorpresa Tiago! —le agradeció Perla a su hijo mientras tomaba con sus alas su cabeza y le daba un tierno beso en la frente.
—De...de nada má. ¡Espero que a mis hermanas les guste tanto como a ti! —titubeó un poco apenado Tiago, pues no se esperaba ese gesto tan dulce de su madre.
—¡Apuesto que sí! —susurró Perla tiernamente a su oído—. ¡Eres mi hijo favorito Tiago! —aseguró ella, alejándose lentamente del oído de su hijo.
—¡Pues sí! ¡Soy tu único hijo! —exclamó algo sarcástico Tiago, aunque con un tono de voz tierno.
—¡Pues con más razón lo eres!
—¡Gracias má! ¡Ahora voy a buscar a mis hermanas para traerlas aquí! ¿Sabes dónde pueden estar? —dijo a punto de tomar vuelo hacia la selva el Gunderson más joven.
—Bia está con tu tía Mimí. Le iba a enseñar las propiedades del barro para las heridas. Carla debe estar con Nico, Pedro y Rafael cerca de la piedra en forma de roca —supuso Perla.
—Bien. Iré para ver si las encuentro —dijo antes de emprender vuelo—. ¡Los veo más tarde!
Perla se quedó observando cómo se perdía rápidamente su hijo en el horizonte en un radiante y romántico día, para después girarse y quedar frente a su amado esposo. Entonces le dijo con sensualidad: —Ahora que estaremos solos y sin interrupciones ¡te podré agradecer esta sorpresa debidamente Blu!
Comenzó a acercarse lentamente a él, mirándolo a los ojos con una mirada tierna pero seductora a la vez, capaz de derretir incluso al más indiferente.
—¡Jejeje! —Blu sólo rió con una expresión de demencia en su rostro, similar a la que tuvo en aquel sueño en el que le regalaba a Perla una nuez de Brasil después de acercarse a ella inflando el pecho, al tiempo que cantaba como Roberto.
—¿Qué te parece si bendecimos este nido con nuestro amor? Así los niños vivirán aquí seguros... —le sugirió Perla coqueteando y algo sarcástica como si estuviera burlándose, mientras se le acercaba cada vez más de una manera sensual al indefenso Blu, que había quedado a merced de su bella ave y lo que ella deseara hacer con él.
—¡Grrrrrrr! —Blu había perdido un poco la cordura. Siempre que él suponía que lo harían perdía su lado racional que tanto lo caracteriza. Salía a relucir su instinto animal.
—Bien. Entonces, ¡prepárate que esta será una tarde inolvidable! —susurró Perla dándole un irresistible beso entre el pico y la mejilla.
Ella comenzó acariciando las plumas externas de sus alas lentamente de arriba a abajo, para después acercar su pico al de él y comenzar a besarlo de forma irresistible y con una increíble lujuria, pero sin dejar de acariciarlo en todos los rincones de sus alas y eventualmente de su espalda.
Blu no se quedaba atrás. Respondía gustoso los besos que con tanta pasión ella le daba, al igual que sus caricias. Él acariciaba las plumas de su cintura y su vientre en movimientos horizontales y circulares, haciendo que los dos se calentaran rápidamente.
Ambos sentían su respiración, sentían sus pechos juntos expandiéndose y contrayéndose cuando inhalaban y exhalaban.
—¡Te amo Perla! —dijo tiernamente Blu, recuperando un poco el aliento y la cordura.
—Y yo a ti, mi apuesta mascotita —respondió Perla, para luego cerrar los ojos y ahogarse en un profundo beso.
Sentían sus lenguas rozándose y jugando entre sí, arriba y abajo, recorriendo cada rincón de sus picos, chocando, separándose, encontrándose y uniéndose como si estuvieran ejecutando una impoluta coreografía. Intercambiando su saliva y acariciando sus plumas, descendían cada vez más sus alas por sus cuerpos conforme se iban preparando.
—¡Wow! Vivir en la selva te ha hecho más salvaje amor mío. ¡Vaya que estoy ansiosa por hacerlo! ¡Muéstrame tu lado animal Blu! —gritó Perla tirándose al piso.
—¡Allá voy! —la timidez de Blu se había disuelto. ¡Ahora era todo un salvaje!
Mientras Blu y Perla le hacían un nuevo hermano a Tiago, él volaba alegre en la selva.
—Bien. Iré por mis hermanas y las llevaré a nuestro nuevo hogar. Jejeje, ahora podré tener privacidad para planear mis ataques —se decía a sí mismo el hiperactivo guacamayo—. Me pregunto qué se habrán quedado haciendo mamá y papá... Jejeje —se cuestionó a sí mismo Tiago, con una risa perversa y una mirada pícara.
Siguió volando en búsqueda de sus hermanas, cuando se percató de que estaba cerca del nido de Eduardo, así que decidió llegar con intenciones de saludar a su querido Abu.
—Oye Abu... —entró muy alegre Tiago al nido de Eduardo— ¿estás aquí? —preguntaba examinando su interior. Al parecer estaba vacío.
—Nuestro Abu no está, dijo que iría a encargarse de un importante asunto con Roberto. Por cierto, ¿por qué no estás molestando a Felipe, César y Toño como acostumbras? —Bia ingresaba al nido de Eduardo, burlándose un poco de la forma de ser de su hermano.
—Ho... ola hermana. Te estaba buscando... —respondió a su hermana.
—¿A mí? ¡Qué extraño! Si tú siempre estás lejos de mí —contestó extrañada Bia.
—Anda, vamos. Ven conmigo a buscar a Carla. ¡Les tengo una sorpresa! —dijo felizmente Tiago, empujando a su hermana con sus alas a la salida.
—De acuerdo. De acuerdo. Yo puedo sola— dijo acercándose a la salida—. Es extraño que me busque, pero aún mas extraño que nos tenga una sorpresa. ¿Qué significa esto? —se dijo a sí misma Bia, liberando esas últimas 3 palabras.
—¿Dijiste algo? —preguntó Tiago antes de emprender vuelo.
—No. ¡Vayamos por Carla! —dijo ella abriendo sus alas.
—¡Aguarden niños! ¡Esperen! —dijo una voz femenina cuando los dos ya habían despegado.
—¿Qué pasa tía Mimí? —preguntó Bia, mientras se detenía en el aire junto con su hermano para quedar suspendidos aleteando.
—¡Recuerda que mañana te enseñaré las propiedades del estiércol para repeler insectos! —gritó a Bia.
—Claro tía. ¡Te veo mañana! —respondió Bia para girarse y continuar volando junto a Tiago.
—¡Me saludan a sus padres! —gritó nuevamente, pero ahora hablándole a los dos.
—¡Claro! Te veo mañana —exclamó Bia mientras se alejaban.
—¡Wow! ¿Estiércol para repeler insectos? Jajajaja... —se mofó incrédulo Tiago.
—Así es Tiago. Es bueno para evitar picad... —explicaba Bia, pero fue interrumpida por su burlón hermano.
—¡Con estiércol lo único que conseguirás es que te sigan las moscas! Jajajaja... —seguía burlándose Tiago mientras continuaban volando.
—¡Ash! —Bia sólo denotó frustración en su rostro.
Llegaron por fin los dos hermanos al nido de Roberto cuando faltaba poco para que oscureciera.
—¿Dónde están papá y mamá? —cuestionó Bia a su hermano.
—¡Nos dejaron solos para irse a Río! ¡Esa era la sorpresa! —dijo Tiago con una expresión facial pícara, natural en él, por lo que Bia creyó en sus palabras.
—¿Es en serio? Pero si papá me prometió llevarme al aviario de Tulio de visita —decía Bia dirigiendo una triste mirada al suelo—. ¿Por qué no me dijeron nada?
—¡Jajajaja! —se carcajeó Tiago tirándose al piso y sobando su vientre— ¡es broma! Ellos están bien. Sólo hay que esperar a que Carla venga y las llevaré con papá y mamá —dijo después de recuperar el aliento.
—¡Tú nunca cambiarás! —suspiró Bia algo molesta pero alegre a la vez..
Pasaron unos cuántos minutos y cuando llegó Carla al nido de Roberto Bia la recibió. Tiago estaba afuera dibujando figuras en el lodo del suelo, pues se había aburrido.
—Hola hermana —saludó Carla aterrizando en la entrada del nido al momento de replegar sus alas a su cuerpo.
—Hola Carla. ¿Cómo te ha ido? —respondió alegre Bia.
—Bien, creo que fue un buen día. ¿Dónde están mamá y papá? —preguntó la hermana mayor.
—No lo sé. Tiago dijo que esperaría a que llegaras porque nos llevaría con ellos... —contestó Bia no muy convencida.
—¡Tiago! —gritaron las dos hermanas asomándose desde el hueco del tronco.
—¡Estoy dibujando un león. ¿Qué sucede? —refunfuñó Tiago.
—¿Dónde están nuestros padres? —cuestionó la hermana mayor.
—¡Cierto, casi lo olvido! ¡Síganme! —dijo el hermano menor abriendo sus alas para ser seguido por sus hermanas.
—¿A dónde nos llevas? ¿Mamá esta bien? —dijo Carla mientras volaban, pues comenzaba a imaginarse que algo malo estaba pasando.
—Sí Tiago. Dinos qué sucede. Desde hace rato mencionaste que era una sorpresa. ¿A qué te referías? —replicó Bia.
—¡Ay ya! ¡No se preocupen! ¡Vamos a casa! —exclamó el alegre guacamayo azul.
Al no entender a qué se refería su hermano, dejaron de hacer preguntas pero ambas seguían preocupadas, mientras su hermano volaba alegre como si nada sucediera.
Anochecía y por fin arribaron al nido. Carla y Bia aún más confudidas nuevamente cuestionaron a Tiago.
—¿Qué es este lugar Tiago?
—Sí Tiago. ¿Para qué nos trajiste a este nido? ¿Habías estado aquí antes Bia?
—Me temo que no. ¿Dónde están nuestros padres?
Tiago sólo rió tirándose de espalda en el suelo y colocando sus alas en su vientre —¡Ay hermanas, de verdad que son ingenuas! ¡Asómense a la habitación que está al fondo del lado derecho y verán! —pudo decir entre risas.
Ambas hermanas algo molestas se asomaron a la habitación señalada y vieron a sus padres dormidos abrazados.
—Míralos. ¡Pero si son papá y mamá! —susurró gustosa Carla a Bia, pues no quería despertarlos.
—Mejor vámonos. Podrían despertar —respondió Bia a su hermana—. Al menos ya vimos que están bien.
—¡Se ven tan lindos juntos! —suspiró Carla.
Justo cuando ya estaban tranquilas de ver que todo se encontraba en orden, se dieron la vuelta y escucharon la linda voz de su madre llamarlas.
—Niñas...
—¿Sí, mamá? —contestaron al unísono.
—¡¿Qué les parece nuestro nuevo hogar?!
—¡¿Qué dijiste?! —preguntaron una vez más al unísono las dos.
—Les pregunté que qué les parece nuestro nuevo hogar —dijo dulcemente Perla.
—¿Nu... nu... nuevo ho... ho... ho... gar? —titubeó en exceso Carla.
—¡Así es! ¡Su padre y su hermano han construido este nido, que ahora será nuestro hogar! —exclamó feliz Perla.
—¿Ti... ti... ago y pa... papá? ¿Pero cuándo? ¿Cómo fue que no nos enteramos?— tartamudeó Bia perpleja.
—Ni yo sé cómo ocurrió. Me enteré al igual que ustedes hace unas horas —contestó Perla—. ¿Qué no estaba con ustedes su hermano? Lo escuché reírse hace un instante.
—Estaba justo aquí —dijo Bia señalando con sus alas la mitad del pasillo.
—Oh, debe estar en su habitación —supuso Perla—. En fin. ¿Qué les parece si entran a sus habitaciones para que las conozcan mientras despierto a su padre? Y en unos minutos, ¡cenaremos juntos en familia! —sugirió Perla a sus hijas.
—¡Seguro! —contestó Carla.
—¡Estoy de acuerdo! —replicó Bia.
—¡Yo quiero la de arriba! —exclamó Carla volando al hueco más alto.
—¡Yo quiero la de en medio!— dijo Bia, volando a un amplio hueco justo a la mitad del muro.
Perla las vio y sólo suspiró con una sonrisa en su pico. Al parecer no hubo disputas y ambas estuvieron conformes en tomar el dormitorio que más les agradó.
—¡Amor! ¡Despierta! —dijo Perla dando un tierno beso a Blu en el pico para después acariciar su rostro con las plumas de sus bellas alas color celeste.
—¡Grrrrr! —Blu sólo sonreía y se acurrucaba junto a Perla.
—Owwww. ¡Te ves tan tierno siempre que te quedas dormido después de que lo hacemos! ¡Pero despierta! Nuestros hijos han llegado.
Pero Blu no despertaba y sólo se afianzaba más a Perla, como si le quisieran quitar un juguete a un bebé.
—Ash. Tendré que volverlo a hacer —dijo Perla rodando los ojos y golpeándolo en su rostro con un ala para hacerlo despertar.
—¡Malvaviscos con chocolate! —gritó Blu despertando violentamente por el golpe que su hembra le dio.
—¡Los niños han vuelto Blu! ¡Hay que cenar juntos! —dijo Perla dándose la vuelta para salir del cuarto.
—¡Aguarda! Dame 5 minutos más preciosa... —dijo Blu para después tomarla de la cintura con delicadeza y acostarla con él.
—Jaja. Está bien —Perla aceptó, abrazando a Blu y besándolo en el pico tiernamente—. No sabes cuánto me ha gustado esta vez. Realmente me sorprendes Blu, vivir en la selva te ha hecho más salvaje y dotado —susurró Perla con voz candente y seductora a su amado macho.
—¡Gracias nena! También lo he disfrutado como nunca.
—Ahora nuestro nido ha sido bendecido. ¿Qué te parece? —se mofó un poco Perla.
—No hay nada mejor que nuestro dulce hogar.
Llegó el momento y toda la familia se dispuso a cenar. Blu antes del mediodía recolectó fruta y nueces que guardó en el nuevo nido para la cena.
Perla comía nueces de Brasil, Blu y Tiago cenaban arándanos, Carla engullía un mango y Bia degustaba refrescantes moras. Todos los Gunderson cenaban gustosos en familia.
—Ahora sí papá. ¿Cómo fue que construyeron este nido sin que nosotras nos enteráramos? —preguntó contenta Bia.
—Verás. Mientras tú y tu madre recorrían la selva para mostrarte lo que se esconde allá afuera, Carla se divertía con Nico, Pedro y Rafa que se reúnen cerca de la piedra en forma de roca. Entonces tu hermano descubrió mientras jugaba con sus amigos este gran tronco vacío y desolado, hace aproximadamente una semana. ¿Verdad Tiago? —comenzó a contarles alegre Blu.
—¡Así es pá! —respondió gustoso Tiago antes de introducirse en el pico un arándano.
—Entonces me trajo aquí y me propuso que lo adoptáramos como nuestro hogar. Inicialmente me opuse, pues pensé que estábamos mejor en el nido de Roberto. ¡Pero mi campeón me convenció, eh! —continuaba narrando lo sucedido Blu, mientras despeinaba la cabeza de Tiago, pues lo acariciaba con su ala.
—Jejeje —Tiago sólo reía.
—Ambos acordamos no comentar nada durante el tiempo que tardáramos acondicionándolo. Su madre creyó que Tiago había estado durante esta semana con sus amigos y que yo me encontraba en mi entrenamiento con su Abu, pero en realidad aquí estuvimos construyendo nuestro hogar —finalizó orgulloso Blu.
—Así es hermana. Papá y yo construimos una casa para que Tío Beto no se quede sin hogar —agregó Tiago, sobando su vientre con sus alas, pues ya había acabado de cenar.
—!Wow! ¡Muy bien Tiago! —dijo Bia agradecida.
—¡Muchísimas gracias a los dos! ¡No saben cuánto se los agradezco! —comentó Perla, abrazando a Tiago con su ala izquierda y a Blu con su ala derecha.
—Y yo sigo sin creer lo que han hecho. ¡Es raro que en vez de destruir hayas construido algo Tiago! —complementó Carla.
Así fue que las dos hermanas se acercaron a sus padres y su hermano para acabar en un tierno abrazo familiar.
—Gracias por existir. Son lo más importante de mi vida —les reveló tiernamente Perla.
—¡Te amo Perla! —fueron las palabras de Blu hacia su esposa—. Gracias por ser unos excelentes hijos —dijo él a los niños.
—Gracias pá. Gracias má. Los quiero mucho a todos —confesó Tiago.
—Gracias Tiago. Gracias papás. También los adoro —agregó Carla.
—Estadísticamente, soy yo de los tres hijos la que más los quiere papis. También los quiero hermanos. Y gracias por la sorpresa Tiago —finalizó Bia.
Poco después de esa tierna escena familiar, una lluvia torrencial llegó a la selva y Perla comenzó a recitar una hermosa canción con su bella voz mientras sus hijos dormitaban, abrazados y acurrucados como en la primera noche que pasaron en el Amazonas.
Siempre a mi lado
Los he de tener
Yo los cuidaré
Nada les pasará.
Mis bellos hijos
Parte de mi ser
Nunca lo olviden
Siempre los querré.
Besó a cada uno de ellos en la frente y se dirigió con Blu a ver la lluvia.
—No cabe duda de que hoy fue un día magistral. Me recuerda mucho nuestra primera noche en este lugar. Esta es una de las sorpresas más bellas que me han dado en mi vida —decía Perla recargándose en el cuerpo de Blu mientras él la abrazaba delicadamente con su ala derecha—. Te amo Blu. Eres el ave de mi vida y siempre lo serás. Agradezco tanto que Tulio me haya capturado en Río. Si no lo hubiera hecho hoy no sería tan feliz como hoy lo soy —Blu sólo sonreía y mantenía cerrados los ojos, sintiendo lo que ella decía.
—La mejor decisión de mi vida fue haber dejado Minnesota atrás para volar a Río Perla. Te amaré por el resto de mi vida —dijo Blu para que ambos se quedaran dormidos a la entrada de su hogar, en una hermosa e incomparable noche.
The End.
