El día había amanecido asfixiante: treinta y cinco grados de calor y una inusual humedad (el día anterior se había producido una tormenta veraniega) pegaban la parte trasera de una camiseta blanca a la sudorosa espalda de Dom, que se afanaba una y otra vez en despegarla mientras trabajaba en el motor de su coche. Una mano se posó súbitamente sobre su hombro, y la alegre voz de su hermana le hizo volver la cabeza: –Letty acaba de volver a la ciudad, ¿vienes a verla?

–¿Hm..? –Dom no parecía estar prestando demasiada atención.

–Deberías acercarte: su cumpleaños fue hace dos días, seguro que se alegra de verte… –Mia intentó sonar desinteresada, pero sabía que Letty siempre había sentido afecto por su hermano, y admiración por su habilidad al volante… no podía hacer menos que intentar dar un empujoncito a la situación.

–¿El cumpleaños de Letty? Cuántos son… ¿catorce?

–¡Dom! –Le dio un pequeño empujón en el brazo, un deje de desesperación se reflejó en su voz–. Dieciséis, ha cumplido dieciséis años.

–¿¡Dieciséis!? –Dom se incorporó, mirando a su hermana con asombro–. ¡Pero si es una cría! Hace nada estaba correteando por ahí con un patinete… –Letty siempre le había caído bien, era una chica con carácter, inteligente, y lo más importante: amante de los coches. Tiempo atrás se había entretenido acercándose al garaje de Dom y observándolo mientras manipulaba su coche, pero hacía ya por lo menos un año que no aparecía. Él no le había dado muchas vueltas… al fin y al cabo era una chica.

Mia rodó los ojos mientras comenzaba a alejarse por la acera.

–Tú si que eres un crío… deberías sacar la cabeza de debajo del capó más a menudo, ¡se te va a freír el cerebro!

Dom rió por lo bajo, resopló, y continuó trabajando un rato más. Cuando estuvo satisfecho cogió el sucio trapo del bolsillo trasero de sus vaqueros y se limpió las manos; quizás no le vendría tan mal dar un paseo hasta casa de Letty, al fin y al cabo ella había tenido el detalle de regalarle aquel gracioso estante en forma de parachoques para el bar Toretto. Cerró el capó, dejó el trapo a un lado y buscó su reflejo por un momento en una de las ventanas del coche. Nada mal.

Dom alzó los nudillos y golpeó suavemente la puerta dos veces, aguardando luego. Letty se incorporó del sofá y caminó hacia la puerta, abriéndola mientras seguía hablando con Mia. Un segundo después giró la cabeza para encontrarse a Dominic Toretto en la puerta de su casa.

–Oh… ¡Hola, Dom! ¿Qué haces aquí?

El semblante de Dom cambió de la indiferencia al asombro: Letty, la chica desgarbada que hace un año vestía ropa demasiado grande para ella presentaba ahora una imagen algo diferente. Su cuerpo había cambiado, de eso no había duda, y su atuendo no hacía más que resaltar ese hecho. Unos vaqueros ajustados y una estrecha camiseta de tirantes mostraban sus curvas, y un pelo largo, oscuro y ondulado enmarcaba sus facciones.

–¡Letty! Hm… –carraspeó–. Has cambiado.

–¿Ah si? Mmm… bueno, claro… ¿Quieres entrar a tomar algo? –Sonrió, mirándolo con poco disimulo de arriba a abajo. Era evidente que el chico pisaba a menudo el gimnasio, los músculos de sus brazos podían contarse con bastante facilidad. Rió para si misma, pensando en todas las veces en que lo había mirado con vergüenza, sintiéndose pequeña al lado del "tío más guay de la calle".

–Eh… ¡Si claro! –Dom se adentró en la casa sacudiendo la cabeza y sintiéndose ligeramente ridículo por su reacción–. Por cierto, feliz cumpleaños.

Letty sonrió y le propinó un suave puñetazo en el brazo.

–Gracias por acordarte.

...…

Este es el primer fanfiction que he escrito nunca, se agradecen reseñas y opiniones. Si os gusta subiré el resto de los capítulos.