Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, créditos al mangaka Masashi Kishimoto.

N/A: Esta historia es un universo alterno, tendrá escenas dramáticas y adultas, lemon (porque leeremos mucho romance), experiencias reales y amistad, incluidas parejas crack.

.

.

.

Mírame con el Corazón

Capítulo 1: Accidente

.

La mujer se llevó un dedo a la boca confundida por los datos médicos escritos en los documentos, nada de lo visto justificaba el malestar que se supone, debía padecer el malherido paciente.

—¿Pasa algo doctora? —preguntó el chico temeroso.

—No, nada importante —contestó cerrando la carpeta y acomodándola bajo su antebrazo—. Estarás bien, solo necesitas descansar y pronto serás dado de alta. — añadió sonriendo, el mejor gesto que podía mostrársele a un paciente.

El hombre cabello negro dejó salir unas lágrimas de la felicidad, esa noticia fue como una luz en medio de la oscuridad, ya pronto saldría de ese hospital y regresaría con su familia.

—No tengo como pagarle. —murmuró preocupado.

—Tranquilo, aquí es gratuito, no tienes que darme nada. Aunque…

—¿Qué doctora? —interrogó con ansiedad, le daría lo que sea—. Pídame lo que quiera.

El tono que usó daba mucho que pensar, pero como se trataba de un adolescente con alrededor de quince años, no existía razón para malinterpretarlo. La medico lo torturó unos minutos, cruzando los brazos a la altura del pecho y fingiendo pensar, cuando en realidad, solo bromeaba.

—Nada —soltó de repente, para luego reírse como niña y tocarle la mano amistosamente—, solo que no hagas más niñerías. Debes estar en reposo por lo menos dos meses, mientras tu pierna vuelve a regenerarse.

—¡¿Tanto?!

—Sí. Aunque te parezca mucho es poco comparado con las heridas que presentas, algunas fracturas requieren terapia, sin contar con las medicinas que te recetaré —explicó—, deberás seguir al pie de la letra mis indicaciones si quieres jugar baloncesto pronto.

El chico cabello negro torció la boca deprimido, la idea de permanecer meses en cama no le parecía agradable, tomar medicinas le asqueaba y ausentarse de las tan constantes fiestas con sus amigos lo aterraba. No obstante, la oportunidad de jugar con el PlayStation lo calmó, al grado de sonreír feliz y asentir con la cabeza. La doctora arqueó una ceja por el repentino cambio de expresión, pero conocía a los adolescentes y sabía cuál era su pensamiento.

Terminó de anotar en la hoja y colocándola nuevamente en el interior de la carpeta, se despidió del muchacho y salió de la habitación, encontrándose frente a frente con su novio que la esperaba reclinado en la pared blanca, con los ojos cerrados y posición relajada. Más allá de sorprenderle, se asustó, él nunca iba a verla a esas horas de la mañana.

—Sasuke-kun, buenos días. —saludó desconcertada, cerrando la puerta tras su espalda y observando al sujeto fijamente.

Él entreabrió los ojos, asintió como respuesta y le hizo un movimiento con la cabeza para conversar en otro lugar. Ella enseguida lo siguió temerosa, empezando a creer que algo malo había sucedido y no estaba enterada. En absoluto silencio ingresaron a la oficina de la pelirrosa, hundiéndole el seguro y mirándose con suma atención, los orbes negros del joven no indicaban algo bueno.

—¿Qué sucede? —preguntó por fin la chica, avanzado hacia el escritorio y dejando la carpeta sobre la superficie. Luego de unos eternos segundos, fue respondida.

—Debo viajar.

—¿Cuándo?

—Hoy.

—¿Por qué? —cuestionó acercándose a él, sentía que algo no andaba bien.

—Tengo algunas cosas pendientes. —le dijo secamente, mirando a otro lado y con las manos metidas en los bolsillos del pantalón negro que llevaba puesto. Sakura entristeció, por más que no pasaban la mayor parte del tiempo juntos, iba a sentirse sola sin su compañía. Hizo un esfuerzo y le sonrió algo fingido.

—Bien, entonces creo que esta es la despedida —murmuró—. Jamás vienes a verme aquí, supongo que fue para avisarme.

Sasuke gruñó en confirmación, dándose la vuelta y finalizando la aburrida conversación. Ella esperó un beso o abrazo tan siquiera, pero como de costumbre, no recibía nada de eso. Lo vio salir de la oficina sin mirarla, cruzando el pasillo y dirigiéndose a la puerta del Hospital en total mutismo, ignorando la cortesía con que algunos amigos de la mujer lo saludaban. Un completo maleducado.

Ino Yamanaka, una de las enfermaras y mejores amigas de Sakura, corrió hacia ella por algún chisme o noticia que le tuviera. Pero lo que consiguió fue tristeza y depresión.

—¿Qué pasó? ¿Por qué vino tu novio?

—A despedirse —contestó sentándose perezosamente en el sillón—, se va de viaje hoy, no me dijo cuándo volverá. —añadió, apoyando el codo derecho sobre la mesa y el mentón en la palma de la mano. Miró al frente, donde estaba la rubia parada con los brazos enredados a la altura del pecho, pidiendo más información con la expresión facial.

—Como siempre lo he dicho, ese tipo es raro.

—Ino —llamó en forma de regaño, le molestaba ese tipo de comentarios—, sabes que él es así, no entiendo porque lo juzgas tan ligeramente. ¿Acaso olvidas que su hermano mató a sus padres delante de sus ojos?

La muchacha se arrepintió por la intromisión —Lo siento, a veces se me olvida. Pero aun así, Sakura, no tiene por qué ser tan cortante contigo. ¡Por Dios! ¿Qué no piensa en la gran mujer que se está perdiendo?

Haruno sonrió agradecida, abandonando la postura inicial e inclinándose hacia atrás, con la espalda reposando en el espaldar de la silla —Te agradezco el cumplido, pero yo lo quiero así. Sé que si se lo propone, podrá cambiar y ser feliz con lo que tiene.

—Ah, ah —sonó la voz femenina, irguiéndose y usando la mano en señal de fastidio—. No me vengas con esas cosas, si lo dije es porque tu frente de marquesina no la tiene nadie. Y con respecto a su actitud, sigo creyendo que es un verdadero idiota. —bromeó, pronunciando las últimas palabras con seriedad.

La medico arqueó una ceja desconcertada, más por el insulto que por lo demás, se levantó y mirando penetrantemente a la rubia, le respondió —Vamos a trabajar Ino-cerda, no quiero que seamos destituidas por platicar en horas laborales. ¡Andando!

La rubia suspiró harta y le siguió el paso, llegando a una de las habitaciones de cuidados intensivos, donde dos heridos de bala ingresaron en estado crítico pero fueron salvados, no obstante, las heridas eran profundas y necesitaban ser cerradas. Las dos chicas se colocaron los guantes quirúrgicos, hicieron el respectivo chequeo y algo dudosas, decidieron dejarlos allí para vigilar cualquier inconveniente.

—Parece que fue un robo. —comentó la mujer ojos azules, usando un lápiz para plasmar los síntomas conocidos en las hojas correspondientes. Sakura la miró de reojo, antes de coger una jeringa e insertarla en el antebrazo masculino, a uno de los hombres dormidos en la camilla.

—¿No han venido a reconocerlos? ¿Un familiar o amigo?

—No. Parece que no son de aquí, creo que pertenecen a otra cuidad.

—Turistas —interrumpió—, siempre tienen problemas con la velocidad y la inseguridad de los callejones más deshabitados. Nosotros sabemos dónde hay peligro, en cambio ellos… — dejó la frase al aire, a la vez que botaba el material en la papelera y se despojaba de los guantes.

—Konoha no es tan riesgoso como creen, solo que algunos prefieren exponerse a la muerte antes que disfrutar de la vida.

—Cerda —murmuró seria—, se más prudente con tus palabras, no critiques algo que no viviste.

La rubia rodó los ojos —Ash. Ya deja de regañarme, cualquier diría que eres mi mama, frente de marquesina.

—Gracias a Dios no es así. Me volvería loca si tuviera una hija como tú.

Una carcajada ruidosa se le escapó a la mujer, provocando que los sujetos dormidos se movieran un poco a punto de despertar de la anestesia. Sakura colocó el dedo sobre los labios indicándole que hiciera silencio o se buscarían problemas con sus superiores. La chica se cubrió la boca con las manos, corriendo segundos después al pasillo porque no resistía las ganas de reírse.

.

—¿Cuánto tiempo tardarás? —preguntó una chica con anteojos, cabello rojo y atractiva.

—No sé —respondió de mala gana, metiendo la ropa en el morral azul que tenía sobre la cama—, debo irme hoy mismo, si duro más tiempo aquí podrían identificar el auto.

—¿Lo limpiaste para que no quedara rastro?

—Sí.

—Quiero acompañarte, Sasuke-kun.

—Déjame en paz Karin —gruñó malhumorado—, sabes que si Sakura se entera de mi trato contigo, no dudaría en acabar nuestro noviazgo.

—Por favor —rogó, acercándose a él y posando una mano en su antebrazo—. No te provocaré problemas. Sabes que te amo, y estaría dispuesta a formar una vida contigo.

El hombre hizo un movimiento eliminando el contacto, no deseaba cargar con semejante molestia en el viaje, y mucho menos si ella insistía en que fueran amantes. Terminó de empacar y colocándose la mochila en la espalda, miró por última vez a la fémina y cruzó la puerta, dejándola sola y enojada por el rechazo.

—Serás mío, Sasuke-kun —murmuró para sí misma—, no me rendiré hasta lograrlo.

.

El sol se escondía tras las montañas del horizonte dándole paso a la luna que subía victoriosa en el cielo que empezaba a oscurecerse, el color plateado que bañaba la cuidad de Konoha era simplemente precioso, único, hipnotizante. La luz de las lámparas ayudaba a Sakura en la elaboración de los últimos informes médicos, otorgándole iluminación en la tenebrosa oficina que la obligaba a continuar con la aburrida labor, puesto que dentro de una hora culminaría su turno y podría irse a su hogar. Ino, por otra parte, estaba sentada en uno de los sillones comiéndose una chupeta tranquilamente, dejando todo el trabajo a la cansada medico pelirrosa.

—¿Te falta mucho frentona? —se dignó a interrogar, recibiendo una mirada severa por el atrevimiento.

—Sí lo hicieras conmigo, habríamos terminado hace horas —reclamó—, pero te vales de que no está Tsunade para hacer lo que se te venga en gana.

—Pfff.

Ella abandonó lo que hacía y elevó el rostro molesta —¿Qué significa eso?

—Eres tú la que quieres hacer esto hoy, sabes perfectamente que ese trabajo es para pasado mañana. No sé porque te empeñas en demostrar lo eficiente que eres.

—Quiero avanzar. —contestó volviendo a la actividad, escribió unas cositas más y cerró la carpeta, abriendo la gaveta y guardando el sobre dentro. Suspiró agotada y le indicó a la fémina que se levantara puesto que ya partirían a sus casas, pero fueron interrumpidas por una de las enfermeras que sin avisar, explayó la puerta y les aviso de un hombre que ingresó ensangrentado, con múltiples heridas y víctima de un accidente automovilístico.

—Vamos —expresó preocupada—, es raro que suceda estas cosas a esta hora, las calles siempre están iluminadas.

—Está muriéndose. —informó la joven cabello blanquecino, nunca había visto una persona tan lastimada y al borde de la muerte.

A pasos rápidos llegaron hasta la sala de emergencias, Sakura e Ino entraron y de inmediato dieron con el muchacho, con velocidad y agilidad se colocaron los guantes y pidieron que encendieran el aparato cardiaco. Los ayudantes obedecieron y quedándose parados, contemplaron la energía que empleaba la pelirrosa en resucitar al paciente. El corazón disminuía el ritmo y todos creyeron firmemente que no había salvación.

—Aumenten. —gritó Sakura, subiéndose encima del cuerpo postrado en la camilla y colocándole los aparatos en el pecho. Ino la miró incrédula.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—No dejaré que muera, sé que puede vivir. —respondió, siendo observada por los demás presentes.

El pecho masculino convulsionaba por las altas cargas que le suministraban en cada máquina, no podía vérsele bien la cara por el sangrado y heridas grandes pero se apreciaba un cabello rubio y marcas extrañas en las mejillas. Haruno volvía una y otra vez a reanimarlo, sin cambiar de posición.

—Ya déjalo —aconsejó la chica ojos azules—, han pasado varios minutos desde que el corazón dejó de latir.

—¡Carguen! —exclamó por última vez la de cabello rosáceo, albergando una esperanza de que ahora si pudiera salvarse. Todos y cada uno de los enfermeros embelesados por la pasión con que trabajaba, olvidaron cerrar la puerta, ahora cualquiera que deambulara por el pasillo podría ver la fantástica escena.

El hombre abrió por unos segundos los ojos y la boca, respirando una bocanada de oxígeno y logrando regresar al mundo de los vivos, la mujer ojos verdes alcanzó a verle el color de los orbes; un azul marino y brillante.

—Está vivo. —dijo Ino asombrada, no pensó en que aquello sucedería. Sonrió de regocijo y aplaudió, siendo imitada por los demás que miraban sonrientes a la causante de lo ocurrido. Sakura se bajó del cuerpo ajeno y volteó, mostrando una blanca dentadura y agradeciendo con la cabeza las porras.

—Sabía que podías. —agregó la rubia, haciendo reír a cualquiera que le escuchase. Era una desgraciada.

—No dijiste eso hace unos instantes. —atacó, retirándose de la sala y acudiendo a la oficina, no sin antes ordenar que se vigilara el paciente con suma atención, pidiendo que si ocurría algo no dudaran en avisarle. Quería ser ella quien atendiera ese caso.

Nunca imaginó el rumbo que tomaría su vida con esa decisión.