Soy consciente de que tengo unos cuantos frentes abiertos (fics inacabados de momento) pero, no he podido resistirme a empezar este nuevo. La idea se ha ido fraguando en mi cabeza desde hace… meses, me temo, aunque eso no garantiza que vaya a actualizarlo con gran asiduidad (no quiero engañar a nadie.)

La historia está inspirada en una parte por la película Hitch. Y poco a poco, ya comprobaréis que buena parte de los personajes de la serie, irán apareciendo, y varios OC's también.

Disclaimer: Obviamente, ni la serie ni los cómics me pertenecen a mí así que… Ni estoy montada en el dólar, ni voy a sacar beneficio monetario alguno publicando esto, pero si un cierto "desfogue espiritual" (¿Esta es una buena forma de sacar a la luz esas locuras de la mente, no?) Jean McKinsey es propiedad de Cassandre_Watson, el resto, como decía, no son míos.

Advertencias: Bizarrismo, crack, humor, amor, recreación, Gareth es un gurú...

Perdonad las posibles erratas/zarpas.


Cric. Cric. Cric.

La silla crujía mientras giraba con calma sobre las ruedas.

Una. Dos. Tres vueltas y sus pies se anclaron al suelo embaldosado, sus ojos fijos en la amplia pared de su izquierda.

Se levantó de la silla y se acercó al hueco blanco e impersonal en el que se había convertido ese flanco de su despacho. A su espalda, en la pared contraria, colgaban varios cuadros y un ficus enorme (regalo de su madre) ocupaba una buena porción del espacio junto al amplio fichero de madera.

Le gustaba todo cuanto tenía hasta el momento pero, le faltaba algo. Le falta algo suyo, propio, personal. Un toque de…

Se volvió hacia su escritorio y cogió la pelota naranja y roja que descansaba junto al bote de bolígrafos, subrayadores, lápices… Apretó la pelota entre sus dedos, era de un material especial para ser retorcido y estrujado entre los dedos; tal y como le gustaba.

Lanzó la pelota contra el hueco ladeando el rostro, viendo la sombra de la misma aparecer por breves segundos en la blanca superficie hasta regresar de vuelta a su mano preparada. Se acercó la pelota a los labios, rozándolos con ella, descendiendo por su mentón cubierto de una leve barba de varios días hacia el cuello de su camisa entreabierta. Sólo dos botones, mejor insinuar que enseñar. Al menos eso era lo que había escuchado un millar de veces.

Golpeó con el dedo índice y el corazón la superficie de la pelota mirando pensativo ese lienzo en blanco frente a él.

- ¿Qué quieres de mí?- Murmuró para sí en voz baja, entrecerrando los ojos, queriendo ver más allá de la superficie pintada.

Se rascó el mentón botando la pelota contra el suelo sin molestarse en mirarla, sin apartar los ojos de donde los tenía hasta ese momento.

- ¡Hijo!- La pelota se escurrió de su alcance rebotando en su pie y saliendo disparado hacia la puerta abierta. En el hueco, una mujer de mediana edad y cabellera larga sujeta en una trenza, le miraba con una sonrisa. En su mano derecha esgrimía un papel amarillo como si del Santo Grial se tratara.- ¡Creo que lo hemos logrado!

- ¿Alguien va a venir?- Le preguntó acercándose a ella y leyendo el número de teléfono y el nombre garabateados en la nítida letra de su madre. Jean McKinsey, publicista.

Gareth sonrió ampliamente leyendo el número de contacto al que llamarle.

- Voy a llamarle ahora mismo para concertar una cita.- Le dijo regresando al escritorio donde recuperó su teléfono móvil. Pulsó los números correspondientes y esperó varios tonos hasta que una voz firme, femenina y segura respondió.

- Jean McKinsey, ¿con quién hablo?- Gareth se llevó el pulgar a los labios mordiendo la punta de la uña.

- Le llamo de Terminus S.A.- Comentó, quedándose en silencio para evaluar su respuesta.

- ¿Es usted Gareth West?- Preguntó la chica en un tono cordial, profesional no dándole pie a decirle banalidades del tiempo o el último partido de los Knicks.

- En carne y hueso.- Dijo Gareth sonriendo con calma guardando la mano mordida en el bolsillo de su pantalón negro paseándose por su despacho.- He recibido la notificación de mi secretaria,- miró a su madre quien seguía cada uno de sus movimientos con atención,- y querría concertar un encuentro con usted para hablarle en más profundidad de la empresa y sus objetivos.

Escuchó ruido de papeles y una maldición opacada antes de que la voz de la mujer alcanzara de nuevo sus oídos.

- Se me ha librado un hueco este mediodía y…

- Podríamos hablar los pormenores del negocio durante la comida, ¿le parece bien? Invito yo, por supuesto.- Se adelantó a añadir con gesto serio a pesar de que ella no pudiera verle a través de la línea telefónica.

- De acuerdo.- Dijo sin perder la cordialidad en su voz.- ¿Dónde nos vemos, señor West?

Gareth se acercó al ventanal que daba al exterior y echó un vistazo hacia los locales cercanos a su puesto de trabajo.

- ¿Le gustan las hamburguesas?- El silencio se instauró en la línea por varios segundos eternos.

- Soy vegetariana.- Contestó finalmente ella.

Gareth frunció el ceño. ¿Vegetariana? ¿Pero por qué? Bueno, debía centrarse.

- De acuerdo, hay un excelente restaurante vegetariano en nuestra misma calle si le parece bien. ¿Tiene la dirección verdad?- Preguntó volviéndose hacia su madre para que le confirmara con un gesto de cabeza que, efectivamente, debía tener la dirección.

- Sí, la tengo. Si le parece, le veo en el portal de su despacho a la una y caminamos hacia el restaurante.- Una sonrisa volvió a aparecer en el rostro de Gareth, asintió con la vista fija en el susodicho restaurante.

- Perfecto. Le veo en unas horas, señora McKinsey.

- Señorita.- Le corrigió ella antes de colgar sin darle pie a réplica.

- ¿La verás este mediodía?- Preguntó Mary apostada en su escritorio.

- Sí.- Gareth se soltó los botones de los puños de ambas mangas de la camisa y comenzó a recogérselas hasta casi alcanzar el codo.- Tengo un buen presentimiento.- Le dijo a la mujer sin mirarla, con la cabeza llena de ideas y propuestas para plantearle a Jean McKinsey. Iba a salir bien, estaba seguro.


Gareth se ajustó el cuello del abrigo tras recolocar la corbata en su sitio sin apretarla por completo. Le gustaba cierta movilidad en su cuello, y una corbata prieta no ayudaba en exceso cuando tenía que comer con su futura publicista. Vale que aún no hubiera hablado con ella del asunto, pero tenía la corazonada de que era la persona indicada para su negocio.

Salió del ascensor y recorrió el pasillo que le llevaba hasta la puerta acristalada que daba al exterior. Nada más poner un pie sobre la acera miró hacia su derecha encontrándose a una mujer de espaldas a él, melena castaña y ondulada suelta, un abrigo negro envolviendo unas curvas que eran evidentes existían bajo las capas de ropa. Estaba conversando por teléfono así que se quedó junto a la puerta sin querer inmiscuirse en su conversación. Pronto ella se movió dando varios pasos y gesticulando con su mano derecha. No alcanzaba a escuchar qué decía pero su tono de voz podría amedrentar hasta al más macho.

Gareth sonrió viéndola moverse y continuar hablando hasta que la vio cortar la llamada sin miramientos, girándose sobre sus tacones casi de vértigo. Aunque para vértigo sus ojos azules fijos en él; había auténtico fuego en su mirada.

- ¿Señor West?- Preguntó acercándose a él, un maletín de cuero en su mano derecha.

- Señorita McKinsey, supongo.- Le respondió él sin dejar de sonreír aceptando la mano de Jean para ser estrechada pero llevándosela a los labios para besarla.- Un placer conocerla finalmente.

- El placer es mío.- Respondió ella mirándole con el ceño ligeramente fruncido recuperando su mano.- Usted dirá.

- Por aquí.- Le indicó Gareth con un gesto de su mano echando a andar.


Sus copas estaban llenas de agua y vino respectivamente cuando comenzaron a hablar del tema que les concernía y que les había llevado a aquel restaurante vegetariano.

- Cuando hablé con su secretaria, me dijo que era mejor que usted me comentara en qué consistía su negocio realmente.

Jean bebió un sorbo de su copa de vino y esperó a que Gareth hablara. El chico se reclinó ligeramente en su silla reacomodando la servilleta estratégicamente colocada sobre su regazo. Apoyó ambos codos en la mesa y unió sus manos bajo su mentón, mirándole con una sonrisa serena.

- Verá señorita McKinsey, soy un creyente. Soy un firme creyente en… el amor.- La copa que Jean se llevaba a los labios se pausó unos segundos a medio camino antes de alcanzar de nuevo sus labios. La chica le dio un largo trago mientras le escuchaba.- Verá, sé que la mayoría de gente cree en seres superiores que dictan nuestra existencia, y ya no sólo en esta vida, sino en la venidera. Hay quien cree en el poder del dinero,- decía con vehemencia y voz tranquila- en la... humanidad. Yo, personalmente,- amplió más su sonrisa si era posible,- creo en el amor como algo más allá del ramo de turno en San Valentín, el matrimonio entre dos personas o el ligue de verano.- Se acarició el labio inferior con la yema del dedo índice.- El amor nos hace ser lo que somos, por eso hay tanta infinidad de ellos. El amor familiar, como el de una madre hacia sus hijos. La amistad al fin y al cabo es un tipo diferente de amor a su vez.- Se rascó la mejilla con suavidad.- Mi... negocio se trata de… Fomentar ese amor, de buscarlo, de encontrarlo en los lugares más recónditos e insospechados.

Jean carraspeó apartándose un mechón de pelo que cubría sus irises azulados y alzó el dedo índice pidiéndole intervenir. Gareth asintió dándole paso.

- ¿Lleva un prostíbulo?

- ¿Qué? ¡No! ¡No!- Dijo entre horrorizado y divertido soltando una leve risa.- Me dedico al AMOR, señorita McKinsey, no al sexo por dinero.

- Hay quien no entiende la diferencia.- Comentó ella con un gesto casual bebiendo otro sorbo de su copa.

- No es mi caso, créame.- Le aseguró con voz seria.- Como le iba diciendo, mi negocio se trata de la búsqueda del amor de pareja, del asesoramiento de aquellos que lo buscan.

- ¿Una agencia de citas?- Dijo ella enarcando una ceja, su dedo índice y pulgar rozando su mentón.

- No exactamente pero, supongo que para concretar, sí.- Dijo él asintiendo aprovechando el silencio pensativo de su compañera de mesa para beber.

- He de ser sincera con usted, señor West.- Gareth tragó grueso. Aquel tono de voz no auguraba nada bueno y menos esa combinación de palabras, el gesto de ella y lo que sus ojos decían.- No creo en su negocio.- Gareth abrió la boca para replicarle pero Jean le acalló con una mirada.- Conozco a amigas mías que han contratado los… servicios de empresas como la suya, asegurándoles que iban a encontrar el hombre de su vida. Una de ellas tuvo que pedir una orden de alejamiento y la otra se divorció a los cinco meses de casarse.- Él bajó sus manos de nuevo a su regazo, entrelazando sus dedos con la servilleta.

- ¿La segunda encontró el amor, no? Aunque no durara demasiado...- Ante el enarcamiento de ceja de la chica decidió guardar silencio de nuevo.

- No creo en sus… artes de gurú del amor para encontrar a la media pareja de nadie. Lo siento, pero es mi opinión.- Le dijo ella con rotundidad agachando la mirada hacia su propia servilleta, reacomodándola por enésima vez.- Y si no creo en algo, no lo publicito.

- ¿Usted es más material que espiritual, verdad? No se ofenda,- se apresuró a añadir Gareth al intuir la ira que había escuchado por teléfono, acercándose peligrosamente.- Se ve que es una mujer de carácter fuerte, que escribe su propio destino, que sabe lo que quiere. Eso, querida,- sonrió- es una de las… opciones que mi negocio cubre. Estoy seguro de que usted conoce a alguien a quien le gustaría se fijara en usted y tuvieran una relación, ¿verdad? Pero no sabe exactamente cómo abordarlo. Tiene las ganas pero le faltan los medios. Esa, es una de mis especialidades.- Le dijo guiñándole con su copa en alto para darle otro sorbo.

- ¿Así es como usted encuentra sus parejas, señor West?- Preguntó ella a la defensiva y con cierta sorna.

Gareth rio quedo negando con la cabeza.

- Ahora mismo estoy soltero por voluntad propia.- Le dijo sin mentirle. Sólo se había limitado a omitir parte de la verdad de su vida sentimental. No necesitaba conocer todos los detalles, no aún al menos.- Pero soy bueno en lo que hago porque, al igual que usted, creo en ello.

- Demuéstremelo.- Le retó ella con gesto serio, cruzándose de brazos.

- ¿Quiere que le ayude a conseguir a alguien?- Preguntó Gareth ligeramente sorprendido pero excitado ante la idea.

- No, señor West.- Fue el turno de Jean de sonreír.- Quiero que haga su trabajo. Quiero que… crea en el amor,- dijo ella con una floritura de sus dedos,- y junte a dos desconocidos y "salten chispas" entre ellos. Quiero ver resultados.

- Quiere que le allane el terreno.- Dijo él jocoso reclinándose en su silla.

- Tómelo como… Un gesto de buena fe hacia una incrédula material como yo.- Le respondió ella con un guiño similar al que él le había lanzado.

El camarero llegó con sus platos depositándolos frente a ellos. Gareth clavó un trozo de tomate de la ensalada con su tenedor.

- Trato hecho, señorita McKinsey.- Mordió el tomate sin dejar de sonreír.

Iba a cumplir con su palabra, y ella tendría que trabajar con él. Iba a ser pan comido.


Buenas noches! Creo que no podía ser otro día (sé que me paso por una hora y algo pero psss) cuando empezara un fic con semejante temática.

Necesitaba recuperar a uno de mis musos (léase, Gareth), el cachondeo en lo que escribo, y el bizarrismo.

Si habéis llegado hasta aquí, gracias por aguantar y haber cumplido con la lectura. Os merecéis una cita con el Gurú Gareth para solucionaros el próximo San Valentín jejeje Es broma.

Cualquier idea, sugerencia, anotación, soy toda ojos.

Gracias Cass por prestarme a Jean para esto y por desbarrar conmigo para comenzar este nuevo proyecto. Te lo debo, porque sé que Gareth es un incomprendido y tiene que estar presente aún después de su fallecimiento.

¡Nos vemos pronto, espero!