DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.
AVISO: Este fic participa en el Reto #14: "Amortentia al azar" del foro Hogwarts a través de los años.
Otro Wolfstar, jeje. Sorry not sorry, no puedo resistirme a ellos. Como siempre, cualquier cosa rara es producto de mi canon mental.
Este fic y El tiempo no todo lo cura son en cierta manera complementarios. Se pueden entender por sí solos, pero son el mismo romance contado desde diferentes perspectivas y en diferentes momentos de su historia.
Número de palabras: 999 (1001 contando el título).
[Primer aroma: Pino]
A PESAR DE LOS AÑOS
I. Pino
Otra vez encerrado.
Había conseguido escapar después de doce años en Azkaban para terminar enclaustrado en su ‹‹hogar››.
Acarició las paredes desconchadas con los dedos. Quién le hubiera dicho a su madre que la casa de la que estaba tan orgullosa terminaría cayéndose a pedazos. Y no se refería solamente al edificio.
Lo peor era la soledad.
Harry le había devuelto la esperanza de recuperar lo perdido. Le había prometido al muchacho que podrían ser una familia, ¿pero qué tipo de familia podían ser, si él estaba recluido entre aquellas paredes?
Y luego estaba él.
El tiempo no lo había tratado bien. Remus lucía cansado. Se había convertido en Atlas: sus hombros parecían sostener todo el peso del mundo.
Le hubiera gustado tener más tiempo para hablar con él, tocarlo… Pero al menos le quedaba el consuelo de saber que Remus había entendido por fin lo que pasó con Peter. Saber que no lo culpaba aliviaba su alma del peso de la culpa.
Toc, toc, toc.
Poca gente podía atravesar las barreras mágicas de Grimmauld Place, y todavía menos seguían vivos para hacerlo.
―Sirius ―Reconoció la voz incluso a través de la madera y el ladrillo―, abre.
Su mano se detuvo a centímetros del pomo de la puerta.
Abrir aquella puerta sería como dejar entrar en su vida a una parte de su pasado, y no sabía si estaban preparados para las consecuencias. Los años habían pasado y la vida no se había detenido para nadie. El amor ya no era tan sencillo como cuando tenían dieciséis años y toda una vida por delante.
…
―¿Alguien sabe si Remus ha vuelto ya? ―Sirius estaba tumbado en su cama, todavía en pijama.
Quien lo viera, diría que parecía tan despreocupado como siempre, pero todo su interior bullía de inquietud. Remus tendría que haber vuelto de su última noche de luna llena hacía un par de horas, pero aún no había dado señales de vida.
―No tardará ―dijo Peter, terminando de vestirse.
―Tendríamos que haberlo acompañado ―gruñó.
―Por Merlín, ¿quieres relajarte? Remus ya nos dejó claro que como se nos ocurriera seguirlo, nos mordería. Ya volverá, Canuto. Ya sabes que para él es difícil. Necesita estar solo a veces ―intervino James, colocándose bien la corbata―. Y como no te vistas ya, vamos a llegar tarde a Historia de la Magia.
―Otra vez ―señaló Peter.
Sirius se levantó de un salto. No podía quedarse por más tiempo sin hacer nada.
―Id vosotros, yo hoy paso ―dijo.
Sus amigos se miraron, pero se encogieron de hombros y se fueron a clase. Sirius se vistió con toda la rapidez que pudo y se escabulló del colegio sin ser visto. Tenía que encontrar a Remus, saber si estaba bien. Normalmente, en las ocasiones en que pasaba la luna llena solo ―sus amigos raramente se lo permitían, y no tendrían que haber hecho una excepción aquella vez―, volvía a su habitación o iba a la enfermería a que le curaran alguna herida, en cuyo caso siempre mandaban a alguien a avisarlos de que Remus estaba sano y salvo.
Se adentró en el bosque prohibido, donde sabía que a Remus le gustaba esconderse cuando se convertía. Podría estar en cualquier parte, herido, sin poder avisar a nadie…
―¡Remus! ―gritó. Fue adentrándose en el bosque, donde los árboles se volvían más frondosos y solamente se oían los sonidos de los animales y el viento atravesar las hojas de los pinos―. ¡Remus! ―repitió, con la esperanza de que lo oyera y respondiera.
No sabía si llevaba allí minutos u horas, pero estaba decidido a no irse hasta que encontrara a Remus. Además, le gustaba el bosque. Si no fuera porque no tenía cómo llevar su ropa y la que había cogido para Remus, se convertiría en perro. Le encantaba el cosquilleo que las acículas causaban en sus patas y el olor a flores y pino.
―¡Remus! ―repitió por enésima vez.
―Estoy aquí ―respondió una voz.
Sirius se dirigió casi corriendo hasta el lugar del que procedía la voz. Distinguió a Remus, sentado en el suelo, con la espalda recostada en el tronco de un árbol y una herida de doce centímetros en el brazo derecho. Sirius se arrodilló a su lado, inspeccionándolo con ansiedad. Sin contar la herida, las ojeras y la expresión cansada, Remus parecía estar bien.
―Venga ―Lo cogió por debajo del brazo sano y lo ayudó a levantarse―, vamos a darle un poco de trabajo a Madame Pomfrey, que seguro que se aburre.
Cuando llegaron a la enfermería, Madame Pomfrey corrió a ayudarlos; colocaron a Remus en la camilla más apartada.
―Y ahora a clase, jovencito. ―Sirius entrecerró los ojos y se cruzó de brazos, dejando claro que él no se movería de allí―. No me hagas llamar a Minerva.
Sirius sonrió y se encogió de hombros.
―Seguramente voy a terminar castigado por algo antes de que termine el día, así que me arriesgaré ―replicó. Nadie iba a apartarlo de él.
Madame Pomfrey suspiró y decidió que era mejor no discutir. Cuando terminó de curar la herida de Remus, cerró la cortina y dejó solos a los dos muchachos.
―No hacía falta. Pero gracias ―susurró Remus.
Sirius se tumbó a su lado.
―En el fondo solo quería una excusa para no ir a clase ―bromeó.
Remus rio, pero Sirius se sintió como un idiota.
Se quedaron callados, Remus con los ojos cerrados y Sirius con la mirada perdida. Poco a poco, la respiración del primero se ralentizó, hasta que se durmió.
Sirius se giró de lado y observó a su amigo. Estaba pálido, ojeroso y con el pelo revuelto, pero era de las pocas veces en que tenía una expresión de completa paz. Acercó la nariz a su mejilla y aspiró el aroma de su piel.
―No sé cómo te lo haces para oler a pino siempre ―musitó.
Remus, todavía con los ojos cerrados, sonrió.
―Es uno de mis muchos talentos.
‹‹Y una de las muchas razones por las que me enamoré de ti››, pensó Sirius.
Como habréis adivinado, la historia empieza después de los eventos de Harry Potter y el Prisionero de Azkaban. Sirius y Remus ya se han visto, pero necesitan reencontrarse.
En cuanto pueda, subiré los dos capítulos que faltan.
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MrsDarfoy
