Inuyasha no me pertenece sino a R.T. Sólo me pertenece esta narración que esta basada en los caracteres, anime y manga de Inuyasha, y es hecha por diversión. Deseo que la disfruten y también espero sus comentarios.
Warning: este fic puede herir susceptibilidades
Capítulo 1
La oscuridad era penetrante, como si un denso velo negro hubiera cubierto los cielos. Ni un solo rayo de luna, ni una sola estrella, todas parecían escondidas. Esta noche es extraña…pensó la joven al mirar fugazmente el cielo, apresurando el paso para regresar a su casa. Aunque era luna llena, los densos nubarrones absorbían los brillantes destellos de luz proveniente de ella, haciendo incluso que los faros iluminen escasamente la desértica y fría calle de invierno.
La joven se envuelve aún más en su viejo abrigo, tratando de entrar en calor. Un vaho se forma en su boca, fruto del frío y de su respiración agitada.
No debí haberme quedado tan tarde en el trabajo.
Llego ante un oscuro callejón donde se detuvo dudando por un momento. Ese callejón era el atajo perfecto para llegar en pocos minutos a su casa pero también era cierto que era frecuentado por delincuentes y drogadictos, aprovechando su prácticamente nula iluminación. Por otro lado, continuar por el camino de siempre tampoco está exento de los mismos peligros, pensó ella. Respiró profundo y se adentro en el tenebroso callejón.
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Estaba gravemente herido. Si no fuera por su propia fuerza y la fuerza de su espada, capaz sus heridas serían mucho más graves de las que tenía ahora. Había caminado sin rumbo, alejándose del sitio de la pelea al escuchar las sirenas de la policía. Ahora estaba en un oscuro y desconocido lugar, fuera de la vista de cualquier posible intruso. Debía descansar, sentía que estaba perdiendo completamente sus fuerzas. Se tumbó al piso, recostando su espalda en la fría pared.
Ooo-ooO
La joven caminaba lo más rápido y cautelosamente posible. Sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad pero podía tropezar y lo que menos quería era caerse en aquel lugar, demorando su salida de ese tenebroso callejón. Sin embargo, una sombra llamó su atención. Era una persona sentada en el piso con una espada recostada en la pared cerca a ella, lo suficientemente grande como para ocupar casi todo el pasillo. Se detuvo con miedo. Tenía que pasar por su lado si quería entrar al edificio donde se encontraba su pequeño departamento. La otra opción era regresarse en sus pasos. Eso podría ser más peligroso aún, pensó ella al mirar hacia atrás y no ver nada más que oscuridad.
Lo contempló por unos segundos que le parecieron eternos. Parece dormido. Prudentemente se acercó lo suficiente para bordearlo, pero fue ahí cuando vio la sangre. Está herido. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, se acercó a él para atenderlo cuando sintió la fría espada en su cuello.
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El dolor le molestaba tremendamente, pero no el dolor de la herida física sino el de su orgullo. Él nunca antes había sido herido de esta manera, y ahora lo había sido por el despreciable que se decía su hermano. Él era el mejor, un experto maestro en el uso de la katana y en las artes marciales. Su poder y fuerza eran ilimitados, más allá de lo que alguna vez imaginaron sus propios maestros, quienes habían sido los mejores de todo Japón y China. Él era el más respetado entre los Yakuza, entre todas las familias. Él era el asesino perfecto. Él era Sesshoumaru.
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El joven de larga cabellera platinada había rápidamente levantado su katana al cuello de la muchacha. Sus ojos estaban rojos de la furia que sentía en su interior. Ella lo miró con ojos asustados. Había supuesto erróneamente que aquel hombre había perdido el conocimiento.
El yakuza, al ver que se trataba de una joven katagi (1), aflojó la tensión en su espada.
-Vete –ordeno en grave voz sin ninguna emoción dentro
Ella lo miró fijamente. Está muy malherido. Algo le impedía irse y dejarlo allí a su suerte. Se armó de valor y se decidió en atenderlo. Lo haré, se dijo asintiendo firmemente con la cabeza. Se acercó al joven que estaba a punto de perder el conocimiento, quien la miró reflejando cierta sorpresa en sus ojos dorados. Ella pasó el brazo derecho sano de él alrededor de su cuello para soportar su peso. Es alto y fuerte, pensó al ver que apenas podía sostenerlo. Felizmente él aún no había perdido del todo el conocimiento o habría sido materialmente imposible para ella moverlo a su departamento.
Llegó a tenderlo sobre la cama justo antes de que él perdiera el conocimiento. Se detuvo un rato a observar su rostro. Es terriblemente guapo, pensó. Contempló el tatuaje de luna creciente en su frente y las franjas triangulares en su rostro. También las tenía en el brazo. Es un yakuza, se dijo con algo de temor. Pero luego centró su atención en sus heridas, la más grave en su brazo izquierdo, y olvidando todos sus pensamientos anteriores se ensimismo en curarlo.
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Se le hacía pesado abrir los ojos. Cuánto tiempo he estado inconsciente?. Giró su rostro para ver a su alrededor. Dónde estoy?, se preguntó al no reconocer la habitación donde se encontraba. Definitivamente era un departamento pequeño, de no más de 40 metros cuadrados. Todo parecía una larga habitación donde sólo había otro cuarto que era el baño. A un lado estaba un lindo y acogedor kitchenet. Pegada a la pared había un gran estante lleno de libros y un escritorio lleno de apuntes y cuadernos. La persona que vivía en ese departamento era alguien con escasos recursos económicos, pero limpia, ordenada y de buen gusto. Se levantó un poco y sintió el dolor de la herida del brazo. Había sido bien curada y estaba perfectamente vendada. Al lado de la cama donde él se encontraba, en el suelo, envuelta en una manta, dormía una muchacha acurrucada por el frío. La reconoció y contempló con detenimiento su rostro. No tenía una gran belleza. Él había visto muchachas muy bellas en toda su vida, modelos y actrices. Pero esa joven tenía un singular atractivo que la hacía parecer muy linda. Su larga cabellera negra estaba esparcida en el piso y un espeso mechón cubría parte de su cara. Sentía ganas de apartarlo para poder contemplar con mayor detenimiento ese rostro. Pero gruñó al darse cuenta del pensamiento que había tenido. Cerró nuevamente los ojos. Su cuerpo le estaba pidiendo reposo y se sintió tranquilo ante aquella desconocida. Dormiré un poco más.
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El ruido lo despertó. Ella estaba a su lado, acercándole una bandeja con un pan con mantequilla y mermelada y un vaso de leche. Él volteó la cara hacia el otro lado.
-Yo no como esas cosas –gruñó incómodo por las atenciones de la muchacha
Ella no dijo palabra y sólo colocó la bandeja en una banca cerca de él. Se quedo mirándole un rato y luego se dirigió hacia su escritorio. Él, por otro lado, se había volteado para observarla sin que ella se diera cuenta.
La joven buscó una lata decorada, la abrió y rebuscó en ella. La volteó completamente cayendo unas cuantas monedas y billetes de ella. Es toda la plata que tiene, pensó él. La joven colocó el dinero en su bolsillo y se dirigió a la puerta. Antes de abrirla, con la mano en el cerrojo, se percató de que Sesshoumaru la estaba mirando. Se volteó a verlo, y sin decirle palabra, le regaló una tierna sonrisa saliendo entonces del departamento. Él sintió un extraño calor en su pecho cuando vio aquella sincera sonrisa en los labios de la joven.
Ooo-ooO
Era muy temprano en la mañana. La mayoría de establecimientos estaba cerrado, felizmente había encontrado uno de 24 horas en donde pudo comprar víveres. Regresaba a su departamento con una sonrisa en el rostro pensando en aquel bello desconocido, cuando unos cuatro jóvenes la rodearon.
-¿De dónde vienes preciosa? –le dijo uno con gorra azul de manera melosa
-¿Me regalas un besito? –le dijo otro con sonrisa torcida
Ella no respondió nada y sólo apretó el paso hasta que uno le sujetó firmemente el brazo.
-¿A dónde crees que vas? –le gritó
-Eres una perra mal educada al dejar a tu superiores hablando –le gritó el de la gorra azul, jalándola del pelo.
Uno de ellos metió su mano en el bolsillo del pantalón de ella.
-¡No tienes plata, idiota! –le gritó
-Lo siento –atinó a decir ella consternada
-Si no eres más que una perra –le gritó el chico que la tenía sujeta, mientras otro la abofeteó fuertemente y tirándola al suelo por el golpe.
Se inclinó ante ella y le dijo al oído -Acuérdate que nos debes –le dijo alzándola de la blusa
-Yo… yo… yo no les debo nada –dijo ella con voz apenas audible
-¡Perra idiota!, sólo por pasar por aquí ya nos debes –le dijo el de gorra azul –¡acuérdate de eso!
Y se alejaron riéndose dejando a la pobre muchacha arrodillada en el suelo.
Ella podía sentir el sabor de su sangre en la boca. Con cuidado guardó todos los víveres desparramados nuevamente en la frágil bolsa y caminó hacia su departamento. Al llegar, observó que el joven seguía dormido, así que sigilosamente entró al kitchenet y empezó a cocinar.
Ooo-ooO
El olor de café recién hecho lo despertó. A su lado, estaba la bandeja pero ahora con otros alimentos. Unos huevos revueltos con tocino, un jugo de naranja fresco y la taza de café. Además había un par de pastillas. Para la rápida cicatrización y un antibiótico, se fijó él. Los tomó de un sorbo y buscó a la joven. La vio en el baño con la puerta abierta, lavando su rostro. Cuando lo alzó, él pudo contemplar a través del reflejo en el espejo que la habían golpeado.
-¿Quién fue? –preguntó él con fría y grave voz
Ella volteó sorprendida. Pensó que él seguía durmiendo y al percatarse de la pregunta, su rostro se iluminó dibujando una sonrisa en sus labios.
¿Por qué me sonríe?, pensó él extrañado, a la vez que sentía una rara tibieza en su pecho.
Ella no le contestó, y sin dejar de sonreírle, sólo juntó la puerta del baño para terminar de limpiar sus heridas.
Cuando ella salió del baño se alegró de ver que él se había comido todos sus alimentos. Estaba con los ojos cerrados así que, luego de dejar la bandeja sucia en el lavadero, se acercó a él para revisar sus heridas. Con cuidado fue sacándole el vendaje del brazo. Sus dedos rozaban su piel. Con cada roce, el joven sentía un estremecimiento que le recorría la columna, aunque su rostro continuara impávido y con los ojos cerrados. Cuando ella terminó de limpiarlo y de vendarlo nuevamente, no pudo resistir la tentación de recorrer con sus dedos su piel y pasearlos por los tatuajes de su brazo. Quiso hacer lo mismo en su rostro. ¿Qué estoy haciendo?, pensó deteniendo su mano a medio camino. Se levantó con todos sus utensilios para lavarlos cuando una voz la sorprendió.
-¿Cómo te llamas? –preguntó él con su voz fría y distante
-Hiroshi... Rin Hiroshi –respondió ella volteándose a verlo con una sonrisa.
Esa sonrisa, dijo él volteando su rostro hacia otro lado molesto por lo que aquel gesto le hacía sentir.
-Este es Sesshoumaru –dijo él altivamente sin siquiera voltear a mirarla
-Sesshoumaru –murmuró ella.
Y escuchar su nombre de aquellos labios, le produjo la misma sensación de calor que su sonrisa. ¿Qué diablos tienen esas pastillas?,se cuestionó frunciendo su frente.
Ooo-ooO
A la mañana siguiente, Rin se despertó con el cuerpo adolorido. Definitivamente dormir en el piso por tres noches seguidas no era muy agradable. Además recordó que era día de escuela. Se arrodilló para ver a su enfermo y grande fue su sorpresa a no encontrarlo en la cama. Buscó con la mirada en el kitchenet y en el baño, que estaba con la puerta abierta.
Se levantó y encima de su escritorio encontró una nota escrita con una letra clara, firme y elegante. "Gracias"
-Se ha ido –murmuró ella y sintió un extraño vacío en su interior.
En silencio se preparó el desayuno con lo poco que aún quedaba en la alacena y se alistó para ir a clases en la universidad.
En la Universidad ella tenía pocos amigos. No tenía tiempo para establecer amistades entre el trabajo y los estudios. Apenas llegó se dirigió al panel de la Secretaría Académica. Los últimos exámenes habían sido extenuantes y especialmente difíciles. En la lista, buscó su nombre, estaba ocupando el tercer puesto de su facultad.
-Felicitaciones, Hiroshi -le dijo un compañero de clases
Ella sólo bajo la mirada. ¿Tercer puesto?. No podía ser. Ella necesitaba estar entre los dos primeros para mantener su beca. ¿Ahora que iba a hacer?.
-Lo siento mucho -le dijo la asistenta social -Ud. conoce las reglas de la universidad. Al tercer puesto le corresponde una media beca, no beca completa. Lo que podemos hacer es exonerarla de la matrícula pero deberá empezar a pagar lo que le corresponde a partir de la primera cuota.
-Sí, gracias -musitó ella y haciendo una reverencia se retiró del salón.
Debo buscar otro trabajo. El que tenía apenas le alcanzaba para su mantención, pagar la renta y útiles. Aunque la asistenta la había puesto en la categoría de pago más baja, aún no le era suficiente. Salió a comprar un diario y se sentó en una banquita en los jardines de la universidad para tratar de encontrar algo.
-¿Buscas trabajo, Hiroshi? -le preguntó una compañera que pasaba por ahí y aprovecho a sentarse en la parte desocupada del banco
Rin asintió con la cabeza.
-Y qué tipo de trabajo buscas?
-Necesito uno que me permita estudiar y a la vez pagar la universidad -musitó ella, sabiendo lo difícil que era encontrar un trabajo bien remunerado y a medio tiempo sin tener aún su título profesional.
-¿Tu familia no puede ayudarte?
-Soy huérfana -comentó como si fuera lo más natural del mundo.
-Uhm! -dijo su compañera contemplándola -eres bonita. - Rin se ruborizó, no entendiendo porque el comentario de su compañero, pero se alegro al escucharle decir -Creo que tengo el trabajo que necesitas.
(1) Katagis son personas civiles, no yakuzas. Los yakuza, en defensa de su imagen, alegan que no matan a katagis y que sólo actúan por su código de honor.
