.Pupetta.
Autor: Catherine Applewhite.
-Aclaraciones: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, si no que a la genial Rumiko Takahashi, yo simplemente soy una simple servidora que los utiliza para saciar su ansiedad de ser creativa.
-Advertencias: Ninguna, por ahora.
-N/A: Este fanfic lo hago por propia diversión y porque adoro el anime y el manga no tiene ningún fin. Espero que disfruten leyendo.
-Género: Romance.
-Datos de Interés:
Texto en cursiva Pensamientos de los personajes.
—. — Cambio de escena.
-Summary: Él era un hombre rico casado pero sin hijos que llevaba una vida tranquila en Villa San Michele junto a su esposa. Ella era una pobre niña que nunca había conocido los placeres y lujos de la vida hasta que él la adoptó.
Capítulo 1: Ville San Michele.
Noche. Noche encantada. Noche dolorosa. Noche insensata, mágica y loca.
Y luego más noche. Noche que parece no acabar nunca. Noche que, sin embargo, a veces pasa demasiado rápido.
Villa San Michele, Isla Anacapri 1946.
Estábamos en pleno Julio y el despiadado y sofocante calor le hacía insoportable el transito del día. Las ventanas del despacho estaban abiertas de par en par dejando que de vez en cuando la brisa marina se colara por ella y refrescara la pequeña habitación. Llevaba unas horas encerrado detrás de aquella mesa de ébano firmando y revisando los papeles que le había traído el viejo Totossai. De pronto sintió un alboroto en el pasillo y la puerta se abrió dejando paso a su esposa que traía cara de pocos amigos.
— ¡Inuyasha! cariño creo que ya es hora de que volvamos a casa. ¿No crees? Llevamos mucho tiempo viviendo en esta isla y no es que no me guste, pero sabes que no soy feliz aquí. Mi vida, nuestra vida esta Italia Inuyasha, no en una isla apartada de la sociedad, las personas aquí son poco sociables y hasta los propios criados me miran con mala cara cuando les comento sobre lo último que compré en mi viaje a París, ¿te lo puedes creer? ¡Me tratan mal!, ¡a mí! A tú esposa. — Gritaba agitando las manos Kikyo. ¿No lo notan? Es adorable convivir con ella por el resto de mi vida. Kikyo me miraba con sus penetrantes ojos cafés esperando que alguna palabra saliera de mis labios, pero yo tenía cosas más importantes que hacer que atender sus necesidades extremas cada vez que lo necesitaba.
—Kikyo por favor ya hemos hablado un millón de veces de esto y no quiero que volvamos a discutir este tema nunca más. No nos iremos de esta isla porque tengo negocios importantes que atender hasta próximo aviso. Y cuando digo no es NO, así que deja de comportarte como una chiquilla y entiende mis razones mi amor. Y ahora por favor retírate tengo que continuar firmando estos importantes papeles. —La vi con intención de volver a retomar el tema pero una mirada de advertencia fue más que suficiente como para que se tragara sus palabras y saliera de la habitación indignada.
Cerró la puerta de un portazo y sentí como sus pasos se perdían por el pasillo. Llevé una mano al puente de la nariz y lo masajee para tranquilizarme. Aquella mujer me sacaba de paso, cada vez que podía me venía con el mismo cuento de querer abandonar aquella isla.
Villa San Michele situada en el punto más alto de la isla de Capri era el lugar donde hacía siglos ocupaba la Villa del Emperador romano Tiberio. La casa estaba situada a 327 metros de altura sobre el nivel del mar. Miles de peldaños de roca rodeadas por una espesa vegetación te conducían a un sendero de piedras blanqueadas por el sol y más allá hectáreas de jardines, rodeados por centenares de flores rojas satinadas.
Al otro extremo de aquellos bellos jardines crecen rosales con rosas de distintos colores: blancas, rojas, marfil y del tono de la crema de avellana. Algunas trepan junto con las enredaderas y se extienden en macizos, crecen sin control y se enroscan. Setos cubiertos por dalias y peonias blancas y cabeceando en el centro millares de tulipanes rojos, rosados, malvas, cerrados o abiertos. Dispersas por aquel bello paraíso esculturas de origen romano y hasta esfinges. En el centro del jardín principal entre algarrobales una pequeña capilla de origen medieval.
Un pequeño parador sobresalía hacía fuera y desde allí se podía contemplar la gran mancha de agua turquesa que recorría kilómetros a la redonda y más allá.
Hacía el interior escondida detrás de tanta belleza se alza un amplio camino hasta un antiguo palacete cubierto de yeso fino en las esquinas, de paredes blancas como la leche y el techo y los marcos de las ocho ventanas pintados de azul cobalto.
Ese era mi hogar y ni Kikyo ni nadie interrumpiría mi calmada vida en aquella visión celestial. Había invertido muchísimo capital por vivir en semejante lugar y trajo a su esposa a vivir con él para no dejarla sola en Italia y ahora ella se pasaba la mayor parte del tiempo recorriendo el mundo y la otra con él quejándose de estar apartada de la gran vida.
La gran vida para Kikyo era vivir en Italia e ir a las grandes fiestas de presentación en sociedad para demostrar sus joyas y posesiones. Alardear de riquezas inexistentes delante de solterones ricos e irse a la cama con ellos.
Antes de venir a vivir allí mi vida era así llena de lujos y de las más bellas mujeres. Ya ni recuerdo las innumerables veces que me había acostado con mujeres ambiciosas. Y en una de esas celebraciones encontré a Kikyo tan bella y deslumbrante entre las demás mujeres, me desesperé por tenerla solo para mí, y en uno de esas acaloradas noches entre sedas, le pedí que se casara conmigo. Como no ella aceptó encantada y desde entonces es mi esposa, mi caprichosa y desdichada esposa.
Dejé los recuerdos a un lado y terminé de firmar los papeles que me quedaban revisándolos uno por uno hasta la letra pequeña. Tenía que viajar mañana a primera hora de la mañana fuera de la isla durante al menos una semana.
Rellené la última hoja y la coloqué encima de las otras, deje la pluma a un lado y me pasé las manos por mí alargada cabellera tan negra como la noche. Alcé la vista por la ventana y vi que el cielo se estaba tiñendo de un rojizo con toques anaranjados y el sol se escondía por la línea invisible que formaba el horizonte. Ya era hora de tomar un descanso, dentro de poco servirían la cena en el salón principal.
Arrastró la silla y se levantó de ella colocándola de nuevo en su sitio. Recogió el bulto de papeles y los colocó en un pequeño baúl de madera fina cerrándolo dos veces con la llave.
Salió del despacho dando zancadas y caminó hasta sus aposentos situados al fondo del segundo pasillo. Un baúl situado en uno de los extremos de la gran habitación le dio a entender que sus ropajes estaban preparados para su partida.
Caminó hasta la habitación del fondo y la cerró tras entrar, una tina de agua caliente le esperaba al fondo lista para él. Se despojó de su ropa y se introdujo en ella disfrutando de un placentero baño.
Las gotas de agua y sudor se mesclaban bajando por su piel tostada por el sol hasta chocar contra el agua de la bañera. Se frotó cada parte de su cuerpo con jabón francés y se enjuagó en cabello con vinagre blanco dejando que su negra cabellera brillara más que nunca.
Envuelto en una toalla salió del baño y rebuscó en su armario unas nuevas prendas para ir a cenar. Se vistió con un traje de terciopelo negro y peino su largo cabello quitando los enredos, dejándolo suelto para que se secara al viento.
Sale por la puerta, recorriendo con altivez el pasillo, dobla y vuelve a doblar hasta llegar a las grandes escaleras que lo llevan al inmenso vestíbulo. Primera puerta a la izquierda.
Un señor ya mayor la abre y hace una pequeña reverencia saludándolo. Él simplemente le hace una seña con la cabeza dando a entender un saludo. Él señor le acompaña hasta la silla en el extremo izquierdo, donde él se sienta y la corre dejando que se acomode.
Le hace una seña a una de las sirvientas para que se acerque a él, necesita preguntarle algo. Ella camina dando trompicones hasta él, está nerviosa y no es una conclusión.
— ¿Desea algo el señor?—Pregunta ella con un simple susurro, lo suficientemente alto como para que él la escuche.
— ¿Sabe usted si mí querida esposa piensa honrarme con su presencia en la cena?—Su voz prepotente y fuerte hace que la sirvienta tiemble de miedo durante unos segundos y piense bien la respuesta.
—Se… Señor Inuyasha… su esposa…dijo claramente que esta noche cenaría en su habitación. Si desea… la hago llamar. —Su voz tembló en busca de la respuesta adecuada. Esperó unos segundos a que Inuyasha respondiera, pero de la nada se escuchó un golpe en seco contra la mesa y un gruñido proveniente del él. La sirvienta asustada pegó un gritó la alarma y se va corriendo por donde vino, escuchando la sentencia dictada por su señor
— ¡Les prohíbo terminantemente subirle comida alguna a mi esposa! ¿Queda claro? Si ella desea algo o da alguna orden recuerden bien lo que acabo de decir, ¡o su cabeza rodará en bandeja de plata! ¡Y ahora quiere alguien servirme mi comida de una vez!—Sus gritos alarmaron a la servidumbre que se dirigieron corriendo a la cocina y volaron con bandejas de plata repletas de los manjares más deliciosos probados jamás.
Comió su parte y nada más terminar se levantó de la mesa dejando atrás el gran comedor y caminando por el vestidor hasta subir las grandes escaleras y hacer el mismo recorrido de antes hasta sus aposentos.
Kikyo no dormía con él, ella había pedido una habitación aparte en el otro extremo de la casa. Todo aquello empezó a suceder desde la pérdida del embarazo que tubo hacía un año atrás. El médico le había dicho que ya no podía tener más hijos porque perdería todos y eso fue la causa de los trastornos causados. Desde aquel día nuestra vida de feliz matrimonio bien consumido acabo. Dejando tras lo sucedido un sabor acido y rancio que dio paso al dolor y después a la soledad.
La pareja feliz dejo de serlo y todo dejo de ser color de rosa para convertirse en un infierno. Días tras días se escuchaban los gritos y las peleas entre ellos dos, era una sensación horrible.
Continuará…
Nota de la autora:
Espero que hayáis disfrutado leyendo. Trataré de colgar el próximo capítulo lo más rápido que pueda. No sé cuantos capítulos tendrá todo depende de lo inspirada que me sienta jejejeje. ¡Espero recibir vuestros comentarios, me pondré muy contenta!
Nos vemos en el próximo capítulo. ^.^
Saludos.
