Disclaimer: todo lo que reconozcan pertenece a Rowling.
Este fic participa en el reto "Viñetas de emociones" para el foro de La noble y Ancestral casa de los Black. La idea del reto es escribir tres viñetas de no más de mil palabras, cada una referida a una emoción, las mías son: angustia, amor y culpabilidad. Y mi personaje: Lily Evans.
Esta viñeta corresponde a amor.
Las personas que Lily amó
Cuando la pequeña Lily tenía siete años y lloraba por su muñeca de trapo favorita que había terminado en el cubo de la basura, con infinitas costuras, un ojo faltante y casi nada de cabello después de cuatro largos años, sus padres le dieron su primera lección importante.
—Tienes que entender, princesa, que nada dura para siempre.
Su mamá insistió.
—Y a veces tenemos que dejar ir a las personas que amamos, así es la vida.
—
Llovía a cantaros y Lily observaba, desde su juego favorito en el parque, como corría el agua calle abajo, e intentaba que no le corriera por el rostro. ¿Por qué Tunia tenía que ser así? Ella solo intentaba ayudar, no quería que se metiera en problemas con mamá y deseó que el jarrón se arreglara, no fue su culpa que funcionará.
—¿Qué haces aquí?
Lily dio un salto sorprendida y se secó disimuladamente las lágrimas cuando vio que era Sev, de pie junto a ella, empapado de pies a cabeza.
—¿Qué haces tú aquí?
Severus se encogió de hombros y se sentó a su lado, apartándose un mechón de cabello del rostro.
—Te vi pasar hace rato frente a mí casa —explicó—, no te vi volver, y luego empezó a llover.
Lily sonrió.
—Gracias Sev.
Se quedaron en silencio después de eso, a ella le encantaban los días soleados, pero el sonido de la lluvia cayendo siempre la tranquilizaba, y Lily había aprendido que a Sev le gustaba mucho el silencio.
—¿Tú crees que Petunia me quiere?
Su amigo la miró con el ceño fruncido y su mejor expresión de desagrado.
—Mejor si no.
—¡Sev! Es mi hermana.
Severus bufó, pero igual le respondió, por lo bajo.
—Querer mucho a alguien no significa que esa persona nos tiene que querer de vuelta.
—
Remus Lupin sabe que hay cosas inevitables. Un estornudo, la lluvia, la salida del sol, que un lobo te muerda, enamorarte. Cosas que pasan y no hay nada que puedas hacer, solo resignarte e intentar sacar lo mejor de una situación difícil. Alguien debería explicarle lo de resignarse a Lily.
Ese día de sexto viene oyendo los gritos de Lily desde que cruzó la esquina, y cuando entra al aula de Transformaciones lo entiende.
—Pero yo solo quería ahorrarte trabajo, preciosa —insiste James, con los lentes torcidos, las manos en alto y su sonrisa más boba.
—¡Y yo voy a ahorrarte a ti años de vida! Idiota engreído, ¿cómo se te ocurre…? —y así hasta el infinito.
Remus deja de prestarles atención y se sienta junto a Sirius, que observa todo con su mejor sonrisa de merodeador.
—¿Quién va ganando? —susurra, aunque en realidad no hace falta porque James y Lily están tan metidos en su pelea que no escucharían nada.
—Evans, por supuesto —le sonríe Sirius—. O debería decir… Potter.
Remus le mira alzando una ceja sin entender y Sirius señala con la cabeza la mesa de Lily donde descansan sus cosas.
—Merlín bendito.
A las que alguien ha hechizado para que las etiquetas que Lily les ha puesto digan «Lily Potter» en vez de «Lily Evans».
—Y con un hechizo de permanencia exquisitamente ejecutado, debería añadir —exclama Sirius, abandonándose a la risa. Remus le mira con su mejor expresión de prefecto pero le cuesta horrores controlar la risa.
La pelea continúa sin importarles el público que cada vez se ha ido haciendo más grande. Lily sujeta la varita con tanta fuerza que tiene los nudillos blancos y Remus cree que se va a quedar afónica si sigue gritando así. Pero también sabe que está completa y totalmente perdida, lo sabe por la forma en la que se inclina inconscientemente hacia James, por sus rostros a un palmo de distancia, por la forma en que le mira a los ojos cuando le grita «idiota despeinado que solo sirve para dar un vueltas en una escoba y a veces ni eso».
Se lo dice después ese mismo día, cuando las clases se han acabado, solo son ellos dos y lleva más de media hora hablando de lo idiota que es James Potter.
—Hay cosas que no se pueden evitar, Lily —no dice qué cosas, pero Lily es inteligente, sabe que entiende.
Y Lily le mira feo, pero no dice nada.
—
Siempre están peleando, desde el principio de los tiempos. Es como una norma no escrita, Sirius Black y Lily Evans pelean. Lily no lo admitiría ni bajo tortura, pero a pesar de todo quiere un poquito poquitín a ese insulto a los buenos modales que es Sirius Black.
Pero ese día, a unos minutos de decir «sí quiero» y pasar el resto de su vida con el hombre que ama, Lily le quiere muchísimo. Porque está a punto de tener una crisis nerviosa y es sorprendente que sea Sirius el que llegue, con su cara de mal humor, y la tranquilice.
—¿Estás planeando dejar a James plantado en el altar? —le gruñe.
Lily sonríe.
—Me descubriste, pero no importa, voy a dejar el vestido aquí para que tú puedas tomar mi lugar.
La cara de malas pulgas de Sirius amenaza con irse. Joder, por eso es que le encanta esta chica. Así que cambia de táctica.
—Supongo que tengo que hacerme a la idea de que Cornamenta se va a convertir en uno de esos aburridos hombres casados que se van a casa temprano y no hacen travesuras, Evans. Estarás feliz.
—No tienes ni idea, Sirius.
Lily le sostiene la mirada con una expresión que hace que Sirius piense en palabras cursis. Y es esa expresión lo que hace que le suelte sus siguientes palabras, esa misma expresión que ve en James, en su hermano, y que sabe que es gracias a ella. Así que tiene que decirlo.
Se lo debe.
—Si… —pero aún así balbucea—. Supongo que… —porque no es fácil, joder— si fuera necesario, una cosa de vida o muerte, si James tuviese que pasar el resto de su vida con alguien… supongo que solo estaría bien si fueras tú.
Y eso es lo que hace que Lily se lance a su cuello e intente estrangularlo con un abrazo. Porque si el cínico y sarcástico e insoportable de Sirius Black lo dice, entonces debe ser cierto. Y Lily aprende ese día que los verdaderos amigos los encontramos en sitios inesperados. Y no importa que tan idiotas sean, cuando de verdad los necesitas, están ahí.
—
Años más tarde, cuando la guerra sea solo un terrible recuerdo y se escriban canciones, poemas, historias y libros de historia, entre las páginas de héroes habrá algún capítulo dedicado a Lily, y los historiadores mágicos tendrán que escribir que el aporte más importante de Lily a la guerra fue, sin duda, su capacidad de amar inmesuradamente.
Por cierto, tengo que decirlo, Happy Birthday J.K. Rowling. Gracias a ti hace doce años llegó mi mamá a casa con "La Piedra Filosofal" y cambió mi vida.
