Disclaimer: Obviamente, los personajes y escenarios utilizados en esta historia no son de mi propiedad, sino de la magnífica JK Rowling.
Reseña de la historia: Rolanda X. Hooch tendrá un nuevo alumno. Y no está muy contenta por ello. Para proteger al niño que vivió, Severus Snape será árbitro en el próximo partido de Quidditch… pero para eso, necesitará un curso exprés con Madame Hooch.
Resumen del capítulo: La relación de Snape y Hooch es mínima a pesar de ser colegas. Eso cambiara un tanto.
El nombre de Madame Hooch lo encontré en , de la red de HarryLatino, donde a su vez, lo sacaron de un juego de cartas. La X. es de Xiomera, que es el nombre que viene en la base de datos de la película.
El nuevo alumno.
¿Caramelo de calabaza?, ¿sorbete de limón?, ¿ranas de chocolate?
No podía recordar la contraseña del despacho del director. La gárgola me miraba impaciente.
—Mermelada de frambuesa. —Escuché de pronto la voz profunda del profesor Snape a mis espaldas, e inmediatamente, el movimiento de la gárgola dando paso a las conocidas escaleras de caracol.
Por un segundo pensé que me cedería el paso pero me equivoqué. Subió, él primero, conmigo siguiéndole los pasos. Era el hombre más huraño que hubiera conocido en mi vida, pero su porte altivo y hasta varonil, me confundía a veces. Un par de escalones detrás de él, podía ver su espalda ancha y su largo cabello negro cayéndole en los hombros. Alguien debería regalarle un champú alguna vez.
Era un silencio incómodo. Me devané los sesos buscando un tema de conversación, pero las escaleras se detuvieron antes de que se me hubiera ocurrido alguno. No recordaba haber cruzado más de un par de palabras con él en mi vida. Siempre era cortante e intimidante.
Entramos al despacho del director.
— ¡Qué bueno que llegó, Rolanda! —Dijo Dumbledore—. Pasa, Severus.
El hombre de larga barba blanca y porte amable me miraba, esperando el diagnóstico. A su lado, estaba también, Minerva McGonagall que me observaba expectante.
—La escoba sufrió un hechizo externo. Supongo que por alguien de las tribunas. Nadie la manipuló antes del partido.
Era una respuesta que ya esperaban y, después de mucho discutir sobre la mejor manera de proteger a Potter, sin llegar a ningún lado, Dumbledore tomó una decisión que me afectaba personalmente.
—Lo mejor será que el próximo partido de Griffindor, funjas como árbitro, Severus. —La cara de Snape, era una máscara infranqueable, con el ceño fruncido de siempre y la mirada vacía, o demasiado llena de oscuridad.
Hasta ese momento todo estaba bien. Sabía que él solía ser parcial, pero eso ya sería problema de los leones, ya que seguramente favorecería a Hufflepuff para beneficiar a Slytherin. No era tan malo, solo tendrían que esforzarse más y por una vez yo tendría la posibilidad de ver el partido desde la comodidad de las gradas.
Sonreí levemente, divertida al imaginar a ese enorme murciélago sobre una escoba. Sabía de sobra que él disfrutaba atemorizando a los niños de los primeros cursos. Pobres. Si en tierra causaba terror, seguramente después de verlo volar, tendrían pesadillas.
Con ese anuncio se dio por terminada la junta improvisada y me retiré sin más.
Cuando ya había perdido de vista a la gárgola, escuché nuevamente la sedosa voz (y hasta sensual, si no fuera endiabladamente antipático todo el tiempo), del profesor Snape.
—Hooch… —me llamó, yo dudé en contestar, él me estaba hablando del mismo modo insolente con el que se dirigía a sus alumnos, pero se apresuró a corregir—: Madame Hooch.
Mucho mejor. Me volví hacia él y levanté la vista, me superaba por un par de palmos. Menos mal que yo ya no tenía once años.
—Dígame, profesor Snape.
—Necesito su ayuda. —La verdad, eso no lo había visto venir. Y menos, lo que siguió a continuación—: No soy bueno volando en escoba.
Lo miré a los ojos escrutadoramente. Todos dicen que mi mirada puede llegar a ser tétrica por mis pupilas amarillentas, pero por supuesto, él no se amedrentó y me dieron ganas de reír de la situación. Un duelo de miradas feroces.
— ¿Y quiere un curso exprés? —Pregunté visiblemente divertida, a lo que él respondió primero con la frialdad de sus ojos entrecerrados.
—Sí. ¿Por qué?, ¿le parece divertido? —Me cuestionó arrastrando las palabras amenazante. Con razón no era el docente más popular de Hogwarts.
—No, no, no… —contesté atropelladamente, mientras mi mente testaruda luchaba con mi instinto de supervivencia que me instaba a alejarme de ese hombre. Ya sabía yo, que por alguna razón no me habían seleccionado para Griffindor.
En su rostro se formó una mueca parecida a una sonrisa, le complacía el miedo que generaba en las personas.
— ¿Le parece bien, que le ayude durante el último fin de semana de las vacaciones? —Pregunté recuperando la calma, después de todo, era un colega—. ¿O cree necesitar más de una lección? —Pregunté con todo el tacto que pude.
—Con una lección estará bien. Odio ese trasto del demonio. —Dijo, como si él mismo no fuese alguna clase de demonio.
Ésta es una historia corta de Severus Snape haciendo pareja con Rolanda X. Hooch, la instructora de vuelo de Hogwarts durante el primer curso de Harry Potter.
Sí será una historia de amor, pero algo extraña.
