Hello~!
Les presento esta historia que se me ocurrió el año pasado y esta mañana desperté pensando en ella, así que no pude evitar escribirla. Amo a Kurama, es uno de mis personajes favoritos en GO y creo que esta es la historia perfecta para dar inicio a muchas mas que lo tendrán como protagonista. Sin mas, muchisimas gracias por sus comentarios y visitas, disfruten su lectura! ^^
Disclaimer: Inazuma Eleven GO no me pertenece.
Había pasado un par de horas desde que me había acostado a dormir, pero aún no lograba conciliar el sueño. Daba vueltas de un lado a otro intentando encontrar la mejor posición, pero no era eso lo que me impedía dormir, sino el frío. Había colocado todas las frazadas en la cama, debajo del edredón, pero claramente no eran suficientes. Aunque dudaba que tres frazadas finas y un edredón fueran suficientes para calentarme en esta noche fría de invierno. Giré por última vez y me acurruqué lo más que pude abrazando mis piernas contra mi pecho, no me importaba que fuera una posición incómoda, lo único que quería era calentar mi cuerpo para poder tener una buena noche de sueño. Minutos después el brazo sobre el cual estaba acostado comenzó a dolerme. Mi cuerpo continuaba helado. Empezaba a creer que mi destino era pasar la noche en claro. De pronto escuché un ruido fuerte, como si algo pesado hubiera caído al suelo. Miré el reloj de mesa, eran las tres de la mañana. Sentí un escalofrío en la espalda.
—«Un intruso».
Me mantuve inmóvil e intenté agudizar mi oído para poder escuchar mejor. Si realmente era un intruso, lo cual deseaba con todas mis fuerzas no fuera cierto, seguramente haría ruido de nuevo al caminar por la casa buscando lo que fuera que pretendía llevarse, aunque estaba seguro que no tenía nada de gran valor, ni siquiera en mi habitación.
Esperé unos minutos, controlando la hora en el reloj, pero no fui capaz de oír nada. Seguramente habría sido algún objeto que se cayó de la mesa o de un estante al estar mal colocado. O al menos eso pensé hasta que volví a escuchar otro golpe. Mi corazón se detuvo. No tenía muchas opciones, podría quedarme en mi cuarto e ignorar los ruidos, fingiendo estar dormido. En algún momento el intruso tendría que irse, aunque lo hiciera con las manos vacías. La otra opción que tenía no era tan simple y agradable, al contrario, era, como decirlo, suicida: enfrentarme al intruso. No sabía que era peor, escucharlo caminar por la casa imaginando que objetos estaría guardando en su mochila mientras revisa cada mueble, sin saber a cuál habitación podría dirigirse después de terminar de examinar la sala, o caminar a ciegas en la oscuridad con miedo a tropezarme con algo y hacer ruido alarmándolo. No sabía cómo reaccionaría, si se escaparía por donde entró o si seguiría el ruido hasta encontrarme y…
Cubrí mi cabeza con las frazadas, solo de pensarlo mi corazón comenzó a latir acelerado. Estaba decidido, esperaría a que se fuera, enfrentarlo sería demasiado arriesgado. Mientras esperaba bajo la seguridad de mis frazadas a que el intruso se fuera, comencé a sentir una corriente de aire frío. Estaba seguro de que había cerrado la ventana del cuarto antes de acostarme, de lo contrario a estas alturas ya estaría hecho un cubo de hielo. Abrí un pequeño espacio entre las frazadas para poder asegurarme, pero antes de poder mirar en dirección a la ventana, vi algo que me dejó más helado de lo que ya estaba: la puerta de mi habitación estaba abierta. Era mi fin. Ignorar una habitación cerrada es prevenirse de ser capturado, pero si tienes la puerta abierta y puedes ver que claramente hay alguien durmiendo en la cama ¿Por qué habrías de ignorarlo? Lo ideal sería matar a la víctima y luego escapar. Eso es lo que él haría cuando comenzara a investigar el pasillo. Sentí un vacío en el estómago, ahora si no tenía escapatoria.
La casa se mantuvo en silencio durante unos minutos, los cuales utilicé para analizar mi situación. ¿Qué es peor, morir peleando con mi asesino mientras intento salvarme o dejarme asesinar mientras "duermo"? No tuve que pensarlo mucho, la respuesta era clara, había solo una cosa que podía hacer: enfrentarme a él.
Su silencio me preocupó, pero lo peor era que había una sola manera de saber a qué se debía: dejando mi habitación. Me levanté de la cama tratando de hacer el menor ruido posible y caminé hacia la puerta. Antes de asomarme al corredor noté una sobra larga contra mi ropero, me acerqué despacio para ver mejor el objeto y descubrí que se trataba de una raqueta de tenis.
—«¿Qué hace esto en mi cuarto?»
Estaba seguro de que no era mía pero tampoco sabía por qué estaba ahí. Antes de que pudiera concentrarme más en la procedencia del objeto escuché unos pasos seguidos de un fuerte golpe y un gemido de dolor. Tragué saliva y cogí la raqueta firmemente. Asomé la cabeza lentamente en el pasillo, estaba oscuro, la única luz provenía de la sala que se encontraba casi al final del pasillo. Me armé de valor y comencé a caminar con cuidado en dirección a la habitación.
A medida que me acercaba intentaba ver que estaba sucediendo dentro, pero el espacio abierto de la puerta corrediza no era suficiente para darme una visión completa de la sala. Al llegar cerca de la puerta me tomé unos segundos para intentar calmarme, lo cual fue en vano. Mi corazón latía a más no poder, las piernas me temblaban, estaba seguro de que gritaría al más mínimo ruido y saldría corriendo sin mirar hacia donde iba, lo cual resultaría en mi cara estampada contra la puerta del frente.
Me acerqué un poco al espacio abierto y eché un vistazo hacia dentro. Apenas lo hice mis ojos se fijaron de inmediato en un bulto oscuro al lado del sofá. Era él. A juzgar por el tamaño supuse que estaría de espaldas. Esperé unos segundos a que se moviera, como no lo hizo decidí entrar. Me deslicé por el espacio abierto y caminé lentamente en dirección al centro de la sala. Llevaba la raqueta firmemente erguida frente a mí, caso necesitara defenderme. Me detuve a una distancia considerable, el intruso no pareció notarme ya que se mantuvo en la misma posición. Casi dejo escapar un suspiro de alivio, pero el miedo a que me escuchara me ayudó a retenerlo.
El hecho de que no se moviera me dejaba aún más nervioso. Tenía que aprovechar el momento y atacarlo por detrás. La adrenalina del momento me dio el valor que me faltaba para alzar la raqueta en el aire, pero antes de que pudiera usarla para golpearlo, se movió y comenzó a levantarse. Me detuve al instante. Observé temeroso como se erguía frente a mí de forma torpe, lo cual me pareció extraño. Trastabilló un poco hasta recobrar el equilibrio y la postura. Sentí un frío en la espalda: era mucho más alto que yo. Definitivamente me ganaría en una pelea cuerpo a cuerpo. Antes de poder pensar que hacer, la figura comenzó a girar en mi dirección. Pese a la distancia no pude ver su rostro en la oscuridad, lo único que alcancé a hacer fue gritar.
—¡S-SAL DE M-MI CASA AHORA! ¡T-TENGO UN A-ARMA Y NO DU-DUDARÉ EN USARLA! —El intruso se mantuvo inmóvil unos segundos hasta que comenzó a caminar hacia mí—. ¡A-ALÉJATE DE MI!
Cerré los ojos y moví la raqueta con intención de defenderme, pero perdí el equilibrio y caí hacia atrás. Como mecanismo de defensa me acurruqué y coloqué la raqueta sobre mi cabeza, como si eso fuera suficiente para protegerme.
—¿Kurama? —Abrí los ojos de inmediato. Conocía esa voz. Casi enseguida sentí sus manos sobre mi cuerpo—. Kurama ¿estás bien? —Me levanté y caminé hacia la pared, luego de encender el interruptor giré en dirección al centro de la sala y lo vi, arrodillado entre el sofá y la pequeña mesa.
—Minamisawa ¡¿qué demonios haces aquí?! – Le costó un poco acostumbrar sus ojos a la luz y aún más encontrarme, pero cuando lo hizo sonrió de oreja a oreja.
—Kurama, ahí estaaaaas —Su voz se escuchó un poco rara y no entendí por qué prolongó tanto su última palabra.
—Sí, estoy aquí, en mí casa, ¿qué haces tú aquí? ¿Cómo entraste? —Pese a haber descubierto la identidad del intruso, mi corazón aún latía acelerado.
—Hmmm… —Se cruzó de brazos e hizo una mueca pensativa – Ah sí, la ventana estaba abierta así que entré. —Sonrió alegremente—. Deberías tener cuidado, hay personas peligrosas que… ¡HIC!
—¿Estas borracho? —Comencé a acercarme a él mientras continuaba su diálogo.
—Podrían entrar a ¡HIC!... Robar…
—Como tú. —Apenas me agaché a su lado sentí un olor fuerte—. Ugh apestas a alcohol, ¿en que estabas pensando? No te imaginas el susto que me diste. —Me miraba sonriendo, aunque no estaba seguro si realmente me veía— ¿Qué se supone que haga contigo?
—¿Puedo quedarme?
—Claro que no, voy a pedir un taxi para que te lleve a casa. —Antes de que pudiera levantarme cogió mi mano firmemente.
—No. —Me miraba serio, por un momento dudé que realmente estuviera borracho—. No quiero volver, quiero quedarme aquí – Lo peor de todo era que lo conocía y sabía que una vez que se le metía algo en la cabeza, no había forma de hacerlo cambiar de idea. Suspiré.
Está bien, puedes quedarte. —Sonrió—. Iré a buscar unas frazadas y una almohada.
Me levanté y caminé de regreso a mi habitación. El susto había pasado, ya me sentía más calmo, aunque ahora tenía otro problema. Me detuve frente a la cama. Dos almohadas, tres frazadas y un edredón eran todo lo que tenía, prestarle una almohada no sería problema, pero si tres frazadas no habían sido suficientes para protegerme del frío, no sé qué haría con dos. Tampoco podía dejarlo morirse de frío con una y más si dormiría en el sofá de la sala. Estuve un rato debatiendo que hacer. Al final no logré llegar a una opción que nos beneficiara a ambos. Estaba a punto de rendirme y regresar a decirle que se tendría que ir cuando lo vi pasar a mi lado y subirse a la cama. Le costó un par de segundos acurrucarse bajo las frazadas.
—Mmm… tu cama es cómoda. —Se acurrucó aún más. Sacarlo me costaría mucho trabajo.
—¿Te gusta? —pregunté indignado—. Quédatela, dormiré en la sala —ni bien terminé de hablar, me jaló del brazo.
Su reacción fue tan rápida que cuando me di cuenta estaba acostado a su lado. Luego de cubrirnos a ambos con las frazadas, se acercó a mí y me abrazó cubriendo parte de mi cuerpo con el suyo.
—Vivamos juntos —susurró en mi oído, haciendo con que mi corazón diera un salto–. No soporto el silencio.
Comencé a sentirme nervioso y una vez más, el culpado era él. No lograba ordenar mis pensamientos, todo había sucedido demasiado rápido. De pronto comencé a sentir como mi cuerpo comenzaba a calentarse poco a poco. No tuve que pensar mucho para darme cuenta del porqué. Era él. La calidez de su cuerpo poco a poco fue derritiendo el hielo de mi cuerpo, provocándome una sensación agradable. Me costaba cada vez más mantener los ojos abiertos pero no podía dormirme, tenía que despertar a Minamisawa para que regresara a su casa.
«Pero él es tan cálido» —Mis ojos se rindieron— «Solo por esta noche».
