Disclaimer: Todo lo relacionado a Naruto es propiedad del gran Masashi Kishimoto.

Algunas aclaraciones antes de empezar:

1. -Estos son los diálogos normales-

2. Lo que está escrito en cursiva, son los pensamientos de los personajes.

3. (Lo que está entre paréntesis y cursiva) son algunas de las aclaraciones o comentarios que yo pueda hacer a lo largo del capítulo.

4. (Lo que está entre paréntesis) puede ser algo referente a las acciones o pensamientos de los personajes.

5. "Lo que está entre comillas" a lo largo del texto, son palabras que se resaltan por los personajes.

6. "Lo que está en cursiva y entre comillas" puede referirse a pensamientos del subconsciente, tal como apreciarán en los inicios de la historia.

6. Este es mi separador: -o-o-o- para algunas escenas.

7. Este será un one-shot ubicado en el Shippuden, al final de la Cuarta Gran Guerra Mundial Shinobi (claro, ni el anime ni el manga han llegado a este punto todavía).

8. ¿Comedia? Mmm, habrá muy poca, ya que es un fic enfocado principalmente en cuestiones de otro valor. (No quiero decir sentimentales…porque eso suena demasiado cursi).

9.- Las palabras que tengan *, se explicarán al final.

10.- Y EL PUNTO MÁS IMPORTANTE.Este fic tiene un alto grado de Spoiler para quienes no sigan el manga de Naruto. Si no lo han leído hasta las más recientes actualizaciones, queda bajo su responsabilidad continuar o ponerse al corriente con los capítulos.

¡A trabajar!


Arena: Reflejo Eterno.

Sueños, recuerdos…

"La arena siempre te protegerá…" "No está sangrando, pero realmente duele aquí…" "Sólo hay una medicina que cura las heridas del corazón, el amor…"

-Gaara… -se oía una voz lejana, tranquila, un eco distante.

"Tu padre me ordenó matarte…" "Yo pienso que tu madre sigue viva dentro de esa arena…" "Lárgate, monstruo…" "Nunca fuiste amado…"

-Gaara…

"Tu madre realmente te amó…" "Entiendo tus sentimientos, pero los que son importantes para mí me sacaron de mi soledad, de aquel infierno…"

-Gaara… –retumbaba vagamente.

"La arena siempre te protegerá, no por la fuerza del Shukaku, sino por tu madre…" "Sólo hay algo que te asocia con tus padres. Las heridas en tu corazón…"

-¡Gaara! –la voz se hacía cada vez más fuerte.

"El amor de tu madre te ha ayudado a llevarte a donde estás ahora…" "Porque mi hermana, aún después de muerta, ella desearía continuar protegiéndote…"

-¡Gaara!

El pelirrojo abrió los ojos y se incorporó, bañado en finas gotas de sudor. Las imágenes de él mismo cuando era niño, del cuarto Kazekage, Yashamaru y Uzumaki Naruto se esfumaron para dar lugar a una habitación. Aquella, fue la primera noche en que el joven kage durmió completamente, y había sido un total infierno.

-¡Gaara! ¡¿Te encuentras bien?

Una rubia se encontraba sentada al borde del colchón, observándolo con preocupación. El marionetista estaba a unos pasos del pie de la cama, con sus usuales marcas púrpuras, pero sin su común gorro negro. La Cuarta Gran Guerra Ninja había terminado. Todos habían regresado a sus hogares. Los shinobis, victoriosos. Uchiha Madara y Kabuto, muertos. Gaara y sus hermanos habían salido ilesos. Pero gran cantidad de shinobis de las Cinco Grandes Naciones habían perdido sus vidas, para suscitar un triunfo.

-¡Gaara! –lo volvió a llamar la Sabaku No.

-Sí, estoy bien –respondió una vez que su respiración se había normalizado.

Sus hermanos se aliviaron.

-Nos asustaste, Gaara –habló el castaño-. Temari oyó quejidos desde el otro lado de su habitación. Al llegar, comenzó a moverte bruscamente, pero no lograba despertarte.

-¿Qué rayos fue eso? –inquirió el pelirrojo.

-Un sueño –contestó su hermana-. Más bien, una pesadilla.

-¿Una pesadilla?

La rubia asintió. Una sensación nueva, extraña, terrorífica. ¿Acaso aquello era agradable?

-Si eso es dormir…no quiero volver a hacerlo nunca más –aclaró el pelirrojo.

-Gaara –dijo Temari-. Las personas necesitan dormir para poder descansar y recuperar fuerzas.

-Además –intervino el marionetista-, las pesadillas no siempre suceden a diario. Sólo tuviste mala suerte.

-Así es –continuó la de las cuatro coletas-. También hay sueños muy buenos. Debes acostumbrarte a dormir, Gaara.

El kage cerró los ojos, asintiendo con la cabeza.

-Por cierto –Kankuro miró a su hermano menor-, ¿qué fue lo que soñaste?

"Nunca fuiste amado…" "Las heridas en tu corazón…" Tu madre realmente te amó…"

Imágenes difusas volvieron a formarse en la mente del pelirrojo.

-Nada importante –replicó.

-Vamos, Gaara. Puedes contárnoslo –la Sabaku No también lo miró-. Tal vez podamos ayudar.

-Bueno… -el de los ojos aguamarina ciertamente no quería hablar-. Soñé con el Shukaku –mintió-, que tomaba el control de mi cuerpo y comenzaba a destruir la aldea.

Temari suspiró.

-Tranquilo –colocó su mano en el hombro de su hermano-. El Shukaku se ha ido, y nunca más volverá.

-Lo sé.

Kankuro también exhaló profundamente.

-De acuerdo, será mejor que te des un baño para que despejes tu cabeza –el castaño salió del cuarto, seguido por su hermana.

Y Gaara quedó sólo, aún sentado sobre la cama y sin poder borrar esas incesantes imágenes.

Se incorporó un poco más sobre la cama. Su torso desnudo aún estaba húmedo por el sudor emanado por aquel mal sueño. Sus piernas se encontraban cubiertas hasta el tobillo por un pantalón ligero, de color gris oscuro. Trató de calmarse un poco, observando la gran habitación que yacía frente a él. Las paredes de un color arena, tal como el exterior del edificio, le daban un toque rústico. Con su gran amplitud, poseía un armario de roble colocado a la izquierda y una enorme ventana circular a la derecha, que ofrecía una vista de una parte de la aldea. La cama era de tamaño matrimonial, con cuatro barrotes de madera a los lados. Sus finas sábanas verde olivo hacían un contraste espectacular con el resto del cuarto. Sí, esa era la habitación a la que recientemente acababa de dar uso. El pelirrojo se colocó una mano sobre la frente.

-¿Por qué no les pude decir lo que soñé? –se preguntaba-. Son mis hermanos después de todo, debería confiar en ellos –colocó sus pies en el suelo-. Supongo que no quise preocuparlos… -y se dirigió hacia el baño para tomar una ducha.

-o-o-o-

El agua fría comenzó a calmarlo, relajando el inminente dolor de cabeza que amenazaba con aparecer.

Poco después, salió del baño, vestido con una camisa negra de manga corta y un pantalón largo del mismo color.

-o-o-o-

-¡Kankuro! –lo llamaba su hermana-. ¿En dónde rayos estás?

-A punto de tirarme del bungee –se escuchó a unos metros de distancia-. ¿En dónde crees? ¡Estoy en la oficina de Gaara!

La rubia entró al despacho del kage.

-Gracias por el sarcasmo.

-De nada.

El pelirrojo los había llamado hacía unos minutos. Se encontraba sentado frente a su escritorio, con sus manos entrelazadas debajo de su boca. Aguardaba en silencio a que la de las cuatro coletas se situara a un lado del marionetista.

-¿Qué sucede, Gaara? –preguntó por fin el castaño.

-¿Qué es eso? –interrumpió Temari acercándose a un estante y tomando un pergamino viejo y lleno de polvo-. ¡Demonios! ¡Gaara! Deberías hacer limpieza de vez en cuando o por lo menos pedírnosla. ¡Esta cosa es del año del caldo*!

El de ojos aguamarina no contestó nada y continuó con su postura impasible. Kankuro miró a su hermana mayor, sorprendido.

-Temari… -murmuró entre dientes.

-Lo siento, cada día me parezco más a ti.

-Eso era innecesario –el marionetista entornó los ojos.

El menor de los Sabaku No continuaba con su mirada posada sobre ellos y finalmente, volvieron a su posición inicial. El kage suspiró.

-Necesito que me hagan un favor.

Los mayores se miraron entre sí.

-Claro –indicó la rubia-. ¿De qué se trata?

-Quiero que los tres vayamos… -hizo pausa durante unos segundos- …a visitar la tumba de nuestra madre.

Temari y Kankuro realmente se sorprendieron.

-¿A…nuestra madre? –el castaño tenía los ojos muy abiertos.

Su hermano afirmó levemente con la cabeza.

-De acuerdo –respondieron ambos con cierto aire de inseguridad.

-o-o-o-

Gaara caminaba al frente, siendo saludado por los aldeanos con los que se topaba. Sus hermanos lo seguían algunos metros por detrás, seriamente desconcertados.

-¿Qué mosco le picó a Gaara? –murmuraba el marionetista quedamente.

-No lo sé –respondió su hermana en el mismo tono-. Supongo que después de lo que le dijo papá…bueno…

Kankuro asintió.

-Su perspectiva debió haber cambiado radicalmente…

-¿Crees que le afecte?

El marionetista negó con la cabeza.

-Sólo él lo sabe…y no creo que quiera decírnoslo.

-o-o-o-

-Hola, madre –Gaara colocó su mano izquierda sobre el pequeño monumento.

La tumba se encontraba en el centro de un recinto circular. Su negro marfil resaltaba con el beige del suelo. En el centro superior se alcanzaban a distinguir unas letras blancas talladas finamente:

"Karura.

Esposa del Yondaime Kazekage de Sunagakure".

-Hemos venido a saludarte, madre. Los tres juntos… -el pelirrojo se alejó unos pasos, colocándose a lado de sus hermanos.

Kankuro y Temari miraban fijamente la pequeña estatua. Un deje de tristeza podría apreciarse en sus semblantes.

-Mamá… -la rubia tenía sus ojos puestos sobre aquel nombre.

-Madre… -el mediano de los Sabaku No apretó ligeramente los puños.

-Lo lamento… -decía Gaara en su mente-. No sabes cuánto…

Poco después, el pelirrojo levantó una mano al frente, haciendo que gran cantidad de arena lo obedeciera. Creó un arco que rodeaba la tumba de su madre, adornado completamente con enormes flores de arena.

Sus hermanos mayores admiraron aquella obra. Un pequeño regalo que significaba mucho.

Pasaron unos minutos.

-Gaara, creo que es hora de irnos –Temari dio la espalda al lugar y comenzó a caminar.

El castaño hizo lo mismo y la siguió.

-Me quedaré un poco más –el pelirrojo seguía absorto en sus pensamientos.

Temari y Kankuro se detuvieron.

-De acuerdo –contestó su hermana.

Dieron una última mirada al joven kage y a la tumba y reanudaron su camino.

El de ojos aguamarina permaneció de pie en el mismo lugar, sin hacer ningún movimiento. Sintió unos leves pasos cerca de él y giró la cabeza hacia su izquierda. A su lado, se encontraba una anciana, de unos 70 años. Tenía el cabello gris largo sujetado en un chongo por un prendedor negro. No era muy alta y su curvatura en la espalda hacía que luciera aún más pequeña. Vestía con una túnica café de manga corta que llegaba hasta el suelo y ocultaba sus zapatos. Tenía unos ojos pequeños de color azul, sumidos entre arrugas. Sonreía levemente al pelirrojo.

-Buenos días, Kazekage-sama –saludó haciendo una pequeña reverencia.

-Buenos días –Gaara hizo un movimiento de cabeza devolviendo el saludo.

La mujer continuó en su lugar, con su expresión impecable y sus manos entrelazadas por detrás.

-o-o-o-

-No pienso cuestionar tus decisiones. Pero…¿estás seguro de esto, Gaara?

Baki había entrado a la oficina de su antiguo alumno. El pelirrojo vestía su usual traje de Kazekage.

-Sí, completamente seguro –respondió con firmeza.

-Pero y sí-… -su antiguo sensei no terminó su frase.

-Me arriesgaré. Ya lo he decidido, Baki.

El hombre suspiró fuertemente.

-Está bien. Habla con tus hermanos y vuelve a llamarme después.

Gaara asintió con la cabeza mientras Baki salía de la habitación.

-o-o-o-

-¿Qué rayos es esto, Kankuro? –Temari sujetaba una pequeña muñeca de madera con la punta de los dedos pulgar e índice.

El marionetista yacía recostado sobre un gran sofá de la sala y su hermana estaba de pie a su cabeza.

-No lo sé –respondió simplemente el castaño-. Lo levanté por accidente.

-¿Por accidente? ¡¿Cómo rayos levantas algo por accidente? ¿Eres el de la basura o qué?

-Tch, no empieces –frunció el entrecejo-. Tal vez pueda servirme de algo.

-¿Cómo puede servirte de algo este pedazo de basura?

-Pues…

El castaño no terminó su respuesta. Gaara había aparecido enfrente de ambos. La rubia levantó la vista, un poco sorprendida.

-¿Gaara? ¿Qué sucede?

-Necesitamos hablar –la voz del pelirrojo sonaba realmente seria.

-o-o-o-

-¿Un viaje? ¿A dónde? –Kankuro inundaba la oficina de preguntas.

El pelirrojo se encontraba de pie, mirando la aldea por una de las múltiples ventanas circulares.

-Necesito que me acompañen al norte de la aldea. Entre los límites del País del Viento y el País de la Lluvia.

-¿La Lluvia? –preguntó Temari-. Eso está a día y medio de distancia.

-En todo caso –siguió el marionetista-. ¿Para qué quieres ir allá?

-No puedo decírselos.

-¿Qué? ¿Entonces cómo quieres que vayamos? –la rubia arqueó ligeramente una ceja.

Gaara se volteó hacia ellos. Su mirada reflejaba algo diferente. Parecía que el mismo kage se encontraba confundido.

-Por favor –pidió sinceramente-. Sólo necesito que vayan conmigo. Después sabrán para qué.

Kankuro y Temari intercambiaron miradas y asintieron.

-o-o-o-

Pasaron unas horas. Temari y Kankuro esperaban a su hermano menor a las afueras de la torre del Kazekage. La rubia colocó su abanico en su espalda y el marionetista se acomodó su gorro negro mientras ajustaba sus pergaminos.

-¿Dónde está Gaara? –preguntó el castaño, impaciente.

-Cálmate, no debe tardar.

Kankuro trató de relajarse, estirando sus músculos. Unos niños pequeños jugaban con una pelota, pateándola continuamente. El balón llegó a los pies del marionetista segundos después.

-¡Oi! ¡Viejo! –gritó uno de los niños-. ¿Podría pasarnos la bola?

-¡¿Viejo? –se preguntaba el Sabaku No-. ¡Soy el hermano mayor del Kazekage, maldita sea! –exclamó lanzándoles la pelota-. ¡Ni siquiera tengo 18 años todavía!

-Cálmate –le repitió su hermana-. Son sólo niños.

-Niños que me deberían respetar.

La de las cuatro coletas suspiró.

Gaara apareció más tarde. Vestía su traje de manga larga color uva, junto con su chaleco gris-lila. Portaba su calabaza en la espalda, llena de su arena impregnada en chakra.

-Por fin llegas –habló el marionetista-. ¿Qué te dijo Baki?

-Que estaba bien –contestó el pelirrojo.

-No, pues qué bueno que esté bien. Pero, ¿qué te dijo respecto al viaje?

-Kankuro… -Temari lo reprendió.

El kage cerró los ojos y exhaló fuertemente, tratando de ignorar el comentario de su hermano.

-Baki supervisará la aldea. No tardaremos mucho, máximo cuatro días –dijo recobrando la cordura.

-De acuerdo –indicó la rubia-. Será mejor que nos vayamos ya.

Los tres comenzaron a caminar dirigiéndose a la entrada de la Arena.

-¡Kazekage-sama! ¡Tenga cuidado por favor! –comenzaban a decir los aldeanos que se encontraban cerca y que se enteraron de su partida.

-Kankuro, Temari, protejan al Kazekage.

-Él sabe defenderse solo…pero bueno… -murmuraba el castaño.

Continuaron oyendo comentarios similares conforme avanzaban. Entre una de esas voces, se oyó una familiar.

-¡Cuidado, viejo! –gritó el mismo niño que le había pedido el balón a Kankuro anteriormente.

El marionetista se exasperó. Se dio media vuelta para responderle a aquel "chiquillo".

-¡¿Qué te dije, mocoso pedazo de-…? –pero no pudo terminar su insulto.

Kankuro cayó al suelo de rodillas, con un grito sofocado.

-Auch… -Temari cerró un ojo imaginándose aquello.

El balón había impactado de lleno en la ingle del marionetista. El shinobi infló las mejillas, conteniendo el alarido de dolor. Se sujetó la entrepierna con fuerza con ambas manos y el resto de su cuerpo cayó completamente sobre la arena.

Gaara dirigió su mirada a su hermano, que aún seguía debatiéndose en el suelo. Lo ayudó a incorporarse, provocándole una mueca de sufrimiento. Finalmente, logró moverse lo suficiente para volver a caminar.

-Creo que me dejó estéril –dijo con la voz aún ahogada.

Temari soltó una vívida carcajada.

-No te preocupes, pronto se te pasará el dolor.

-Sí, ¿verdad? –siguió hablando apagadamente-. Tú eres mujer y no sabes cuán horrible es que te peguen ahí abajo…

-Cierto –y la rubia volvió a reír.

Pasados unos minutos, llegaron a la entrada de la Aldea. Los guardias hicieron una reverencia a la vez que los Sabaku No partían a toda prisa. Tendrían que atravesar gran parte del desierto para llegar a su destino. El calor agobiante, los surcos y cúmulos de arena y hasta el cansancio, podrían tomar la vida de cualquier infeliz desprevenido.

Los tres avanzaron a gran velocidad durante la mayor parte del día, hasta entradas altas horas de la noche. Siguieron caminando a un ritmo más lento.

-Creo que será mejor que nos detengamos –decía Temari-. Parece que se aproxima una tormenta de arena.

La de las cuatro coletas apuntó al norte con el dedo índice. A lo lejos, se veían grandes cantidades de polvo y arena siendo arrastrados por fuertes vientos. El cielo estaba despejado. La luna llena resplandecía con un conjunto de millones de radiantes estrellas.

-Si no nos vamos rápido, nos convertiremos en muñecos de arena –dijo el marionetista-. Nos pondrán un sombrero y una zanahoria por nariz.

Temari se estampó una mano contra su frente.

-Kankuro…eres un idiota –murmuró.

Su hermano entrecerró los ojos.

-Si tú lo dices… -contestó-. Pero estoy hablando en serio, si no nos vamos, quedaremos enterrados bajo la arena.

-Síganme –indicó el pelirrojo avanzando en línea recta.

Caminó unos pasos y se detuvo donde la arena se encontraba más firme por debajo de ellos.

-Descansaremos aquí. Continuaremos al amanecer, cuando la tormenta haya cesado.

-Amm…Gaara… -la rubia volvió a apuntar hacia la borrasca, que se acercaba cada vez más.

El kage separó un poco los pies. Juntó las manos y en seguida hizo surgir una gran pared de arena. Moldeándola a su voluntad, construyó un refugio semicircular sellado totalmente. La capa delgada, pero tan sólida como el acero, permitía la entrada de escasa luz proporcionada por el satélite cristalino.

-Buen trabajo, Gaara –admitió el castaño.

El pequeño refugio no sólo los protegería del fuerte viento cargado de polvo, sino también de las extremadamente bajas temperaturas del desierto por la noche. Temari y Kankuro colocaron sus armas a un lado suyo, recostándose después sobre el fresco suelo. El pelirrojo bajó también su calabaza y permaneció sentado con los brazos y piernas cruzados. El marionetista se quedó dormido en breves instantes.

-¿No piensas dormir? –le preguntó su hermana en un leve susurro.

-No –contestó simplemente.

-Gaara…debes entender que no siempre tendrás pesadillas.

-Lo sé.

-Entonces duerme un poco. O por lo menos inténtalo.

-De acuerdo…

-Buenas noches –y la rubia cerró los ojos.

Pasaron unas pocas horas y el de los ojos aguamarina continuaba despierto. Miraba de vez en cuando a sus hermanos, que yacían profundamente dormidos.

-¿Por qué no duermes? –se preguntaba a sí mismo-. No te pasará nada…

El cansancio comenzó a hacerse presente. Desde que el Shukaku dejó de estar dentro de él, su cuerpo reclamaba lo que no había tenido durante más de 16 años. Sus párpados fueron cayendo levemente hasta cerrarse por completo. Y acompañó a sus hermanos en su descanso.

Continuará…


*Del año del caldo. Referido a algo muy antiguo. La expresión surgió haciendo referencia al año de invención del caldo, que por supuesto, nadie sabe cuando fue.

Bueno, como saben metí varios fragmentos del manga y animé de Naruto, que es de Masashi Kishimoto. Y sí…me adelante al final de la guerra…xD. Pero espero que Madara y Kabuto se mueran ¬¬ (perdón, qué sádica soné o_-).

Esperaba hacer un one-shot de unas quince páginas, pero cuando iba en la 22…me dije…creo que será three-shot xD. Espero que no les moleste y que disfruten esta historia. Y ojalá que no les haya parecido aburrido. Las cosas se pondrán mejores en las siguientes partes. ¡Arigato gozaimasu!