Estaba en aprietos.

Al ver los restos del jarrón desparramados por el piso del tercer salón de música, el lugar al que había ido en busca de un poco de paz, cayó en la cuenta que estaba metida en un gran problema.

— Bueno, qué desafortunado — dijo el que estaba sentado en el sillón de un cuerpo frente a la puerta. — Ese jarrón era bastante caro, ¿no es así Kyōya? Aunque claro, no será un problema para ti pagarlo si asistes a esta escuela…

Haruhi puso los ojos en blanco. ¿Cuán esnob podía llegar a ser una persona?

— Soy el estudiante becado — contestó, con lo que daba a entender que claramente no tenía medios para pagar tal suma.

— Pues no queda otra opción más que hacerte el perro de nuestro Host Club.

— ¡¿QUÉ?!

— La suma asciende a… Qué sentido tiene, no vas a poder pagarlo, a no ser que accedas a esta propuesta — le comentó Kyōya acomodándose los anteojos; sonreía maliciosamente.

¿Qué otra cosa podía hacer entonces?

— Bien, está decidido. A partir de hoy eres nuestro chico de los mandados. Tu primera tarea será ir a comprar café. Ah, por cierto… Soy Tamaki Suō, el Rey del Host Club del Instituto Ouran. Y tú tienes que ser Haruhi Fujioka, el pobretón que consiguió la beca, ¿no es así?

Pobretón… Pues sí, aquello se ajustaba bastante bien a su situación.

Haruhi maldijo en voz baja, y miró al autoproclamado rey a los ojos antes de contestar:

— Pues, eso parece. Si me disculpan… — y así, se marchó a cumplir su tarea.

— Para ser un pobre, es bastante imprudente, ¿no lo crees? — murmuró Tamaki

Cuando Haruhi regresó al club, las clientas ya estaban ahí.

En total, el Host Club tenía seis miembros, quienes se encargaban de atender a las diferentes chicas que llegaban allí. Tamaki era el más popular entre ellas, la mayoría de las muchachas del instituto pedían cita con él.

— Yo soy el vicepresidente del club — le explicó Kyōya —, me encargo de la administración, reservas y demás. Aquellos dos que están por allá son los gemelos Hitachiin y como verás, van en combo. Ofrecen el paquete de "Amor Fraternal"; las clientas lo adoran.

— Kaoru se veía tan triste cuando su helado cayó al piso que tuve que darle el mío para que no llorara — decía en ese momento uno de los gemelos.

— Hikaru, no digas eso en frente de todos… — el otro se ruborizó y los ojos se le llenaron de lágrimas.

— Lo siento Kaoru, es que te veías tan tierno…

Haruhi puso los ojos en blanco. Cada momento que pasaba en ese club se convencía más que esa gente estaría mejor en un manicomio.

— Y por allá — prosiguió el vicepresidente — están Mori y Honey. Al igual que los gemelos, ellos también son un combo. Pero lo que ellos muestran es un poco diferente.

Allá en un rincón, estaba dicho par. Uno de ellos parecía un niño de primaria. ¿De verdad estaba en el último año? Cargaba un conejo de peluche y comía ávidamente los dulces que tenía frente a él. Junto a él, estaba el otro. Era muy alto y tenía un aspecto serio. Mientras que uno (Haru supuso que se trataba de Honey) hablaba hasta por los codos y deleitaba a las clientas con su actitud aniñada, el otro (que tenía que ser Mori) estaba sentado en silencio.

— Como habrás podido deducir, Honey es el rubio que no para de comer dulces, y Mori es el callado que está sentado junto a él.

— Takashi, ¿quieres una probadita de esta torta? — preguntó Honey. El otro simplemente asintió y abrió la boca.

Las chicas que estaban con ellos soltaron grititos ahogados y rieron histéricamente.

Y Haruhi sintió que algo extraño se revolvía en su interior cuando, después de probar la torta, Mori sonrió a Honey y con una voz profunda dijo:

— Gracias, estaba muy rica.

¿Qué sería esa sensación que se había apoderado de ella en ese momento?

Le tomaría tiempo a aquel pobretón imprudente descubrir de qué iba aquella sensación.