PASADO Y PRESENTE

Por Cris Snape


Disclaimer: El Potterverso es de Rowling. La persona que ideó la Magia Hispanii fue Sorg-esp.

Esta historia participa en el reto "Especial: OTP" del "Foro de las Expansiones"


Arturo

Pasado

Barrio Mágico de Madrid. Años 50

Arturo Fernández observó su reflejo en el escaparate.

"¡Qué guapo estás, chatín!"

Le hubiera gustado decirlo en voz alta, pero no quería que los demás pensaran que era un presumido. Aunque… ¡Qué demonios! Era un caballero apuesto y bien plantado que tenía motivos de sobra para pavonearse ante todo el mundo. ¿Por qué no hacerlo?

Era alto y delgado y vestía su traje de los domingos con una elegancia innata. Tenía el pelo y los ojos oscuros y era guapo. Muy guapo. Y estaba hecho todo un seductor, claro que sí.

Había aprendido las artes amatorias desde muy joven. Los inicios de aquel mozalbete inexperto habían sido un tanto patéticos, pero ya era un hombre hecho y derecho y no había damisela que se le resistiera.

Y es que a Arturo le gustaban las mujeres. Le gustaban mucho. Consideraba que todas y cada una de ellas eran bellas a su manera y no dudaba a la hora de agasajarlas e intentar conquistarlas. Pero siempre mostrándose como un auténtico caballero. ¡Faltaría más!

Consideraba que la caballerosidad era algo muy importante, imprescindible en los tiempos que corrían. Arturo temía que las buenas costumbres se perdieran con el tiempo porque, sí, estaba chapado a la antigua. ¿Y qué?

Enderezó la espalda cuando vio Pilar Valverde. ¡Ay! Pilarita era de las que se resistían. Pese a ser una mujer algo mayor que él y usar siempre unos moños apretados que no la favorecían demasiado, Arturo se sentía atraído por ella. Porque Pilarita era toda una dama, una señora de las de verdad. Seria, con clase y con un cerebro al que solía dar buen uso.

Lástima que demostrara más interés por las pociones que por los hombres. Llevaba mucho tiempo siendo experta en lo suyo e incluso daba clases en la schola de magia de Madrid. Aunque podría haberlo sido, Arturo no fue alumno suyo. Pilarita tenía fama de estricta y él podía creérselo a pies juntillas porque así era ella.

La observó sin disimulo mientras se acercaba a él. Estiró un par de arrugas de su chaqueta e inclinó la cabeza cuando estuvo lo bastante cerca. También sonrió seductoramente pese a ser consciente de que no serviría de nada.

—Buenos días, Pilar.

A juzgar por su expresión, ni siquiera se había dado cuenta de que él estaba allí. Torció ligeramente la cabeza hacia la derecha y no le devolvió la sonrisa cuando le respondió.

—Buenos días, Arturo.

—¿Me permite decirle que está muy guapa esta mañana?

A Pilarita no le agradaban esa clase de piropos y solía responder de mala manera. En esa ocasión, alzó una ceja y detuvo su caminata. Eso era muy bueno. Normalmente seguía adelante sin prestarle atención y casi siempre tenía que correr tras ella para hablarle.

—No sea zalamero, Arturo.

—No es zalamería. Es la pura verdad.

Pilarita bufó y reanudó la marcha.

—Es temprano aún —Dijo Arturo mientras luchaba por seguirle el paso—. Me gustaría invitarla a unos churros en el local de doña Floriana.

—No, gracias. He desayunado en casa.

—Entonces, estaré encantado de pasear con usted.

—Lo lamento pero tengo que trabajar.

Era domingo por la mañana. Ni siquiera Pilarita trabajaba en domingo, así que aquello era una evasiva en toda regla. Arturo podría haberse sentido decepcionado, pero ya estaba acostumbrado a sus rechazos.

—Disculpe, Pilar. ¿No le parece que somos lo suficientemente mayores para esta clase de juegos?

Volvió a detenerse. Esa vez se cruzó de brazos y le dirigió una mirada un tanto malhumorada.

—Le aseguro, Arturo, que yo no estoy jugando a nada. Tengo cosas más importantes que hacer, como comprenderá.

—¿Más importantes que pasar un rato con un apuesto caballero?

Vale. Quizá se había pasado un poco, aunque al menos consiguió que Pilar pareciera más divertida que malhumorada.

—Cuando me encuentre con un espécimen de esa clase, le contaré qué pienso al respecto.

Y dicho eso, siguió andando. Iba tan deprisa que Arturo comprendió que el traje se le arrugaría si iba tras ella. Así pues, alzó un poco la voz para que escuchara su despedida.

—Algún día, Pilar.

Ella giró la cabeza y no necesitó decir nada para hacerle notar que, posiblemente, ese día no llegaría jamás.

"El domingo que viene, Pilarita"

Y tras prometerse nuevamente que en una semana tendría a Pilar Valverde comiendo de su mano, partió rumbo a La Floriana. Por una vez no iba en busca de ninguna fémina. Iba allí porque simplemente tenía hambre.


Hasta aquí la primera escena. Me apetecía escribir algo ligero y breve y aquí está el resultado. Voy a ver si en un rato subo la parte de Pilar :)