Fue un impulso casi repentino el que la llevó a la muerte. Le supo a sangre el momento en que fue consciente de que dejaría solo a su hijo sin llegar a nada diferente que una confesión. Porque de eso se trató su sacrificio, se trató de darse cuanta de que por vez primera se preocupaba por alguien diferente de si misma.

Abrió los ojos y derramó unas cuantas lágrimas al apretar al pequeño Harry contra su pecho. Sintió como su madurez se iba junto a su vida cuando la ráfaga de magia color verde la golpeó. Fue consciente, entonces, como nunca nadie lo sería, de que sólo en esos segundos había vivido realmente.