Secretos en la ducha

Hicieron una junta con unos cuantos amigos en su piscina. Hacía mucho calor por lo que el día estaba exquisito para refrescarse. Después de estar mucho rato charlando bajo el sol, comenzó a sacarse la polera para darse un chapuzón. Tenía un perfecto cuerpo atlético, tonificado gracias a la gran cantidad de ejercicio que hacia: tenía unos fuertes pectorales, el abdomen duro y los oblicuos bien marcados. Tiró la polera a una de las sillas y se lanzó al agua en un impecable movimiento. Subió a la superficie y comenzó a nadar en la piscina. No pudiste evitarlo y te metiste junto a ÉL. Lo quedaste mirando un rato mientras te hablaba de lo deliciosa que estaba el agua. Tuviste que utilizar todas tus fuerzas para no besar esos magníficos y suaves labios. Después de un rato todos los demás los imitaron y se metieron con ustedes.

Comenzó a hacerse tarde y miraste tu reloj, te diste cuenta de la hora y saliste del agua disculpándote pero debías irte. ÉL, como todo un caballero te ofreció usar su baño para que te dieras una ducha antes de irte y así pudieras sacarte el cloro de la piscina. Accediste solo por cortesía, pero sabías que necesitarías esa ducha después de haberlo visto mojado y tan cerca de tu cuerpo, tanto que podías sentir el calor que emanaba. Subiste al departamento y buscaste tus cosas en su habitación, entraste al baño y comenzaste a sacarte la ropa para meterte a la ducha. Abriste la llave y el agua cayó bruscamente sobre tu ardiente cuerpo. La imagen de su esbelto, tonificado y gran cuerpo pasó por tu mente, perturbando tus pensamientos. Intentaste calmarte pensando en cosas menos perturbadoras y en eso sentiste la puerta de la entrada cerrarse.

Volteaste para saber si la persona entraría al baño, pero no sucedió nada por lo que seguiste con tu ducha. Ese susto había logrado tranquilizar las reacciones involuntarias que ÉL provocaba en ti. Seguiste sacando el cloro de tu piel hasta que sentiste una mano sobre tu espalda. Te helaste completamente y la mano siguió por tu cintura atrayéndola al cuerpo a la que pertenecía. Chocaste contra un torso fuerte y sentiste una respiración recorriendo tu cuello.

- Siempre quise encontrarte así, indefensa, vulnerable, poseíble. ¿Necesitas ayuda?- dijo mientras te lamía suavemente. Reconociste su voz de inmediato, pero no terminabas de creerlo. Te volteaste para asegurarte de que tu mente no te estuviera jugando una mala pasada y lo viste ahí, acorralándote, seduciéndote.

- ¿Qué haces aquí?- preguntaste atónita.

- ¿Acaso no te agrada?- susurró en tu oído tomándote aun más fuerte y atrayéndote hacia su cuerpo. El roce de sus sexos despiertos logro hacerte soltar un pequeño gemido, cosa que le agradó.

- Sólo quería verte así, toda para mí- comentó y comenzó a besarte apasionadamente recorriendo toda tu figura.

Notaste que aún seguía con su ropa, que ahora se había mojado completamente. Metiste tu mano por debajo de su polerón y lo despojaste de su pecho dejándolo casi al descubierto. ÉL te llevó contra la pared, tu espalda chocó con los helados azulejos y sus sexos se presionaron uno contra el otro. Tu cuerpo reaccionó al roce y se arqueó incontrolablemente. Lograste ver una sonrisa de satisfacción en su rostro antes de que su mano guiara la tuya hacia el bulto que había en su pantalón. La introdujiste frenéticamente y comenzaste a masturbarlo, su cuerpo reaccionó y se arqueó mientras un gemido de placer con tu nombre se imprimía de sus carnosos y tan deseados labios. Lo callaste con un profundo beso y sentiste como su lengua invadía tu boca sin control. Su mano libre subió rápidamente hasta tu cuello, lo tomó con dulzura y lo acercó lentamente a su rostro, profundizando el beso. Su mano estaba helada y la temperatura de tu cuerpo ya había aumentado debido al agua caliente. Tu piel reaccionó a esa caricia, erizándose por completo. Apoyó su frente contra la tuya, respirando agitadamente. Tus ojos se desviaron hacia el cielo, atónitos por lo que acababa de ocurrir.

- ¿Sucede algo?- susurró tiernamente con una leve preocupación.

- N-no es nada…- articulaste suavemente.

- ¿Es que acaso… no te gusta?- preguntó inseguro. Tu mirada chocó con la suya y pudiste ver la sinceridad a través de esos sus ojos.

- Y-yo- titubeaste y notaste lo agitada que aún te encontrabas. No sabías que hacer, aún no terminabas de creerlo y verlo así, tan preocupado y excitado al mismo tiempo, era algo que solo podía ocurrir en un sueño. Su mano bajó hasta tu cintura y sus ojos se transformaron en los de un animal hambriento. En ese instante te diste cuenta de que estabas desnuda. Tu mano comenzó a bajar, en un acto involuntario, hacia tu sexo con la intención de cubrirte, pero ÉL te agarró fuerte de la muñeca, impidiéndole cualquier movimiento.

- No, no lo hagas- dijo de pronto sin apartar la vista de tus ojos. Tu respiración se volvió algo pesada luego de esas reveladoras palabras y volviendo a mirar el suelo, soltaste la tensión de tu brazo. Su mano liberó tu muñeca y subió hasta tu pecho.

- No sabes cuánto he deseado esto- dijo en un último suspiro y te tomó del mentón para volver a unir sus labios con los tuyos. Sientes como su lengua recorre cada centímetro de tu boca, abierta a su merced y sale en un suave movimiento para lamer tus labios. Es cálida y suave, y empapa tus mojados labios, devorándolos lentamente.

De tu boca se escapa un gemido, mientras que sus labios comienzan a bajar por tu cuello dejando un rastro de besos a su paso. Recorre tu cuerpo mojado, acariciándolo, hasta tus senos. Tus jadeos se hacen más profundos una vez que ÉL se detiene.

- Eres tan suave- gimió ÉL antes de aprisionar entre sus labios unos de tus pezones. Lo lamió lentamente y la sangre que recorría tu cuerpo subió hasta tus mejillas sonrojándote.

- Me excita tanto verte así- volvió a gemir, tomando nuevamente el pezón entre sus labios, pero esta vez mordiéndolo con ansias. Una de tus manos se aventuró en su cabello, revolviéndolo con locura mientras ÉL jugaba con tu cuerpo. Comenzaste a bajar lentamente por su cuello y te adentraste en su mojada polera. ÉL empezó a moverse de nuevo, bajando entre besos, ahora hasta tu húmedo sexo. Tu mano se detuvo dentro de su camiseta. Una sonrisa traviesa cubrió el rostro de tu amante y tu mano se presionó contra los músculos de su espalda una vez que lo sentiste acariciar tu entrepierna. Volviste a subir hasta su cuello mientras ÉL masajeaba tu sexo. Pequeños gemidos comenzaron a brotar de tu boca, gemidos que poco a poco se transformaban en ahogados gritos.

Nunca en tu vida habías sentido un placer tan grande como el que experimentabas al tiempo que ÉL movía su dedo dentro de ti. Se detuvo, para observar tu sonrojada cara. Con uno de sus dedos recorrió tu entrepierna de arriba abajo, sin apartar la vista de ti, tu rostro volvió a sonrojarse, tus labios se abrieron para dejar escapar un nuevo gemido ahogado y tu mano se presionó contra su cuello. Volvió a adentrar sus dedos en tu entrada y comenzó a moverlos circularmente, lo que producía pequeños temblores en tu usurpado cuerpo. Entonces el movimiento cambió a un entra y sale repetitivo que poco a poco aceleraron su ritmo hasta llevarte al punto de la locura. Y cuando creías que ya no podrías aguantar más el placer, se detuvo. Tu rostro se relajó y lo miraste fijo a los ojos. ÉL se paró hasta quedar a tu altura, tomaste el bulto de su pantalón entre tus manos y viste su rostro quejarse.

- P-por favor…- le rogaste con la respiración agitada. Se acercó a ti en un ágil movimiento y con sus dientes tomó tus labios, mordiéndolos hambriento, introdujo su lengua en tu boca y te aprisionó en un salvaje beso. Su temperatura también había subido y sus labios sabían delicioso.

Posicionaste tus manos en el borde de su polera sin cortar el beso, que emitía pequeños sonidos que hacían hervir tu cuerpo. Se separó unos instantes de ti y pasó sus manos por su espalda hasta llegar al inicio de su polera, la cual arrastró hasta su cabeza para poder apartarla de su cuerpo. La lanzó unos metros más allá, su pelo se desordenó y tus manos se quedaron estáticas en sus caderas, en el borde de su pantalón. Volvió a tomarte por el cuello para seguir su trabajo dentro de tu boca. Tus manos involuntariamente atrajeron sus caderas hacia tu cuerpo, el cual se restregó contra el de tu chico. Dejó soltar un cálido gemido dentro de tu boca, un gemido grave e intenso que explicitaba el placer que le había causado aquel roce. Rápidamente lo despojaste de sus pantalones y de sus bóxers, los cuales aprisionaban una gran erección. Lo miraste intensamente, con algo de sorpresa y ËL sólo se limitó a sonreír.

Lo observaste por unos instantes y sin dejar de apartar la vista de su rostro, tomaste su virilidad entre tus manos, para poder proporcionarle el mismo placer que ÉL te había entregado, pero su fuerte mano te tomó por las muñecas, aprisionándolas entre sus cuerpos.

- No, esta vez quiero ser yo quien te satisfaga- y lentamente, aflojando un poco el agarre de tus extremidades, posicionó sus húmedos labios en tu cuello. Tus músculos volvieron a relajarse y cediste ante tan tierno, pero erótico acto. Sus manos te tomaron fuerte por las caderas, su respiración se volvió entre cortada y jadeaba sin control sobre tu cuerpo. Podías sentir el aire caliente que emanaba de su boca, subiendo y bajando por tu abdomen. Te tomó fuerte por la cintura y te separó de la pared de la ducha, al tiempo que bajaba una de sus manos hasta tu trasero.

- E-espera ¿Qué haces?- cuestionaste en un suave gemido asustado al tiempo que lo tomabas de los hombros para tratar de separarte de ÉL.

- Todo estará bien- y con esa sutil respuesta, cediste a sus caricias. Lentamente comenzó a introducir uno de sus dedos, previamente ensalivado, en tu interior. Podías sentir como éste se abría paso por tu estrecha entrada y una vez que llegaba a su tope, salía, para luego introducirse con más fuerza. Un gemido brotó inevitablemente de tus labios, el cual reprimiste rápidamente con la mano.

- No te preocupes- dijo mientras te miraba intensamente- Nadie podrá escucharte, así que no reprimas tu placer- Lograste ver la lujuria en sus ojos antes de que otra embestida, de ahora dos de sus dedos, te hiciera gemir aún con más satisfacción.

Sus movimientos se aceleraban a medida que tu entrada se ensanchaba. Introdujo el tercer y último de sus dedos con cuidado, claro que para ti éste último se sintió más placentero por la dilatación que te había hecho alcanzar. Ahora se encontraba hincado ante ti, se acercó despacio a tu intimidad y comenzó a lamerla ansioso. Cada uno de esos movimientos, esas lujuriosas caricias y la imagen de tu amante complaciéndote, hacía que tu cuerpo se estremeciera. De pronto sus dedos salieron sin aviso y el suave masaje que te había estado proporcionando, se detuvo. Bajaste tú mirada, al tiempo que veías como su rostro se acercaba al tuyo, satisfecho. Sonrió y lamió tus labios, hambriento. Tu cuerpo comenzaba a sentirse un poco cansado, nunca antes habías sentido tanto placer en tan poco tiempo. Te rodeó por la espalda y te volteó en un rápido movimiento, te acercó aún más a su cuerpo y el tuyo cayó contra la pared. Te sostuviste de ella y tu mejilla chocó con los helados azulejos, tenías un extraño presentimiento, como si estuvieras a punto de ser violada por el más sexy y salvaje de los hombres, y de alguna forma, eso te complacía y te excitaba. Respiraste dificultosamente contra la pared y sus manos tomaron posesión de tus caderas.

- ¿Qu-é…?- jadeaste antes de ser interrumpida por su varonil voz.

-¿No te gusta?- preguntó ÉL al momento que frotaba su gran miembro contra tu trasero. Tus ojos se cerraron con fuerza y un tibio gemido suplicante salió de tu boca. Podías sentir como su sexo jugaba en tu rabo, frotándose con fuerza en tu entrada.

- Por favor- imploraste en un jadeo.

- ¿Qué?- preguntó el chico cruelmente a pesar de saber a qué venía esa súplica.

- Mé-telo, por favor, viólame…- ordenaste, tu boca se abrió un poco y dejó salir ese calor que acumulaba hace ya un rato. ÉL te miró, derritiéndose por dentro, la cara que siguió a esa delirante petición logró sacar a flote su lado más salvaje y obedeciendo a tu erótico mandato, ubicó su virilidad en tu intimidad.

Un gemido volvió a salir de entre tus labios cuando te diste cuenta de lo obediente que ÉL podía ser. Y entonces en un intenso movimiento, introdujo su pene hasta lo más profundo de tu ser. Tu rostro se volvió hacia la pared y tu garganta dejó escapar un grito de placer al tiempo que tu cuerpo se arqueaba hacia el de tu amante. Se quedó quieto por un momento, para que te acostumbraras a su inmensa masculinidad. Tus músculos se relajaron y comenzaste un sutil movimiento, permitiendo que el miembro de tu poseedor entrara y saliera de tu interior. Éste, al observar que ya te ibas acostumbrando, dejó que tomaras el ritmo, se inclinó hacia tu espalda, tomó tus senos entre sus manos y los apretó vigorosamente. Las embestidas comenzaron a tomar ritmo y cada vez se hacían más fuertes, al igual que los movimientos de sus manos en tu busto. Ambos gemían al tiempo que sus cuerpos chocaban uno contra el otro. Siguieron así por un rato, cada movimiento causaba una serie de corrientes eléctricas que recorrían cada milímetro de tu cuerpo sudado. Las embestidas se volvieron aún más rápidas y sus manos tomaron el ritmo de los golpes que éste te proporcionaba. Entonces, tu entrada se volvió aún más estrecha y la virilidad de tu amante fue presionada fuertemente por tus paredes internas. Un último gemido escapó de tu boca, antes de que te arquearas hacia el cuerpo de tu chico y un fluido caliente te llenara por dentro. Su cuerpo se dejó caer sobre el tuyo, ambos ahora apoyados sobre los fríos azulejos de la pared. Sus manos cayeron exhaustas sobre tus muslos y sus respiraciones se volvieron dificultosas.

Sus labios se posaron en tu cuello, proporcionándole débiles caricias. Las corrientes se extendían por tu cuerpo al tiempo que su piel rosaba con la tuya. Lograste regular un poco tu respiración, pero aún seguías exhausta, y entonces las manos de tu galán subieron lentamente por tu abdomen al tiempo que daba pequeños lamidos en tu espalda. Tu respiración volvió a descontrolarse y tu cuerpo reaccionaba paulatinamente a sus caricias. Una de sus varoniles manos se posó en tu hombro y la otra comenzó a bajar hasta tu cadera, la cual agarró con fuerza mientras separaba su cuerpo del tuyo.

- Veo que eres insaciable- dijo agitado al notar que tus pezones volvían a erguirse a causa de sus suaves roces y una sonrisa traviesa se imprimió en su rostro. Su lengua salió de entre sus labios y los lamió con lujuria, mientras sostenía con más fuerza tus caderas.

- ¡Ah…!- exclamaste sonrojada cuando ÉL apartó su pelvis de tu cuerpo al tiempo que te separaba de la pared. Y con más energía que antes, volvió a introducirse dentro de ti. Tus labios se separaron y dejaron escapar un profundo gemido.

Rápidamente tu galán comenzó un ágil vaivén, te arqueaste contra su cuerpo y su mano te rodeó por la cintura. Sus golpes se volvieron más rápidos y sus labios iniciaron un frenético recorrido por tu cuello. Dejaste caer tu cabeza en su hombro y la mano que aún permanecía en tus caderas, subió hasta tu pecho, luego tu cuello y hasta tu cabeza, desordenando tu cabello vigorosamente. Las embestidas eran salvajes y llenas de una pasión que nunca creías que ÉL podía poseer. Sus gemidos eran cada vez más altos y sus movimientos más fugaces. La mano que en un principio se mantenía estática en tu cintura, subía y bajaba por tu pelvis como tratando de agarrarse de algo para poder embestirte más fuerte. Manteniendo aquella posición, volteaste tu rostro hasta encontrar sus labios, los que separaste lentamente para luego introducir tu hambrienta lengua. La mano que había bajado de tu cabello a tu pecho, te atrajo aún más a su cuerpo, que emanaba un calor sensual que te excitaba al chocar con tu piel. Te separaste un poco para poder respirar, pero aún te encontrabas lo suficientemente cerca como para poder sentir aquel ardiente fuego que se desprendía de su boca junto con aquellos eróticos gemidos y que se depositaban en la tuya llenándola por completo. Tus manos se apoyaron contra la pared, para poder mantenerte en pie.

- ¡Y-ya n-no…!- y antes de poder terminar la frase, brotó de su miembro, el mismo líquido blanquecino de la primera vez y experimentaste la misma sensación de lleno que en aquel instante mientras escuchabas un gemido ahogado que salía de los labios de tu amante.

Tu cabeza cayó entre tus brazos y te desplomaste sobre el suelo de la ducha. ÉL también cayó contigo, con sus brazos entre tus piernas y su cuerpo desmayado sobre el tuyo. Sus respiraciones chocaban agitadas y sus jadeos se alternaban descontrolados. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al tiempo que las palabras salían de su boca.

- Te a-amo, Kag- jadeó dificultoso. Te sonrojaste instantáneamente y escondiste tu cara de su mirada intrusa. Tus ojos se llenaron de lágrimas que comenzaron a caer lentamente por tus mejillas. Sus brazos te rodearon amablemente por la cintura y su ardiente frente hizo contacto con tu espalda. Sonreíste satisfecha y tus manos tomaron las suyas, mientras dejabas caer tu rostro sobre la pared, para así intensificar aquel dulce abrazo.


Espero que lo hayan disfrutado :) Dato curioso: La persona de la narración está hecha para que cada una de nosotras se ponga en el lugar de nuestra querida amiga Kagome, imaginando a nuestro amado Inuyasha haciendo esas osadas cosas :B

Todo partió el verano de este año cuando nos despedíamos en messenger antes de irnos a dormir. Nos contábamos pequeños relatos para soñar pero despues de un tiempo comenzaron a ser cada vez mas largos. Tenemos algunas otras cosillas para presentarles así que esten alerta :)

Déjennos sus comentarios ^^ saludos!

Besos Himeko & Hitomi