Disclaimer: Todos los personajes son propiedad de Jotaká

¡Buenas! Os traigo este proyecto de fic en respuesta al reto "A la carta" porpuesto por Eren Lovett

en el foro Weird Sisters. Este fic es un intento de satisfacer la petición de Paulita Granger , que había solicitado un SS/HG

ambientado en el 6º año ^^

No he podido resistirme asi que, este es el resultado :P

¡Espero que te guste! (Y a las demás tambien ^^)


Cap. 1: Lejano invierno

Finales de Mayo. Un hermoso atardecer. La fina lluvia cae sobre tu cabeza mojándote con su incesante aguacero. El verano ya se acerca pero el frio invernal se niega a abandonar los húmedos campos escoceses. En estos casos, como joven inteligente que eres, siempre sueles llevar a mano tu enorme capa negra. Pero hoy no la has traído. Hoy no.

Hoy quieres que él te vea tal y como eres. Con mojadura incluida. Miras hacia arriba, y dejas que las finas hierbas de plata acaricien tus labios, enfriándolos. Pasas la lengua por tu labio inferior y los saboreas, dejando que el refrescante liquido entre en tu cuerpo como una cálida mañana de primavera.

Te preguntas cuando vendrá, y porqué tarda tanto. No seas estúpida, sabes que él siempre se toma su tiempo, ya sabes que no puedes exigirle nada. No a él. Nunca.

Reflexionas. Algo que se te solía dar bien. Pero aún no acabas de entender que demonios pudiste ver en alguien así. Recuerdas lo fácil que era la vida cuando aún amabas a aquel simpático pelirrojo, con el rostro lleno de pecas, y los ojos azules y vivaces, que siempre conseguía sacarte de tus casillas, para luego arrancarte la más grande de las sonrisas.

Aquellos eran tiempos sencillos. Sin mentiras, sin remordimientos, sin tener que andar a escondidas por los pasillos, sin miradas hacia atrás, esperando ser descubierta en cualquier momento. Sin sentir a cada segundo que se te iba a salir el corazón del pecho, o que tu mundo se desmorona cada vez que te escapas al amparo de la noche, atravesando los fríos pasillos con la capa de invisibilidad que furtivamente robas a tu mejor amigo, para acabar en su despacho, donde te entregas a él sin pensar en las consecuencias.

Porque, ¿Dónde quedó la Hermione que siempre media sus actos? ¿Dónde quedó la estudiante modelo? ¿La chica racional y reflexiva que conocían todos?

Ni tu misma lo sabes. Lo único que puedes entender, lo único que tienes claro desde hace meses; es que no puedes vivir sin él. Sin sus frías miradas, y su voz sedosa, sin sus finas manos recorriendo tu piel, calentando cada parte de tu cuerpo con su tacto.

- Se va a congelar, Señorita Granger

Ahí está. Justo detrás de ti. Pudiste sentirlo incluso antes de que te hablara. Es imposible no notar una presencia tan… inquietante, y a la vez reconfortante. Al menos para tí.

No te das la vuelta. Dejas que sea él quien se acerque, como haces siempre. Esperas estos breves encuentros durante todo el día, sin embargo cuando el momento llega, no eres capaz de reaccionar, tu cuerpo no te responde y siempre te quedas paralizada. Como una frágil muñeca de porcelana. Te limitas a contener la respiración y esperar a que sea él, como adulto que es, quien mueva la primera ficha.

Porque te sientes tan niña a su lado, y a la vez tan mujer. Porque Ron jamás despertó esos sentimientos en tí. Mucho tardaste en descubrir que realmente solo lo querías como a un amigo, como al mejor de los amigos. Pero nada más. Malinterpretaste los celos que sentiste cuando lo viste con Lavender. Te quemaban por dentro, pero solo porque de repente comprendiste que él no siempre iba a estar ahí para tí, que también podrías perderlo, y eso pudo contigo, confundiendo tu percepción de las cosas.

Pero él jamás despertó en tu cuerpo ni la mitad de los sentimientos que tu severo profesor conseguía con tan solo un roce, una caricia.

Se acerca a tí lentamente, oyes el susurró de su oscura capa sobre el humedecido suelo. Tú sigues mirando al cielo, buscando respuestas mudas a todas las preguntas que en ese momento, cruzan tu mente. Lo sientes detrás de tí, notas su respiración en tu nuca, y cierras los ojos, aún sin saber que hacer. Te sientes tan impotente. Aunque no es la primera vez que estáis completamente a solas, percibes que esta es diferente.

Algo rompe el tenso silencio, el sonido del aire al ser cortado, y entonces sientes un repentino peso sobre tus hombros y un reconfortante calor te invade. Él ha puesto su capa sobre ti. Tú sonríes, aprovechando que él no te puede ver. Son esos pequeños detalles los que te hacen saber que te aprecia, aunque no sea muy dado a demostrarlo.

Es entonces cuando te decides a darte la vuelta, y enfrentarlo. Lo haces lentamente, midiendo cada paso que das, como si fuera el último. Y como siempre. Tus piernas se vuelven de gelatina cuando te sientes escrutada bajo su fría mirada, tan carente de cualquier tipo de emoción.

Has acabado por aceptar que él jamás te podrá querer como tú desearías. Que perdió esa capacidad hace tiempo. Pero te conformas con que te deje acercarte, con que abra las puertas de su auto impuesta muralla y te deje colarte dentro durante unos minutos, permitiéndote perderte en sus pasillos. Solo con eso ya eres feliz.

Pero cuando te sientes observada con esa oscura intensidad, ni tu privilegiada mente puede acertar a imaginar, que demonios está pensado. Y lo que es más importante para ti, si esa será la última vez que se digne siquiera a mirarte.

Pero hoy hay algo extraño en sus ojos, algo raro en su expresión. No tardas en darte cuenta de que las ojeras están más marcadas ese día, y su ceño, algo más fruncido de lo normal. Sientes que te rodea con más fuerza de la habitual entre sus brazos, y te aprieta con una ansiedad extraña contra su pecho. Aunque no dejas de pensar en ello- pues tú nunca puedes dejar de pensar- te dejas llevar e intentas no preocuparte, disfrutando de esa extraña, pero a la vez reconfortante, muestra de cariño. Cierras los ojos y apoyas la cabeza sobre él, esbozando una cómica sonrisa de niña, a la vez que das gracias porque él no pueda ver tu ridícula expresión de absoluta felicidad.

Entonces él te aparta con algo de brusquedad, y tú piensas que ya está, que todo ha acabado entre los dos, que ahora te dirá que te largues a tu habitación como la niña que eres y que no le vuelvas a molestar nunca más. Pero, con la misma brusquedad, y sin darte tiempo a reaccionar, él te besa. Con fuerza, casi con rabia, pero a la vez con asombrosa dulzura, imprimiendo sus labios contra los tuyos, y haciéndote sentir la mujer más afortunada sobre la faz de la tierra.

Te pierdes en sus labios y, por primera vez en toda tu vida, tu cerebro se para, y te deja flotar en un estado semiinconsciente, donde solo estáis él y tú. Sus labios contra los tuyos, tu abriendo tu boca tímidamente. Él invadiéndola con su lengua, enzarzándoos los dos en una especie de lucha donde la única meta es dejar de existir, fundirse el uno con el otro.

Lentamente, y ya sin ninguna brusquedad, la intensidad del beso va bajando y, rozándote una vez más con sus labios él se separa de ti, y te observa con una expresión algo extraña, pero igual de imperturbable. Como si ese beso jamás se hubiese producido.

Tú por el contrario, apostarías tu propia varita a que tu cara en ese momento es el colmo de lo ridículo; te notas tiesa entre sus manos, que aún aprietan con fuerza tus brazos, impidiéndote caer hacia atrás porque tus piernas hace rato que dejaron de sostenerte. Imaginas que tus ojos, abiertos en una expresión que mezcla el susto y el desconcierto, pueden causarle una impresión equivocada sobre tu reacción, y te apresuras a parpadear con fuerza, intentado recomponer tu cara. Pronto te das cuenta de que eso ha sido mucho más ridículo. E incluso te parece ver cierto guiño divertido en sus ojos. Y si no lo conocieras tan bien, te atreverías a jurar que está reprimiendo una especie de sonrisa. Algo sarcástico supones, pero sonrisa al fin y al cabo.

Aún no te has recuperado de lo que acaba de pasar, cuando él hace algo aún más sorprendente. Se inclina sobre ti, y lentamente, deposita un suave beso en tu frente. Tú cierras los ojos, decidida a disfrutar al máximo de aquel arranque de inusitada ternura. Aunque la siempre molesta vocecilla de tu mente, te dice que algo no va nada bien.

Se queda ahí durante un buen rato, y tú imploras porque el tiempo se detenga y podáis quedaros así pegados para toda la eternidad. Ya no te importan los demás, ni lo que puedan decir, estás dispuesta a enfrentarse a quien sea, a decir la verdad de una vez por todas. A ser sincera con todos y sobretodo, a sincerarte contigo misma.

- Hermione…- no puedes evitar sobresaltarte. Él jamás te había llamado por tu nombre. Y menos con aquella voz tan… extraña. No te mueves, no dices nada, sin apenas respirar, esperas a que él diga algo. Sabes que te quiere decir algo.

Pero ese momento jamás llega. Tras unos segundos y, pareciendo hacer un gran esfuerzo, tu profesor se separa de ti, y para entonces tú ya estás segura de que las cosas van realmente mal. Te lo dice el nudo en el estomago, y la angustia del corazón.

Te mira durante lo que a ti te parecen horas. Con la expresión más extraña que jamás has visto. Intuyes de nuevo que quiere decirte algo, pero no sabes el que. Deseas de todo corazón saber leer las mentes como él, y poder durante unos segundos traspasar sus pétreos ojos y alcanzar la verdad.

-Adiós

Le observas alejarse en silencio, sin entender porque ese adiós ha sonado tan a despedida. Ni porque las lagrimas invaden tus ojos y comienzan a corretear por tus mejillas libremente. Por fin, cuando desaparece de tu campo de visión, te permites desplomarte sobre la mojada hierba. Aún tienes su capa aunque ya hace tiempo que ha dejado de llover. Te envuelves con ella todo lo que puedes y aprietas una mano con fuerza contra tu pecho, notando como una especie de angustia invade todo tu cuerpo.

No entiendes nada. Pero sabes que ya nunca le volverás a ver.

Esa misma noche un gran hombre muere a manos de un mortífago traidor. La sangre, los gritos y el llanto inundan todo el castillo, y el luto tiñe los corazones de todos los estudiantes. Pero tu no sabes que sentir. Tú no puedes hablar con nadie. Por primera vez en tu vida, tu mente no te da las respuestas que necesitas.

Durante el funeral de Albus Dumbledore, aprietas la mano de Harry con fuerza, y lloras, lloras porque te sientes una hipócrita, y una mala persona, lloras porque no puedes evitar echarle de menos, porque no sabes que pensar, porque te preguntas una y otra vez que intentaban decirte aquellos oscuros ojos.

Porque aun sueñas todas las noches con aquel beso, y con aquella extraña declaración muda.

Lloras porque le quieres, y porque le odias al mismo tiempo.

Lloras porque te has prometido a ti misma, que no descansaras hasta verle muerto.

Y lloras porque sabes que cuando él muera, una parte de ti morirá con él…


Bueno, ya se que no es gran cosa, pero espero haber cumplido en parte la petición :P. La verdad es que este es un proyecto de fic largo,

ya que es una pareja que me encanta, y tengo grandes planes para ella (muajajaja xD) si gusta, puede que lo continue :P

¡Espero impaciente todos los tomatazos!

Muchos besos

*Princesselve*

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