No... No paso un huracán por mi casa. No me picó el mosquito del dengue. Y no, no me atraganté con un trozo de milanesa.
Si gente, aunque no lo parezca. ESTOY VIVA!
Como los extrañaba! Al fin vuelvo con mi promesa... la fic de asesinos n.n
Bueno, no hay mucho que decir... mas que: Espero que les guste! Voy a intentar subir lo mas pronto posible, pero no puedo prometer que sea todas las semanas. Y advierto: No planeo que dure mucho... según mi cuentas, van a ser algo así como 7 capítulos. Pero aun no lo sé con seguridad. Tal vez sean menos, tal vez mas :)
Pero antes si aun no las vieron, los obligo a pasar por LOS EXCELENTES FANARTS de MarilynnDxC y MoonLitRomance que hicieron de la fic "Las vueltas de la vida y de "Todo puede cambiar". Aquí:

Las vueltas de la vida:
marilynndxc(punto)deviantart(punto)com/gallery/#/d2ysi4l (Las chicas preparándose para ir a la boda de Bridgette y Geoff)
marilynndxc(punto)deviantart(punto)com/#/d328q7w (Escena del baño en la boda de Bridgette y Geoff)
moonlitromance(punto)deviantart(punto)com/#/d37c622 (Escena en la que Courtney y Duncan casi se besan del Capitulo 2 "Un día de ¿Amigos?")

Todo puede cambiar:
marilynndxc(punto)deviantart(punto)com/#/d38e9qg (Escena del beso)

Ahora si... Preparados... Listo... YA!
Saludos y gracias!

OoOoOoO

¿Nunca has sentido que el tiempo no esta de tu lado? ¿Qué vas de un lado a otro impulsado por tus únicas energías y que después de un largo y tedioso viaje tienes que salir otra vez a las corridas… donde no se puede pensar en nada más que en el objetivo y donde nadie te acompaña? Si alguna vez lo has sentido… Bueno, bienvenido a mi vida.

-Enfocarme. Necesito enfocarme -Masajeé mis sienes intentando pensar como seguir -¡Aj! Estúpido caso…

Trabajaba en una empresa multimillonaria que manejaba enormes cantidades de dinero. La cadena de casinos más importante del país, conocidos por su servicio y hospitalidad. Era la dueña de un estudio de abogados, por ende, era su abogada principal. Era común recibir quejas (o incluso demandas) de clientes rencorosos reclamando su dinero perdido limpiamente por pésimas decisiones tomadas o solo por culpa de la mala suerte. En fin, hacia una semana que intentaba escribir cierto papeleo sobre un caso en particular, las palabras no salían a la luz y yo estaba exasperada.

-¡Es imposible terminar esto! Me rindo… -Apoyé mi cabeza sobre el escritorio y cerré mis ojos, ya cansada.

Lentamente, me levanté para ver qué hora era. El reloj en mi pulsera cantaba las 6:10 PM.
"Dios. No. Hoy no." Pensaba. Era la rutina de cada día… ya sabía quién vendría a mi despacho en exactamente: 5… 4… 3… 2… Justo alguien golpeaba la puerta.

"Wow, se adelantó un segundo hoy" -Adelante Ernest…

Un gracioso ser se asomó por mi puerta. Era Ernest, persona de mente sencilla y plana como una pared. La verdad es que él formaba parte de mi tarde. Su presencia robusta y torpe aparecía cada día a las 18:10, me diría algún piropo que leyó en Internet e inmediatamente me invitaría a salir, donde mis escusas comenzarían a variar siempre entre enfermedades, cumpleaños y reuniones. Su turno comenzaba a las 7:30 y terminaba a las 18:00, pero siempre llegaba diez minutos más tarde, creía que así se veía menos desesperado. La verdad era que no, pero al menos era rápido para traerme el café…

-Buenos días linda…

-Buenos días Ernest. ¿Pasa algo?

-Si… la verdad es que sí.

Siempre le preguntaba si había pasado algo, sabiendo que su respuesta era no. Que solo venia para molestarme. Esperaba que ese día fueran buenas noticias.

-¿Y qué pasó?

-Bueno… Estoy buscando diosas para una nueva religión... y acabo de encontrarte.

Sabía que sería una idiotez como esa. No se para que perdí mi tiempo en preguntarle.

-Ah, eso. Este… gracias.

-Este superó el de ayer ¿Verdad?

-No sé, no lo recuerdo.

-"Si la belleza fuera pecado, tú ya estarías en el infierno"

-Ah, sí. Ese era. Puede ser… no lo sé. En fin, ¿necesitas algo?

-Me preguntaba si estabas libre mañana, es sábado.

-Sí, ya sé que es sábado. Pero no, mañana… tengo que visitar a mamá.

-¿Todo el día?

-Sí, enfermó.

-¿Otra vez?

-¡Si Ernest! ¡Otra vez! Su salud es delicada…

-Disculpa… no te enojes… ¿Te traigo café?

-Si, por favor.

-¡Ya vuelvo!

Salió casi como un disparo, sin perder el tiempo. Era increíble lo mucho que me irritaba diciéndome todos esos versos baratos e invitándome a salir. Incluso parecía que no se daba cuenta de la hostilidad en mis respuestas. Dándole la menor de las importancias, continué con mi trabajo… trabajo que dejaría inconcluso ese día también. Me entristeció pensar que el único hombre que me pretendía algo más de mí, además de una relación laboral, era Ernest. Mi última salida con un posible aspirante aceptable había sido un año y medio atrás. En las oficinas no era conocida como una profesional importante, sino como una mojigata frígida candidata a solterona. Era extremadamente duro de reconocer, y un fuerte golpe a mi orgullo… pero lamentablemente, era una verdad imposible de esconder. Intentaba convencerme de que yo no era así… que yo si quería estar rodeada de amigos y tener una pareja estable. Y realmente lo sentía, pero no tenía a nadie por ningún lado. Para ser honesta, tampoco tenía mucho tiempo para cambiar la situación.
A las 9:00 PM finalmente pude irme a casa, acomodé algunos papeles en la oficina y me llevé algunos conmigo. Bajé hasta el subsuelo, donde se ubicaba el estacionamiento y atravesándolo entre la penumbra caminando hacia mi auto. Mi casa no quedaba cerca, pero si podía evitar el tráfico llegaría en media hora. Evadiendo lo más posible el movimiento automovilístico nocturno llegué finalmente, y efectivamente eran las 9:32. Al salir del vehículo, levanté la vista: aunque parezca increíble, ese es el lugar en donde vivía: la construcción más grande y lujosa que has visto en tu vida. O por lo menos en esta zona de la ciudad. A decir verdad, la odiaba… no me traía ningún recuerdo que valiera la pena recordar, pero al menos tampoco malos.
Debía caminar aproximadamente cuarenta metros para llegar finalmente a la entrada, así lo hice. Giré la llave y prácticamente me desplomé en el primer sofá que hallé en mi camino inmediatamente después de atravesar la puerta y al fin poder descansar. Mañana sería otro día, iría al trabajo, almorzaría y volvería a trabajar por un rato más. Deseaba poder quedarme aun más en el trabajo, ya que si bien le había dicho a Ernest que tenía que visitar a mi madre, la verdad era que no tenía nada que hacer, al igual que todos los fines de semanas. No mantenía contacto con ninguna amiga, las últimas que había tenido (alrededor de un año atrás) las había terminado de ahuyentar con peleas y escasas llamadas telefónicas. Necesitaba salir… me repetía cada fin de semana, cuando me quedaba sola y aburrida en mi gran hogar.
Giré mi cabeza en el sofá y cerré los ojos, el silencio era aterrador. Pero no recuerdo mucho más, me dormí instantáneamente allí mismo.

OoOoOoO

-¡Ay, Dios… No! ¡Me quedé dormida!

La noche anterior me había dormido en el sofá, con suerte me desperté por un ruido proveniente del exterior, pero tenía cuarenta y cinco minutos para llegar hasta las oficinas, gastando ya en la ida media hora. En otras palabras: tenía solo quince minutos para cambiarme, peinarme, y desayunar algo. Sin perder el tiempo me levanté de un salto y subí las escaleras corriendo hacia mi habitación. Por suerte mi ropa estaba completamente organizada y era fácil encontrarla. Me cambié rápidamente, dejando mi ropa usada desparramada a mi pesar, e hice lo mismo con mi cabello. Bajé nuevamente cual velocista y ya en la cocina tomé del refrigerador sobras del día anterior. No podía ponerme a cocinar en este momento. Comí poco y sin saborear un bocado. No perdí tiempo en ordenar nada, Alice lo haría por mí, mi fiel ama de llaves.
En fin, salí de casa con mil cosas en las manos que había acogido a medida que me dirigía hacia afuera. Ya en el auto, coloqué la llave en el contacto de mi auto, encendiéndose automáticamente la radio que generalmente apagaba. Pero como hoy estaba apurada, no me fijé en ese detalle. Me encontraba ya a diez cuadras de mi casa, cuando mi vista se dirigió a la hora que cantaba el reloj de la radio. Mi turno comenzaba a las 8:00, y según el reloj eran las 7:07. Imposible. No podía estar adelantada… Miré mi reloj de pulsera nuevamente, el que más temprano me indicó que estaba atrasada. Las 7:16… La misma hora que había visto más temprano.

-¡Genial! -Dije frustrada. -¡Se quedó sin batería!

El condenado reloj de pulsera se había quedado sin batería la tarde anterior y no lo sabía. Maldije en voz baja, ahora no tenía más remedio que llegar al trabajo media hora antes. No era tan malo, pero las oficinas estarían excesivamente vacías. Después de meditar un poco, tal vez era incluso algo bueno: si terminaba el trabajo pendiente durante la mañana podría comenzar uno nuevo después del almuerzo.
Estacioné en el húmedo estacionamiento del subsuelo y me dirigí al tercer piso, donde estaba mi jefe. Debía informarle que había llegado antes para evitar alguna situación incómoda en el futuro.
Leopold Hubert Wells, mi jefe o también conocido como el gerente de uno de los tantos casinos que había en el país, era un hombre de inversiones: Ganaba buen dinero y le gustaba gastarlo, como a cualquiera. Era excesivamente puntual, frio y odiaba que algo se le ocultase. Cualquier cosa. Conociéndolo, sabía que era mejor informar de mi presencia temprana.
Había llegado sin hacer el más mínimo ruido por simple costumbre. Ya frente a la puerta, estaba decidida a tocar cuando algo llamó mi atención. No estaba cerrada del todo, sino entornada, y cuando iba a ingresar… alguien habló.

-Bien, repasemos el plan -Era mi jefe quien hablaba. Sonaba enfadado.

Quedarse escuchando conversaciones ajenas era totalmente descortés, lo sé, y seria aun peor si se enteraba alguien. Pero mi intuición me dijo que debía quedarme y oír.

-Leo les entrega el dinero e inmediatamente lo llevan al casino. Después lo ubican donde acordamos y le dan las indicaciones a los encargados del canje. ¿Fui lo suficientemente claro?

-Señor… no… no es que seamos un par de inútiles. No entendemos si habla en códigos.

Alguien se levantaba de su asiento y daba varios pasos. Mi corazón se detuvo por un momento. Pero luego Wells continuó.

-¡¿Acaso tengo que gritar todo? ¡¿Nadie les informó del plan?

-No señor -Respondieron al unísono el par de inútiles. Reconocía sus voces: John y Joey.

John y Joey eran dos lame botas que vivían a expensas de halagos y favores a Wells. Nada más.

-Bien… escuchen atentamente porque repetiré esto solo una vez. -En este punto, su tono de voz bajó mucho. Casi un susurro, pero era lo suficientemente alto para que logre entenderlo -Leo me proveyó de dinero. Mucho. Este dinero no tiene valor, él mismo lo hace. ¿Entienden?

-Sí, señor…

-Bien. Ahora, esto es lo que haremos: La gente del casino ingresa e intercambia su dinero por las fichas de juegos. Si pierden en los juegos, nosotros ganamos, como siempre. Pero si en cambio llegaran a ganar, cuando van a intercambiar sus fichas por el dinero correspondiente, les damos el dinero de Leo… y seguimos ganando.

-Pero… les estaríamos robando -Dijo Joey.

-Eso es ilegal… -Contribuyó el imbécil de John. ¡Por supuesto que era ilegal! No hay necesidad de repetirlo.

-Es necesario. Punto. Estos últimos meses han sido solo pérdidas y más pérdidas. No estoy dispuesto a que me revoquen mi puesto.

-Es decir… ¿el casino central no sabe nada de esto? -Dijo uno de los otros dos.

-¡Por supuesto que no, idiota! Pero no los necesitamos. Esto es infalible.

No podía creer lo que escuchaba. Acababa de involucrarme en medio de un fraude.

-Ahora, ya que entendieron todo de una vez, retírense.

Ésa era mi señal. Toqué la puerta antes de que ellos llegaran a abrirla. Pretendería lo mejor que pudiera. Joey abrió y mis ojos se dirigieron directamente a Wells.

-Ah, Courtney. Llegaste temprano.

-Sí, señor. Venía justamente para decirle eso.

-¿Alguna razón en especial? -Me observó sospechoso.

-No, nada. Solo una pequeña confusión en la hora.

-En ese caso… prosiga con su trabajo.

-Lo haré. Buenos días.

Cuando finalmente me vi libre de esa situación, respiré profundamente. Las manos me temblaban y mi estomago estaba revuelto. Ya estaba involucrada. Si no actuaba seria una responsable del robo también. Ellos tenían su plan… bien… yo pronto tendría el mío. Era mi deber detenerlos. Luchaba por la justicia todos los días… era hora de realmente hacerla valer.

OoOoOoO

Narrador

-John. Hazme un favor. Ve a la cabina de las cámaras de seguridad y fíjate si la abogada escuchó algo.

-Enseguida.

Un apresurado John se retiró de la oficina de Leopold Hubert Wells. Éste se recostó sobre su silla y aguardó impaciente la llegada de quien acababa de partir. El otro acompañante, Joey, solo movía sus manos con nerviosismo, preguntándose en su interior miles de preguntas a la vez siendo todas y cada una relativas al tema.

-¿Qué pasa si algo sale mal?

-Nada saldrá mal.

-Pero… ¿Cómo lo sabe?

-Cuando llegue John lo sabrás.

Dos segundos después, alguien llamó a la puerta.

-Adelante John.

El asustadizo sirviente entró preocupado.

-Sí señor, oyó todo -Dijo, entregando al mismo tiempo la cinta de video donde se encontraba la evidencia.

-¡Oh, no! -Dijo Joey

-Joey… -Comenzó Wells.

-¡Yo no quiero ir a la cárcel señor Wells! Aún soy joven… no tengo esposa ni hijos… pero quiero tenerlos… y mamá.

-Joey… Por favor silen…

-¡Dios, mi mamá! ¡Por favor señor Wells! ¡Piense en mi mamá!

-¡Basta Joey! ¡Nadie irá a la cárcel! ¡Y no me recuerdes a la ruidosa de tu madre!

-Lo siento señor. Pero… ¿Cómo sabe que ella no nos delatará?

-Bien, queridos inútiles… Digámoslo así: No podrá delatarnos… porque para cuando quiera hacerlo, sus ojos espías ya no brillarán tanto.

-¿Va a… matarla?

-No estúpido. Yo no me ensuciaré las manos… Alguien más lo hará por mí.

Y así quedó todo. Un par de cobardes sorprendidos por la tiranía de su jefe, pero aun así tan asquerosamente miedosos que no se atrevieron a cuestionar sus procedimientos, y un ambicioso hombre dispuesto a todo por su orgullo… y su dinero.