Antes de empezar:

El fic está ambientando en los años 1950- 60 (aproximadamente, no vi necesario dar una fecha específica) de USA. Es una reinterpretación de la película con tres diferencias notables: el avance tecnológico, el concepto "humanizado" y un pequeño evento diferenciado (Finnick si es hijo de Nick). Obviamente esto causara que varios eventos de la película se sucedan de formas distintas hasta el punto de ser marcadamente diferentes.

Dedicado a la Autora Iva Ren, de Fanfiction.

Feliz Cumpleaños!


01- La Primera Oficial de Policía

Tras toda una vida de entrenamiento y esfuerzo, Judy Hopps por fin era agente de policía, y haría de este un país mejor; o casi, se podría decir. Había logrado graduarse de la academia de policía, incluso haciéndolo como la más sobresaliente de su curso, como la primera mujer policía; reconocida por sus méritos, había sido asignada al centro de la ciudad de Chicago, bajo las órdenes del bastante famoso jefe de policía Bogo. No obstante, todo era solo un primer paso; había demostrado sus capacidades físicas y mentales en la academia, y estaba lo suficientemente capacitada para ingresar a la policía. Pero al ser asignada en la CPD se había topado con el primero de sus, seguramente muchos, obstáculos para cumplir sus sueños: los prejuicios.

Aun con lo bueno e impresionante que fuera el historial del jefe Bogo, tenía en su contra un carácter de mierda y un pensamiento retrograda. Cosas con las que Judy había tenido que lidiar desde su primer día como oficial de policía, la primera mujer policía, asignándola a cubrir descansos en el departamento de vialidad, exigiéndole una cuota de cien multas para el final del día. Pero Judy no estaba dispuesta a seguir esas absurdas ordenes: entregaría doscientas multas, ANTES DEL MEDIODIA, y demostraría que el jefe Bogo no podía prejuzgar su capacidad en absoluto; y menos por ser mujer. Y así lo había hecho. Poniéndose el humillante uniforme de tránsito (ella lo consideraba humillante), había partido a las calles a cumplir con su desagradable tarea con empeño y dedicación.

-Doscientas multas- se anunció así misma golpeando su libreta con alegría-. Antes del mediodía.

Judy vestía un uniforme policiaco con falda, y un chaleco anaranjado; su pelo gris lo llevaba recogido en una trenza que caía por su espalda, y un pequeño sombrero a juego con el uniforme. Sus ojos morados observaban con satisfacciones los talonarios foliados de la jefatura mientras ella simplemente se imaginaba el rostro que pondría el jefe.

-¡Cuidado, Ario*!- Judy escucho el grito seguido de un pitazo.

Al voltear a ver se encontró con una escena peculiar al otro lado de la acera. Un pelirrojo que avanzaba por la calle, sonriendo nervioso hacia el conductor de una camioneta, que lo miraba con rencor. Aunque el grito del furioso conductor no hubiese sido lo suficientemente claro, lo cierto es que el hombre contaba con suficientes características para no dejar dudas a su ascendencia alemana, con su piel de un blanco casi lechoso; incluso su caminar, perfectamente erguido y con un andar impetuoso, parecían delatarlo. La propaganda antinazi le había dejado claras impresiones a la chica. Judy entrecerró los ojos y siguió con la mirada al pelirrojo, que avanzaba de forma sospechosa hasta llegar a una heladería e ingresar.

De inmediato le llegaron a la cabeza todas las advertencia de sus padres sobre los peligrosos "inmigrantes", y de cómo estos estaban arruinando el país. Pero sobre todos estaban ellos, los cobardes alemanes, que no solo habían sido los peores durante la aún demasiado reciente guerra, sino que además se creían superiores y aun así habían huido de su país al verse derrotados. Y como no, de paso robando los empleos a los nobles ciudadanos Americanos… o robando sus establecimientos. Judy cruzó corriendo la gran avenida y se asomó por la ventana de la heladería. Se trataba de una curiosa heladería con una clase de temática Pro nacionalista, con varios cuadros del ejército y armas falsas por todos lados.

-¿Dónde estás?- susurró sin poder identificarlo entre la multitud de clientes.

Ingreso a la heladería, para encontrarse inmediatamente con quien buscaba.

-Fuera de aquí, Ario. Aquí no atendemos a los de tu clase- anunció un hombre gordo y de edad avanzada mientras miraba con desprecio al recién llegado-. No quiero problemas.

-Oh, y no los tendrá, gentil señor. No conmigo- anuncio el alemán con un acento en realidad bastante neutro. Se paraba de forma perfectamente recta, sosteniendo sus manos al frente en un gesto casi sumiso, que no le terminaba de gustar a Judy.

Judy estaba preparada para la ocasión. Aunque como oficial de tránsito se le había negado el acceso a las armas de fuego, su desconfiada familia le había regalado durante su graduación un curioso invento llamado "Gas pimienta" que básicamente debía vaciarse en el rostro de cualquier agresor y provocaría efectos devastadores, aunque no mortales y técnicamente tampoco ilegales. Se lo habían dado para defenderse de los violadores, pero Judy admitía estar nerviosa ante la presencia de un terrible alemán ¿El hombre tendría una pistola? ¿Sería experto en el uso de cuchillos de combate? ¿Sería un peleador nato? Bueno, Judy sabía defenderse bien.

El alemán vestía un pantalón formal bastante bonito, de color marrón, acompañado de una camisa algo más casual y una corbata mucho más colorida que no obstante hacían juego y eran bastante hermosas en conjunto. Su pelo era rojo, bastante despeinado lo cual le daba un poco de mal aspecto, pero su rostro era de características finas, y bastante agradable, algo largo: el típico encanto alemán. Propio de cualquier Hitler, así que no le daba confianza. Se preparó a sacar su gas para usarlo contra el alemán, cuando un pequeñín se asomó en la fila. El pequeño era un niño rubio, que aproximadamente tendría unos cuatro años; vestía un pequeño traje militar que lo hacía ver bastante mono. El pequeñín volteó a ver brevemente a Judy, antes de abrazas la pierna del pelirrojo y volver a poner su atención en el vendedor.

-Solamente deseo que me venda una jumbo pop- pidió el alemán sonriendo.

Judy se sintió terrible al ver al joven padre pedir una paleta helada para su hijo. Se dio media vuelta y se recrimino haber sospechado del hombre.

-Nada de eso, ario ¿Qué haces aquí?- preguntó el dependiente notablemente molesto -¿Qué acaso no hay heladerías en tu barrio? ¿Por qué vienes hasta aquí?

La pregunta volvió a llamar la atención de Judy, quien se giró a escuchar la respuesta. Después de todo, era cierto; los inmigrantes tenían pequeños barrios donde se congregaban. Asiáticos, hindúes, judíos y seguramente los alemanes también; no estaba segura, pero sonaba lógico. Ella dio unos pasos al frente para escuchar mejor la conversación y prepararse para lo peor.

-Sí, sí, claro que hay heladerías- admitió el alemán riendo-. Es solo que a mi hijo le encanta esta… el desea ser soldado cuando sea grande. Es su cumpleaños así que pensé en traerlo a esta famosa heladería.

El pequeño dio un paso al frente y mostro orgulloso su pequeño traje, para después ponerse en posición de saludo militar. Judy soltó una pequeña carcajada ante el tierno acto del pequeño.

-Bueno, no me importa ¿Qué no sabes leer?- el gordo señalo un letrero a su derecha que tenía unas letras negras grandes- "Nos reservamos el derecho de negar el servicio a cualquier cliente". No voy a venderte nada…

-Detienes la fila, Ario- exclamó molesta una mujer gorda empujando al pelirrojo.

El hombre agachó la mirada y el pequeño niño rubio hizo un puchero y se abrazó a la pierna de su padre.

-Lo siento…- susurró el hombre al niño, tratando de esbozar una sonrisa. Judy no soporto más ver ese injusto acto.

-Disculpe…- dijo llamando la atención del dependiente.

-A la fila, reparte multas- ordenó el dependiente.

-De hecho, también soy oficial de policía- anunció Judy sonriendo con dulzura y mostrando su placa bajo el chaleco de transito-. Y me estaba preguntando si acaso les ha avisado a sus clientes que está poniendo heces en sus helados…

Todos los clientes de la fila hicieron una exclamación muda antes de salir inmediatamente de la heladería. El dependiente furioso volteó a ver a Judy.

-¡¿De qué hablas?!

-Acabo de ver a su empleado levantar unas cucharas que cayeron al suelo, las cuales además son desechables y por definición no deberían reutilizarse…

El dependiente volteó y vio a su compañero, un hombre un tanto más delgado y joven, palidecer y reír nervioso.

-Eso no significa que tengas heces…- replicó el dependiente a la defensiva.

-Bueno, eso lo podríamos discutir con el departamento de salubridad- dijo Judy sonriendo y encogiéndose de hombros-. O podría dejarlo pasar con solo una advertencia si ustedes tiran esas cucharas, y… no lo sé, le venden a este gentil señor y a su hijo una…

Judy colocó una mano en el brazo del alemán y le sonrió.

-¿Qué quería?- preguntó con amabilidad.

-Una Jumbo pop- anuncio el alemán volteando a ver al dependiente con una sonrisa.

-Una Jumbo pop- repitió ella con dulzura.

-Bien…- soltó un suspiró el dependiente-. Pero su orden la comerá fuera. Son sesenta centavos.

El dependiente saco una paleta helada, envuelta en un plástico que anunciaba una calcomanía en su interior, que como no, era del ejército. El hombre asintió y metió la mano en su bolsillo. Tras unos segundos la sonrisa en su rostro desapareció; busco en su otro bolsillo, y en el otro. Agachó la mirada y soltó un suspiro. Judy intercambio miradas con el pequeño rubio que le dedico una sonrisa; ella lo saludo con dulzura antes que su padre volviera a atraer su atención.

-Olvide mi cartera. Soy un torpe- anuncio riendo nervioso-. No pierdo la cabeza porque la tengo pegada al cuello… No exagero… Bien…

Volteó a ver al pequeño y le dedicó una sonrisa antes de darle un beso en la frente.

-Lo siento… no me odies por esto- pidió dándose la vuelta y tomando al niño de la mano. Volteó a ver a Judy y sonrió-. Gracias de todos modos…

El pequeño volteó a ver la paleta y agachó la mirada con tristeza. Judy se giró hacia el dependiente y saco un billete de dólar.

-El cambio es suyo- dijo tomando la paleta y corriendo detrás del alemán.

Judy salió de la heladería tomando de la mano al pequeño niño rubio, mientras le dedicaba una sonrisa al pelirrojo.

-Oficial, se lo agradezco tanto- dijo el alemán sonriendo con dulzura- ¿Cuándo puedo pagarle?

-No, es mi regalo- replicó ella restándole importancia-. Es solo que me enfurece ver personas tan prejuiciosas antes los alemanes.

Judy puso sus manos en su cadera y le sonrió con dulzura al hombre.

-Quiero decirte que eres un padre ejemplar, y un hombre elocuente, en verdad.

-Oh, qué gran halago- dijo el hombre divertido-. Es raro que no me traten con superioridad… oficial…

-Hopps. Judy Hopps- dijo ella ofreciendo su mano libre.

-Wilde, Nickolas Wilde- se presentó el pelirrojo con una amplia sonrisa en el rostro-. Y este pequeñín es mi hijo, Finnick.

-Ha sido un placer, señor Wilde- dijo ella sonriendo, tras lo cual soltó al rubio y volteó a verlo-. Y tu pequeñín, quieres ser soldado…

Se agacho y le sonrió con dulzura al pequeño, antes de sacar una calcomanía de su chaleco y pegarla en el traje del niño. La calcomanía era una réplica de su propia placa de policía, pero con la leyenda "miembro especial del departamento".

-Pues conviértete en Soldado, porque América es la tierra de los sueños…

-Sí, es lo que le digo. Se lo digo todo el tiempo…-dijo Nickolas abriendo la paleta helada y entregándola a su hijo-. Tómala bien…

El pequeño cogió la paleta y le sonrió a Judy.

-Gracias…- dijo con una amplia sonrisa.

-Aw… no, no es nada- respondió ella sonriendo.

-Mira, esta no la tienes- exclamó su padre viendo la calcomanía-. La guardare hasta llegar a casa.

El pequeño asintió mientras daba la primera probada a su paleta.

-Bien, ahora ¿Cómo se despiden los soldados?- inquirió su padre sonriendo.

El pequeño hizo su saludo militar, y Judy lo respondió con una amplia sonrisa en el rostro.

-Descanse, soldado- ordenó ella.

Finnick dejó de hacer el saludo y continúo comiendo su paleta.

-Gracias de nuevo- declaró Nickolas con sinceridad.

-Es parte de mi trabajo, señor Wilde- replicó la mujer ligeramente sonrojada-. Que tenga un excelente día.

-Igualmente, caballero.

-Vamos, Fin…- dijo Nickolas dándose la vuelta.

-Adiós Finnick!- gritó ella con una amplia sonrisa en el rostro.

Ambos voltearon a verla por última vez dedicándole una amplia sonrisa antes de alejarse calle abajo. Ella saltó de alegría de vuelta a su trabajo, dio media vuelta y se fue, sintiendo que ella realmente podía ser la diferencia.


Corenote:

Quería hacer este fic como un obsequio, así que tome una idea recurrente en mi mente de "What if…?", pero al momento de "humanizarlo" (parte de la idea de obsequiarlo) me di cuenta que no era tan sencillo como pensaba, ya que tendría demasiados cabos sueltos para adaptarlo de la película ¿Cómo hacer que Nick fuera rechazado? ¿Cómo hacer que Judy fuera rechazada? Por si mismo las ideas resultaban algo extrañas e inconexas… entonces la casualidad me hizo pensar en que podría usar algo de la realidad para crear ese universo ficticio, ambientando la historia en una época llena de prejuicios y racismo: América después de la segunda guerra mundial. Específicamente, USA.

Bien, desconozco ciertamente la situación de los alemanes en USA. No obstante, no podían ser muy queridos, cierto? Entonces ¿Por qué escoger la raza aria para Nick? Bueno… porque los alemanes son jodidamente sexys y tienen mucho estilo xD… Además, quedaba bien con la situación. En un principio pensaba ubicar todo en Francia, pero USA me pareció mejor por el leve parecido con Zootopia, ya saben: "la tierra de las oportunidades".

Después de eso todo se ha desarrollado de forma bastante más natural (en mi mente, este es el único capitulo redactado xD), creando una historia bastante interesante. En resumen, esta historia es una amalgama de un "What if…", mas un A.U, mas un humanizado… Y espero les guste, sobre todo a la persona para la cual fue escrita. Saludos!

*N/A: Ario, si bien tiene distintas acepciones totalmente válidas, también se utiliza como ofensa racista hacia los alemanes. Es el equivalente a "negro", pero para los alemanes.