La historia no me pertenece al igual que los personajes, yo solo estoy haciendo la traducción.
CAPÍTULO 1
Caroline estaba hablando por teléfono mientras caminaba rápidamente por el aeropuerto. Tenía que apresurarse para coger el vuelo. Se había pasado horas quejándose sobre que ponerse, arreglarse el pelo, maquillarse, solo para lavarse la cara y empezar de nuevo. Todo tenía que ser perfecto.
-Bonnie, me has salvado la vida -Caroline habló por el teléfono apoyado en su hombro-. Esto es de verdad increíble.
-Una de las pocas ventajas de trabajar en una compañía aérea -respondió Bonnie-. Me llevó un tiempo, pero al final he conseguido encontrar dos vuelos casi en tu gama de precios con una semana de diferencia, y con mi descuento de empleada no está tan mal.
-En serio, no tienes ni idea de lo mucho que te debo por esto. Han sido ocho meses desde que he visto a Tyler, y no hay ninguna forma de que pueda permitirme este viaje sin ti.
-No hay problema, estoy contenta de ayudar. ¡No puedo creer que haya pasado tanto tiempo desde que lo viste!
-Lo sé, ¡verdad! Y tiene otro año de programa en Sudáfrica antes de que vuelva. No puedo esperar a ver su mirada cuando aparezca. Va a alucinar.
-¿No sabe que vas a ir?
-Quería sorprenderlo -dijo Caroline-. Me sé su horario y la dirección de su apartamento, así que solo tengo que aparecer, y darle el susto de su vida.
-Y después la otra cosa de su vida -Bonnie sonrió satisfecha.
-Oh, dios si -Caroline rio-. Ha pasado demasiaaaado tiempo.
Todas las filas embarcando, vuelo 1856 a Johannesburgo
-Ups, hora de irse -dijo Caroline.
-Llámame cuando aterrices. ¡Y diviértete! –respondió Bonnie.
PROWL
Las rejas metálicas que rodeaban la celda en el centro de la estación parecían irradiar algún tipo de repelente, porque los oficiales de esta estación se quedaron tan lejos como les era posible, cambiando sus rutas a través del cuarto para evitar estar en cualquier lugar cerca de él. El hombre en la celda era alguien de quien solo habían oído rumores y la manera en la que los miraba era algo que ni los oficiales superiores habían experimentado antes. Todos estaban alerta.
Debía tener unos treinta años, pero se mantenía con la autoridad de alguien mucho más mayor. Incluso ahora, chorreando sangre y magullado, se veía majestuoso. Se sentó en medio de la celda, con la cabeza bien alta, mirando a los oficiales que iban corriendo como si él fuera el centro de atención.
Se había quedado inconsciente por un rayo que había caído en el almacén en el que estaba torturando a sus víctimas. De no haber sido por su increíble mala suerte, los hombres bajo su mando lo vendieron a cambio de dinero lucrativo y débiles ofertas de protección y estado, el helicóptero en el que Kol venía, llegaba tarde, el rayo cayó justo cuando el equipo del SWAT pululaba por ahí, nada de eso hubiera pasado si el plan A, B o C, hubiesen ido según lo previsto, por lo que él no estaría ahí. Su plan era artístico, hermoso. El equipo del SWAT se estaba esperando a que él saliese del edificio con el helicóptero, las bombas los matarían a todos, junto a los hombres que lo habían traicionado, vería todo eso desarrollarse desde el cielo.
Si no hubiese sido por ese asqueroso rayo cayendo sobre él, todo hubiese sido perfecto. Si no hubiese sido por la tardanza de Kol, no hubiese estado de pie debajo del rayo en ese momento. Al menos consiguió matar a la mayoría de ellos activando las bombas mientras lo sacaban del edificio. En realidad fue su error por no revisar sus bolsillos en busca de un detonador antes de arrástrarlo hasta el coche patrulla. Si no hubiese estado delirando por la contusión, probablemente hubiera conseguido matar a unos cuantos de ellos.
Los oficiales charlaban nerviosamente, conscientes de que él podía oír escuchar cada palabra. No importaba, el jefe les aseguró, Niklaus Mikaelson nunca volvería a ver la luz del día.
-Llama al comisario, tendríamos que extraditarlo a los .
-Tiene la nacionalidad británica, ¿no afectará a la extradición?
-Puede ser británico, pero los crímenes por los que está acusado son mayoritariamente Americanos. Los Canadienses quizás también lo quieran, pero hay más cargos en los Estados Unidos.
-Tienen a varios chicos que queremos juzgar aquí, necesitamos este intercambio con los Estados Unidos.
-¿No lo reclamarán los británicos? ¿No deberíamos hacer una llamada a su consulado?
-No lo querrán reclamar, no es ningún ciudadano de a pie. No se van a apresurar a defender a este hombre.
-Solo llama al comisario. Atraparlo es suficiente. No quiero mantenerlo aquí. Vamos a hacer el intercambio, hay hombres corriendo por ahí libres que quiero ver tras las rejas.
PROWL
El comisario se sacudió en la cama cuando su teléfono sonó en mitad de la noche.
-Señor. Tenemos una situación. Se le necesita en la estación inmediatamente.
-¿Qué? –se quejó.
-Lo tenemos, señor. No puedo creerlo. Capturamos a Mikaelson.
-¿A cuál? –siseó el comisario, reacio a celebrar hasta que se lo confirmaran. Estaba seguro de que se estaban refiriendo a Kol Mikaelson. Había estado huyendo durante años, siempre escapando por los pelos de ser capturado. Rebekah era la más joven, pero Kol era el más temerario. Si alguna vez alguno de ellos era capturado, sin duda sería Kol. Había rumores que decían que Elijah y Niklaus tenían algo que ver con la increíble suerte de Kol, siempre involucrándose y haciendo de distracción solo para que cuando la policía estuviera lo suficientemente cerca, darle la oportunidad para escapar. Sus hermanos mayores nunca habían sido capturados, pero estaban buscados en varios países.
-Niklaus. Tenemos a Niklaus Mikaelson.
El Comisario no estaba seguro de haber escuchado bien. De ninguna manera. Uno de los criminales más infames y escurridizos no podía estar sentado en su estación de policía. Había rumores que decían que Niklaus era el peor de los Mikaelsons. Finn estaba cumpliendo cinco sentencias de vida consecutivas, y él era un santo comparado con Niklaus, el hijo bastardo de Ester Mikaelson, "La Viuda Negra". Lo llamaban El Lobo. Había rumores de que algunas de sus víctimas parecían haber sido atacadas por un animal, con tres largos cortes en ellas, como las garras de un lobo.
La Viuda Negra era destacada por ser la única mujer reciente en la historia que lideraba a una familia del crimen organizado. Se hizo cargo cuando su marido Mikael murió en circunstancias misteriosas. Algunas personas están convencidas de que ella lo mató, mientras que otras rumorean que ella obligó al Lobo. Su hijo bastardo, su mayor posesión, el hijo del que ella presumía para atormentar a su marido. Había entrenado a todos sus hijos muy bien, y cuando ocurrió el rápido arrestó y traslado de Finn a una cárcel de máxima seguridad de la cual era imposible salir, fue una decepción que la avergonzaba, juró que nunca más dejaría que la policía se llevará a uno de sus hijos.
La cabeza del Comisario estaba llena de pensamientos sobre ella. Era peligrosamente hermosa, incluso a sus 50 años, y todos sus hijos habían crecido y eran más mortíferos que nunca. Se habían cargado a cada policía, abogado, juez y miembro del jurado que había intervenido en el arresto de Finn. Los guardias de seguridad que trabajaban en su ala de la prisión habían desaparecido y habían sido arrastrados hasta una playa una semana después. Era una advertencia, un recordatorio que nunca olvidarían, ellos juraron que lo liberarían. Ni siquiera el programa de protección de testigos podía ayudar a esas pobres almas que se atrevieron a cruzarse en el camino de La Viuda Negra y de sus hijos.
-¿Puedes repetir eso otra vez? –siseó a través del teléfono.
-Niklaus Mikaelson. Está bajo nuestra custodia.
-Estás diciendo… -empezó a decir, convencido de que era un sueño.
-Señor, tenemos al Lobo en una jaula.
-Voy de camino –dijo el Comisario, apresurándose para salir de la cama y coger su arma y su placa.
PROWL
Caroline respiró profundamente y volvió a revisar la dirección. Estaba en la segunda planta de un edificio de apartamentos ocupado, cerca del campus donde estaba realizando su programa. Miró el número del papel, confirmando que esa era la puerta. Así que ese era el lugar al que había estado enviado todas esas cartas y paquetes. Probablemente él habría colgado todoa las fotografías que ella le había enviado de ellos dos juntos antes de que él se fuese. Aguanto la respiración, estaba nerviosa por la cara que pondría cuando abriera la puerta. Eso era. Tocó a la puerta.
Escuchó como se abría el cerrojo mientras alguien abría la puerta, se enderezó, colocando bien su cabello y poniendo su mejor sonrisa. Tyler estaría emocionado.
Estaba confundida cuando una bonita morena abrió la puerta. Llevaba puesta una camiseta de hombre y nada más. ¿Se había equivocado de apartamento?
-No eres la comida china –dijo la chica mirando a Caroline de arriba abajo.
-Lo siento, me debo haber equivocado, estoy buscando a… -empezó a decir, pero un gritó que venia del otro cuarto la interrumpió.
-¡Hayley, vuelve a la cama!
Caroline reconoció inmediatamente esa voz. Una sensación de malestar la golpeó en mitad del estómago. Quería huir de ahí, pero en su lugar pasó junto a la chica y se metió en el apartamento. Se encontró cara a cara con un Tyler desnudo, quien parecía haber visto a un fantasma.
-Sorpresa –dijo Caroline débilmente, se le estaban formando lágrimas en los ojos.
-Care, puedo explicarlo –empezó a decir.
-¿De verdad? No te molestes.
-No, espera. ¡Caroline! –gritó él.
-¿Qué? ¿Qué podrías decirme, Tyler?
-No es…
-¿De verdad vas a intentar negarlo? Dame un poco de crédito. No soy tan estúpida como para creer en cualquier excusa que quieras darme.
Él solo miró al suelo.
-¿Cuánto tiempo? –preguntó ella.
Él sacudió la cabeza-. Care, no. No puedo.
-¿Desde cuándo?
Miró a la chica que se estaba moviendo de manera incomoda en la puerta de la habitación, intentando cubrirse un poco. Caroline esperó a que la otra chica estallara en un ataque de rabia contra ella, reprendiéndolo por haberla mentido también. Ella parecía más culpable que molesta. Debía saber que tenía novia durante todo este tiempo.
-¿Desde cuándo, Tyler?
-Hayley y yo nos conocimos en las clases hace unos años. Nos encontramos otra vez la primera semana aquí, estaba bien tener a alguien conocido.
-Nunca le dijiste nada sobre mí. Nunca me dijiste que te habías encontrado con una vieja amiga aquí.
-Empezó poco después de eso.
Ella sacudió la cabeza, disgustada.
-Lo siento, Care. Hayley y yo tenemos gente en casa. Pensamos que no dañaríamos a nadie, si ellos no lo sabían. Íbamos a parar una vez que volviéramos a casa.
-¿Estás escuchando lo que estás diciendo, Tyler? ¿Cómo intentas justificar esto?
-¡Lo siento! Nunca quise hacerte daño. No se suponía que pasaría esto.
Ella lo fulminó con la mirada-. Para que sepas, yo nunca te he engañado. Iba a esperar por ti estos dos años que estabas aquí. Al menos ahora no tengo que pasar el siguiente año siendo engañada.
Empezó a irse.
-¡Care, espera! ¡Podemos arreglar esto!
-Adiós, Tyler.
Se fue hacia la puerta, no queriendo que él la viera afectada. No iba a dejarle tener esa satisfacción. No se merecía ver lo mucho que podía dañarla. Cogió su maleta y se alejó tanto como sus piernas se lo permitieron. Cuando no pudo caminar más, encontró un banco para sentarse y llamó a Bonnie.
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El Comisario deslizó un teléfono inalámbrico a través de las rejas. El hombre en la celda se acercó hacia él, agachándose para cogerlo. Niklaus Mikaelson parecía sorprendentemente joven para alguien con una hoja de antecedentes penales como la que tenía. No podía tener más de treinta años, y bueno, había matado a más de treinta personas. Tampoco era un asesino, era un criminal, un poco de todo, un experto en todo eso.
El Comisario intentó no temblar ni mostrar el miedo y la aversión que sentía. Treinta y cinco años en esta profesión y nunca se había encarado con el mal en su forma más pura. Los criminales como Niklaus Mikaelon solo aparecían una vez cada pocos siglos. Toda su familia era una leyenda, deslizándose por las sombras, todos ellos evitando ser capturados, o consiguiendo deshacerse de cualquier forma todos los intentos de arresto, al menos todos ellos excepto el hermano mayor, Finn. Finn había pasado la mayor parte de su vida en un confinamiento solitario y después tenía que vivir como un hombre fuera, en el mundo. Pero incluso Finn Mikaelson, quizás el criminal más famoso bajo custodia, no era nada comparado con Niklaus.
Ni siquiera La Viuda Negra, la mujer más poderosa del crimen organizado, se podía comparar con su hijo. Había criado a todos sus hijos para ser despiadados, pero tomó especial atención para asegurarse de que el bastardo fuese el más salvaje e imparable de todos ellos. Había sido un secreto a voces que mientras Mikael estuvo vivo y encargándose del negocio familiar, él abusaba de su mujer de todas las formas posibles, constantemente castigándola por su aventura y el producto de ésta, su hijo ilegitimo. En lugar de dejar que la destruyera, dejó que el fuego consumiese a Ester. Ella aguantó cada golpe, cada palabra cruel, cada vez que Mikael la mantenía apretada debajo él cuando ella le suplicaba que no lo hiciera. Ella absorbió todo su enfado y se deslizó hacia la oscuridad junto con el hijo que no tenía que compartir con él. Ella convirtió al chico en un lobo. Entonces decidió vengarse.
El Comisario sabía todo lo relacionado con la familia Mikaelson. Se movía nerviosamente mientras veía como el llamado Lobo se encontraba de pie delante de él, solo que en el otro lado de las rejas, sosteniendo el teléfono.
-¿Para qué es esto? –preguntó el prisionero, señalando el teléfono.
-Puedes hacer una llamada. Una.
Niklaus le dio la vuelta al teléfono que estaba en sus manos. Sabía cómo se jugaba a este juego. Él sonrió y marcó uno de los números de teléfono de prepago que Elijah usaba.
-Están rastreando esto, así que voy a ser rápido. Estoy en Johannesburgo, quieren llevarme a Estados Unidos. Ya sabes lo que hay que hacer –dijo Niklaus lo más rápido que pudo. Colgó el teléfono y metió las manos por las rejas, devolviéndoselo al comisario.
El hombre miró al prisionero y sintió una nueva sensación de rabia. Por supuesto que Mikaelson vería el intentó de rastrear la llamada, detallando a sus aliados donde se encontraba. Le había dado la vuelta al interruptor para tenerlo como ventaja. Ahora su gente sabía dónde estaba. Necesitarían llamar a un equipo de SWAT para que rodease la estación de policías. Probablemente sería un ataque a la estación de la policía. La Viuda Negra nunca permitiría que le quitaran a otro hijo suyo. No sin luchar.
El comisario se fue hasta la sala tecnológica, buscando un atisbo de esperanza, pero ya sabía la respuesta. Los Mikaelson habían jugado con ellos. No podían hacer nada.
-¿Qué tenemos?
-Llamó a un teléfono de prepago. La voz del otro lado de la línea era un hombre, posiblemente Kol o Elijah Mikaelson. Solo tuvieron unas pocas palabras, así que es difícil decir. Lo máximo que puede decirte es que la localización era en algún lugar del medio este, a menos que estén utilizando un sistema de GPS a control remoto para despistar a nuestros rastreadores. En ese caso, podría ser cualquier lugar. Desde ese momento el teléfono ha sido destruido, y fue pagado en efectivo. Estamos en un callejón sin salida.
-¡Mierda! –gritó el comisario, golpeando la pared-. ¡Mierda! No quiero que esté aquí otro día más. No vamos a perder a más hombres por su culpa. ¡Llama a los americanos!
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Caroline le acababa de contar a Bonnie toda la historia. No podía dejar de llorar. Era demasiado. Todos esos meses esperándolo, siéndole fiel, todo había sido una broma cruel.
-Está bien, hay un hostal a unas cuantas millas de ahí, es realmente barato -le ofreció Bonnie, desde su trabajo con el ordenador intentando encontrar las mejores opciones dentro de su limitado presupuesto.
-Solo quiero irme a casa. ¿No hay nada por ahí?
-Todos esos vuelos cuestan unos dos mil. Aun con mi descuento.
-¡Bonnie, no puedo estar aquí!
-Lo sé, estoy buscando, dame un minuto… ¡Oh! Wow, este es barato y sale esta noche. Es un vuelo nocturno.
-¿Cómo es de barato? –pregunto Caroline.
-Es aún más barato que en el que viniste. Lo acabo de ver. Mi jefe lo debe de haber añadido a la base de datos ahora.
-¡Méteme en él! –suplicó Caroline.
-Claro, solo déjame… o no. Espera. No vas a querer ir en ese vuelo.
-¿Por qué no?
-Porque no. Estos vuelos no son para la gente. Es solo para las personas que están identificadas y quienes tienen permitido volar. Te lo voy a aclarar, pero no te va a gustar. Es barato porque nadie quiere ir en uno de esos.
-¡No me importa! Solo apúntame.
-No, Caroline, no lo entiendes. Es un vuelo de extradición.
-¿Un qué?
-Muchos países utilizan nuestra aerolínea cuando necesitan trasladar prisioneros de un país a otro. Realmente es bastante más barato para ellos y no llama tanto la atención como un avión militar. Normalmente necesitan ser realmente malos para pedir una orden judicial a un país permitiendo a otro tenerlos bajo custodia. Casi siempre son asesinos, violadores y secuestradores. No es como si alguien matara una persona, estoy hablando de asesinos en series y gente que tortura a sus víctimas durante semanas.
-Bonnie. No me importa. Necesito volver a casa.
-Escúchame, ¿vale? Esto lo hacen para que la gente que no sabe lo que está pasando no se dé cuenta que hay un prisionero caminando por el aeropuerto o por el avión. No va a estar esposado. Parecerá que es una persona normal en el avión.
-Bonnie, está bien. Puedo con ello.
-¿Diez horas a bordo con un escalofriante hombre que probablemente haya asesinado a muchas personas? Te quedarías en shock al saber cuántos de esos chicos se dirigen a mujeres jóvenes. No creo que sea buena idea Care.
-No es como si me fuera a sentar a su lado o algo parecido. ¿No será fácil identificarlo? ¿Solo habrá que mirar al chico que este rodeado de guardias?
-Solo si sabes que tienes que buscar -Bonnie suspiro–. Está bien, lo conseguiré para ti. Vestirá ropa normal, pero si prestas atención, es como si estuvieran intentando vestir a ese chico para que pase lo más desapercibido posible, pero es siempre lo mismo. Camiseta blanca, pantalones tejanos, sneakers, y no llevara ningún tipo de bolsa o de maleta. Tendrá un vendaje en uno de sus antebrazos, cerca de su muñeca.
-¿Para qué es el vendaje?
-No los esposan, porque eso llamaría mucho la atención. En su lugar, están flanqueados por varios guardias de paisano y les dan lo que ellos llaman una "restricción química". Básicamente les inyectan un sedante que los mantiene despiertos y capaces de caminar, pero están más dóciles. Entonces se lo vuelven a inyectar una vez están abordo, así están despiertos pero tan sedados que no pueden levantarse ni hacer nada parecido.
-Así que no te acerques a ningún chico con vendajes. ¿Entendido?
-Estará sentado entre dos guardias. Probablemente vaya acompañado por una fila de guardias, tanto por delante de él como por detrás. Pero todos van de paisano, para que nadie se dé cuenta.
-Bonnie, solo méteme en ese vuelo. No puedo estar aquí un día más.
-¿Estás segura? Puedo prestarte dinero para otro vuelo. No tienes que hacer esto.
-De ninguna manera. Apúntame.
Bonnie suspiró-. Está bien. Solo déjame rellenar el papeleo.
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Caroline fue hasta su lugar y suspiró aliviada cuando el avión despegó. El asiento del medio que estaba a su lado estaba vacío y el sitio de ventanilla estaba ocupado por una mujer de mediana edad que leía un libro. Solo para asegurarse, Caroline echo un vistazo a los brazos de la mujer. No había ningún vendaje.
Miró alrededor del avión y se dio cuenta de que Bonnie tenía razón. Era imposible encontrar algo que estuviera fuera de lugar. No es de extrañar que mucha gente supiera de esto. El criminal era invisible para al que no estuviera buscándolo.
Era escalofriante. Echo un vistazo, preguntándose si estaba en su misma fila, o quizás detrás de ella. Siguió buscándolo, sin poder encontrarlo, pero tampoco podía descartar a la gente que estaba a su alrededor. Probablemente era "él", pero podía ser una "ella", ya que no sabía nada. También había mujeres psicópatas sueltas por ahí. Bonnie tenía razón al no querer que cogiera el vuelo. Era perturbador.
Solo diez horas. Eso era todo, entonces todo habría acabado y ella iría a casa. Después de todo, diez horas nerviosa en comparación a los mil dólares que se había ahorrado con este vuelo. Una vez que estuviera fuera del avión estaba planeando pasar el resto de su semana, libre de trabajo, deprimiéndose por ahí, echando de menos a Tyler, y emborrachándose. Quizás Bonnie y Elena querrían acompañarla a algún lugar. Podría conocer a cualquier chico en un bar e irse con él a casa. ¿La mejor cura no era una buena noche después de sentirse como una mierda después de una ruptura? Quizás podía llamar a Matt, las cosas con Matt terminaron bien, a lo mejor no le importaría ser amigos con beneficios. Para eso también estaba Damon, pero dudaba de que eso funcionara. Últimamente había estado detrás de Elena.
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Caroline cerró el libro que estaba leyendo y revisó su iPod. Quedaban cinco horas. Necesitaba estirar las piernas.
Se acercó hacia la parte trasera del avión para ir al pequeño servicio. No fue hasta que ya estaba caminando por el pasillo que se dio cuenta de que podría haber pasado al lado del prisionero que estaba abordo. Sus entrañas se revolvieron al pensar que estaba tan cerca de una persona así, incluso aunque fuera durante un segundo.
Una vez que llegó al compartimento, salpicó un poco de agua en su rostro. Se miró en el pequeño espejo encima del lavabo.
-Contrólate, Caroline. No seas un bebé.
Respiró profundamente durante un momento y salió. Sus ojos escanearon cada fila mientras caminaba, buscando alguno de los signos que Bonnie le había dicho. Se distrajo de su búsqueda cuando vio a un chico increíblemente guapo sentando en uno de los asientos del medio en una de las primeras filas. Era realmente atractivo, y sintió que se estaba sonrojando cuando él la pilló mirándole. La escaneó de arriba abajo, dándole una endiablada sonrisa, y ella rápidamente giró la cabeza, intentando que él no viera como se sonrojaba.
El avión entró en una zona de turbulencias y ella se tropezó, cayendo con las manos y las rodillas en el estrecho pasillo.
Oh Dios. El chico guapo me ha visto caer. Que embarazoso. Se avergonzó al pensar como por un pequeño momento había considerado "accidentalmente" chocar contra el chico guapo en el aeropuerto una vez que hubieran despegado, quizás intentando conseguir su número. No servía de nada ahora. Había hecho el ridículo delante de él.
Un hombre de mediana edad se levantó y le ofreció su ayuda, suavemente la levantó del brazo.
-¿Se encuentra bien señorita?
-Estoy bien. Solo avergonzada –le sonrió avergonzadamente.
-No lo esté. Pasa todo el tiempo –él se echó a reír-. Una vez me resbalé en una zona donde había hielo cuando iba a trabajar, acabé en el hospital.
Ella le sonrió, agradecida de que alguien le hiciese sentir menos humillada.
Se limpió y se preparó para volver a su asiento cuando notó que el chico guapo, unas filas por delante de ella, la miraba intensamente. Ella intentó no mirar, pero siguió robando miradas, y cada vez que ella miraba, él la miraba de vuelta.
Cuando ella se acercó, pudo ver más que su rostro y sus ojos viajaron a su camiseta blanca ajustada a su forma, sus brazos musculosos que ella quería alcanzar y tocar, un pecho definido justo debajo de esa fina tela. Ahora estaba caminando más despacio, solo para tener unos segundos extras para mirarlo antes de volver a su asiento.
Sus grandes manos estaban en su regazo. Era extraño que él estuviera ahí sentado, no estaba leyendo nada ni tenía un ordenador. Entonces ella notó algo en una de sus muñecas mientras movía las manos. Un vendaje.
El miedo la inundó. Camiseta blanca. Pantalones tejanos. Sneakers. No había maletas, no había libros, no tenía nada. El vendaje.
Sus ojos se encontraron con los de él y ella se encogió, apresurándose por el pasillo.
PROWL
Él se quedó lo más quito posible, intentando dar a los guardias la ilusión de que su sedante había funcionado. Habían traído dosis extra, y mientras el podía desarrollar una inmunidad a una o dos dosis, cuatro o cinco ciertamente lo limitarían. Y entonces no funcionaría nada.
Estaba aburrido esperando. Quedaban cinco horas de avión. Estaban justo donde necesitan estar, más o menos a unos pocos kilómetros. No faltaría mucho.
Una mujer joven caminó por el pasillo hasta el baño. Vio como sus rizos rubios se balanceaban mientras caminaba, echándole una mirada para admirar su forma. Se preguntó cuál sería su aspecto, no la había visto subir al avión. Fue al compartimento del baño y se imaginó como sería su rostro. Probablemente no sería nada especial. Después de todo, tenía unas piernas increíblemente largas, su pelo. Era improbable que alguien con un cuerpo como ese pudiera tener un rostro para combinarlo. No es como si importase. Todo el mundo en el avión excepto él estaría muerto en unos minutos.
Ella estaba volviendo y él se quedó aturdido por su belleza. Realmente era una cosita bonita. Ella estaba mirando a la gente de todas las filas, como si estuviera buscando algo. Ella le localizó y se sonrojó un poco cuando él la miró.
Excelente. Había pocas cosas, aparte del asesinato, tan placenteras como hacer que se ruborizase una mujer hermosa. Podía decir por la manera en la que él la había pillado mirando que a ella le gustaba lo que veía. Él la miró, sus ojos escanearon su cuerpo de arriba abajo, y vio como ella se ponía de un tono rojizo cuando ella notó lo que él estaba haciendo.
Se imaginó a si mismo susurrando en su oído, dándole una lista detallada de cada cosa sucia que quería hacerle, decirle todas las maneras en las que él la tomaría, los planes que tenía para ese pequeño cuerpo suyo. Se preguntó como sonaría su voz, como sonaría su nombre saliendo de esos labios.
Él estaba distraído cuando el avión entró en una zona de turbulencias y ella salió volando hacia delante, aterrizando en sus manos y rodillas en el pasillo. Él quería salir de su asiento, ir hasta ella, o a ayudarla o a tomarla en ese mismo lugar y en ese mismo instante, aun no lo tenía decidido. Se intentó imaginar el sabor de sus labios, cuál sería el olor de su piel, que era lo que estaba vistiendo debajo de ese atuendo. Por supuesto, solo era breve pensamiento. Tenía que mantenerse quieto para aparentar estar sedado, al menos unos minutos más.
Un asqueroso hombre de mediana edad que se estaba quedando calvo la tocó. Hizo que él se pusiera furioso al ver que alguien más tocaba a la joven señorita que estaba protagonizando su propia fantasía en ese mismo momento. Realmente era una lástima. Solo unos minutos más. Ella era demasiado preciosa como para tener un final como ese.
Se levantó y empezó a caminar, él sintió una pura satisfacción cuando vio que ella seguía mirándolo. Él le sonrió, apreciando las vistas. Ella siguió mirando en su dirección, mirando hacia el suelo evitando su mirada. Le recordaba a un ciervo en el bosque, la manera en la que ella actuaba inquieta y nerviosa bajo su mirada. Disfrutaría de la caza si alguna vez tenía la oportunidad. Si solo la hubiera encontrado unos días antes. Si no lo hubiesen dejado inconsciente por ese equipo fallido, la policía nunca lo hubiera capturado. Si estaba ocupado persiguiendo a una preciosa mujer por la ciudad, nunca habría tenido tiempo para torturar a esos asquerosos traidores, y nunca habría estado en ese maldito almacén.
A pesar de su educación poco convencional, tenía una fascinación con las artes, con las cosas bonitas. Las mujeres realmente hermosas eran tesoros poco comunes, y mientras a él le encantaba jugar con ellas, la persecución, tenerlas en su cama, no las sentía como personas y nunca las amaría. Simplemente eran cosas preciosas que lo entretenían, nada más. Era el lema de su familia: "El amor más allá de la familia es la mayor debilidad. No sentimos y no nos importa". Por supuesto, él no tenía ningún interés en amar a la preciosa rubia que estaba paseando por el pasillo del avión, solo sentía deseo. No era nada para él. Al mismo tiempo, era una lástima que una belleza como esa, sería destruida en unos pocos minutos.
Él la pilló escaneando su cuerpo con los ojos, haciéndolo rápido como si pensara que él no se daría cuenta. De repente su mirada se centró en sus manos, y él sonrió, preguntándose qué era lo que ella se estaba imaginando que él podría hacer con ellas. Si solo hubiera una oportunidad para mostrarle lo que podía hacer. Él frunció el ceño un poco cuando la expresión de ella cambió de repente, y ella lo miró con miedo. Rápidamente se dio cuenta de que ella sabía que era. Ella se había encogido tan pronto como vio el vendaje. Alguien la había avisado.
Él inclinó un poco la cabeza, viendo como ella se apresuraba a desaparecer de su vista. Una vez que escuchó el lejano click de su cinturón unas filas más atas, él se giró hacia delante otra vez y esperó. Elijah sabía que había que hacer. Tenían un plan. Seria en cualquier momento.
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Caroline estaba temblando cuando regresó a su asiento. Intentó mantener sus manos firmes mientras se ponía el cinturón, pero estaba demasiado agitada.
-¿Se encuentra bien? –la mujer del asiento de la ventanilla le preguntó.
-Oh, estoy bien, solo un poco…
Hubo una explosión y la cabina se llenó de humo. El cuerpo de Caroline se sacudió hacia delante por el impacto y su cabeza golpeó el asiento de delante. Sintió el abrasador dolor apoderarse de ella y su visión se volvió borrosa y sintió que el avión empezó a caer en picado, las bolsas de viaje caían de los compartimentos, un carrito se estrelló en el pasillo. Los colores a su alrededor se estaban desvaneciendo mientras intentaba mantenerse despierta desesperadamente. No podía aguantar mucho más. Todo se volvió negro.
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Caroline abrió los ojos y vio que las hojas bloqueaban su visión. Un escalofrío recorrió su cuerpo y apartó las hojas, sentándose. Su cabeza la estaba matando. Todo le dolía.
Su ropa estaba húmeda y mezclada con arena y suciedad. Tenía hollín por toda su piel. No tenía sentido. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta allí?
Empezó a recordarlo todo. La explosión. El fuego. La caída en picado del avión. La última cosa que recordaba era el dolor por haberse golpeado la cabeza contra el asiento de delante.
Vacilante, se puso de pie y miró a su alrededor. No recordaba cómo había llegado hasta ahí. ¿Era posible que hubiera nadado hasta la orilla y no recordarlo? Si había conseguido sobrevivir al accidente, entonces seguramente los otros también lo habían hecho. Miró alrededor pero no vio a nadie. El bosque en el que estaba era denso y le llevó algunos minutos caminando hasta que alcanzó el filo y fue capaz de encontrar la playa otra vez. Caminó y echó un vistazo a su alrededor. No había nadie. Nada. Solo había un rastro de huellas desde el agua hasta el bosque. Puso su pie en la arena al lado de ellas. No eran sus huellas. Esas eran mucho más grandes. Había alguien más. Alguien que la había cargado desde la playa, porque no había evidencia alguna que demostrara que ella había caminado hasta allí.
Con cuidado Caroline caminó por el bosque, al lugar donde se había despertado. Pasó cerca del lugar y siguió un sonido suave. El sonido del agua.
Parecía una especie de lago. Había grandes rocas en los bordes y el agua venía desde un riachuelo, donde la corriente iba a través de un lado de la roca irregular que descendía en el terreno. Esperaba que fuera agua dulce y no salada, porque se sentía mareada y necesitada de agua. Se acercó un poco más pero se detuvo cuando vio algo en las rocas en el filo del lago.
Una camiseta blanca. Unos pantalones tejanos. Sneakers. Un par de boxers negros. Todo enjuagado y limpio de los escombros que su propia ropa tenia, y que se estaba secando. Ella identificó a la figura que nadaba en el lago y espero que alguien más del vuelo vistiera las mismas cosas. Por favor no dejes que sea él, por favor no dejes que sea él.
Él se dio la vuelta, ella sintió que su corazón caía en su estómago. Por supuesto que era él.
¿Qué os ha parecido?
