I
Lo cierto es que podríamos decir que mi vida, hasta hace poco no era interesante. Una vida muggle, con mi familia, amigos, una escuela… Lo que diríamos una vida normal. Me llamo Yuriko Kamakawa, de 15 años y soy japonesa. Vivo en la isla de Honshu, en Kioto, región de Kansai, para ser más exacto en el barrio de Pontocho, bastante visitado por los turistas.
Era una mañana normal, me desperté, me vestí para ir al instituto, aunque eran las vacaciones, los encargados teníamos que ir a preparar todo, desayuné y salí tranquilamente. Normalmente, y casi siempre, mis pensamientos mientras caminaba eran como se conocieron mis padres, nunca me lo contaron, y siempre esquivaban esa conversación.
En cuanto pisé el suelo del instituto, comenzó a llover. Suspiré levemente, pensando que sería otro día aburrido.
Regresé a casa, dejando la cartera en la entrada.
- ¡Ya estoy en casa! – Normalmente siempre gritaba aquello, mientras me quitaba los zapatos esperaba la respuesta de mi madre y de mi padre. Esta, apareció por la puerta del salón.
- No te quedes ahí, pasa, corre. – Sonrió levemente y volvió a entrar en el salón.
Eso me sorprendió un poco, no era normal, si quiera me dijo "Bienvenida, cariño". Pasé hasta el salón, allí estaban mis padres sentados juntos y dos sobres sobre la mesa.
- ¿Qué hice ahora…? – Murmuré, lo único que pensaba es que podría haber hecho algo mal.
- Tu nada, nosotros si hicimos algo… - Cogió uno de los sobres, dándomelo.
- ¿Qué es? –Lo abrí, y vi que eran dos billetes de avión, a Londres, lo cual empecé a reír. – ¿Os vais a Londres y me dejáis aquí?
- No, cariño, tu iras con tu padre, a…. Tu nuevo hogar, tu nueva escuela. – Dijo mi madre, sonriendo mientras hablaba.
- ¿Qué? Me estáis ocultando algo…
- Ahora lee la otra, pequeña…
Cogí la otra carta, comenzando a leerla en voz alta.
- COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA Y HECHICERÍA
Directora: Pomona Sprout.
Querida señora: Kamakawa.
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el 22 de agosto. Esperamos su lechuza antes del 20 de julio.
Muy cordialmente, Richard Jackson, Subdirector.
Dejé caer la carta de mis manos, mirando a mis padres.
- ¿Estáis de broma verdad? Además, que es imposible, esta carta por su color tiene que tener años.
- Nunca te entregamos la carta, por miedo, hasta ahora… Deberías haber ido cuando cumpliste los 11 años… Perdona por no habértelo dicho antes… - Mi padre se echó las manos a la cabeza, y mi madre empezó a decirle palabras para consolarle.
- Ya, cuando me tengáis que contar otra, me buscáis y no hagáis esto.
Salí corriendo hacia mi habitación, dando un portazo al cerrar. Me tiré sobre la cama, llorando. Tantos, tantos años y me cuentan esto así… Se pensarán que no tengo corazón…
Pasó algo así como una hora, y mi padre entro en mi habitación.
- Cuando vi a tu madre, me enamoré perdidamente, ¿sabes? Lo único que pensaba era, en tenerla y jamás separarme. – Se sentó en el filo de la cama, mirándome.
- ¿A qué viene eso? – Me limpié las lágrimas mirándole.
- Solo escucha… Cuando acabé mis estudios en Hogwarts, decidí ir a buscarla de nuevo, y la encontré…. Nos casamos y te tuvimos a ti. Yo no quería que te pasara nada, y por contactos, pude convencerlos en el colegio, de que te dejaran unos años más sin ir… Lo siento mucho, cariño. Eres una bruja, pero mi hija… Y nunca cambiarás…
- Pensaba que era normal, quiero ser normal… ¿Una bruja? Vamos papa, imposible… Si quieres que vaya, iré, pero volveré a la semana, comprobaran que no soy bruja, y tendré que volver.
Después de aquello, hacer las maletas, quedaba solo unos días para ir a ese colegio, y teníamos que comprar muchas cosas. Abracé a mi madre, como si jamás la volviera a ver, despidiéndome por un tiempo solamente, y cogimos un taxi hasta el aeropuerto.
Cuando subimos al avión, estuvimos mi padre y yo sin hablarnos, hasta que llegamos, por fin a Londres, después de casi un día de vuelo.
- Todas las materias y el uniforme será distinto al que viene en la carta, recuérdalo.
- Vale… - Murmuré, estaba agotada por el viaje, pero teníamos que ir ahora a comprar.
- Sígueme, y no te pierdas.
Creo que habría muchos sitios por dónde tirar, pero mi padre decidió entrar a una taberna llamada "Caldero Chorreante", seguro que prefería estar tomando algo, que llevarme a comprar, pero como no podía quejarme, solo suspiraba.
Le vi saludar muy feliz a muchas personas, casi de su misma edad, y me llevo hasta la trastienda, tocando alguno de los ladrillos, abriéndose poco después.
- Vale… Puede que tú si lo seas, pero sigo discrepando, papá.
- Saliste a mí, así que tú también lo eres. Veamos, comencemos a comprar…
- ¿Dónde estamos?
- En el Callejón Diagon, jamás confundas el nombre.
Había muchas familias, chicos y chicas de mi edad comprando, o solo dando una vuelta, algunos nos miraban, creo que desentonábamos un poco, o puede que olieran mi miedo.
Después de pasar dos horas de compras,- ¿Dónde sacaría mi padre tanto dinero?- solo nos quedaban los libros. Lo más difícil creo que fue la varita, aunque no provoqué mucho desorden… Mi padre y ese señor eran unos exagerados.
- Entremos, a ver si haces amigos, aunque sea aquí.
- Claro, haré amigos en una tienda tan antigua. – Negué un poco con la cabeza mientras entrabamos cargados a la tienda de los libros.
- No me lo puedo creer, ¿Eres tú, Aoi? – Una voz femenina empezó a gritarle a mi padre, estaba acompañada de un caballero.
- Vaya, vaya, los años no os pasan en balde. –Cogió la mano de la señora, estrechándola.- ¿Qué tal te fue, Milla?, tampoco me olvido de ti, Carl. –Rio como si se burlara de él.
- Igual de gracioso que siempre, amigo. – Contesto aquel hombre, volviendo a mirar a mi padre, y luego hacia mí. - ¿Es tu hija? Me contaste algo, pero… Nunca la había visto.
- Se te parece mucho Aoi.
- Si, se llama Yuriko, y nunca la habíais visto, porque jamás la traje aquí.
- ¿Qué nos dices, Aoi? ¿No conocía este mundo? – Mi padre negó con la cabeza, mientras ellos, se miraban entre sí. – Tendrías tus motivos, pero ella ya está aquí, y me parece que tiene la edad de mis hijos, seguro que se hacen amigos.
- Si, ya… -Murmuré y miré a mi padre.- Después de estas horas, sabré comprar los libros, seguid hablando.
Mientras esperaba en la cola, veía como mi padre charlaba con aquella pareja, parecían simpáticos. Estaba algo feliz al ver aquello, pero la felicidad se fue por los poros cuando alguien me empujó.
- ¡Ey! Podrías tener más cuida… - Me quede hasta muda, aquel chico que me había empujado, no parecía si quiera humano.
- Ya, lo siento, tengo prisa.
Eso sí que fue visto y no visto, aquel chico castaño y de ojos verdes se había marchado en un abrir y cerrar de ojos… ¿Y si estuviera en el colegio? Puede que me pensara de verdad si quedarme… Le di una lista con los libros al caballero que atendía, y según me dijo, le di el dinero, seguía sin comprender como iba.
- De verdad, ha sido un placer el volver a veros. Esta vez estaremos más en contacto.
- Claro, será un placer, además queremos conocer a tu mujer.
- Y ella a vosotros. – Mi padre sonrió y me miró. – Vamos al hotel Yuriko. Nos vemos.
- Encantada. – Sonreí un poco y me fui con mi padre.
En cuanto llegamos al hotel, que curiosamente estaba situado al lado de la estación, caí rendida sobre la cama. Y eso que pensaba que era peor ir de compras con mi madre. Pero pensando en ella, y en aquel chico, me quede dormida en un instante, solo sé que cuando desperté, estaba tapada… Y ya era el día de marcharme.
