Prologo.

Simplemente no podía alejar sus ojos de ella. Ese aspecto frágil, clamaba por un poco de ayuda, mientras la grieta de su gema se expandía cada vez más y su rostro se llenaba de lagrimas. Rubí nunca había visto algo parecido a ella, tan pequeño, tan asustado pero sereno. Esa desconocida gema lloraba en silencio, mientras se acurrucaba aún más contra la pared de la celda, simplemente asustada.

La pequeña desconocida, estaba cubierta por un largo vestido azul y casi esponjoso, lo que le brindaba un aspecto aún más inocente, su largo cabello color celeste contrastaba a la perfección con su piel, que era de un tono azul encendido.

-Ya... por favor, no me lo hagas más difícil- musito Rubí, frunciendo el ceño lo más que pudo, mientras contemplaba la gema de la desconocida. Esta era tan azul como su tono de piel.

La gema desconocida de pronto se incorporo sobre el frío suelo de la celda e intento apartar su cabello para poder observar mejor Rubí. Y comenzo a acercarse, mientras la observaba con su único ojo, color celeste. Ya que todo en esa gema desconocida parecía contrastar a la perfección, los colores, los aromas y la temperatura, sin dudar aquella poderosa desconocida era perteneciente al ejercito de Diamante Azul.

Los ojos de Rubí comenzaron a recorrer con curiosidad esa extraña y exotica forma fisica, hasta detenerse en ese hermoso y resplandeciente ojo. Una gruesa lagrima se desprendía de él, pero el resto de su cara mostraba una expresión un tanto neutral.

-Mira, en un par de horas sanaran tu gema e iremos a la tierra- Intentó consolarla, mientras intentaba mantener un tono sereno en las palabras.

La gema abrió la boca para decir algo, pero las palabras no parecían brotar de sus labios, otra gruesa lagrima salió despedida de aquel hermoso ojo.

-Soy Zafiro- dijo finalmente, con la voz un tanto quebrada, pero seca- Muchas gracias...- El silencio se apoderó por un minuto de aquel sombrío lugar.

-Yo soy Rubí- Algo brillo en los ojos de Rubí, también algo en su estomago. Su voz temblaba un poco y aparentemente, había perdido un poco la compostura. De hecho, la temperatura del ambiente comenzaba a subir-Por nada- sonrío.