- ¡Yuta! ¡Vamos! ¡Mamá y papá nos están esperando!
El joven castaño levantó la vista hacia su hermana con una enorme sonrisa. Toda su familia había preparado un picnic para celebrar su premio de oro en atletismo. ¡Tenía tantas ganas de comer el pollo frito de su madre! ¡Y seguro que su padre había traído esa cola de la marca que tanto le gustaba! ¡Era un día redondo!
- ¡Aoi! ¡Espérame! –Suplicó, extendiendo su brazo izquierdo entre jadeos. Su hermana se alejaba hacia el picnic. -¡Espera!
Por mucho que corriese, solo sentía como si el picnic y su familia se alejasen más, y más. Se agarró el pecho con la mano derecha, intentando tomar aire, pero parecía que le faltaba.
- ¡Vamos, Yuta! ¡Vamos…! ¡No te quedes ahí! –La voz de Aoi empezaba a distorsionarse, y su mirada se volvió nublosa.
- ¡A-Aoi…! ¡Por favor espera…! –Murmuró, ahora agarrándose el cuello.
¿Por qué no podía respirar?
- Vamos… Por favor… No quiero dejarte aquí, pero si tengo que hacerlo, lo haré.
- ¿E…Eh…?
- ¡DESPIERTA!
Cuando Yuta Asahina abrió los ojos, se encontró de frente con unos de color marrón, que lo miraban con una mezcla de preocupación y enfado.
- …¿Eh…? –Estaba algo desorientado, pero enseguida se dio cuenta de que estaba dentro de una enfermería.
- Gracias a Dios. –El chico rubio, dueño de esos ojos marrones se puso en pie mirando hacia la puerta que estaba bloqueada por maderas clavadas con clavos. –Tenemos que salir de aquí, y pesas demasiado como para llevarte en brazos.
El castaño miró hacia abajo. Su ropa estaba manchada de sangre seca, y juraría que tenía una venda en la cabeza. Levantó su brazo izquierdo para comprobarlo, pero entonces… Se encontró con el horror. Sus pupilas se contrajeron, y pudo sentir como su corazón se volcaba del susto.
- N-No… No… Esto… No puede ser… Mi… Mi….
El desconocido rubio se giró por un segundo, y suspiró, sin saber muy bien que decir.
- Oye…
No hizo caso de su llamada porque su vista estaba fijada en el muñón de su brazo izquierdo. Como si le hubiesen rebanado todo desde su codo hacia abajo. Era una sensación extraña, porque sentía como si su mano siguiese ahí, pero cuando miraba no había…. Nada.
- Mi brazo…
Y entonces lo recordó. Komaru Naegi y esa otra chica que la acompañaba. Había saltado el puente para ir a pedir ayuda nadando y… Y… Su brazalete empezó a pitar… Y después de eso…
Después de eso no podía recordar nada.
Colocó su mano derecha sobre el muñón vendado para confirmar que no había nada ahí, y en cuanto lo hizo notó un dolor agudo sobre la zona.
- ¡Ugh!
- ¡T-Ten cuidado! Te puse los puntos hace nada, aún no está cerrado del todo…
- ¿L-Los puntos…? -¿Acaso ese desconocido le había salvado?
- Escucha, sé que estarás confuso. Pero acabo de escuchar algo aquí al lado, y realmente tenemos qu-
No pudo acabar la frase, porque le puerta reventó con un sonido ensordecedor. Justo allí se hallaban dos osos monocromos con una enorme sonrisa.
- ¡Tachaaaan! –Una voz robótica invadió la pequeña enfermería, haciendo que el rostro hasta ahora molesto del rubio, se volviese uno de pánico.
Alcanzó un bate de beisbol con clavos a su alrededor que estaba apoyado contra la pared, y se colocó delante de la camilla en la que Yuta estaba postrado.
- ¡LA VENTANA! ¡VAMOS!
Asahina se quedó unos momentos en silencio, pero reaccionó en cuanto el desconocido destrozó uno de los robots con el bate.
Se levantó de la cama en seguida, tirando hacia el suelo las sabanas y con un solo brazo intentó arrancar los tablones que estaban protegiéndolos de que cualquier cosa entrase, pero también los impedían salir.
- E-ES IMPOSIBLE…
El rubio se giró al ver la dificultad de Yuta, y suspiró. Bateó contra el segundo oso, y agarró de la mano derecha al castaño para salir por la misma puerta por la que habían entrado los robots.
Miró hacia la izquierda. Más robots. Luego hacia la derecha. Camino libre.
Empezó a correr casi arrastrando al que se suponía que era un campeón en atletismo, huyendo de los Monokumas que habían prestado toda su atención hacia ellos.
Por ahora estaban haciendo un buen trabajo huyendo, pero… Algo captó la vista de Yuta. Algo que lo hizo soltarse del agarre del desconocido, y volver hacia atrás.
- ¿PERO QUE COJONES HACES? ¡CORRE! –Gritó el pobre, girándose asustado.
- Esto es…
Yuta agarró del suelo un megáfono que le era familiar. Estaba claro. Este era un dispositivo como el que tenía Komaru Naegi, con el que disparaba a los Monokumas.
- ¿TE HAS PARADO A COGER UN TROZO DE BASURA? –El rubio sonaba desesperado. -¡CUIDADO!
Su voz llamó por fin la atención de Yuta, que levantó la vista. Uno de los robots se había lanzado hacia él, y sólo tenía unos segundos para reaccionar. Era vivir o morir. Levantó el megáfono, y sin pensarlo mucho apretó con fuerza el botón.
- ¡WAAAAA!
El oso salió disparado por los aires, para la sorpresa del chico de los ojos marrones.
- …¿Eh?
- ¡VAMOS! –Yuta volvió a empezar a correr, esta vez agarrando él al desconocido por la mano.
Después de salir del edificio, que parecía un Instituto en ruinas, por fin consiguieron despistar a los robots escondiéndose en un callejón.
Yuta intentaba retomar su aliento mirando el megáfono de su mano. Era el mismo que tenia Komaru. Realmente se preguntaba si estaría bien…
Y recordó lo de su brazo izquierdo. Fue a posar su mano de nuevo en las vendas, pero una pálida lo detuvo.
- ¿Es… Estás…? –Se calló durante unos momentos, como si se arrepintiese de lo que iba a preguntar. Decidió hacer una pregunta más inteligente. –Ese megáfono… ¿Qué es…?
- No… No estoy seguro. –Yuta lo observó detenidamente. Tenía varias funciones, pero ahora mismo estaba seleccionada una de color celeste llamada "KNOCKBACK". –Pero es eficaz contra los Monokuma.
- Ya veo…
Intentó cambiar la función con la mano izquierda, pero…
- …Maldita sea… -Se quejó cerrando los ojos con fuerza.
- Cuando te encontré… -El rubio llamó su atención. Tenía la vista fija en el muñón. –Estabas en la orilla de la playa… Sangrando y… Ya no… Ya no tenías… Uh… No pude…
- …Está bien. –Yuta sonrió con amargura. –Es un milagro que esté vivo siquiera. Muchas gracias.
El desconocido se veía realmente afligido, pero asintió con pesadez. Se pasó una mano por la frente, y colocó su bate sobre el hombro.
- ¿Qué harás ahora?
Yuta dudó unos momentos.
- Debería encontrar a… Alguien… Ella… Estará preocupada. –Soltó, mirando el megáfono. -¿Qué harás tú?
El rubio se rascó la nuca.
- No lo sé… -Levantó su mano derecha y le enseñó un brazalete al castaño. Uno que él ya no tenía. –No puedo hacer mucho.
Yuta frunció el ceño, mirando hacia el suelo.
- Entonces… -Empezó, apretando el megáfono. -¡Ven conmigo! ¡Encontraremos la forma de quitarte el brazalete! ¡Y podremos volver a casa!
El chico levantó una ceja.
- ¿Contigo…?
- No tienes nada que hacer de todas formas, ¿no? –El castaño sonrió. –Además… Tengo que agradecerte que me hayas salvado la vida. –Hizo una pequeña pausa, guardándose el megáfono en los pantalones. –Soy Yuta. Yuta Asahina.
El rubio ladeó la cabeza, divertido, y agarró la única mano que Asahina le extendía.
- Takemichi… Yukimaru. Encantado, Asahina.
- Igualmente, Yukimaru.
Quizás ambos chicos ya lo habían adivinado en el momento de darse la mano… Este era el comienzo de una gran aventura.
