RUROUNI KENSHIN
LA ESPADA ASESINA

CAPITULO I
BATTOUSAI HIMURA, EL DESTAJADOR

(NOTA: Esta historia esta relacionada con "La Saga de Osaka", "La Última Redención" y "La Luz de Dios")

Japón, cerca de conocida y mítica ciudad de Kyoto; sentado en una roca a la orilla de un pequeño riachuelo, se encuentra un hombre, de cabello largo y oscuro, vestido con una larga capa de color blanco y rojo. Su complexión es fornida, y muy cerca de él permanece una espada, guardad en su segura vaina.

El hombre se encuentra sentado muy tranquilo, tomando sake en una pequeña copa blanca. Después de dar un pequeño sorbo de esta, alzó su mirada al cielo; parecía haber luna llena.

- "Un mal ha caído en esta época, afectando a la gente y a sus almas" – Pensó el hombre sin quitar sus ojos del astro sobre él. No supo que le hizo pararse e irse. Simplemente tomó su espada y su botella, y se alejó caminando sin rumbo. – "Este mal se encuentra avanzando por todo el mundo, matando a más día a día. No importa el poder o la fuerza que uno posea, el mal no puede detenerse con nada.

No muy lejos de ahí, una caravana de esclavos marchaba por el camino, rumbo a la ciudad. Entre las personas que se encuentran marchando junto con ella, se encontraban tres muchachas, jóvenes, probablemente las tres de la misma edad, y un niño pequeño y pelirrojo. El pequeño trae consigo un trompo, de color rojo y verde. Se le ve con una gran sonrisa en el rostro, como si no le molestase su situación actual.

Sin embargo, sin que ninguno lo supiera, alguien los vigilaba de cerca. Saliendo de su escondite entre la maleza, un grupo de asaltantes armados con espadas se abalanza contra la caravana de esclavos. A pesar de los esfuerzos de las personas por huir, e incluso algunos de defenderse, los traficantes de esclavos resultaron muertos por las armas de los ladrones. Al final, los únicos que quedaban eran ese niño pelirrojo y las tres jovencitas que los acompañaban.

Tirada debajo de sus pies, el inocente niño vio una de las espadas que traía consigo uno de los traficantes que ahora estaban muertos. Sin dudarlo, la tomó y apuntó a los ladrones con ella.

- ¿Acaso quieres pelear mocoso? – Le dijo con burla uno de los asaltantes.

El niño no dijo ni una sola palabra. Sin decir nada, se quiso abalanzar hacía ellos sin remedio. Sin embargo, una de las jóvenes lo detuvo, tomándolo en sus brazos. Entre las tres lo cubrieron como tratando de protegerlo.

- No hagas locuras Shinta – Le dijo una de ellas.

- Tú eres muy joven para morir aquí. – Agregó otra de ellas.

Los ladrones se acercaron a donde se encontraban ellos cuatro. Dos de las jóvenes trataron de rogarles por la vida del pequeño, pero antes de que pudieran decir mucho, ellos las asesinaron sin piedad, frente a los ojos del chiquillo. La terca joven le sigue diciendo que no miré, y trata de cubrirlo; sin embargo, él logra verlo todo. Unas palabras parecen resonar en su cabeza al ver todo esto.

Un hombre, alto, de cabello negro amarrado con una cola y un traje oscuro, se encuentra parado frente e él. En su mano derecha sostiene una espada, apuntando hacía el suelo. El traje del hombre, así como la hoja de su arma, se encuentran cubiertas con manchas rojas de sangre. De pronto, voltea a ver por encima de su hombro.

- No pongas esa cara de llorón – Le dijo – Será mejor que te vayas acostumbrando al ver esto Shinta, pues la muerte y la oscuridad serán dentro de poco tú mejor compañía¿entiendes hijo mío…?

- ¡Shinta…! – Escucha de pronto que la voz de la joven le habla, sacándolo de golpe de sus recuerdos. El niño alzo su mirada, y siente como las lágrimas de la chica caen en su rostro como lluvia – ¡Shinta, tú aun eres muy pequeño y no puedes elegir tu modo de vida como lo hicimos nosotras. Pero no debes morir... tú debes de vivir... Vivir y elegir tu propia vida... ¡Vive Shinta¡Vive...!

De pronto, el ladrón la jala del pelo y la alza. Atravesándole en pecho con su espada, firma de esta manera su último aliento. Antes de morir, le dice unas últimas palabras al niño que trató de proteger.

- Vive… vive Shinta… vive… por mí… - En ese momento, cayó muerta al suelo.

El pequeño pelirrojo se quedó hincado en el piso con la mirada perdida en el cuerpo de sus tres amigas. No parecía estar despierto; es como si el mundo a su alrededor hubiera desaparecido.

- ¿Qué te pasa chiquillo? – Le preguntó el asesino, burlándose de él – no te preocupes, dentro de poco te reunirás con ellas.

El asesino alzó su espada al aire, preparándose para acabar con la última de sus victimas. Sin embargo, de repente, un ruido detrás de él hace que se voltee rápidamente. Lo único que logra ver es como algunos de sus compañeros, caen al suelo muertos, todos heridos con la hoja de la misma espada.

De entre todos los cadáveres, surge la figura de un hombre alto y musculoso, de cabello negro largo, con una larga capa blanca y roja, con una espada manchada con sangre en su mano. El extraño caminó hacía el frente con algo de lentitud.

- ¿Quién demonios eres tú? – Preguntó el asesino.

- No tiene caso decirle mi nombre a alguien que va a morir. – Fue su respuesta, misma que al parecer no le agradó del todo.

- ¿Qué dices!

El ladrón se abalanzó contra el extraño, listo para atacarlo con su arma. Sin embargo, esté fue más rápido que él y con tan sólo unos tres movimientos de su espada, hizo que el asesino cayera muerto al piso.

Mientras todo esto pasaba, el niño de cabello rojo se quedó hincado frente a los cuerpos de las tres jovencitas que trataron de protegerlo, dándole la espalda a su nuevo salvador.

- No importa cuanto llores, no podrás revivir a los muertos – Le decía el hombre, mientras con un paño limpiaba la hoja de su arma – Tuviste suerte de que yo pasará por aquí y así llevara acabo tu venganza. Lo que deberías de hacer es dar las gracias por haber sobrevivido. – El salvador guardó su arma de regreso en su vaina, y se dio la media vuelta – ¿Porqué no vas al pueblo, de seguro algún monje se encargará de ti.

El extraño comenzó a caminar hacía el frente con la intención de marcharse de una vez; sin embargo, antes de irse, volteó a ver al niño por encima de su hombro, para luego irse del lugar...

A la mañana siguiente, el mismo hombre que viste esa extraña capa blanca va a la casa del monje al que le había dicho al niño que fuera. Sin embargo, fue una gran sorpresa para él al ver que él no había ido ahí.

- ¿No está aquí! – Preguntó sorprendido.

- Nadie ha venido en días – Le contestó – pero tampoco he perdido ni un gato.

Sin poder decir o preguntar nada más, el espadachín se fue caminando en dirección al lugar donde la noche anterior había pasado todo. Mientras caminaba, pensaba detenidamente en lo que había pasado.

- De seguro se debió haber dado muerte – Pensó mientras caminaba – Tan pequeño de seguro no soportó todo esto. El olor a sangre esta en todos lados; es un insulto ser asesinado como un perro o vendido como un esclavo, pero así están las cosas y tal vez así permanecerán. – Frente a él se podía ver como el sol apenas iba saliendo, por lo que el cielo se tornaba naranja – Aún cuando siga las enseñanzas del Hiten Mitsurugi Ryu y utilice mi espada, al final nunca he logrado salvar a nadie en realidad; ¿Acaso lo único que pudo hacer es honrar almas inocentes?

En ese momento, al ver del otro lado de una colina, sus ojos muestran su gran sorpresa. Todo el campo se encontraba cubierto por cruces, aparentemente como señales de tumbas. El hombre se acercó más al sitio y logró ver al niño, parado frente tres piedras en el suelo.

- Además de hacer tumbas para tus padres¿también hiciste para los ladrones? – Preguntó el hombre algo sorprendido.

- Ellos no eran mis padres – Le contestó – Eran sólo comerciantes de esclavos. Mis padres… - El niño guardó silencio unos momentos – Ellos murieron… - Se quedó contemplando unos momentos las tres piedras frente a él – No importa que seamos, una vez que dejamos de vivir todos somos iguales.

- ¿Qué significan esas tres piedras?

- Kasumi, Akane y Sakura. Las conocí brevemente, pero a pesar de eso yo quería protegerlas ya que era el único hombre, pero al final ellas me protegieron a mí. Lo menos que podía hacer era darles una tumba decente, pero éstas fueron las únicas piedras que pude conseguir, ni siquiera puedo ofrecerles unas flores.

El hombre alzó la botella de sake que siempre traía consigo y la destapó. Luego, la alzó hacía el frente, derramando un poco del liquido sobre las tres piedras.

- Qué pesar es morir sin haber conocido el sabor de un buen sake. – Decía mientras derramaba el sake sobre las piedras – Es lo único que puedo decir.

- Gracias.

Una vez cumplida su ofrenda a los muerto, el espadachín se giró hacía el pequeño.

- Yo soy Seijuro Hiko, maestro de la escuela Hiten Mitsurugi.

- ¿Hiten Mitsurugi?

- Aunque no eras capaz de proteger a aquellos seres queridos para ti, se te confió la vida de éstas tres. Incluso un pequeño como tú entiende esa responsabilidad tan grande. Pero el verdadero peso con el que debes cargar ahora es la vida que ellas tres te otorgaron, sacrificando las propias. Deberás de valerte por ti mismo y aprender cómo proteger a las personas que quieres y querrás en el futuro.

- ¿Proteger?

- ¿Cómo te llamas?

- Shinta… Shinta Himura.

- No, ese no es nombre apropiado para un guerrero – El niño alzó su mirada hacía el hombre, quién de pronto dibujó una sonrisa en su rostro – De ahora en adelante tu nombre será Kenshin…

- ¿Ken… shin!

- Chico, te voy a dar un regalo muy preciado…

El sol lentamente se comenzaba a alzar, reflejando de esta manera el comienzo de ese día, y el comienzo de la vida de un pequeño niño…

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Era una noche iluminada por la luz de la luna y las estrellas. Caminando por las calles de Kyoto, tres hombres caminan juntos. Los tres se encuentran armados con espadas, ya que en ese momento Kyoto no es exactamente un lugar muy seguro, Además, entre ellos, se encuentra una persona muy especial: Jubei Shigekura, administrador de Kyoto, que estaba siendo escoltado por Kyosato e Ishiji, sus dos guardaespaldas. Los dos guardias andan escoltando al señor Jubei hasta su casa; uno de ellos trae consigo una pequeña lámpara para iluminarse entre las sombras de la noche.

- Se esta haciendo tarde – Mencionó el chico que iba al frente con la lámpara – será mejor que apresuremos el paso.

- Sí, últimamente ha estado creciendo el número de asesinos que rondan por estos lugares. – Agregó el otro guardaespaldas que venía con ellos.

- ¿Cómo el tal "Battousai el Destajador"?

- Ba, aunque ese sujeto exista, no podrá hacer nada para evitar que aplastemos a esa rebelión rápidamente.

- Ya cambien de tema¿quieren? – Sugirió el señor Jubei – ¿Qué les parece si vamos a beber algo, hace tiempo que no tomo una copa de sake. Después de todo, hoy tenemos una razón para celebrar, Kyosato se casará el mes que viene¿cierto?

- Sí, así es señor... – Contestó el chico algo avergonzado.

- Te casarás con tu hermosa amiga de la infancia, realmente eres un tipo afortunado.

- Gracias, pero me siento algo culpable, no debería de ser tan afortunado en estos tiempos tan duros y llenos de caos.

- ¿Qué estas diciendo, en estos momentos todos buscan un poco de felicidad, no importa como esté el mundo, no hay nada de malo en encontrar algo de alegría. Por eso yo propongo que vayamos a tomar algo para celebrar tu felicidad¿qué dicen?

- Esta bien, pero… – agregó el tercer hombre, pero otra voz lo interrumpió de pronto.

- Shigekura Jubei del Shogunato de Kyoto – Escuchó de pronto que alguien les decía a sus espaldas.

Al escucharlo, los tres se dieron la vuelta rápidamente, volteando a ver el origen de esas palabras. Un extraño caminó hacía ellos, saliendo de entre las sombras. Era un joven de estatura baja, cabello rojizo y largo, vestido con un traje azul. Camino por encima de todas las flores rojas que había caído, girándose hacía ellos.

- Por el nacimiento de una nueva Era, es momento de que recibas las Justicia Divina – Le dijo con un tono frío. El extraño se les quedó viendo con una expresión frío, a simple vista carente de cualquier sentimiento.

La linterna de Kyosato cayó de pronto al suelo. Éste se colocó frente a la persona que escoltaba, colocando su mano sobre la empuñadura de su arma.

- ¡Un Asesino! – Dijo el chico mientras tomaba posición.

- ¿Crees que retrocederemos ante un solo hombre? – Le pregunta Jubei – ¿Puede el Mundo cambiar con los cortes de un espada?

- ¿Por qué no me lo dice usted? – Le contestó mientras comenzaba a caminar hacía el frente – ¿cree que su espada le salvará la vida, debe de ser¿Por qué otra razón la traería consigo si no fuera así?

- ¡Quédense atrás, yo me encargaré de él. – Les dijo Ishiji colocándose al frente.

El guardaespaldas se lanzó hacía el frente, tratando de atacar al misterioso asesino. Sin embargo, este esquiva su ataque con gran facilidad, cubriendo el ataque con el protector de la mano su espada larga. Al mismo tiempo, el extrañó levanta su arma, golpeándolo en el rostro con la punta de su funda, aún con la espada en ella. Luego, desenfundó rápidamente, matando al guardaespaldas, de un corte en el tronco. El hombre fue impulsado en contra de una pared, cayendo muerto en el suelo.

- ¡Es muy rápido! – Dijo sorprendido Kyosato al ver esto – No se preocupe señor, yo lo protegeré.

- No seas tonto – Le dijo el administrador, haciéndolo a un lado – ¿No ves que tú no puedes morir aquí?

Después de hacer a un lado a su protector, Jubei trató atacarlo, pero al igual que su guardaespaldas, él también fracaso. Sin darle oportunidad de defenderse, el asesino lo mató a sangre fría. Primero esquivó uno de los golpes, agachando un poco el cuerpo. Luego, se alzó hacía arriba, acabado a su enemigo de un ataque en la cabeza.

Kyosato ve como Jubei cae al piso. Trató de ponerse de pie y correr hacía el él. Sin embargo, el asesino se lanzó en su contra de inmediato. Kyosato alzó su espada para cubrir el ataque de su arma. El asesino lo empujó hacía atrás, haciéndolo chocar con una de las paredes. Kyosato se agachó rápidamente, haciendo que la espada del asesino se clavará en la madera. El guardaespaldas le pasó por un lado, colocándose atrás de él.

El extraño jaló con fuerza su arma, sacándola de la pared y luego se giró hacía el único que quedaba convida. Él tenía su espada en guardia, y lo miraba con una expresión de odio. El asesino alzó su espada, colocándola frente a su rostro.

- "No puedo morir" – Pensaba el joven – "No quiero morir".

- Ríndete… - Le dijo el asesino con en un tono frío.

- ¡No puedo rendirme! – Le contestó al tiempo que se lanzaba al frente.

Kyosato comenzó a atacar al asesino con todas sus fuerzas, pero le es inútil. Éste se cubre los ataques de su oponente con gran rapidez. Después de unos momentos, logra herirlo en el estomago. Sin embargo, aún así, no deja de pelear.

Kyosato sigue peleando, y al asesino le esta comenzando a dar problemas. Aún así, todo el tiempo es él quien tiene dominada la pelea. Kyosato recibe una estocada en su hombro izquierdo y cae momentáneamente al suelo.

- Yo no puedo Morir, no quiero morir – Se decía así mismo mientras se paraba – No así¡No lo haré!

A pesar de todas sus heridas, Kyosato logró ponerse una vez más de pie y alzar su espada de nuevo. El asesino se le queda viendo fijamente.

- Sólo ríndete y muere – Le volvió a decir, pero Kyosato no hizo caso.

- ¡Por ningún motivo! – Le contestó mientras se lanzaba de nuevo al frente – ¡Yo te mataré!

- ¡No digas que no te lo advertí!

Kyosato lanza su espada al frente, directo hacía el asesino. Este, por su parte, dio un ligero impulso hacía enfrente, moviendo su espada de manera horizontal, alcanzando a su hermano por el pecho. Ambos se cruzaron en un abrir y cerrar de ojos. De pronto, la mejilla izquierda del asesino comenzó a sangrar, cosa que él sintió de inmediato. Al mismo tiempo, una profunda herida en el pecho brotó de Kyosato, haciéndolo caer al piso.

El asesino alzó su mano hacía la herida, viendo sorprendido la sangre entre sus dedos. A sus espaldas, un Kyosato moribundo aún peleaba por su vida. Aún con sus pocas fuerzas, el chico se movía hacía el frente.

- No quiero morir – Seguía diciendo – Finalmente me casaré con ella… con la persona que siempre he amado… - En ese momento, Kyosato logró ver frente a él una figura, la figura de una mujer, de cabello negro, vestida con un traje blanco, igual que su piel, parada entre todas las flores de cerezo blanco.

- To... Tomo… - Trató de decir, pero un pudo terminar.

El asesino se lanzó contra él, y precipitando su arma hacía el cuerpo de su victima, terminó el trabajo. Kyosato cayó muerto, con sus ojos llenos de lágrimas…

- ¡Himura! – Escuchó de pronto que alguien le decía a sus espaldas. Un hombre con un pequeño bigote negro apareció por la calle, acompañado por otros tres hombres. El recién llegado se quedó de pie sorprendido en cuanto vio la mejilla del asesino. – ¡Himura¿Estas herido!

- Nada serio – Le contestó mientras guardaba su espada de regreso en su funda.

- No puedo creerlo – Dijo el hombre mientras se acercaba al cuerpo de Kyosato – Creía que no había hombre en todo Japón que fuera capaz de tocarte siquiera. Debió de haber sido un increíble espadachín para lograr hacerte una herida como esa.

- No – Le contestó – Sólo era muy apegado a su vida. Además de una gran obstinación si me lo preguntas. Isuka, por favor hazte cargo del resto.

- Oye espera – El hombre trató de detenerlo pero fue imposible.

El asesino se fue caminando, mientras los otros se encontraban colocando una especie de letra en un papel sobre los tres cuerpos.

- "Debo reconocer una cosa" – Pensó Izuka mientras lo iba irse – "Una vez más logró matar a todos sin parpadear. El definitivamente tiene el poder para crear una nueva era… Himura Kenshin, Battousai el Destajador…"

Para cuando alguien llegó a la escena del crimen, ya no había ninguno de los responsables. Sólo quedaban los tres cuerpos, en la misma posición en la que habían caído muertos. Los tres se encontraban cubiertos con lo que parecía ser unos abrigos negros, y sobre estos un papel que decía en letras japonesas "Tenchu".

El callejón se vio de pronto cubierto por las figuras de los guardias de Kyoto. Varios hombres, armados con espadas y vistiendo un Haten o Chaqueta de color azul claro, llegaron al lugar para revisar. Los rostros de los samuráis se cubrieron de horror al ver los cuerpos.

- ¡Mataron al señor Shigekura! – Dijo uno de ellos al retirar la tela negra del cuerpo.

- Este es un gran golpe – Escuchó de pronto que alguien le decía a sus espaldas. Un joven de estatura media, de cabello negro y largo, se acercó a donde estaba el cuerpo del señor Jubei. – Le rebeldes se han dedicado a matar a grandes personalidades del Shogunato de Kyoto. Si sigue así las cosas podrían ponerse feas para el gobierno.

En ese momento, el chico centra su vista en otro de los cuerpos. Aún se encontraba cubierto por la tela negra. Lo que le llamó la atención fue que pudo ver como éste tenía su mano extendida hacía el frente, tomando entre sus dedos una de las flores de cerezo blanco que había caído. Lentamente caminó hacía el cuerpo y se agachó a su lado, retirando lo que lo cubría.

Los ojos del samurai se cubrieron de horror al ver el cuerpo frente a él. Su uniforme se encontraba cubierto por las manchas rojas de sus heridas. Sin embargo, a él no le importaba eso. Su mirada estaba perdida en el rostro del muerto, un rostro que el conocí y no podía creer que fuera quien él pensaba.

- ¡Akira! – Dijo con la voz entrecortada. – ¡No puede ser…!

- ¡Kyosato! – Escuchó de pronto que alguien lo llamaba. Se giró lentamente hacía atrás, aún con su rostro lleno de asombro. Un hombre mediano, de cabello oscuro y largo vestido igual que él se le acercó.

- ¡Capitán Nagakura! – Dijo el chico al verlo, pero de inmediato se giró de nuevo al cuerpo, quedándose hincado a lado de él. El hombre caminó, colocándose a su lado.

- ¿Lo conocías? – Le preguntó el capitán.

- Era mi hermano… - Le contestó – No lo puedo creer… - En ese momento, unas lágrimas parecieron surgir de sus ojos – Le dije a mis padres que no le pasaría nada… se los dije… ¡Se los prometí!

Totalmente enojado, se puso rápidamente de pie al tiempo que desenfundada su espada. Abalanzó su arma contra una de las paredes que había a su lado, haciendo un gran agujero con ella. Todos los demás se le quedaron viendo sorprendidos ante tal acto. Mientras tanto, el capitán se le quedó viendo fijamente.

El chico se quedó con el arma encajada en la pared, sin soltarla ni sacarla. Tenía la mirada baja, y sus ojos llenos de tristeza.

- Kyosato – Le dijo su capitán – Recuerda que nuestra misión es el proteger a Kyoto. Estos son tiempo difícil, y al igual que tú, este joven también quiso dar su vida por defender el gobierno regente. Nosotros peleamos por mantener la paz de Japón, nunca lo olvides. Si tienes deseos de venganza te pediré de favor que los olvides y te concentres en lo que tienes que hacer. Si quieres vengarte por la muerte de tu hermano, hazlo peleando y acabando con esos rebeldes que amenazan la seguridad de nuestra paz.

El chico escuchó esas palabras con mucho cuidado, aunque durante todo el momento tuvo su mirada en el suelo. De pronto, el samurai se paró con firmeza y de un tirón rápido retiró su espada de la pared, para luego guardarla de regreso en su funda.

- Se iba a casar el próximo mes – Mencionó aún dando la espalda – No puedo creer que esto terminara de esta manera. Con su permiso capitán, tengo unas cartas que escribir.

El capitán asintió con la cabeza ante la petición del samurai, y este se alejó caminando. Después de que se fuera, desvió su mirada de nuevo al cuerpo de Kyosato en el cuerpo.

- "¿Qué clase de destajador habrá hecho esto?" – Pensó mientras miraba el cuerpo.

La noche se quedó en silencio después de ese momento. En una posada cercana, el asesino tomaba una cubeta llena de agua y se la vertía encima, tratando así se lavarse un poco y de refrescarse después de esa noche. Recargadas en uno de los barriles detrás de él, estaban sus dos espadas, y sobre el barril un trompo de madera.

Toda la ropa del joven quedó completamente mojada. Se quedó viendo unos segundos el suelo, admirando como las gotas de agua se resbalaban por su cuerpo y caían al suelo hasta hacer un charco en sus pies. Podía ver como algunas de las gotas iban mezcladas con la sangre que surgía de la herida de su mejilla…

- ¡Bien¡Ven por mí de nuevo! – Le decía su maestro mientras sostenía su arma con firmeza.

Ambos, maestro y alumno, se encontraban al pie de una cascada que caía con fuerza a su lado. El agua del riachuelo estaba hasta sus tobillos, pero sus piernas eran cubiertas casi por completo por una densa niebla que se elevaba. El chico alzó su espada hacía el frente y miró detenidamente a su maestro unos momentos.

- "Se esta volvieron muy fuerte." – Pensó el hombre al verlo – "No importa lo buen guerrero que seas, si no tienes el deseo de fortalecerte no serás pulido por completo. Él busca ser fuerte, más que cualquier otra cosa, más que cualquier persona. Sí, tan puro y tan sincero..."

El alumno se lanzó hacía el frente, embistiendo a su maestro con su espada. Sin embargo, éste pudo cubrir con gran facilidad el golpe y lanzar al chico hacía atrás. Él cayó al agua, perdiéndose entre la niebla del sitio.

El asesino seguía de pie frente a la pila. No estaba seguro de porque ese recuerdo había venido a su mente en ese instante. Sin embargo, éste le trajo cierta nostalgia.

- En la enseñanza del Hiten Mitsurugi, uno sostiene la espada por el bienestar de los demás – Se dijo así mismo mientras se cubría la herida con paño. Luego, se retiró ese pedazo de tela de su mejilla y centró su vista en la mancha roja del mismo – Para así poder proteger al débil. Es por eso por lo que peleo...

Era ya de mañana en Kyoto. Esta ciudad parecía cambiar por completo durante el día. No pareciera ser el centro de este conflicto tan mortal que ya ha manchado demasiado las calles de sangre. Como la vez anterior, vemos al mismo joven de cabello rojo y traje azul, lavándose las manos en una especie de pila.

- "El olor a sangre no desaparece aún" – Pensaba el chico mientras se secaba. La herida de su mejilla aún no se encontraba del todo curada.

- Hey Himura – Escucha de pronto que alguien la habla desde el pasillo, pero él no pone atención. De pronto, en el umbral de la puerta, aparece el mismo hombre de pequeño bigote de esa noche. – Aquí estas Himura, ven rápido, el maestro Katsura quiera verte.

El chico volteó a verlo de reojo al escuchar ese nombre. Éste creo algo de sorpresa en el joven, aunque su expresión no lo reflejaba del todo.

Himura e Izuka caminaron hacía el jardín de la posada, donde se encontraba un estanque de carpas. Frente al estanque, estaban dos hombres: un hombre de estatura media y pelo negro que traía consigo una copa con alimento para las carpas; se encontraba acompañado de otro hombre fornido de pelo oscuro. Ambos armados con sus respectivas armas. Al verlos llegar, el primero volteó a verlos con una sonrisa.

- Aquí esta Himura señor Katsura – Dijo el hombre de bigote en cuanto llegaron.

- Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que hablamos Himura – Dijo el hombre volteando a verlo – ¿Te ha ido bien?

El chico se le quedó viendo con una expresión seria antes de poder contestarle su pregunta.

- Sí, he estado matando bien – Le respondió con algo de sarcasmo en su tono.

- Oye, cuida lo que dices – Le dijo algo nervioso el hombre que lo acompañaba.

- Tú siempre igual – Le dijo Katsura sonriente. En ese momento, notó la herida en la mejilla izquierda del asesino – ¿Te hirieron?

- No fue nada grave – Le contestó.

- Izuka¿quién fue?

- Sucedió hace ya algunas noches. Fue un hombre del Shogunato de Kyoto – le contestó – Parece que fue uno de los guardaespaldas que escoltaban Shigekura Jubei. Creo que se llamaba Akira Kyosato.

- Ya veo¿fue un enemigo poderoso Himura?

- No – Contestó el chico con seriedad – Esto fue por negligencia mía.

Una de la carpas saltó del estanque, cayendo inmediatamente después de regreso al agua. Ninguno de los hombres desvió su mirada ante esto.

- ¿Cual es mi misión para esta noche? – Preguntó el chico algo impaciente.

- No es nada importante – Le contestó Katsura.

- Si no es nada importante, por favor déjenme solo.

- ¡Oye! – Le dijo Izuka nervioso.

- He asesinado en tres lugares diferentes durante los últimos seis meses. No importa lo que hagamos, no podremos mantener mi existencia en secreto para el gobierno por mucho tiempo. Lo mejor para mí es mantenerme cerca de los cuarteles generales de Choshu. Las fuerzas del gobierno se hacen más fuerte a cada vez, especialmente esos lobos que aparecieron en Mibu.

- ¿Te refieres al Grupo Shinsen?

- No nos hemos enfrentado aún, pero creo que ellos son el arma más poderosa del gobierno para defender Kyoto de los Realistas.

- Bien, en ese caso tendremos que tener cuidado.

- ¿Y cual es mi misión? – Volvió a preguntar algo de insistencia.

- La verdad es que durante el festival del Gion tendremos una reunión secreta en una posada de Kyoto. El señor Toshimaru y el señor Miyabe planean asistir. Es una reunión importante donde se decidirán los objetivos de la organización.

- ¿Necesitan protección?

- Bueno, no. En realidad esperaba que te nos unieras en la reunión.

- ¿En serio¡Qué bien, así podrás escribir tu nombre el historia.

- Me niego. – Respondió de pronto.

Los tres hombres se quedaron impactados al oír tal respuesta por parte del chico. Lo que le estaban proponiendo era algo muy importante y valioso. Les extrañaba demasiado que no aceptara.

- ¿Te niegas? – Preguntó Izuka sorprendido.

- Soy un asesino, no sirvo para otro propósito más que para asesinar. Un destajador esta destinado a permanecer siempre en las sombras, hasta el día de su fin. La muerte y la oscuridad son sus mejor amigas, eso es lo que me dijeron. – Himura se dio la media vuelta para retirarse – Además, no tengo interés en la historia o en honores.

- Oye, pero... – Trató de detenerlo su compañero, pero fue inútil.

- Si podemos construir una nueva era donde todos puedan vivir en paz, eso será suficiente para mí. Si no me necesitan para nada más, entonces tendrán que disculparme.

El chico se retiró, dejando a los tres hombres algo extrañados. Sin embargo, Katsura no se veía del todo sorprendido, como si ante mano esperaba que algo como eso pasara.

- ¿Ser un destajador irá más allá de sus fuerzas? – Preguntó Izuka mientras lo veía irse – Ha cambiado bastante.

- ¿Quién se cree con esa actitud? – Preguntó el tercer hombre con cierto enojo – después de todas las consideraciones que el maestro Katsura ha tenido con él.

- Izuka no esta del todo acertado. – Dijo de pronto el señor Katsura, y los dos voltearon a verlo. El hombre ladeó su copa, dejando caer toda la comida en el estanque – Después de conocerlo por tanto tiempo, sé una cosa: Aunque se comporte de manera extraña, su corazón no ha cambiado a los largo de este último año...

En un campo verde, bajo la fuerte lluvia, se ve un gran grupo de hombres, armados con diferentes tipos de armas como espadas, lanzas y demás. Todos se encuentran golpeando unos palos de entrenamiento, mientras un grupo de realistas los observa. Parece ser un tipo de reclutamiento.

- Me arriesgue mucho a venir hasta aquí sólo porque me dijiste que vería algo interesante – Decía una voz que se acercaba. En ese momento, se ve como dos personas miraban todo desde una colina cercana. Una de ellas era el señor Katsura, y el otro era un hombre de cabello negro y corto, de traje blanco que traía una especie de instrumento de cuerda consigo – ¿De qué se trata Shinsaku?

- Ya verás – Le contestó el otro. Ambos miraron con cuidado los hombres frente a ellos. Estos tipos se volverán nuestra arma más fuerte, tenlo por seguro. Con ellos formaré nuestra nueva fuerza realista, el "Kiheitai". Al final serán ellos los que lleguen a derrumbar al Shogunato. La ascendencia social no es nada, aquí sólo importa la determinación y la habilidad. Quién posea estas dos cosas puede unirse al Kiheitai.

- A simple vista se ve que después de 300 años de paz serán más útiles que los samuráis. Pero¿Estará bien que los usemos?

- No eres lo suficientemente agresivo Katsura. No te preocupes de nada.

- ¡Siguiente! – Escucharon de pronto que alguien decía, y en eso pasó uno de los aspirantes a reclutas.

Katsura se sorprendió mucho al verlo. Era un niño, posiblemente de 12 o 13 años, de cabello rojo y largo amarrado con una cola, con una espada en su mano izquierda.

- ¿Hay niños de esa edad aquí! – Preguntó sorprendido.

- Bien, ya sabes lo que dicen: Mientras más peculiares se ven, más espectaculares resultan ser.

El niño se paró frente al tronco de madera, mirándolo fijamente. Al mismo tiempo, el grupo de hombres que esperaban su turno lo miraban con cierta burla en sus caras.

- Ja Ja – Rió uno de ellos – Miren, trae su propia espada y todo. Niño¿por qué no intentas cortarlo?

- Si lo logras en dos dineros, te daré el dinero que traigo conmigo¿qué dices? – Le dijo otro de ellos.

El niño no respondió, simplemente volteó a verlo unos segundos y de inmediato volvió su vista de nuevo al tronco. De pronto, colocó su pie izquierdo hacía atrás, colocando su espada hacía un lado, al tiempo que acercaba su mano derecha a la empuñadura. Ante los ojos de todos lo presentes, el chico desenfundo con fuerza el arma, abalanzando el filo de hoja contra el tronco. Este fue cortado con tanta facilidad, como si fuera papel.

Todos, incluyendo a los dos observadores que permanecían en la colina, se quedaron estupefactos al ver esto. Aún no conforme con eso, el chico movió su funda hacía el frente, golpeando con ella la parte de arriba del tronco que había cortado.

- ¡Estilo Hiten Mitsurugi! – Gritó el chico al tiempo que su funda golpeaba el tronco – ¡Sou Ryu Sen!

La parte cortada salió volando hasta caer a los pies de unos de los hombres. Todos los presentes centraron su mirada en el chico, asombrados por lo que acababan de ver.

- ¿No te pareció increíble Katsura? – Preguntó el hombre que lo acompañaba con una sonrisa en el rostro, algo ya despegado de la sorpresa. Por su parte, Katsura aún no lograba salir del asombro.

- Takasugi… - Logró decir sin quitar los ojos del niño, quién se acercó a uno de los hombres y extendió su mano.

- ¿Dónde esta el dinero que me prometió? – Preguntó al asombrado hombre.

- Ese chico… - Dijo Katsura – Quiero conocerlo… - Takasugi sonrió ante la petición de su compañero.

- ¡Oye tú niño! – Gritó el hombre, llamando la atención del muchacho.

El extraño chico se encontraba ahora en el interior de una habitación, acompañado de Katsura y Takasugi. Este último se encontraba tocando su instrumento con mucho cuidado, mientras los otros dos tenían una pequeña mesa con comida frente a ellos.

- Chico, él es Kogoro Katsura, el actual líder de los Realistas de Chosu – Le dijo Takasugi presentándolos, sin dejar de tocar.

- Es un honor señor – Dijo el niño mientras se inclinaba.

- Dime chico¿cómo te llamas? – Preguntó Katsura.

- Kenshin, Kenshin Himura – Contestó.

- Kenshin; ¿Así qué ese era el estilo Hiten Mitsurugi, ya había oído hablar de él con anterioridad, pero nunca había tenido la oportunidad de verlo con mis propios ojos. Tampoco sabía que existiera en la actualidad.

- Lo aprendí de mi maestro en Kyoto. – Le respondió mientras tomaba un trago de la copa que estaba en su mesa – Este estilo es usado para poder ayudar a las personas y proteger al débil. Ese es el propósito del Hiten Mitsurugi, y es la razón por la que viene a este sitio.

Katsura bajó su mano y colocó su copa sobre la mesa de madera. Luego, alzó su mirada hacía el chico frente a él, con gran firmeza en sus ojos.

- Déjame preguntarte algo¿Has matado a alguien con el Hiten Mitsurugi?

- Nunca.

- Entonces dime¿crees poder hacerlo? – El chico se impacto al escuchar tan pregunta. Katsura permaneció serio, mientras Takasugi sonreía – Seré directo contigo, esto es una guerra, y en una guerra se asesina, eso es todo. Pero para crear un nuevo mundo primero debes de destruir el viejo. Es una tarea horrible, pero alguien tiene que hacerlo. Dijiste que querías usar tu fuerza para ayudar a la gente. Si eso es cierto, quiero pedirte esa fuerza; ¿Podrías matar a alguien para cambiar el futuro?

Kenshin se quedó unos momentos callados. Bajó su copa y la colocó de nuevo en su mesa. Con la mirada baja, le contestó.

- Si puedo contribuir a una nueva era donde haya paz para el pueblo, a cambio de ensuciar mi espada con la sangre de las personas, entonces... lo haré...

- Ha pasado cerca de un año desde entonces – Dijo Katsura, clavando su mirada en el estanque frente a él, Una carpa salta de nuevo, colocándose a la altura del rostro de Katsura. El pez volvió a descender, cayendo de regreso al estanque. – Battousai se ha convertido en un joven, puede que eso lo haya cambiado, pero su corazón todavía sigue siendo igual de inocente que en ese entonces – Los dos hombres que lo acompañaban se quedaron en silencio mirándolo – "Debido a que no ha cambiado es que empieza a sentir lo terrible que es ser un destajador. Temo por el futuro de Himura..."

Muy lejos de ahí, a kilómetros de distancia de Kyoto, una joven vestida con un traje blanco como nieve se encuentra sentada en su habitación, con la mirada baja y perdida en su pequeño mueble que asemejaba a un escritorio. Sobre éste, había un pedazo de papel blanco, con algo escrito en letras negras. Sus ojos estaban totalmente abiertos, y no los quitaba de ese papel.

A través de las puertas, se ve la figura de varias mujeres que conversan en silencio, aunque ella las puede oír con gran facilidad. Una puerta detrás de ella se recorre, y la figura de otra persona aparece. Ella no le pone atención. El recién llegado se le acerca por detrás, y la abraza con fuerza, mientras comienza a empapar su espalda con sus lágrimas.

La carta frente a ella se encuentra firmada con el nombre "Saigo Kyosato"…

FIN DEL CAPITULO I

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Datos Extra:

- Ciudad de Kyoto: Proviene del enunciado "Kyōto-shi lit" que quiere decir "Ciudad Capital". Fue la ciudad capital del Japón desde el año 794 (Período Heian hasta el desplazamiento del gobierno a la ciudad de Edo (Renombrada como Tokio) al final de la Restauración Meiji en el 1868. En el siglo XVII, debido a la gran influencia que estaban teniendo los monjes budistas en los asuntos del gobierno, el emperador decidió trasladar los asuntos imperiales a una región alejada de la influencia budista. Aún así, el Shogunato de Kyoto tuvo que ser quien lidiara con los problemas de los Realistas durante la Restauración. Actualmente es la capital de la Prefectura de Kyoto, y se encuentra ubicada en la parte centro-occidental de Honshu, cerca de Osaka y Otsu.

- Kogoro Katsura: Kogoro Katsura fue uno de los dirigentes del clan Choshu, y el más joven de los líderes Realistas de este clan. Fue uno de los Tres Grandes de la Restauración junto con Saigo Takamori y Okubo Toshimichi. Tuvo en su poder el manejo de una gran provincia. Se unión con Saigo Takamori del Clan de Satsuma y la unión de los dos clanes hizo posible el fin del Régimen Tokugawa. En otras palabras, era una de las cabecillas principales de los Realistas de Meiji.

- Shinsaku Takasugi: Segundo al mando de los realistas de Chosu. Fue un samurai amante de las peleas además de un músico. Formó con sus propias manos el Kiheitai, una tropa Bélica anti-Shogun formado por luchadores, campesinos y samuráis de todos los niveles sociales en las propias praderas del feudo de Chosu.

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Notas y Aclaraciones:

1. Esta es una Historia de la serie "Rurouni Kenshin", algunos personajes son de mi creación, pero otros son de la idea original del creador de la serie.

2. Este fic es una historia complemento del resto de las historias de la Saga que estoy creado. Lo relatado aquí se encuentra muy relacionado con lo dicho en "La Saga de Osaka" y "La Última Redención", y además la trama se encuentra después de "La Luz de Dios" y antes de "Los Cuatro Rurouni". Este último fic y este que a continuación van a leer son las últimas piezas par completar los suscitado antes de todo.

3. La historia se centra durante los disturbios de la Restauración. Se podría decir que es mi propia versión con respecto a la historia de Kenshin y Tomoe, tal y como en ocasiones la conté a lo largo de los capítulos de "La Saga de Osaka". Las historia esta basada en lo que se narra en el manga original de la serie, además de los OVAs de "Tsuioku Hen", aunque más que nada es como una combinación de ambas historias. Además de esto, hay unos agregados propios para que concuerde a la perfección con lo narrado en las otros Fanfics.

4. Para cualquier duda, queja, sugerencia o comentario, mi correo esta abierto para todo.

Atte.
Wing Beelezemon – Wingzemon X
"The Last Power of This Revolution…"