"Prelude"

I.

La luz se fundió hacía demasiado tiempo, cuando me di cuenta de lo que ocurría, de todo aquello que vagaba por mi mente y que jamás serías capaz de imaginar.

Dormía. No, hacía que dormía. Escuchaba tu respiración intermitente en la cama de al lado y notaba cómo el aire llegaba cada vez más difícilmente a mis pulmones, se estancaba en mi garganta y salía por mi nariz, tan suavemente cómo había entrado. Me faltaba el aire. De vez en cuando oía el rechinar de los muelles del colchón cuando cambiabas de posición y casi podía sentir el crujir del somier bajo mi espalda. Inhalabas mi oxígeno cómo si se tratase de mi alma y una vez se transformaba en dióxido de carbono lo expulsabas dándome de lleno en el corazón.

Eran las cuatro de la madrugada y allí estaba, con los ojos cómo platos, mirando al techo con esas manchas de agua de las goteras que todos los años aparecían sin avisar. Hasta esas manchas se me parecían a él, a mí.

Sus suspiros me volvían cada vez más loco y sus susurros se me clavaban en los tímpanos. Era imposible que siguiera despierto y a la vez no sintiera nada. Quería despertarle y contarle toda la verdad.

Prohibido. Imposible. Jamás.

La locura se apoderaba de mi mente, de mi cuerpo. Cada vez hacía más calor, me sudaban las manos, la frente. Ese sudor frío de cuando tienes miedo, que te congela las sienes y te paraliza en el sitio. Ni un "petrificus totalus" habría sido tan efectivo.

Caigo rendido por fin. Sueño con él, conmigo, somos uno, el mismo y, por eso, me atrae. Lo prohibido. Es tan irresistible…

- Buenos días, Fred- susurra en mi oído. Tan dulcemente cómo cada mañana. Tan amargamente cómo cada mañana.

Abro un ojo. Me sonríe y vuelve a hacerse de noche.